Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

ZAPATERO EN MICROMEGA

27-Febrero-2006    Atrio
    Publicamos una parte (la que disponemos por ahora) de una larga y peculiar entrevista que concedió el presidente Zapatero a la prestigiosa revista italiana MICROMEGA, especializada en abordar temas fronterizos entre filosofía, religión y política. El director Paolo Flores D’Arcais había también dialogado en otros números de la revista con el entonces cardenal Ratzinger y con el teólogo Bruno Forte. VÉASE TEXTO COMPLETO DE ESTA ENTREVISTA EN EL MISMO PORTAL, ENTRADA DEL 5 DE MARZO

DIÁLOGO DE PAOLO FLORES D’ARCAIS con JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO.
Micromega, 24 de febrero de 2006.

– Presidente Zapatero, ¿cree Usted en Dios?

– Considero que este tipo de convicciones pertenece a la esfera privada, y yo siento un gran pudor en manifestarlas públicamente. Un gobernante debe tener en cuenta sólo el interés general y respetar las creencias religiosas de todos, aunque no sean las propias.

– Los políticos no parecen querer mantener reservadas sus convicciones religiosas. Al contrario, piden ser entrevistados sobre ello y ponen de manifiesto su fe. La única cosa que parece ahora ya imposible es que un político pueda ser declaradamente ateo. ¿No está llegando a constituir una discriminación?

– Es posible que existan creencias más o menos rentables desde el punto de vista electoral, pero mi posición es más radical: creo que las convicciones religiosas personales no se deben exhibir con fines electorales, aunque respeto a los que, por una razón o por otra, deciden hacerlas públicas o incluso hacer de ellas una bandera.

– En una declaración conjunta con el primer ministro turco, a propósito de las caricaturas de Mahoma, Usted sostuvo que su publicación en un periódico danés “puede ser perfectamente legal, pero no es indiferente y hay que rechazarla desde un punto de vista moral y político”. También Chirac, algunos días después, a propósito del semanario Charlie Hebdo (que las había republicado) habló de “provocación”. ¿Por qué?

– Debemos condenar la intolerancia y la violencia ejercitadas en nombre de la religión, pero nosotros no podemos negar a los creyentes el derecho a ser respetados. Especialmente cuando son una minoría y pueden sentirse agredidos o humillados por la mayoría. La laicidad y la libertad de expresión son conquistas históricas de nuestra sociedad, pero el respeto por los otros debería ser un principio universal.

- ¿Es compatible la Iglesia Católica con la democracia? Muchos creyentes podrán juzgar ofensiva esta pregunta, pero no se trata en absoluto de una provocación. Se trata de un interrogante ahora más actual y necesario que nunca.

– La democracia exige un estado aconfesional y una cultura pública basada en valores seculares. La Iglesia Católica puede mantener alguna posición que evoca todavía la aspiración de las leyes eclesiásticas a colocarse por encima de las leyes de la polis, pero creo que tal actitud es ahora una reliquia ideológica. Estoy convencido de que la Iglesia Católica sabe muy bien que en las sociedades modernas la fe pertenece a la esfera lo privado y que la superioridad de la democracia con respecto a otros regímenes consiste precisamente en el mayor valor que se da a la libertad, incluida la libertad de conciencia. El matrimonio es una institución de convivencia, cuya denominación ha ido adquiriendo un perfil convencional, social, de vínculo jurídico para convivir, basándose en el amor. Si comprendemos que dos hombres o dos mujeres puedan amarse; si aceptamos que puedan tener entre ellos una relación jurídica; si retenemos además que esa relación puede permitirles la adopción, ¿por qué no deberíamos llamar a una tal relación matrimonio?

- Pero me parece que el punto doloroso (y crucial) es que la Iglesia hace de este resto o reliquia arqueológica su política actual. En España, como en Italia, los obispos de hecho se convierten en organizadores de campañas políticas de masas. ¿No revela todo este una pulsión antidemocrática por parte de la Iglesia?

– No, sinceramente no, porque creo que la democracia se basa en la posibilidad de poner en discusión las decisiones del poder. Incluso desde posiciones que son equivocadas, tienen derecho a la contestación, tienen derecho incluso a negar algunos de las fundamentos más esenciales de la libre convivencia. Un derecho total. Lo que no tienen derecho es a hacer leyes e imponerlas. No tienen el derecho a no respetar las leyes. Pero tienen perfectamente derecho a discutir y a criticar, ¡no faltaría más! A mi juicio, cuanto más énfasis y exageración pongan en la crítica, seguramente tanto más perderán la razón y las razones, perderán adictos a sus ideas. Esta es mi opinión. Retengo que leyes como la del matrimonio homosexual son irreversibles. Yo no creo que, en España, una mayoría política conservadora revocaría la ley sobre el matrimonio homosexual. Esto nos lo dice la experiencia. Porque una vez que se han aprobado leyes que amplían los derechos individuales y una vez que la sociedad las ha aceptado, es muy difícil hacer marcha atrás.

- En qué basa su optimismo de que Europa ha entrado decididamente por este camino y ya no es capaz en invertir la ruta? ¿En qué elementos se basa, además de la confianza en la humanidad?

– En la extensión y reforzamiento de la sensatez, de la apertura de nuestras sociedades, aunque Europa tenga momentos de angustia cuando mira hacia fuera. Europa ha hecho suyos los grandes valores de la fraternidad, los grandes valores de la ampliación de los derechos de los ciudadanos. Por eso no tengo ninguna duda de que estos cambios se abrirán camino poco a poco en todos los países. Lo que caracteriza un sistema, lo que hace a una sociedad más justa, es la calidad de la educación. La democracia significa, por encima de todo, derechos y oportunidades. En consecuencia: los países con más derechos civiles son los países más progresistas.

- Yo personalmente creo que la política de la ingenuidad, en el sentido de coherencia entre el decir y el hacer, entre el prometer en la oposición y realizar en el gobierno, es el arma fundamental de la izquierda, lo que más debe diferenciar la izquierda de la derecha. ¿Soy ingenuo?

– La izquierda debe hacer una política auténtica porque a los electores, los ciudadanos de la izquierda, tienen en el voto su principal recurso. Los poderosos, la derecha económica, los grupos de la presión, no tienen necesidad de la política para vivir y mandar. Pero el ciudadano que tiene sólo su voto le atribuye un gran valor. Es su patrimonio, el único instrumento de que dispone para realizar sus ideas y para mejorar su vida. Normalmente la izquierda provoca su propia derrota, porque defrauda a sus propios electores. ¿Cuándo pierde fuerza, misión, capacidad de transformación la democracia representativa? Cuando el poder no mira la sociedad y a la gente, y piensa sólo que la gente mira al poder.

- Para una democracia moderna, precisamente como Usted la describe, es esencial el pluralismo de la televisión, y una información televisiva digna de este nombre. Uno de sus primeros decisiones fue la de poner al frente de la televisión del Estado a una mujer conocida por su independencia.

–Cuento una anécdota: hay ministros que se quejan de que la televisión pública no les dan espacio y de que los tratan mal. Y yo les contesto siempre: hemos ganado precisamente para esto. Es esencial. Normalmente un hombre político, cuanto más confianza tiene en la gente, más posibilidades tiene de ganar. Cuando un político quiere manipular la información es porque no confía en la gente y teme por tanto que la información fluya de manera veraz. En cambio, la salud de la democracia consiste en que el debate sea abierto, claro, sin restricciones, aunque hoy sea, insisto, muy difícil manipular totalmente, porque tenemos una enorme variedad de accesos a la información, como en todos los países avanzados. Por esto el futuro es de la democracia.

[traducción de Antonio Duato del texto italiano publicado en www.giratondi.it]

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