Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El carisma de ser humano-hermano y servidor

12-Julio-2008    Gabriel Sánchez

En MOCEOP encontramos reproucido un artículo del periodista Martín G. De Biase titulado “Celibato, una cuestión de economía”, publicado el 26 de junio pasado en La Nación de Buenos Aires… Más allá del tema estricto que desarrolla, hace mención a la realidad de los diáconos permanentes (casados) sobre la que quisiera hacer personalmente una reflexión.

Dice en el artículo de De Biase:

    “En efecto, el Código de Derecho Canónico admite hoy en el grado inferior de la jerarquía, es decir, el diaconado, a varones que se encuentran casados. Aun cuando no puedan celebrar la misa o confesar, su contribución dentro de la Iglesia resultaría más relevante si su número fuera mayor que el actual (unos 649, distribuidos en todo el territorio). Entre las tareas que pueden realizar, están las de administrar el bautismo y la unción de los enfermos, bendecir los matrimonios, presidir funerales y sepelios y, en general, llevar a los fieles la palabra de Dios.
    Decíamos, sin embargo, que el número de diáconos permanentes casados, salvo la situación de algunas iglesias locales, es muy bajo. Ello se debe, entre otras razones, a la escasez de instituciones destinadas a su formación y a la dificultad de emprender una carrera dificultosa, en contenidos y exigencias, para personas que han llegado a una cierta etapa de su vida (la edad mínima para ser ordenado es de 35 años) teniendo a su cargo el sostén de una familia. Y aquí llegamos a una cuestión esencial: una vez ordenados ¿cómo subsisten económicamente?
    Para responder a esta pregunta, hay que remitirse al canon 281.3 del Código de Derecho Canónico, que establece que “los diáconos casados plenamente dedicados al ministerio eclesiástico merecen una retribución tal que puedan sostenerse a sí mismos y a su familia”. Un principio lógico. Sin embargo, entiendo que esta razón constituye el obstáculo principal para que exista una mayor cantidad de diáconos permanentes y para, eventualmente, modificar a futuro la normativa referente al celibato sacerdotal.”

Estas afirmaciones del periodista argentino Martín G. De Biase, si bien refieren a la realidad argentina, sirven como disparador, para que podamos desarrollar el tema.

  • 1. Se ha dicho siempre que los diáconos permanentes éramos “un ministerio nuevo”, para una “Iglesia nueva”, teniendo conciencia que nacíamos en una etapa histórica en que toda la Iglesia tenia la voluntad de reformarse, renovarse y en la intencionalidad expuesta por todo la Asamblea de los creyentes de volver a la fuentes, al influjo renovador del concilio… Esa Iglesia daba a Luz al diaconado permanente, que en Latinoamérica estaba muy asociado a la Espiritualidad conciliar, extendida en el impulso renovador de Medellín, asociada a la Teología de la Liberación a las comunidades eclesiales de Base y a las pequeñas comunidades… que confrontan la Vida y la Palabra de Dios.
  • La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Medellín en el año 1968, define con claridad los acentos que debe tener en cuenta el proceso de restauración del diaconado permamente en América Latina:

      “ La primera preocupación de los responsables en la formación de los futuros diáconos, ha de ser la de capacitarlos para crear nuevas comunidades cristianas o alentar las existentes, a fin de que el Misterio de la Iglesia pueda realizarse en ellas con mayor plenitud…se cuidará también de capacitarlos en orden a una acción efectiva en los campos de la evangelización y del desarrollo integral”5. Días antes de dar comienzo esta Conferencia, se ordenan los primeros cuatro diáconos latinoamericanos en la celebración de cierre del Congreso Eucarístico de Bogotá, presidida por el papa Pablo VI.

    En ese contexto, para hacer presente, a Jesús Resucitado en su dimensión de Servidor…nace el diaconado permanente.

      (En 1979 los Obispos reunidos en Puebla (III Conferencia General), definen claramente la intención que debe animar el diaconado permanente en América Latina: “El diácono colaborador del Obispo y del presbítero, recibe una gracia sacramental propia. El carisma del diácono, signo sacramental de Cristo Siervo, tiene gran eficacia para la realización de una Iglesia servidora y pobre que ejerce su función misionera en orden a la liberación integral del hombre)

    2. La conexión entre la forma de concebir la Iglesia (eclesiología) y el ministerio, es obvio, al darle al ministerio determinadas características estoy describiendo a la Iglesia a la que sirve.-

      (En consonancia con el Concilio Vaticano II y desde entonces, las orientaciones pastorales de la Conferencia Episcopal uruguaya en sus diversas modalidades, han tenido especial cuidado en entender a nuestra Iglesia: en estado de misión, evangelizadora, comunitaria, solidaria y corresponsable).

    3. Como Jesús servidor, nuestras Iglesias han de ser sensibles a las necesidades de la gente y en ellas y desde ellas cumplir su diakonía. Solamente el atento discernimiento de los signos de los tiempos, a la luz de la Palabra de Dios y el Magisterio de la iglesia, permitirá realizar nuestra misión de acuerdo a la voluntad de Dios y las necesidades del pueblo.

    4. “Por su inserción en el mundo el Diácono permanente vive un espacio de frontera, que acerca al pueblo el misterio de Cristo. Está a la vanguardia, en la misión y en la construcción de la Iglesia a través de la edificación de comunidades en medio de la gente. Comunidades concretas, cercanas, fraternas, proféticas, solidarias, como Felipe (cf. He.8, 4) y Esteban (cf. He.7)”. 14)

    5. El diaconado permanente nace configurado en una espiritualidad eclesial (Así lo veían los obispos reunidos en la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín,1968) identificando al diácono permanente como un animador de las comunidades eclesiales de base. Experiencia de Iglesia personalizada, fraterna y solidaria. 15)

    6. Plenamente identificado con la experiencia de la Ceb`s y pequeñas comunidades, es visualizado, como el servidor, que hace presente al Cristo siervo y es a la vez signo del Servicio de la Comunidad al mundo.-

      (Conforme a su ministerio, el diácono permanente debe ser promotor de la dimensión comunitaria de la Iglesia, con especial énfasis en lo que atañe a las pequeñas comunidades parroquiales, urbanas o rurales, territoriales o ambientales, en la certeza que, como ya lo expresaran los obispos latinoamericanos en Medellín, constituyen “el primer y fundamental núcleo eclesial”. 17) (En la opción preferencial por los pobres, la Iglesia latinoamericana y uruguaya, encuentra el eje de su servicio evangelizador al mundo. En virtud de ella los pobres encontrarán en la diaconía cristiana un intérprete fiel de su clamor. 20).

    En Uruguay, hemos tenido una extraña bendición, somos una Iglesia pobre, somos una Iglesia (en general) sin grandes influencias políticas, sociales o económicas, normalmente todo se hace a pulmón y con enorme sacrificio.-

    7. Viviendo en medio de hermanos, que en su mayoría son trabajadores que logran sobrevivir con enormes sacrificios, parecería ilógico que el diácono permanente y su familia, no compartieran sus luchas, necesidades y sacrificios, no ya por una instrucción ética, sino como un imperativa que hace a la Espiritualidad más profunda de Cristo Servidor, que por su encarnación compartió la suerte de los hombres, especialmente los más pequeños frágiles y pobres. Como cualquier trabajador de nuestro país tenemos esposa e hijos y debemos procurar, mediante el trabajo remunerado en el mundo, el sustento familiar.-

      (Los Diáconos permanentes, por ser casados, tendrán entre sus prioridades la atención a su familia (esposa e hijos) y/o familiares a su cargo. En ningún caso el ejercicio del ministerio en su dimensión pastoral eclesial debe llevarle a descuidar sus responsabilidades en la dimensión familiar. Las tres dimensiones en las que se mueve existencialmente: familia, trabajo remunerado y pastoral, se deben articular de tal modo que todas sirvan a la santificación del diácono y de aquellos a quienes sirve y con quienes comparte la vida, dado que el carácter sacramental de su ministerio se manifiesta más por el ser que por el hacer.)

    Es propio del servicio que la Iglesia realiza al mundo la dimensión profética, que el diacono debe vivir, como una verdadera espiritualidad,

      (“Queremos un diaconado que aporte a nuestras diócesis su carisma de servicio para hacer de ellas aún más una “Iglesia samaritana”, que no da rodeos cómodos y pasa frente a nadie con corazón distraído sino que procura recuperar la dignidad humana profanada en nuestros hermanos, rostros de Cristo Crucificado” en medio de la realidad uruguaya.

      Con especial dedicación los diáconos deben fomentar la vocación y misión del laico en el mundo y en la Iglesia, de modo que “cada uno con el don recibido, se ponga al servicio de los demás” 19

      En la opción preferencial por los pobres, la Iglesia latinoamericana y uruguaya, encuentra el eje de su servicio evangelizador al mundo. En virtud de ella los pobres encontrarán en la diaconía cristiana un intérprete fiel de su clamor. 20
      Los diáconos han de hacer siempre presente y potenciar esta opción en toda la Iglesia, llevando al altar las angustias y los clamores de los que más sufren y desde el altar el pan y el lavado de pies a los hermanos. 21)

    8. El ejercicio del ministerio, no sólo sera la proclamación de la Palabra, sino la proclamación de la vida, personal y comunitaria, comprometida, en la construcción del Reino de Dios y la liberación integral de los hombres…

      (Los diáconos no solo ejercen este ministerio en las celebraciones eclesiales o en los organismos diocesanos y parroquiales, ya sea de catequesis, evangelización, preparación a los sacramentos y tantos otros; sino que además han de trasmitir la Palabra con su propia vida, con coherencia y valentía, a ejemplo de Cristo, en los innumerables ámbitos en que le toca vivir. 28)

    9. De esta manera el diacono intentara ser fiel a la Palabra de Dios, anunciando la Buena Nueva de Jesucristo y denunciando todo aquello que se opone al la verdadera construcción del Reino de Dios entre los hombres… El carisma del diácono, signo sacramental de Cristo Siervo, tiene gran eficacia para la realización de una Iglesia servidora y pobre que ejerce su función misionera en orden a la liberación integral del hombre.-

      (Entonces llevamos en nuestro corazón la necesidad de servir, compartimos con los laicos, la familia, los hijos (no como una carga, sino como la bendición del amor familiar-que configura nuestro ser, en El Espíritu Santo) y la necesidad de trabajar para vivir y sin embargo somos ministros de la palabra del altar (Mesa Común de los Hermanos), servidores de la Eucaristía-celebrada y vivida en comunidad y participamos como signos de este servicio de la Iglesia al Mundo…para que el Reino que ya esta presente, sea anunciado, vivido y servido…en el camino(lucha) por la liberación de todos los hombres de todo lo que nos oprime y cuya fuente es el pecado(ruptura con Dios y los hermanos y la creación).-

    Haz hoy mismo tu APORTACIÓN (Pinchar aquí)

    Los comentarios están cerrados.