Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Necesidad social de una formación sexual

18-Diciembre-2007    José Luis Servera
    Este artículo es una invitación a cambiar de registro. Cuando está sobre la mesa el asunto de la nueva regulación del aborto y la educación para ciudadanía, bueno será que nos planteemos la dimensión personal y social de la sexualidad con total libertad pero con seriedad y hondura, como propone José Luis, educador y padre.

La educación sexual de los jóvenes en un pasado próximo de nuestra sociedad, fue un tabú que muchos padres de familia preferían ignorar pensando que sus hijos ya irían aprendiendo por su cuenta, entre los amigos, todo lo necesario. Con frecuencia, la primera regla de las hijas obligaba a las madres a tratar el tema, pero lo solían tratar lo más escuetamente posible. En los colegios se solía ignorar también su tratamiento por lo espinoso que resultaba y para no crearse problemas.

Hoy día, hemos pasado de la ignorancia a una amplia información en los colegios. Ello ha supuesto un gran paso aunque insuficiente y motivado más por el miedo a los embarazos y para evitar los contagios del sida que por estar convencidos de que la sexualidad es algo fundamental y necesario, dado que el sexo en la vida de toda persona es algo importante que se debe aprender a integrar y a canalizar socialmente.

La educación sexual es crucial para poder conseguir una buena maduración de la personalidad del niño-niña. No sólo para que la sexualidad madure mejor, sino también por la relevancia que tiene en nuestras relaciones con los demás. Pensemos que las relaciones sexuales no sólo abarcan las relaciones genitales sino también todas nuestras relaciones con las demás personas sean hombres o mujeres. Una buena maduración e integración de nuestra sexualidad contribuye a que nuestras relaciones con los demás sean más maduras y gratificantes. Contrariamente, una mala integración y maduración afectiva-sexual deteriora todas nuestras relaciones con los demás.

Toda persona en su desarrollo, crecimiento y maduración debe aprender a aceptar e integrar en su personalidad su masculinidad o feminidad, y no sólo esto, sino también aprender a comunicarse con los demás a través de ello, como parte importante de su personalidad. Tengamos en cuenta que un transexual es alguien que no ha podido conseguir una aceptación de sí mismo desde su sexo, aunque biológicamente tiene un sexo, psicológicamente se identifica con el sexo contrario, creándosele un conflicto que con frecuencia sólo se puede resolver cambiándole los caracteres secundarios de su sexo por medio de hormonas y hasta con la necesidad de practicarle una operación para cambiar sus órganos sexuales externos, para que de este modo sea capaz de dar el paso tan necesario de la aceptación de su cuerpo y de si mismo, es decir de su persona, y de este modo poderse identificar consigo mismo y poderse aceptar.

Como podemos constatar la sexualidad es algo complejo, que no recibimos en el nacimiento como algo acabado. Necesitamos aprender a conocerla, aceptarla y madurarla, todo ello desde un respeto a los demás y a través de ella conseguir una buena relación con los demás.

Para conseguir estos objetivos hace falta una información objetiva de lo que es el sexo, de las relaciones sexuales, de cómo hemos de evitar los embarazos y el contagio del sida pero sólo con información no es suficiente.

Además de una información se necesita una seria formación. Aunque en las relaciones sexuales pueda existir un factor de juego, las relaciones sexuales no son un juego, son entre personas y por ello no pueden perder su dimensión interpersonal. Lo propio y específico de la relación sexual humana, es el nivel personal y si se pierde este nivel dicha relación deja de ser humana. En toda relación sexual no se puede perder el respeto mutuo. Nadie tiene derecho a violentar, forzar, acosar o violar a otra persona. Solamente desde un respeto mutuo y desde un pleno consentimiento y entrega mutua, una relación sexual es humana. En una relación sexual nunca será éticamente lícito usar el otro única o principalmente como objeto de placer, porque entonces tratamos al otro, como un objeto y no como una persona. Toda persona tiene como un derecho inalienable el ser tratada siempre como una persona, con el respeto que ello implica. Solamente desde unas relaciones sexuales personales, crecemos como personas y nos respetamos como tales.

Este tipo de relación sexual personal únicamente se logra con una buena información y sobre todo formación a tiempo.

En esta formación sexual, no sólo se deben tener en cuenta las relaciones sexuales, sino también las consecuencias de dichas relaciones. El que el sexo esté unido a la posibilidad de crear una nueva vida no es algo banal sino extremadamente importante y serio. Se debe formar a los jóvenes ante la grave responsabilidad de crear nuevas vidas, las cuales también tienen sus derechos. Con la concepción de nuevos seres humanos no se puede jugar. No vale aquello de decir “abortaremos y ya está resuelto el problema”. El aborto es un asunto muy serio que solamente por evitar males mayores se puede llevar a cabo, respetando las condiciones que las leyes han establecido mirando los derechos del posible nasciturus. En este problema la solución no está en relajar las leyes del aborto sino en educar para que se tome conciencia de la responsabilidad que se debe tener ante las fuentes de la vida y que siempre deberá ser considerado como algo no deseable y que implica una grave responsabilidad. El niño que va a nacer tiene derecho a unas condiciones humanas dignas. Tampoco vale decir “me tomo una píldora del día después y ya está resuelto el problema”. Esto es banalizar gravemente el sexo y la procreación, por otro lado, esta otra medida anticonceptiva debe ser excepcional por las consecuencias hormonales que puede tener en la mujer y por el serio y grave respeto que exigen las posibles nuevas vidas humanas.

No podemos banalizar la sexualidad y menos el aborto. La sexualidad, como ya hemos dicho, exige una gran responsabilidad de respeto a la otra persona y también de respeto a las consecuencias que pueden derivarse de dicha relación. Todo ello exige no sólo una información sino también una seria formación. El hecho de que se repartan, con suma facilidad, en muchos centros de salud, pastillas del día después, sin preguntar ni siquiera por la edad y sin dar el más mínimo toque de atención. Este modo de actuar pensamos que es banalizar el sexo y sus consecuencias.

Deberíamos desear y apostar para nuestros hijos y para la sociedad en que vivimos, por una sexualidad sana, libre, responsable y respetuosa. Para que esto sea posible, hace falta que los padres se formen, ayuden a formar a sus hijos con diálogos frecuentes y que exijan a los colegios una información-formación que contribuya a completar la suya y a conseguir dichos objetivos extendiéndose dicha información a un buen conocimiento de los métodos anticonceptivos. Hoy día con frecuencia, se da buena información pero una formación escasa, y esto debería ser para toda la sociedad un tema de verdadera preocupación, porque lo malo no es que los jóvenes practiquen el sexo sino que lo usen banalizádolo y/o sin respetarse e irresponsablemente sin tener en cuenta sus consecuencias.

Y por supuesto, con el enfoque marcadamente biológico y procreativo del sexo como mantiene la Iglesia Católica, no sólo no arreglamos nada sino que agravamos el problema con extrañas culpabilizaciones. En el hombre, como ya hemos afirmado, el nivel fundamental del sexo es el humano, no el biológico-procreativo. Basados en ello, podemos afirmar que puede ser humana una relación respetuosa homosexual y que es siempre inhumana una relación heterosexual de violación, donde se da la posibilidad de procreación pero falta lo fundamental que es la relación humana de respeto mutuo. Por otra parte, quienes deben hablarnos de cómo conviene que sean unas verdaderas y sanas relaciones sexuales deben ser los psiquiatras, psicólogos, antropólogos culturales y biólogos.

Terminamos subrayando que, lo que hace moral una relación sexual no es el nivel biológico sino que se respete siempre el nivel humano de interrelación entre personas y en la medida que falle dicho nivel se deteriora dicha relación y deja de ser humana y moral.

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