Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Kyries por la civilización cristiana

22-Enero-2008    Quintín García
    Esta entrada, como la anterior, sigue remachando en el mismo clavo. Pero si queremos que la religión no divida sino que favorezca la convivencia democrática en una España plural, no hay más remedio que insistir como lo hace con mucho ingenio y compunción corporativa nuestro colaborador Quintín, sacerdote dominico y escritor, que nos envía directamente, para su difusión y comentario en ATRIO, su artículo que hoy publica El País .

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‘Kyries’ por la civilización cristiana

Invocaron la civilización cristiana y occidental, y generales de misa y comunión, apoyados por obispos castrenses, capellanes, nuncios y jerarquías de toda graduación, junto a una burguesía mayoritariamente católica, dieron golpes de Estado e instalaron en países del Cono Sur unas crueles dictaduras, con secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones de miles y miles de ciudadanos, incluidas monjas y sacerdotes. Y algún obispo señalado en la defensa de los Derechos Humanos y la denuncia de la injusta dictadura.

Kyrie eleison; Criste eleison; Kyrie eleison.

Antes, mucho antes, habían invocado la civilización cristiana y española en la conquista de América los Reyes Católicos, Papas, obispos y misioneros, y la mayoría fueron ejecutores, cómplices, encubridores o beneficiarios de un gigantesco genocidio: millones de muertos a sangre y fuego en guerras de invasión disfrazadas de tareas de evangelización. Destruyeron o se apropiaron de culturas milenarias, religiones, riquezas naturales, seres humanos para la esclavitud… Impusieron leyes, organizaciones sociales y políticas, ritos religiosos (no es posible imponer una religión). Sólo en un segundo momento surgieron las voces críticas y compasivas de Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas o Montesinos. Y otros.

Kyrie eleison; Criste eleison; Kyrie eleison.

Sin irnos al otro lado del mar, aquí, en esta tierra permanentemente amenazada por la civilización cristiana y sus secuencias persecutorias, se invocó la unidad religiosa para crear la Inquisición y generalizar torturas, robos, autos de fe, muertes en la hoguera, censuras y quemas de libros, expulsiones, imposición de un miedo humillante y esterilizador, impedimento del libre ejercicio del pensamiento civil y religioso… Herencia inoculada en el talante permanente del alto clero español.

Kyrie eleison; Criste eleison; Kyrie eleison.

Invocaron la gran mayoría de obispos españoles -no todos, ni todos los curas, ni todos los católicos; hubo una minoría misericordiosa y lúcida- la civilización cristiana y la Santa Cruzada en contra de la II República, que había recortado sus intereses y privilegios ancestrales -económicos, doctrinales, legislativos, educativos-, y apoyados también en los ultrajes e injustas agresiones a bienes eclesiásticos, persecuciones a personas, climas violentos en la calle, decidieron en nombre de su fe cristiana (¿?) impulsar, acoger, legitimar y apoyar un golpe militar que desembocó en una cainita guerra civil con un millón de muertos de uno y otro bando. Y después del triunfo del golpe militar apoyaron la dictadura como reserva espiritual de Occidente en contra de Derechos Humanos elementales y la doctrina social de sucesivos Papas. Impusieron -y devaluaron a caricatura deformada- en la calle, en la escuela y en las instituciones la católica como religión oficial y prohibieron la libertad religiosa. Y tantas prohibiciones aberrantes.

Kyrie eleison; Criste elison; Kyrie eleison.

Por todo lo expuesto, confieso que me aterra oír hablar de nuevo de civilización cristiana, y moral cristiana, y familia cristiana contra otras civilizaciones, o morales, o familias. Me aterran estas últimas exhibiciones de fuerza de cardenales, obispos, y movimientos neo y ultraconservadores “en defensa de la familia cristiana perseguida por homosexuales, divorciados y gobiernos laicistas”. Me dan miedo por esa voluntad intolerante de imponer a los otros criterios, valores e intereses. Lo han hecho a lo largo de la historia coaccionando religiosamente a reyes, a militares de aquí o de allá. O en esta hora y en estos países nuestros de democracia partidaria, tratando de hacer cautivo a un partido al que manejar y mimar con sus bendiciones -siempre tan electorales y productivas- para ser luego mimados y defendidos por él en sus privilegios terrenales, ¡tantos! (Piénsese en las Democracias Cristianas clericalmente domesticadas de la Europa del XX o en sus restos y reliquias en España. Escúchese -no, mejor no- el proyecto político que hay detrás de la Cadena COPE actual, en contra de su propio ideario fundacional).

Confieso en voz alta, como seguidor de Jesús de Nazaret, que yo no quiero imponer a nadie ni mi fe religiosa ni mis costumbres y valores. Aunque los viva y los diga públicamente en esta sociedad democrática y laica, espacio donde debieran convivir sin privilegios las distintas concepciones éticas, religiosas. Respeto con honda sinceridad -porque creo en el prójimo e intento amar al prójimo- a cualquier persona y sus ideas y formas tan diversas de vivir la familia: a quienes iluminan su vida familiar desde otras sabidurías religiosas no cristianas; a los que la iluminan desde los gestos y actitudes y palabras del Jesús de Nazaret reflejados en los Evangelios (mucho más ricos y plurales y relativizadores -y escasos- de lo que las doctrinas ultraconservadoras patrocinan). Respeto a las personas que informan e iluminan su vida familiar con otras tradiciones o sabidurías antropológicas, éticas, etc. Personas en modelos familiares diferentes que me cruzo a diario, que viven a mi lado, que trabajan y se divierten junto a mí, que son mis familiares, mis amigos, mis conciudadanos. En una cultura que es cada día más plural y respetuosa. Con sus incoherencias y contravalores también en este ámbito familiar, evidentemente.

Confieso que no me siento atacado ni perseguido en mis convicciones familiares ni cristianas por aquellas personas homosexuales que se casan, o no, siguiendo los dictados de su orientación sexual; por las parejas que no se casan y viven su amor más a la intemperie; por quienes se casan por lo civil o lo religioso en sus diversas manifestaciones; por quienes huyen de infiernos matrimoniales con el recurso honesto del divorcio y emprenden o no nuevas andaduras amorosas, con o sin sensibilidad cristiana. Además de celebrar bodas religiosas, ayudar y alegrarme con quienes luchan por el ideal humano y cristiano de la perennidad gozosa en sus matrimonios. Confieso que no me siento perseguido ni atacado por los partidos del amplio espectro político que votaron en ésta u otras legislaturas las leyes que reconocen la pluralidad de formas familiares. Ni por los gobiernos que las lleven a cabo, sean del color que sean.

Lo mismo piensan y practican otros muchísimos católicos en este país que viven sus convicciones cristianas -referidas también a las Bienaventuranzas evangélicas, aunque no sean éstas objeto de ninguna manifestación u obsesión jerárquica electoral-. Y no se sienten representados en esa retórica ultramontana de cardenales y movimientos neoconservadores de la última y repetida concentración de Madrid. Católicos que siguen esperando desesperanzados a que ciertas jerarquías eclesiásticas abandonen su pesimismo antropológico y su intento de tutelar y marcar sendas nacionalcatólicas a la democracia española invocando la civilización cristiana, para poder pasar de los tristes y dramáticos Kyries al Gloria in excelsis Deo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

Corolario: Ojalá que la actual situación de crispación entre gobierno y cúpula eclesiástica desembocara por urgente divorcio exprés en la ruptura de los Acuerdos internacionales entre la Santa Sede (o Estado Vaticano) y el Estado Español. Por incompatibilidad de materiales. Y por conversión de la Iglesia a aquella enseñanza de Jesús: “No toméis oro, ni plata…, ni alforja para el camino, ni dos túnicas…”.

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