Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Creo en Jesús de Nazaret

20-Febrero-2008    José Luis Servera
    En estos tiempos en que se examina con farisaica escrupulosidad los libros para ver si las fórmulas de fe en Jesús se corresponden con las que decretaron los obispos del siglo IV a instancias de los emperadores romanos, es oxigenante recibir confesiones frescas y auténticas de fe como la que hace el autor, con palabras inteligibles, al culminar toda una vida de seguimiento. Gracias, José Luis.

A pesar de la caída de las creencias, de la crisis de las grandes religiones, de la cantidad de problemas que esgrime la ciencia para desacreditar las creencias y sobre a pesar de la frustración por la línea poco evangélica que con frecuencia toma la Iglesia Jerárquica y por la opción por el poder temporal del Papado optando por gobernar desde una monarquía absoluta, que nada tiene que ver con el Evangelio, sino todo lo contrario, totalmente alejada de los derechos humanos, a pesar de todo ello, manifiesto que sigo creyendo en Jesús de Nazaret y en la Iglesia Pueblo de Dios.

  • Nazaret y cambio de vida de Jesús
  • Un día, un hombre llamado Jesús de Nazaret, hijo de María y José, con un trabajo corriente, siempre fiel a las Escrituras y con un nivel profundo de oración, se sintió atraído por Juan el Bautista que recorría el río Jordán predicando la conversión y bautizando. Jesús se acercó al Jordán para encontrarle y poderle escuchar. Impresionado por sus palabras, durante un cierto tiempo, se hizo discípulo suyo. Le siguió muy convencido y de cerca. Con seguridad fue bautizado por él, como uno más, pasando totalmente desapercibido entre el pequeño grupo que le rodeaba.

    Los Evangelios ven en el bautismo de Jesús el comienzo de una gran conversión y cambio de vida. El modo como se describe dicho bautismo en los Evangelios nos indica la importancia que le dieron en la vida de Jesús. El mismo desarrollo del acto bautismal, apertura del cielo, aparición del Padre y del Espíritu, refleja una escenificación mítica de algo que ellos creyeron firmemente que sucedió. Es decir, Jesús es mayor que Juan, está unido al Padre y el Padre le encomienda una misión: “Este es mi hijo muy amado en quien me complazco” y “el Espíritu se lo llevó al desierto” pues Jesús tenía necesidad de reflexionar sobre todas aquellas cosas. Así comenzó su verdadera misión de anunciar la Buena Nueva, la venida del Reino de Dios. Había vivido treinta años de vida privada, desconocida, como uno más, y ahora le esperaba una breve vida pública. Fue tan grande el cambio efectuado por Jesús que su madre y sus hermanos le fueron a buscar pensando que estaba loco. Con una vida pública tan breve se expresa el diferente modo de valorar la grandeza de la vida de un hombre que además será el modelo de vida humana. Para ello, no hará falta retirarse al desierto sino seguir en las ciudades, vivir y hablar con las personas, preocupándose sobre todo por los más necesitados, débiles y oprimidos. “Pasaba haciendo el bien” y se ha llegado a afirmar sobre él, que la última razón de su ser “fue ser para los demás””.

    A partir de entonces, Jesús empieza a tener una relación “libremente deseada”” y cada vez más íntima con el Padre. Decimos libremente deseada, porque una relación personal profunda, sólo se puede dar, libremente y entre dos personas adultas, previa aceptación de ambas partes. Desde ese momento Jesús es el Mesías, el Deseado, y en él se han cumplido las Escrituras. Los primeros escritos evangélicos nacieron de una teología hecha de abajo arriba, limitándose a explicar a Jesús desde lo que hizo y dijo, es decir, de lo que vieron y sintieron los que vivieron con él. Posteriormente, cuando se impuso la teología de arriba abajo, casi sin saber nada de su infancia, se la quiso reconstruir retrotrayendo al nacimiento, aquel momento del bautismo, y adornándolo a su vez con variadas expresiones míticas. Finalmente S. Juan desde la cumbre de dicha teología, se remonta, al hablar de Jesús apoyado en especulaciones filosóficas, a los tiempos anteriores a la creación, desde su fe y sin tener para ello, como es natural, referencias históricas. Esto puede ser válido si pensamos en el Dios-Padre que desde toda la eternidad lo tiene todo presente, pero si pensamos en el proceso Psicológico histórico de cómo Jesús se fue transformando, autoconociendo y descubriendo quién era, todo este proceso debe empezar desde la vida concreta de Jesús, desde su desarrollo de un hombre como los demás, cuya perspectiva piensan muchos de los teólogos actuales es la real desde donde siempre se debe partir, al hablar sobre Jesús.

    Desde la teología de abajo arriba si que podemos afirmar que Jesús es el hombre que ha conseguido una mayor unión con Dios-Padre, hasta tal punto que pudo llegar a decir: “Yo soy el camino hacia el Padre”” y “Quien me ve a mí ve a mi Padre””. ¿Hasta donde llegó esta unión, cómo se pudo dar y cómo se puede explicar con palabras humanas? Es un misterio que supera nuestro conocimiento y nuestras palabras, aunque en alguna época se ha querido escarbar en dicho misterio con palabras complicadísimas y muy ligadas a filosofías muy concretas.

  • Predicación de Jesús
  • A consecuencia de este encuentro con el Padre, Jesús se apartó de Juan, acogió varios discípulos y empezó a pronunciar sus propias palabras, palabras de vida eterna, nacidas de su encuentro y estrecha unión con el Padre”. Jesús desde esta unión más íntima y especial con el Padre va descubriendo cual debe ser su vida y cómo predicar el Reino de Dios. Jesús cobra una nueva conciencia de sí mismo, de quién es, de su misión, de su autoridad moral y la manifiesta al hablar y al obrar”, ya sea de lo cotidiano, del Reino de Dios, de la vida, de las autoridades públicas, del poder, del templo, de la tradición, de los sacerdotes y de las mismas Escrituras.

    Jesús investido de autoridad y revelador del Padre, destruyó la Ley diciendo que el hombre estaba por encima del sábado y que el hombre no era para el sábado sino el sábado para el hombre, destruyó el templo diciéndonos que llegará un día en que los hombres adorarán a Dios desde su corazón y que Dios está sobre todo en lo profundo de cada uno de nosotros y que no puede ser encerrado en un lugar y así manejarlo como si fuera un ídolo, también dijo que está en la asamblea de creyentes, donde al estar reunidos en su nombre, está presente de una manera especial entre ellos. Destruyó el sacerdocio, la casta sacerdotal, colmada de privilegios, afirmando que Dios, el Dios-Padre no necesita mediadores, que su Padre es el Dios cercano, al cual podemos acudir todos, incluso llamándole Abba, es decir, papaíto. Esto se escenificó con la ruptura del gran velo del templo tras el cual sólo podían acceder los sacerdotes. Destruyó la soberbia de nuestras obras, recordándonos que el fariseo que acude al templo rememorando todo lo que hacía, no quedó justificado, y en cambio, si que quedó justificado el pobre publicano, cuyas únicas palabras que dirigió, fueron las de ser un pobre pecador. Destruyó el poder diciendo que Dios no se encuentra entre los poderosos sino entre los más sencillos, pobres y necesitados.

    Así se desarrolla el camino de nuestra vida. El mundo y la vida tienen sentido. Jesús es el camino hacia el Padre, hacia el cual estamos destinados y a la vez Jesús es el revelador del Padre, quien nos dice de una manera definitiva cómo es Dios en relación a nosotros. Dios en Jesús actúa entre los hombres: habla, siente, se preocupa, se deja ver y ama sobre todo a los más débiles y a los que sufren por ser quienes más lo necesitan y para demostrar que nadie queda excluido en su Reino.

    En este estar el Padre entre nosotros, nos descubre Jesús que el Padre “nos acepta incondicionalmente”” a cada uno de nosotros por nuestro nombre “y que su actitud no cambia”” a pesar de que le rechacemos. Como nos recuerda en la parábola del hijo pródigo, que el padre al recibir al hijo que se había marchado y dilapidado toda la herencia en una vida licenciosa, sólo lo abraza, sin permitirle que diga nada, porque ya está perdonado. Se nos recalca que para abrirnos a la vida eterna, basta que nos abramos a su amor, que es un amor incondicional lo que nos salva y no nuestras obras ¡gracias a Dios!.. Abrirse quiere decir no cerrarle las puertas de nuestro corazón. Dios como persona que ama y que es, en su última instancia, no puede entregarse, entrar en otra persona, si no es libremente. La gracia es una relación personal con Dios, en libertad”. Sin embargo, si no queremos ser unos hipócritas y queremos ser algo coherentes en nuestra vida, aunque sea Dios quien nos salve, debemos intentar ser coherentes en el obrar, porque sino nuestra fe sería un opio y porque el obrar significa el desarrollo de nuestra vida que es algo muy serio que no podemos banalizar y de la cual deberemos dar cuentas, aún sabiendo que nuestra salvación viene del amor de Dios que nos salva de la muerte. La gracia no es más, como ya hemos dicho, que esta apertura a Dios, dejar a Dios que trabaje en nosotros.

    Jesús no quiso fundar una nueva religión. Entendemos por religión, un conjunto de preceptos y normas que cumplidos nos salvan. Jesús vivió intensamente, se relacionó, obró y nos habló acerca del Padre y de aquellas cosas que nos convenía apreciar y valorar: tesoro escondido, perla preciosa, moneda perdida, margaritas etcétera.

    Por eso Bonhoeffer nos dice que la doctrina de Jesús es la del “seguimiento””. Ser cristiano no es más que seguir los pasos de Cristo, conseguir alcanzar sus actitudes ante Dios, ante la vida, ante los demás y ante el resto de cosas para que de este modo hagamos presente el Reino de Dios. En este seguimiento imitamos el camino de Dios en la tierra, que en el fondo resulta ser, fidelidad a nosotros mismos, el de ser fieles a lo más profundo de nuestro ser. No se nos pide renuncias, ni sacrificios, sólo se nos pide fidelidad a lo que somos y a lo que estamos llamados a ser, porque sólo así conseguiremos crecer en Dios y ser felices por haber encontrado el tesoro escondido o la perla preciosa. ¿A qué más podemos aspirar?

    En estas líneas ya están trazadas todas las enseñanzas de Jesús, es decir, el Evangelio, la Buena Nueva que se puede concretar en:

    • El hombre ha sido creado a imagen de Dios, que es persona, por su amor. De aquí la importancia de ser y obrar como personas, la importancia de las relaciones personales que en última instancia nos llevan y nos abren a Dios y más aún cuando son con los más débiles, necesitados y pequeños. Y sólo se nos va a juzgar de nuestras relaciones con los demás. Valoremos la comunicación, el apoyo mutuo, el servicio a los demás, el ser promotores de solidaridad y de paz, y de buena convivencia.
    • Dios es Padre de cada uno de nosotros, nos ha destinado a vivir en su Reino de las Bienaventuranzas, donde la utopía de otro tipo de mundo, no sólo es posible, sino que es lo que se pretende cuyo Reino está abierto siempre a todos nosotros, habitando en el fondo de nuestro ser y estando sobre todo detrás de todas las relaciones humanas y más cuanto más profundas sean estas. Sólo descubrimos y conocemos a Dios si somos capaces de amar y nuestro amor se mide a través de nuestras relaciones con los demás.
    • Dios es impotente ante el sufrimiento humano y ante las catástrofes naturales, todo ello a consecuencia de las limitaciones que tiene todo ser creado o contingente. Si existe la gravedad, es muy útil para poder habitar el mundo, pero si uno se cae desde considerable altura, se matará si Dios no hace el milagro pertinente, haciendo las veces de dios apagafuegos y el Dios de Jesús no ha querido tener esta función mágica que se podría multiplicar hasta el infinito. Sin embargo, Dios no es ajeno al sufrimiento y al dolor humano, y si le encontramos en él, es porque está muy cerca de los que sufren, porque no es indiferente al dolor humano como no lo fue al dolor de Jesús en la cruz. Por otra parte, este dolor y sufrimiento no es querido por Dios y jamás es enviado como castigo”. Decir que Dios quiere nuestro dolor y aún más que lo envía a los que quiere es decir una blasfemia contra Dios, aunque históricamente mentes estrechas y mal conocedoras del Dios del Evangelio, lo hayan afirmado. El Dios de Jesús no quiere sacrificios, quiere que vivamos felices y que procuremos con todas nuestras fuerzas evitar el dolor. Jesús no murió para redimirnos y así calmar la furia del Padre, murió a consecuencia de un estilo de vida que asumió hasta la muerte. Con ello queda claro que Dios no quiere el dolor, pero la vida a veces nos enfrenta a situaciones que no tenemos más remedio que asumirlo. Pero siempre debemos recordar que Dios impotente ante el dolor, no es ajeno al dolor y es muy sensible ante la debilidad de las personas.
  • Muerte de Jesús
  • La última revelación que nos hizo Jesús en su vida terrena fue a través de su muerte. El hombre que había pasado su vida haciendo el bien, que era el ser para los demás, no por designio del Padre, ni por aplacarlo por nuestros pecados, ni para redimirnos, sino a consecuencia de su estilo de vida de sinceridad, denuncia y compromiso, se hizo insoportable ante los hombres del poder y del templo, y decidieron matarle para librarse de él. Entonces Jesús, “camino hacia el Padre” a pesar de su gran miedo, abrazó y aceptó su destino. Imploró al Padre: “Pase de mí este cáliz”, sintiéndose a la vez profundamente abandonado y fracasado, intuyendo que no llegaría el alivio, se sobrepuso y desde el mayor dolor de sus entrañas, fue capaz de renovar su más plena confianza en su Padre: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, hágase tu voluntad y no la mía”. Fue su último acto de la más plena fe y confianza en su Padre. Y así murió, enseñándonos no sólo cómo debemos vivir, sino también cómo debemos morir. A pesar de su angustia y de la impresión de total abandono por parte del Padre, confió en la fidelidad del Padre y este, estando siempre muy cerca de él, no le abandonó.

    La comunidad primitiva, al unir la muerte atroz de Jesús por un lado y por otro la fe en la fidelidad del Padre, hasta las últimas consecuencias y también la revelada fidelidad del Padre, nunca cuestionada a sus hijos, se sintió sumergida dentro de una profunda disonancia cognitiva, motivada por la imposibilidad de poder pensar a la vez en la fidelidad incuestionable de Dios y en el abandono que el Padre le dejaen una muerte atroz. Sin embargo la comunidad apostólica poco a poco fue saliendo de su estado de perplejidad, reafirmándose en la fidelidad de Dios y creyendo plenamente en la resurrección de Jesús. ¡Ha muerto, pero el Dios de la Vida le ha resucitado y vive y habita entre nosotros! ” Así lo sintieron, así lo vivieron profundamente y para dar testimonio de su vivencia, así nos lo comunicaron a través de los relatos de resurrección.

    Al final, no nos espera la muerte como última palabra sino la VIDA” como regalo del Dios, no de los muertos, sino de los vivos. Cuando morimos muere todo nuestro ser, y si luego seguimos viviendo, es porque hemos nacido a una nueva vida, cercanos a Dios, en su Reino. Vida que ya empezó a florecer en nuestra vida terrena, sobre todo junto a los más desfavorecidos y necesitados.

    Para acabar recordemos que fuimos creados por amor, personas, a semejanza de Dios, para habitar como hijos en la casa del Padre y que nuestro destino no es la muerte sino la vida, (“He venido para que tengáis vida abundante””) porque el Dios de los vivos así lo ha querido y así nos lo ha comunicado en Cristo Jesús.

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