Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Sembrando trigo… ¡pero del bueno!

31-Julio-2008    Mario Cervera

Los cristianos estamos llamados a sembrar trigo, trigo del bueno, del que sabe a Dios, del que se parece a Dios: “el Reino de Dios se parece a un hombre que sembró buena semilla (trigo) en su campo” -hemos escuchado en el Evangelio no hace mucho-. Sembrar trigo tiene que ver con el Reino de Dios, es decir: Dios reina cuando “sembramos trigo”.

Sin embargo, nosotros, los cristianos, la Iglesia de Jesús, podemos tener la tentación de sembrar cizaña. Lo hacemos por dos motivos:

- fruto de la debilidad humana (”hago el mal que no quiero”)

- fruto de errores de comprensión que podemos arrastrar desde los orígenes, por los cuales hemos “mapeado genéticamente” como “buen trigo” lo que puede no serlo tanto. Hemos podido “adulterar” el mensaje nazareno, lo hemos podido “secuestrar” con insistencias humanas (eclesiales) que no hacen que “el Reino de Dios se parezca a eso que predicamos”.

A veces podemos sembrar cizaña, porque desvirtuamos el mensaje del de Nazaret, lo hacemos a nuestra medida, o lo encerramos en ritos, teologías, jerarquías, insistencias institucionales que rezuman manías medievales, derivas imperiales, inseguridades clericales, comodidades capitalistas, malgenios envenenados y desconfiados de algunos de la periferia … Como decía, quizás la Iglesia lleva tiempo llamando “buen trigo” a algunas cosas que son cizaña de la mala, cizaña con apariencia de trigo, y, además, la siembra con insistencia, y la mapea como la cepa auténtica, cortando después lo que no sigue su criterio de “buen trigo”. Quizás muchos cristianos de la periferia también sembramos cizaña cuando nuestras críticas sueltan veneno, mal genio, falta de cariño, ideologías que no ven más allá de sí mismas, que no admiten matices y ponderaciones.

Y no sólo eso, sino que tenemos la tentación (y Jesús nos advierte claramente) de querer cortar la cizaña, o mejor, lo que NOSOTROS creemos que es cizaña, lo sea o no. Pero nos podemos confundir, porque somos unos “manazas” y podemos cortar lo que es también trigo. Jesús deja en manos del padre la acción de cortar, porque “el Padre sabrá” (y no nosotros) qué es cizaña, qué merece ser cortado. Nosotros, con frecuencia, “cortamos cizaña” en conciencia, porque nos parece que hay que quitar cristianismos peligrosos, hechos a la medida, mensajes antievangélicos, derivas eclesiales, resistencias progresistas. Con frecuencia llamamos “sembrar trigo” a lo que es simplemente “cortar con mal genio lo que consideramos cizaña, según una posición ideologizada”. Es una tentación universal: de la Jerarquía, de los teólogos, de todo cristiano, de los más conservadores y de los más progresistas. Es el “yo tengo razón” convertido en teología, espiritualidad, discursos, acciones…

Conectado con la actitud anterior, muchas veces esa actitud de “cortar”, ya peligrosa de por sí, se convierte en nefasta cuando lo que se acaba cortando es el buen trigo. Me vienen a la mente teólogos silenciados, mensajes bloqueados, proyectos apagados, apoyos negados a los pastores… porque supuestamente “no venían de Dios”, o “son peligrosos para la fe de los sencillos”. ¡Qué peligroso es sentirse experto y autorizado para cortar, paralizar, reprimir! ¡Y más aún hacerlo en nombre de Dios!

Jesús nos enseña una gran lección de prudencia, de dar posibilidad, una llamada a la humildad ante nuestra tentación de ser expertos en las cosas de Dios, en moralidad, y nos preserva de otra tentación: la de encerrar lo que viene de Dios con declaraciones cascarrabias, teologías conservadoras o progresistas, insistencias sobre la cizaña que tiene la sociedad que merece ser cortada, insistencias que, por otra parte, consideran cizaña lo que no es “trigo de su especie”

Por otro lado, todos tenemos la experiencia en nuestra vida de ver crecer juntos el trigo y la cizaña. Todos sembramos trigo, todos a veces sembramos cizaña, todos cortamos de vez en cuando cizaña, y todos cortamos a veces trigo. Es la condición humana.

Creo que todos estamos en la misma barca, combinando unas y otras acciones: sembrar trigo y cizaña, cortar trigo y cizaña. Todos. Pero quizás hay tendencias según el grado de responsabilidad en la Iglesia, según el estilo, el carácter, las heridas de la historia, las experiencias vitales. Todos necesitamos plantearnos si realmente hace eco en nosotros el mensaje del Evangelio de este Domingo, para sembrar trigo, no sembrar cizaña y no cortar ni cizaña ni trigo.

Invito hoy a que nos preguntemos, desde el nivel personal y el nivel institucional (me atrevo a preguntarles a nuestra jerarquía) si no estaremos con frecuencia más empeñados en cortar cizaña, siendo con frecuencia poco expertos, manazas y tercos, en lugar de sembrar trigo.

Creo que la insistencia de algunos obispos, sacerdotes, catequistas… contra el relativismo, la sociedad… es un claro ejemplo de que les preocupa más cortar que sembrar. Lo malo es que, a parte de caer en la tentación de considerarse expertos en trigo y cizaña, se les puede notar un talante de juicio, de cerrazón, de superioridad, que se aleja de esta clara invitación de Jesús de “dejar el trabajo al Padre”. Y sabemos que no pocas veces pueden cortar el mismo buen trigo, con sus decisiones, comentarios sobre teólogos, sobre la sociedad, sobre determinadas acciones pastorales.

Me planteo también si no se estará cerrando la jerarquía ante las propuestas serias que invitan a revisar con autenticidad si lo que llevamos considerando “buen trigo” en la Iglesia lo es realmente, si no ha sido modificado, adulterado, y zanjado como “trigo definitivo” perfectamente “mapeado genéticamente” sin posibilidad de error, como la auténtica “cepa nazarena”. Es importante esta revisión, porque es esencial sembrar buen trigo, y no apariencia de buen trigo o trigos manipulados por el peso de la historia y de insistencias tan sospechosamente cobardes.

Me alegra saber que “a la hora de sembrar trigo ¡nunca es suficiente! En cambio, a la hora de cortar cizaña, ¡siempre es demasiado! Tenemos que ser posibilistas. Todos: pastores, padres, educadores, amigos, novios, esposos, hijos, compañeros… tenemos que evitar cortar la cizaña que vemos en el otro. Porque para poder cortarla, antes debemos emitir un juicio, luego tomar una decisión… y eso es muy peligroso. ¿Sabemos tanto sobre lo bueno y lo malo? “Quien esté libre de pecado (y sea experto), que corte primero la cizaña”.¡No demos por malo lo que no sea del todo bueno! ¡Dejemos a Dios ser Dios! ¡Sembremos trigo bueno!

No siempre es fácil sembrar buen trigo. Al menos lo que parece más evidente es que si no cortamos, no nos confundiremos.

Por otro lado, espero que el Reino de Dios lo construyamos más por familiaridad, por “parecido” con el de Nazaret, con el trigo de su Reino (”El Reino de Dios se parece a un hombre que sembró…”) y no tanto por definiciones y “mapeos genéticos” de lo que es el “buen trigo” desde el sentirse expertos.

Intentemos sembrar más trigo, pero del bueno, del que sabe a Dios, el que se parece a Él, desde el cariño y la humildad de un reconocer que “no somos expertos” en las cosas de Dios.

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