Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Reflexiones éticas de un creyente

31-Diciembre-2007    José Luis Servera
    Plantearse cuestiones trascendentales no desde los libros sino desde la reflexión personal, que se hace más profunda a medida que el hombre aumenta en edad y sabiduría es uno de los objetivos de ATRIO. Así lo hace el autor en este escrito de búsqueda más que de doctrina, que presenta a debate de quienes se planteen la relación entre ética y fe.

  • Proceso del desarrollo ético
  • El comportamiento ético posee varios componentes que se han ido desarrollando a lo largo de la historia del hombre. La rectitud en el obrar es fruto de la convivencia humana a través de esta misma historia. Es el hombre en sus interrelaciones con los demás quien ha hecho nacer la ética y que según hayan ido cambiando estas interrelaciones, ha ido cambiado a la vez su ética, y por ello, su ética ha transcurrido por distintas etapas históricas. En primer lugar, imperó una etapa de lucha feroz por la supervivencia, donde se mataba al competidor. Cuando el hombre se hace sedentario, por haber aprendido a cultivar la tierra y a domesticar los animales, consigue de este modo almacenar más comida, por lo tanto, mayor holgura para sobrevivir. Descubre que no matando los enemigos y competidores, sino haciéndolos trabajar para él, lo que producen, vale más que lo que consumen, nace entonces la esclavitud como un medio de aumentar su seguridad y poder. En todo este proceso de convivencia con los demás, el hombre descubre que son necesarias unas reglas de conducta para poder convivir socialmente, y se imponen unas normas de conducta. Unas para los dominadores y otras para los esclavos. En toda esta etapa primitiva, el poder ha permanecido poco distribuido, y por lo tanto las normas han sido impuestas por los poderosos y sobre todo en función de sus intereses.

    En este largo camino de desarrollo y maduración del hombre, y dadas sus características reflexivas, han ido brotando en él preguntas sobre la posibilidad de un más allá y de si existe alguien que esté por encima de los seres humanos. Es el momento en que nace la idea de Dios, primeramente politeísta, donde se adoran las fuerzas de la naturaleza al no saberlas explicar y para hacerlas favorables. Poco a poco el hombre unifica dichas fuerzas y llega a la conclusión de la existencia de un Dios único, monoteísmo. Alcanzado este nivel, a continuación nacen los especialistas que administran y regulan este tipo de ideas en relación a la comunidad. Nacen los chamanes que derivarán hacia los sacerdotes. Estos forman una colectividad cuya misión es administrar las relaciones de los hombres con Dios y ser los mediadores entre los dioses y los hombres.

    Muy pronto se coordina el poder sacerdotal con el poder político porque los dos se dedican al control de la comunidad y se necesitan mutuamente para justificarse. Estos dos grupos descubren que si quieren perpetuarse es necesario justificar su poder. Con el tiempo se les ocurre la solución, “el poder viene directamente de Dios”, por lo tanto nadie lo puede quitar al rey y los sacerdotes han sido escogidos directamente por Dios, por lo tanto deben ser respetados como personas sagradas de la casa de Dios. En este período las normas o leyes conductuales son duras y miran más los beneficios del rey y de la casta sacerdotal.

    En la medida que se desarrolla la economía y se reparten más las riquezas, también se reparte más el poder, y las normas de conducta van abriéndose hacia el bien de un grupo mayor de personas. Este proceso de convivencia desde un tipo de sociedad más equilibrada en las diferencias sociales, permite que muchos piensen en un clase de normas de conducta que favorezcan a un grupo mayor de ciudadanos. Para que esto sea posible es necesario desbloquear el poder absoluto del rey. En este proceso, parte del poder pasa a la nobleza, seguidamente a la burguesía y finalmente al pueblo, llegándose a la conclusión de que “todos somos iguales ante la ley” . Para que esto pueda ser posible se establece la división de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, admitiéndose cada vez más el protagonismo del pueblo. Va desapareciendo la creencia en el axioma de que el poder viene de Dios y se asume que las características de este triple poder son democráticas, fruto de una toma de conciencia colectiva sobre los diferentes modos de obrar y sus diferentes sensibilidades.

    De este modo se va descubriendo la igualdad entre los hombres, los derechos de toda persona humana, el derecho a la vida, a la libertad y a la felicidad como derechos inalienables de toda persona humana.

    Todo este proceso de desarrollo ético es histórico y por lo tanto sometido a los cambios sin poderse afirmar sobre ello verdades absolutas, ni dogmatizar. Este proceso de toma de conciencia de lo que es el hombre, la persona humana y sus relaciones, es progresivo y cada vez se va ampliando más, a pesar de las contradicciones que existen al intentar ponerlo en práctica. Este proceso avanza en la medida que el hombre cobra conciencia de sí y de sus posibilidades, y más hoy día con el dominio de la técnica. Este proceso durante muchos años ha estado condicionado por las leyes naturales y su propia evolución. Sin embargo, actualmente existe una ruptura, el hombre con el dominio técnico de la realidad ya no es un puro contemplador de los procesos naturales, sino que pasa a poder ser un transformador de dichos procesos, sin que nadie se lo pueda impedir y menos invocando una ley natural fija que nunca ha existido. Lo único que se puede y se debe exigir es que los cambios que el hombre se propone sean para el mayor bien de la mayor parte de la sociedad humana.

    El hombre ha llegado a la edad adulta, se independiza de los dioses y toma en sus manos su propio destino. Lo malo no es que decida cambios, sino que los decida guiado por intereses creados y sobre todo mercantilistas que sólo buscan la ganancia para unos pocos. Esto no significa que los hombres quieran ser como dioses sino que asumen su responsabilidad y sus posibilidades creativas que hoy se le presentan como posibilidades reales, sin que existan lugares o cosas sagradas en las que no pueda investigar y decidir. Y para los creyentes afirmamos que esto no significa arrinconar a Dios, sino asumir la adultez humana a la que ha llegado el hombre y para la cual le preparó Dios ya desde el principio.

    Por lo tanto, la rectitud del quehacer humano vendrá del esfuerzo que se haga para que lo que se hace sea para mejorar al hombre y a la humanidad. La luz que se requiere para ello, no la podemos obtener de dogmas, axiomas o verdades transhistóricas porque no existen, aunque hemos reificado cosas que hacen parecer que existan. Ello no quiere decir que todo sea relativo, porque no se puede negar que existe un progreso ético indiscutible, un proceso de avance, que puede ser detectado en los Derechos Humanos de primera, segunda y tercera generación. De aquí que no defendamos un relativismo ético sino una relativización de lo conseguido que nunca se puede dar por totalmente acabado y definitivo. Debemos seguir avanzando sin miedo al cambio y buscando el mayor bien, asumiendo el riesgo de podernos equivocar, pero no permitiendo caer en el mercantilismo ético que sería desembocar en una postura contraria a la ética. Este es el camino que el hombre debe seguir en su avance a través de la historia. La luz que necesitaremos para lograr dicho cambio deberá venir de lo que nos adviertan las ciencias naturales y humanas, liberadas de intereses creados, prejuicios, dogmatismos y anclajes históricos.

    En todo proceso ético se observa a un hombre en interacción con otros hombres, en un medio natural-cultural y sometido a unas condiciones económicas que le posibilitan un medio de supervivencia. El hombre cambia, cambia el medio natural-cultural y cambian las condiciones económicas, todo ello va permitiendo que este hombre sometido a estas variables vaya encontrando su modo específico de vivir junto, entre y con los demás.

    Toda esta evolución que hemos ido describiendo permite estudios a diferentes niveles. En primer lugar un estudio científico de la ética (cómo surge, se desarrolla, funciona y avanza, explicado en estudios antropológicos, económicos, históricos y psicológicos) en este sentido podemos hablar de una ética científica. En segundo lugar, un estudio religioso de la ética a partir de las relaciones del hombre con Dios y con el más allá que aparecen en muchas conductas éticas. Finalmente el estudio filosófico de la ética, analizando de qué presupuesto de ideas surge, cómo se desarrolla y progresa, el tipo de obligación que emana y su posible universalidad.

    La llamada crisis ética actual no es tal sino más bien la crisis de un tipo específico de ética que ha estado vigente durante mucho tiempo. Es verdad que se olvidan y hasta se desprecian muchas normas, pero nadie puede negar que a la vez se despiertan nuevas sensibilidades en torno a la guerra, armamento, medio natural, ecologismo, explotación, pena de muerte, pobreza en el mundo. Sin embargo, a menudo dicha sensibilidad se queda en simple inquietud por no encontrar medios para desarrollarla y concretarla. Están las ONGs que han aparecido por todas partes y que canalizan parte de estas inquietudes. Sin embargo hace falta que los gobiernos capten y recojan estas nuevas sensibilidades, en lugar de combatirlas con frecuencia, y las regulen para que se pueda beneficiar el nivel ético-moral de nuestras sociedades en un mundo globalizado.

  • Ética y cristianismo
  • Dentro de este proceso histórico anteriormente descrito los cristianos debemos tener en cuenta la variable fe. ¿Qué tipo de luz nos puede proporcionar la fe a nuestro modo de obrar?

    Pienso que como cristianos nos iría bien para abordar este problema partir de una reflexión sobre la historia de Moisés y su entrega de las tablas de la Ley a su pueblo. Según la Biblia, Yahvé entrega las tablas de la Ley, los diez mandamientos a Moisés en lo alto del monte. Moisés bajando del monte las entrega a su pueblo. En aquellos momentos el pueblo de Israel se sentía querido y protegido por Yahvé porque les había sacado de la esclavitud de Egipto. El pueblo se sentía agradecido y por ello quería ser fiel a Yahvé su Dios.

    El modo como Moisés recibe las tablas de la Ley es una escenificación mitológica que quiere explicar la importancia del momento. Hoy sabemos que no podemos tomar la escenificación al pie de la letra. La pregunta que ante ello nos debemos hacer no es ¿pasó realmente aquello? sino ¿qué se nos quiso decir a través de aquella escenificación mitológica?. Moisés para saber cómo el pueblo escogido podría ser fiel a Yahvé buscó en las conductas morales de las culturas de los alrededores y escogió lo que le pareció más importante. Hizo una toma de conciencia de los valores que predominaban y los presentó al pueblo como voluntad de Yahvé y camino hacia Yahvé. En este acto, lo que nos debe dar luz para otros momentos históricos, no es el contenido que extrajo entonces, correspondiente a la toma de conciencia de aquel momento, sino el cómo logra ser fiel a Yahvé, a través de una toma de conciencia. La clave está en la toma de conciencia.

    Los cristianos actuales si queremos ser fieles a Dios, nuestra mirada no se debe dirigir hacia repetir y conservar contenidos de otras épocas históricas sino hacia una toma de conciencia sobre lo que nuestra sensibilidad ética nos exige en el momento actual teniendo en cuenta los datos que las ciencias nos aportan y la reflexión humana sobre ello. Dicha toma de conciencia habrá de pasar forzosamente por los Derechos Humanos y quedar reforzada y matizada por las actitudes éticas que guiaron a Jesús en su vida terrena cuya actitud fundamental estuvo centrada en los demás y sobre todo los más necesitados. De aquí la importancia del compartir y no almacenar y acaparar. El derecho a la vida, a ser felices y libres, a tener un trabajo para poder vivir dignamente, a tener donde vivir como personas y a una convivencia pacífica donde domine más la solidaridad que la rivalidad y la agresividad.

    Pienso que no existe una ética específicamente cristiana, que la única ética que existe es histórica y progresiva, que se centra en los Derechos Humanos que están
    abiertos a ulteriores matizaciones y concreciones. Dentro de esta ética histórica y progresiva el cristianismo nunca podrá olvidar las actitudes básicas de Jesús ante los demás, realidad que nos rodea y Dios. Los creyentes en Dios tienen una mayor radicalidad de compromiso en los asuntos éticos pero esto no quiere decir que sea necesario creer en Dios para sentir una obligación ética. Dicha obligación nace fundamentalmente de la necesidad que tiene el hombre de solidaridad y respeto para vivir entre personas y como persona.

    Lo que hace falta a los cristianos de hoy para alcanzar una ética adaptada a las necesidades del mundo actual y que cumpla con los requisitos cristianos, es tomar conciencia de lo que debemos hacer, teniendo en cuenta los Derechos Humanos y los datos que las ciencias humanas y naturales nos proporcionan, y también lo que nuestra sensibilidad actual nos exige, sin olvidar cuales fueron las actitudes fundamentales de Jesús a lo largo de su vida. De esta nueva toma de conciencia nacerá otra ética, olvidando las disquisiciones filosóficas hechas en el pasado sobre la ética y sus temas seleccionados arbitrariamente, sobre todo en la moral católica Hacen falta unos horizontes morales más amplios que den importancia a cosas que realmente la tengan, que deberá romper la mirada miope de los intereses nacionales y abrirse, como el mundo actual exige, a un obrar en un mundo globalizado, donde se deben tener en cuenta las interconexiones a nivel mundial y las responsabilidades que de ello se desprenden, ética muy diferente de la que se está desplomando sin remisión, que deberá ser reglamentada, explicada y enseñada.

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