Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El ser humano máxima encarnación de Dios

25-Abril-2008    Juan Luis Herrero del Pozo
    El autor está intentando expresar su pensamiento sobre el nuevo paradigma filosófico que sirva mejor par entender la fe cristiana. Hay un Taller “Secularidad y Fe” al que se puede acudir para ver sus artículos completos y discutirlos. Recomendamos acudir a él, desde la columna de la izquierda. Aquí publicamos sólo la primera parte del artículo último que allí ha publicado completo y que sigue a los anteriores.

III. El SER HUMANO, MÁXIMA ENCARNACIÓN DE DIOS. (continuación de “cómo nace el nuevo paradigma”)

Que Dios se hace carne en la creación es la idea básica del presente desarrollo sobre el nuevo paradigma. Dentro de la creación resta por ver algunos elementos constitutivos de ella : el ser humano, los grandes testigos de Dios, en especial Jesús de Nazaret, y la resurrección como consecución de la Plenitud a que está destinado todo ser humano por el hecho de serlo.

  • III.1 La emergencia del homo sapiens
  • Cuando en la inmensidad del universo y en lo dilatado de los siglos se topara un foráneo con un ser humano quedaría alucinado por el portento que se le ofrece. ¡Qué presencia y energía creadora debió habitar el diminuto núcleo inicial (precedido de otros tal vez indefinidamente) que originó con el big bang el comienzo de todo como para alcanzar el grado de ser de ese “milagro” de un niño que nos hace extasiarnos y buscar más allá de él. Lo he dicho más de una vez, ante mi nieto juguetón mi impulso a duras penas reprimido sería caer de rodillas consciente de que transparenta al Indecible.

    Todo trasparenta a Dios en la creación si se caen las escamas de los ojos. Cierto que muchos seres humanos, cualquiera de nosotros, lo cela igualmente con la porquería que acumulamos. No importa. La vista se puede hacer penetrante y más allá de la miseria física y moral de un borracho pordiosero en las escaleras de un Metro se acaba vislumbrando la grandeza que se esconde.

    Oh, Dios, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? Ni más ni menos que un crucificado sanguinolento y asediado de desesperanza que está apunto de llenarse de luz y belleza en los brazos del Padre.
    La evolución cósmica ha parido un cuasi-Dios. Al cabo de un milenario proceso de imperceptible perfeccionamiento, dejando atrás bifurcaciones miles en busca de la emergencia de lo más perfecto, las galaxias, los planetas menos inhóspitos, las primeras células vivas, los microorganismos de los océanos, y así de ‘salto’ en ‘salto’ evolutivo hasta unos primates que se alzan en pie y en su cerebro se dibuja el rústico instrumento de un palo, en sus ojos apuntan unas lágrimas al morir un hijo junto al que entierra su manjar preferido para el camino; se dibuja una sonrisa furtivamente dirigida a un congénere con el que antiguamente se disputaba a dentelladas un manjar. Quedan siglos y avatares de evolución pero ha surgido una mente que se mira sorprendida a sí misma, se siente hacedora de su historia y, no sé cómo ni en qué momento, apuntan ciertas preguntas todavía borrosas ¿Quién soy? ¿qué hago aquí? ¿para qué me afano? ¿de dónde vengo? ¿alguien me escucha cuando estalla el relámpago o amenaza el volcán?

    ¿Son éstas fantasías o aproximaciones a la emergencia de la mente inteligente?

  • III. 2 La mente, una chispa del Logos. El Logos se hizo carne.
  • Chispa del Logos es una metáfora, no tenemos otro lenguaje. Si cada criatura, carente de ultimidad de consistencia y sentido, apunta más allá de sí misma a un Fundamento Último de todo ser de quien es modesta e imperfecta transparencia, la mente del homo sapiens es el espejo más bruñído y revelador. A Dios no le ha visto nadie y nada se puede decir de él pero en el espejo creatural se manifiesta al menos cómo no es Dios aunque también en los rasgos de la imágen reflejada se vislumbra el Modelo. Y, dado que la consciencia percibe al Dador de sentido, se inicia un diálogo libre. El diálogo es esencialmente comunicación entre dos ‘logos’ que lo son aunque medie un abismo.

    Es el modo más básico, radical, poderoso, fontal e insuperable de ‘encarnación’ de Dios. Dios es Don y se entrega sin medida. No cabe ninguna elección arbitraria, discriminatoria o excluyente vista la donación desde el lado de Dios.

    El diálogo es comunicación pero ésta es posible porque la chispa del Logos habita la del ser humano haciéndolo ser. Y haciéndolo ser en su autonomía es como se le está comunicando en un Don sin medida que no se entrega a retazos sino en plenitud. Plenitud nunca deficiente (Dios no se arrepiente de su Alianza creadora), ilimitada en sí misma, sólo limitada por la apertura que le ofrezcemos.

    La chispa creadora del Logos, simple y total en sí misma, no hace emerger un ser acabado sino esencialmente extendido en una evolución histórica. Es decir, la creación confiere (como Fundante no como Causa eficiente) la capacidad de desplegarse hasta el infinito: la evolución es “la apertura infinita de la conciencia y de la libertad” (Torres Queiruga). Es una trampa imaginativa pensar que la capacidad de evolución, tanto física como espiritual, está colgada de un surtidor de intervenciones de lo alto suvcesivas y calculadas. Ello sería volver a los viejos esquemas y olvidar el profundo sentido de la autonomía de lo creado a que nos abrió la ilustración.

    (Una precaución para las personas de buena voluntad: cuando rechazamos el pensamiento mágico como destructor de la autonomía de lo creado, de ningún modo ponemos en tela de juicio la conciencia subjetiva que acierta en su relación con Dios pese a que el sustrato metafísico inconsciente de su percepción esté objetivamente equivocado)

    En la literatura cristiana disponemos de una bellísima metáfora en el cuarto evangelio: el logos, la sabiduría de Dios, el ser inteligente de Dios se comunica desde la eclosión misma de todo ser, y por antonomasia al ser humano y así “El Verbo de Dios se hace carne y habita entre nosotros” (literalmente “planta su tienda entre nosotros”).
    Es el modo germinal más radical de ‘encarnación’ de Dios, llamado a superarse sin medida. Dios es Don y se entrega sin cicatería. De nuevo la medida sólo adviene desde el receptor, desde la acogida que se presta al Don: “Estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre entraré y cenaré con él”. (Apocalipsis) Si alguien, es decir, cualquiera, la sola condición es la de abrir, la llamada es indiscriminada, no preselecciona al comensal. Desde una sana idea de ‘creación’, desde un planteamiento religioso hecho desde la racionalidad, rotundamente, no cabe la noción bíblica de “elección” salvo como lenguaje antropomorfo del orgulloso seleccionado.

    La encarnación sin medida de Dios en el ser humano es tanto como decir que el objetivo y fin últimos de una conciencia abierta al Infinito es alcanzar la Plenitud de que el ser inteligente es capaz. Ahora bien, dado que la Plenitud de Dios es inigualable ningún cielo imaginado será una situación de reposo aburrido. Ver a Dios “cara a cara” es introducirse en un chorro de plenitud de gozo desbordante, siempre creciente y renovado.
    Tal es la evolución constructora de nuestro ser NATURAL en virtud del proyecto creador. Ningún añadido “sobre-natural” por parte de Dios es pensable. A ninguna mediación tiene por qué subordinar Dios su cercanía plenificadora. Las mediaciones (nunca exentas de pecado), religiones, iglesias, símbolos, instituciones, liturgias, procesiones se las busca el ser humano desde su necesidad expresiva en su precariedad de caminante

    [Para ver los capítulos anteriores y la continuación de éste, se puede acudir al Taller “Secularidad y Fe”]

    Haz hoy mismo tu APORTACIÓN (Pinchar aquí)

    Los comentarios están cerrados.