Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Contra dogmatismo, hermenéutica, 2

15-Diciembre-2007    Juan Masiá

Debatiendo sobre el post anterior en un grupo de estudio (de formación permanente para profesionales creyentes), utilizamos las siguientes preguntas para examinar nuestro grado de comprensión de la iglesia como comunidad de discernimiento y para deshacer malentendidos a propósito de las enseñanzas que se transmiten en la iglesia.

  • 1. ¿Confiamos en la actividad del Espíritu en la comunidad?
  • Recordemos dos textos del Vaticano II: a) ” El cuerpo de los fieles en su conjunto, ungidos como están por el Santo ( 1 Juan 2, 20 y 27) no puede errar en materia de fe. Gracias al sentido sobrenatural de la fe que caracteriza al Pueblo de Dios en su conjunto, se manifiesta esta cualidad de no errar cuando desde los obispos hasta el último miembro laico se muestra un acuerdo universal en materia de fe y costumbres.” ( Constitución sobre la Iglesia: Lumen gentium, n.12). b) “Este magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino que la sirve” (Dei Verbum, n. 10).

  • 2. ¿Somos capaces de vivir procesos de reconciliación dentro de la comunidad eclesial?
  • Recordemos, por ejemplo, los textos siguientes: Mt 18, 15-35 (corrección fraterna); 1CO 5-6 (Un caso problemático y unos procesos ante tribunales paganos: que haya quien arbitre fraternalmente); 2 CO 2 (que perdonéis y animéis… evitar que el mal saque partido de esto…); Rom 14 (No exacerbar las diferencias); Col 3,16 (enseñáosy aconsejaos unos a otros); Gal 6,1 (recuperad con suavidqad al que cayó…)

  • 3. ¿Tomamos en serio la primacía de la Palabra evangélica para guiar la fe del pueblo creyente?
  • En la liturgia de la consagración de un obispo se le hacen al obispo dos preguntas: a) ¿Quieres poner todo el empeño para penetrar con toda tu sabiduría en la inteligencia de la Sagrada Escritura? b) Lo que has leído en el estudio de la Sagrada Escritura, ¿quieres enseñarlo al pueblo, para el que eres consagrado, de palabra y con el ejemplo? No se puede decir (como oí una vez en un debate televisivo) que todo lo que dice el Nuevo Testamento es dogma de fe. Son escasos los lugares bíblicos cuyo sentido explicado por la iglesia haya sido declarado como obligatorio. Además, decir que la iglesia interpreta las escrituras sagradas no significa que tenga el monopolio de la exégesis.

  • 4. ¿Nos ayudamos mutuamente a crecer y madurar en la fe?
  • Recordemos el texto de 1 Tesalon. 5, 11 : “animaos unos a otros y ayudaos a crecer mutuamente”, (traducción de Alonso Schökel). La tradición monástica desarrolló diversas formas de corrección fraterna y acentuó el papel de la relación de ayuda (la llamada dirección o acompañamiento espiritual) en el proceso de discernimiento. La ayuda mutua en la comunidad para tratar temas morales es algo que hay que redescubrir hoy. Hay que utilizar la capacidad de discernir que tiene la comunidad eclesial en su conjunto. La comunidad es el lugar donde nos ayudamos unos a otros en el discernimiento de los casos morales. Es también el lugar en el que la celebración de la fe nos ayuda a crecer en identidad cristiana. A la luz de lo que somos discernimos lo que hemos de hacer. Tradicionalmente se ha hablado de tres papeles: curar, enseñar y dirigir. Pero es importante acentuar que los tres han de ir acompañados del adjetivo “pastoral” o del adverbio “pastoralmente”. Por ejemplo, si la autoridad no se ejerce pastoralmente, no es autoridad en el sentido evangélico. El papel de quienes tienen responsabilidades de dirigir en la iglesia -para confirmarla en la fe a hermanas y hermanos y asegurar su unidad- es más el de curar que el de juzgar; más el de ayudar a discernir que el de enseñar las respuestas; más el papel de reconciliación que el de un autoritarismo apoyado en órdenes no sustentadas por razones. Enseñar, curar y dirigir de un modo pastoral quiere decir con la finalidad de ayudar a las personas creyentes a acercarse más al Evangelio. Hay que ejercer, por tanto, el triple ministerio de curar, enseñar y dirigir, al estilo de Jesús. Como decía Juan XXIII, que la iglesia no sea solamente maestra, sino madre, y que cuando tenga que ser maestra lo sea como madre. También hay que aceptar la mayoría de edad de los fieles. Que la iglesia, al ser madre, no sea madre posesiva. Que nos sintamos más responsables de dar esperanza que de vigilar para que no se desvíe nadie.

  • 5. ¿Confundimos a la iglesia con la curia romana?
  • La iglesia entera, la comunidad creyente es comunidad de discernimiento. No se debe confundir o identificar a la iglesia con la curia romana. Hay muchos malentendidos sobre quién está autorizado para llevar a cabo función de enseñar dentro de la iglesia y con qué límites. Tampoco se debe confundir a la iglesia con cualquier jerarquía eclesiástica, ni identificarla sin más con ella. Sto. Tomás hablaba de dos magisterios, el de los obispos y el de los teólogos. Hay que añadir el magisterio de la comunidad entera con su sentido de la fe.

  • 6. ¿Distinguimos entre el mosquito y el camello o metemos todas las enseñanzas en un mismo hatillo pesado, para luego arrojarlo a la cabeza de personas presuntamente heréticas?
  • En las enseñanzas de la iglesia hay grados. No todo tiene la misma importancia, ni el mismo peso. Hay que estudiar hasta qué punto es vinculante una enseñanza.
    Todo esto es elemental, de sentido común y de sentido de fe, pero a aveces se olvida con el calor de la crispación…

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