Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Del “jaque” de Jesús al “enroque” de la Iglesia

12-Mayo-2008    Mario Cervera

Sabemos que Jesús anunciaba el Reinado de Dios, haciendo ver una manera de “ser Rey” de Dios, claramente del lado de los pobres y sencillos. Desde esta defensa del Rey-papá (reina-mamá), con su vida lanzaba “jaques” a otros “reinados”: a las instituciones, a esos que se creían “reyes” e impedían entender la auténtica manera de reinar de Dios desde una propuesta evangélica y liberadora; también a los fariseos, a los poderosos, a los que servían al dinero, a los que comerciaban con las cosas divinas, a los que habían secuestrado a Dios en el templo o mediante leyes o ritos, a los que practicaban la injusticia.

La “partida” de la vida de Jesús, en definitiva, consistió en:

  • - La defensa del Rey de la vida, del papá bueno (la mamá buena) y de su reinado a favor de los pobres y sencillos. Ésta era su defensa liberadora y llena de vida.
  • - un jaque a otros “reyes”, que parecían tener la exclusiva de Dios y no construían su verdadero reinado, y se defendían mediante poderosas instituciones que los avalaban. Lanzó jaques al poder, al dinero, a la injusticia, al secuestro de Dios en unas normas y unos cultos, en una tradición mal entendida. Sus jaques eran llamadas a la conversión, desde la misericordia y la firmeza.

Después vino la Iglesia, y de ese Jaque liberador de Jesús ¿no habremos pasado a un “enroque eclesial”? ¿No tendrá la Iglesia, como institución, la tendencia a “enrocarse”, defendiendo un “rey” que parece ser más ella misma (su doctrina, su organización, su tradición) que el Reinado de Dios que proponía Jesús?

¿No se estará la Iglesia “enrocando” dogmáticamente, teológicamente, institucionalmente? ¿No estará, desde ese enroque, lanzando jaques a otros “reyes”: relativismo, modernidad…? Quizás los lanza con parte de razón, pero con poca autocrítica, por lo que suelen oler más a “enroque eclesiástico” que a “jaque liberador nazareno”. Además, parecen seguir más “autopistas clericales” que “sendas de Galilea”, y muchas veces recuerdan más a “institución que aprieta” que a “Evangelio que da anchura”.

¿No estará la Iglesia reproduciendo un modelo parecido al que Jesús criticó? Creo que hoy Jesús también nos lanza un jaque a los cristianos, a la Iglesia. Y la tentación de la Iglesia es seguir enrocándose tercamente ante el Jaque de Jesús. En lugar de defender la causa del de Nazaret ¿no se estará defendiendo a sí misma? ¿Tiene la Iglesia miedo a Jesús, a su mensaje? ¿Acaso tenemos tanto miedo al Evangelio que tenemos que enrocarnos con el peligro de secuestrar su mensaje con ritos rígidos, normas, estructuras, tradiciones, doctrinas, controles? ¿Tenemos miedo a creer que Jesús no pensó en fundar una nueva religión ni una institución como tenemos hoy? ¿Tenemos miedo al Evangelio desnudo, liberador, que no necesita cerrojos institucionales ni pestillos doctrinales? ¿No podemos ver la utilidad de la organización cristiana desde una humildad institucional que no absolutiza lo relativo y a la que no le importa que el Evangelio camine sobre las aguas sin apoyarse necesariamente en ella?

Creo que para responder al jaque no hay que pedirle permiso al derecho canónico, a la tradición, al magisterio, a la dogmática, a la jerarquía. Éstos pocas veces van a permitir “abrir el enroque”, porque tal como hoy se entienden, pueden ser la causa del mismo “vivir enrocados”. Hay que pedir permiso, en todo caso, al Evangelio desnudo, y éste seguro que lo da, porque es é mismo el que lo pide. Es necesario que se produzcan cambios de estilo, de talante, de autocomprensión eclesial, ecuménica, inter-religiosa, de manera de enfocar la estrategia de la partida de la vida, desde el de Nazaret.

Estoy convencido de que Jesús quiere que movamos ficha, desde su causa desnuda y no desde nuestros enroques institucionales que arrastramos desde hace siglos, en los que venimos proyectando nuestras manías históricas y actuales, con un triunfalismo exclusivista y prepotente que condiciona el Reino a nuestra gestión eclesial. Estoy convencido de que Dios “no necesita” de su Iglesia, sino que lo que quiere es que su Iglesia viva el Evangelio. ¡Jaque!- nos dice. Y toca mover ficha, pero sin enrocarnos.

Quizás Jesús nos invita, una vez más, a no confundir el Jaque liberador del Evangelio con el enroque eclesial (enROQUE proyectado con claridad en su ROCA-Piedra-Pedro-sucesores). Creo que la defensa que nos pide el de Nazaret es la causa de su Reino, desde una vida “vestida de evangelio y sandalia” (Pedro Casaldáliga) y de opción por los pobres. Y desde esta defensa nos pide valentía evangélica y contagio liberador, no cobardía institucional y enrocamiento en la roca petrina, tintada de clero, de machismo, de ancianidad. Nos pide testimonio liberador práctico, que genere ilusión, contagio, anchura en el aprieto.

¿No vemos un claro contraste entre la agilidad del Nazareno y los movimientos lentos de la institución eclesial, entre el “vivir como salvados” de los primeros cristianos y la insistencia en “ganarse la salvación” que predica tantas veces la Iglesia, entre la propuesta liberadora de los inicios y la estrechez institucional que muchos sienten hoy?

¿No acabará la Iglesia institucional, de seguir así, con un “jaque mate ahogado”, sepultada por su propio sistema? Es muy diferente morir por la causa del Reino, siguiendo fielmente al crucificado, a morir asfixiada por su propia estructura y lentitud de reflejos evangélicos. Además, el problema es que mientras se ahoga, a su vez puede estar ahogando, tanto el mensaje como a tantas personas que se van porque sienten que no respiran Evangelio dentro de la institución.

Es cierto que los enrocamientos eclesiales acaban rompiéndose (así lo dice la historia), pero con frecuencia llegan tarde, desde la periferia, y con no pocas víctimas. Es cierto que en este sentido la vida cristiana es una partida en continuo movimiento, en la que “los ‘herejes’ de hoy son fuentes teológicas del mañana”. Pero conviene “mover ficha” al jaque de Jesús lo antes posible, porque éste es siempre buena noticia de liberación y rompe nuestras ataduras. ¡Menos mal que el Evangelio es y seguirá siendo un jaque que desinstala y da esperanza al mismo tiempo!

Finalmente, creo que hoy Jesús me lanza también a mí un claro jaque: jaque a mi fariseísmo, a mi tendencia a secuestrar a Dios con mi “teología unilateral” o mi inmisericordia, a mi “servir al dinero”, a no atender la causa de los pobres, a mi comodidad, a mi orgullo… a no querer morir a mí mismo y a mis ideas, a no vivir como salvado.

Espero saber mover ficha ante el Jaque de Jesús. Y desde él, colaborar en lo que pueda a que también lo haga la Iglesia, ayudando desde dentro y con cariño. Estoy convencido de que la partida nazarena (con jaques incluídos) merece la pena vivirla a tope.

Es una suerte, además, saber que el jaque de Jesús no es un “jaque mate”, es siempre un “jaque vivo”. Por eso no hay que tenerle miedo, aunque implique mucha conversión y perder seguridades, institucionales y personales. El jaque de Jesús es siempre liberador, y siempre actual. Y no hay que entenderlo tanto en clave de “batalla”, sino una invitación a mover ficha hacia la Vida. ¡Jaque! ¡Movamos ficha! ¡Jaque vivo!

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