Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La oración de petición. Posdata

20-Junio-2008    Gonzalo Haya Prats

A veces, después de haber escrito y firmado una carta se nos ocurre una nueva idea que deberíamos incluir. Entonces añadimos una “posdata” (P.D = post data = después de escrita la carta). Eso me ha ocurrido a mí después de enviar a ATRIO mi post sobre “La oración de petición”.

Ayer fuimos a visitar a una señora mayor. Nos contó que había perdido un bolígrafo muy apreciado por ella porque había sido de su difunto marido. Había revuelto sin éxito todos sus bolsos. Le rezó a san Antonio y le ofreció dar una limosna de cinco euros para el Pan de los pobres. El bolígrafo apareció en uno de los bolsos que había mirado y remirado veinte veces.

Yo esbocé una sonrisa escéptica y condescendiente. Ella insistió. San Antonio nunca le fallaba. Una vez había perdido un paraguas; por él sólo ofreció un euro, y lo encontró. Yo le dije que eso era sobornar a san Antonio, pero ella defendió al santo diciendo que el dinero era para el Pan de los pobres. Insistió de nuevo. En otra ocasión había perdido una pulsera; barrió y rebuscó por toda la casa sin éxito; esta vez ofreció 25 euros, y la pulsera apareció debajo de una mesa.

Probablemente estáis sonriendo como yo. Esta mañana reflexionaba ante Dios sobre la credulidad de aquella señora, hasta que de pronto se me ocurrió que Dios oculta algunas cosas a los sabios y prudentes, pero se las revela a los humildes.

Ahora, algo no me cuadraba.

Yo no creo que ni Dios ni san Antonio vengan a poner el bolígrafo en el bolso, ni la pulsera debajo de la mesa; pero la intensidad de su confianza ¿podría haber activado la memoria subconsciente de esta persona? Ya eso sería una acción conjunta de Dios y de ella.

La confianza de los ciegos de Galilea, o de la hemorroisa, ¿habría puesto en funcionamiento sus ondas alfa? Hay sucesos que todavía no sabemos explicar, y hay métodos –como el “go for it” de la Programación Neurolingüística o el método Silva- que parecen conseguir –sin orar ni pedir nada a Dios- buenos resultados.

Vuelvo a lo de los prudentes y los humildes. Confieso que yo me sentí sabio ante la credulidad de esta señora, pero no puedo renunciar a mi creencia –confirmada por los mismos evangelios- de que no necesitamos pedir, porque ya sabe nuestro Padre lo que necesitamos.

Quizás aquí nos encontramos con una de las paradojas del mensaje de Jesús. Él insistió en el “pedid y se os dará” y prometió “el ciento por uno”; sin embargo retribuye a los obreros de última hora igual que a los que habían aguantado el calor de todo un día.

Se me ocurre que la paradoja surge cuando planteamos la contradicción desde la racionalidad y la justicia. No hay paradoja si la planteamos desde el amor.

Dios espera que procedamos según la razón. De igual modo nos dice que nos arranquemos nuestro ojo si es causa de escándalo; sin embargo las prostitutas -y probablemente los crédulos- nos precederán en el reino de Dios, no porque sean mejores sino porque están más desvalidos.

Como los jornaleros de la primera hora, pensamos que esto es injusto; pero la lógica de una madre es diferente. Ella quiere que sus hijos sean sanos e inteligentes; sin embargo no puede evitar querer más al hijo enfermo o discapacitado.

¿Qué debe aconsejar la pastoral sobre la oración de petición? ¿Favorecerla o difuminarla? La liturgia de la celebración eucarística se desarrolla en una continua petición. La Biblia está llena de la oración de petición. Creo que en el fondo se trata de la tensión escatológica del “ya sí, pero todavía no”. Ya ha comenzado el reinado de Dios, pero todavía no está en su plenitud.

La oración de petición correspondería al “todavía no”, a la experiencia de la contingencia y debilidad humana. Tiene un resabio de egoísmo; pero seamos realistas, así somos nosotros.

La oración de alabanza, de acción de gracias -eso significa eucaristía- pertenece al “ya ha comenzado el reinado de Dios”. Adán y Eva no tenían que pedirle nada a Dios. Él bajaba a conversar con ellos. El Cantar de los Cantares es desahogo de un sentimiento más que una petición. Después de la resurrección tampoco tendremos nada que pedir.

Creo que la religiosidad de la oración de petición está en la confianza, y esa confianza puede desarrollarse -e incluso profundizarse- sin pedirle nada al Padre, simplemente desahogando con Él nuestro sufrimiento o nuestra preocupación.

Quizás la liturgia y la pastoral , sin suprimir las peticiones –en atención a nuestra debilidad humana-, deberían estimular más ese brotar en nosotros de la semilla del reinado de Dios, reinado que es gozo en la unión con nuestro Padre.

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