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El paradigma pluralista: tareas para la teología

11-Agosto-2008    José María Vigil
    Finaliza hoy, en la correspondiente sección de ATRIO, el despliegue semanal de los 24 capítulos del Curso de Teología del Pluralismo Religioso, del José María Vigil. En el curso se han inscrito casi 100 alumnos, que han colaborado con 650 comentarios. Entre ellos y otros no inscritos han hecho más de 70.000 entradas en esta sección. ATRIO repetirá seguramente la experiencia. Y como colofón publica este artículo escrito por él para un reciente número de Concilium.

El paradigma pluralista: tareas para la teología

Hacia una relectura pluralista del cristianismo

José María VIGIL

Este número de CONCILIUM trata del pluralismo religioso como el desafiante «paradigma que viene». En nuestro artículo nos corresponde abordar específicamente las tareas y los desafíos que ese nuevo paradigma implica para la teología cristiana y para la representación teórica de las religiones en general.

«Teología pluralista»: más que «teología del pluralismo religioso»

Hablamos de «paradigma», un conocido concepto, proveniente del mundo de las ciencias, calurosamente acogido en la teología y las ciencias religiosas en general. Paradigma sería el modelo global, la precomprensión según la cual se autoorganiza el conjunto. Pues bien, la hipótesis de la que partimos es ésta: históricamente hemos entrado en un «cambio de paradigma», que se está produciendo en la cultura en general, y que afecta también a las religiones, entre ellas al cristianismo, y dentro de él, lógicamente, también a la teología.

Pero hablamos de un asunto regional de la teología. «Teología del pluralismo religioso», en efecto, en una primera acepción, es, simplemente, un nuevo nombre de la «teología de las religiones», cuyo nacimiento muchos suelen asociar al libro de H.R. SCHLETTE, Le religioni come tema della teologia[1].

Esta teología ha elaborado diferentes escalas que clasifican los varios modelos que pueden ser adoptados en la concepción del relacionamiento de las religiones. La más sencilla y pedagógica es la de J.P. SCHINELLER, tripartita: exclusivismo, inclusivismo y pluralismo, tres «paradigmas» fundamentales, tres diferentes formas de concebir la relación entre las religiones, y por tanto tres maneras también de hacer teología: teología exclusivista, inclusivista… o pluralista.

¿Qué sería entonces una «teología pluralista» (TP)? No es ya una teología «de genitivo» o sectorial, como la teología «del» (o sobre el) pluralismo. Su objeto material ya no es la «pluralidad» de religiones. La TP trata «de todo», porque no es «una rama»: es un tipo, un género de teología especificado por el paradigma pluralista. La TP es la forma nueva a la que se puede trasvasar todo el viejo edificio teológico. Es el nuevo paradigma desde el que se puede «reescribir toda la teología», como Paul Tillich expresó que sería su deseo, pocos días antes de fallecer imprevistamente, en una conferencia que vendría a ser su testamento teológico[2]. No se trata ya pues sólo de hacer teología del pluralismo (=pluralidad) de religiones, sino de reescribir toda la teología desde una nueva perspectiva (u objeto formal), la del pluralismo (=paradigma contrapuesto al exclusivismo y al inclusivismo).

El paradigma pluralista no afecta sólo a las teologías, a las representaciones teóricas de todas las religiones, sino a las religiones mismas. Es la vivencia misma de la religión y de la espiritualidad la que puede ser exclusivista, inclusivista o pluralista. El futuro que avizoramos es, por eso, un «cristianismo pluralista», hacia el que vamos, superando el actual cristianismo inclusivista, que a su vez desplazó otra forma anterior de cristianismo, la exclusivista. La transformación que desencadena el nuevo paradigma pluralista es integral; no afecta sólo a la teología, sino a la espiritualidad, a la evangelización, a la pastoral, a lo social y hasta a lo político: vamos hacia una realidad integral, el «cristianismo pluralista».

Las tareas de la teología

Más allá pues de una «teología del pluralismo religioso» simplemente sectorial, lo que está en marcha hoy día es el surgimiento de la teología del pluralismo en el sentido de «teología pluralista» (TP), que no se limita pues a un tema o rama sectorial, sino que trata de releer todo el universo teológico, como conjunto y en cada una de sus ramas. ¿Qué tareas más importantes implicaría la construcción de ese edificio teológico global? Yo destacaría las siguientes.

    • La aceptación sincera del pluralismo como paradigma.

    Tanto el exclusivismo como el inclusivismo han sido, por naturaleza, contrarios al pluralismo religioso. Éste era tenido -sobre todo implícitamente- como una realidad negativa, pecaminosa, contraria a la voluntad de Dios. Míticamente, provenía de un castigo del propio Dios al pecado del orgullo humano, cuando confundió las lenguas y se originó la diversidad cultural y religiosa (Babel)… El pluralismo religioso sería fruto del pecado, no era comprensible que pudiera figurar dentro del plan de Dios.

    La construcción de la TP implica la tarea teológica de reconocer y acoger la sensibilidad por la que el ser humano actual percibe la pluralidad como algo positivo, como un reflejo de la infinita riqueza de Dios. La pluralidad concretamente religiosa responde a la voluntad de Dios y ha de ser acogida agradecidamente, en vez de ser rechazada o combatida.

    Esta tarea no sólo es teológica, sino que afecta a todos los aspectos de la vida: se trata de incorporar efectivamente la valoración positiva del pluralismo religioso en la vida entera de la comunidad. Entre los católicos, por ejemplo, el misal romano, corazón de la espiritualidad litúrgica oficial, desconoce enteramente la pluralidad religiosa: las otras religiones nunca son siquiera mentadas en la oración[3], excepto en la «misa para la evangelización de los pueblos», que las presenta como pluralidad religiosa que ha de ser reducida a la unidad de «un solo rebaño bajo un solo pastor».

    • Una relectura pluralista de la teología de la revelación

    La misma teología de la «revelación» como conjunto, necesita con toda probabilidad una reelaboración teológica que supere los residuos de fundamentalismo que todavía llevan a tantos creyentes a tomar las afirmaciones bíblicas exclusivistas e inclusivistas como materialmente venidas de Dios, y por tanto literalmente intocables e ininterpretables. Hace falta profundizar y consolidar esa reinterpretación[4] que ya está en marcha en muchos niveles teológicos académicos, pero que no acaba de bajar al pueblo cristiano ni a las estructuras institucionales de las Iglesias, que se mantienen (interesadamente) en interpretaciones fundamentalistas.

    Una interpretación «pluralista» de la revelación la enmarcará en la multiforme e irreductible acción de Dios en todas las religiones, que promueve y conduce los procesos humanos de maduración y autoconcienciación de la vivencia religiosa de los pueblos. La codificación escrita de aquellas experiencias -las Escrituras- nos acerca la vivencia religiosa con la que aquellas generaciones anteriores respondieron al Misterio transcendente, al que también nosotros debemos dar hoy nuestra propia respuesta, tan libre y creativa como la de aquellas generaciones, contando con la ayuda de su testimonio, pero sin quedar rehenes de las «creencias» incluidas en su testimonio, al tomarlas por palabra de Dios y no también por creación humana y/o fenómeno histórico espontáneo. La elaboración de una teología pluralista de la revelación está todavía por hacer.

    • La renuncia a la categoría de la elección

    La creencia de considerarse el pueblo y/o la religión elegidos por Dios frente a todos los demás, ha sido un espejismo común en las religiones.

    La renuncia a la doctrina y a la conciencia del «exclusivismo» es algo que hoy ya no nos sorprende ni asusta, porque aunque fue una doctrina vivida y creída con máxima intolerancia (ejecuciones de la Inquisición) y suprema generosidad (mártires confesantes) durante 19 siglos, ya fue abandonada y oficialmente negada, y hoy podemos decir que ha sido digerida y olvidada. Por el contrario, la renuncia a la doctrina y a la conciencia de la «elección», actualmente ofrece todavía una gran resistencia. Por eso, resulta profética y realmente programática la propuesta que Andrés Torres Queiruga hace a los católicos de «renunciar al concepto de elección»[5].

    He ahí una tarea teológica urgente y hasta civil, porque sólo unas religiones que superen su autoconvencimiento de ser las «elegidas» podrán unirse en una «alianza de civilizaciones» (y de religiones) para acometer juntas la tarea práctica de salvar la humanidad y salvar el planeta.

    • La relectura de la cristología en una época pluralista

    Es curioso observar que mientras que Jesús de Nazaret -su mensaje, sus actitudes, su práctica… tal como nos los presentan los evangelios- no ofrecen dificultad para un cristianismo (o jesuanismo) pluralista, es la imagen de Cristo producida en la elaboración del dogma cristológico de los siglos IV-V la que resulta ser el punctum dolens de la construcción de una cristología pluralista.

    Un primer aspecto de esta tarea es la revisión del exclusivismo cristocéntrico que subyace bajo la interpretación habitual del inclusivismo. Lógicamente, el dogma cristológico fue elaborado dentro de un horizonte exclusivista, hoy insostenible. Durante muchos siglos el dogma de la cristología cubrió bajo su paraguas el exclusivismo, que en la práctica fue tenido también como dogma. El cristianismo pudo desprenderse de este «dogma» y dar el salto al inclusivismo, sólo cuando en la conciencia cultural general el exclusivismo ya no era creíble, al final del siglo XX. Se podrá dar el salto hacia una cristología «pluralista» cuando una epistemología pluralista se asiente más profundamente en la conciencia cultural de la sociedad y desde ella vaya calando en las religiones -proceso que está ya en curso, y en no pocos ambientes está ya consumado-. Mientras tanto, la tarea teológica pendiente consiste en preparar en abrir caminos o pistas nuevos para la construcción de una teología pluralista[6].

    Sin duda la cristología es la tarea teológica pendiente principal en el conjunto de tareas para la construcción de una teología y de un cristianismo pluralistas.

    • Replantear la misión desde una actitud teológica pluralista

    Hoy, cuando la teología pluralista admite que todas las religiones son fundamentalmente respuestas válidas al Misterio Divino, y que su pluralidad no es mala, sino que responde al designio de Dios, la misión sigue teniendo sentido, pero otro sentido. Ya no puede pretender luchar contra la pluralidad religiosa y reducirla a la unidad, ni ser estrictamente unidireccional (sólo ir a enseñar pero no esperar aprender nada) ni proponerse el proselitismo ni la conversión. La misión pluralista no se propone convertir a los miembros de otras religiones, sino que desea verles vivir más a fondo la religión en la que Dios los ha puesto. No pretende sólo enseñar, sino que desea también aprender. La reconstrucción de una misiología nueva, pluralista, es otra tarea teológica pendiente.

    • Muchos pobres, muchas religiones

    El pluralismo religioso es también un desafío para las teologías contextuales y liberadoras -todas debieran serlo-. La teología de la liberación latinoamericana, por ejemplo, quiere encajar el desafío que Aloysius Pieris le dirigió: esa teología, que tan bellamente da su buena noticia a los pobres, resulta mundialmente irrelevante -vino a decir él-, porque demográficamente hablando, los muchos pobres del mundo no son cristianos, sino que viven un enorme pluralismo religioso: son muchos los pobres y son muchas sus religiones. La teología de la liberación latinoamericana -decía Pieris- es «un lujo de una minoría cristiana»; si la teología quiere hablar a los pobres, ha de hacerlo en el lenguaje de las muchas religiones de los pobres…

    Es necesaria una teología inter-religiosa que hable a los pobres del mundo en su lenguaje, inter-religioso… Este desafío, que proviene de Asia, ha hecho que la EATWOT de América Latina haya procedido en los últimos cinco años a provocar un encuentro entre su teología de la liberación y la teología del pluralismo religioso[7], antes desconocida en el ámbito latino. Una vez realizado este esfuerzo, creemos que hay que dar nuevos pasos adelante:

    -poner en el punto de mira de la teología la salvación de los pobres y la salvación de la tierra

    -pedir a las religiones que se confronte cada una de ellas con esa doble salvación y la exprese en su lenguaje espiritual propio

    -compartir lo que resulte común: una «teología inter-religiosa» de la liberación

    -sumar todos los elementos peculiares de cada religión que sumen aportaciones a la búsqueda común de esa doble salvación: una «teología multi-religiosa» de la liberación;

    -aventurarnos a transitar por un camino nuevo que a muchos asusta, una «teología trans-religiosa» de la liberación, a saber: una teología que, por una parte, pueda ser captada y vivida en cada religión, y que, por otra, trate de construir en

    -conseguir poner a trabajar a las religiones, juntas, en lo que sería su urgencia suprema actual: salvar la vida de los pobres y salvar la vida del planeta, y hacerlo sobre la base ética de la «regla de oro». Esta sería hoy la mejor expresión de la teología del pluralismo religioso y del diálogo interreligioso.

Coherentemente con esto, hace tiempo que en el seno de la EATWOT se escuchan voces que plantean la necesidad de una nueva asociación ya no «ecuménica», sino trans-religiosa, y ya no del tercer mundo, sino del mundo entero, aunque, eso sí: desde la opción por los pobres. El proyecto está en marcha.

¿Qué significan estas tareas desafiantes?

Significan ante todo una revolución teológica como no la ha habido otra en los 20 siglos de cristianismo. Porque entre el exclusivismo al inclusivismo no deja de haber mucho en común; el inclusivismo no deja de ser un exclusivismo atemperado en las formas, tolerante con las otras religiones, que no les niega enteramente la presencia de la salvación, pero, en cambio, sigue manteniendo en exclusiva el privilegio y primer puesto del cristianismo en el escalafón de los bienes salvíficos.

Por el contrario, el salto del inclusivismo al pluralismo supone el abandono de ese terreno común de privilegio y de superioridad del que no habíamos salido hasta ahora. Aceptar releer el cristianismo de un modo pluralista significa aceptar «creer de otra manera»: de una manera despojada, destronada, humillada, kenótica. Ser cristiano renunciando al «mito de la superioridad religiosa»[8], a la conciencia de ser «la» religión verdadera, la absoluta, aquella de cuyas virtualidades salvíficas participan todas las demás aun sin saberlo, aquella de la cual todas las demás son meramente preparatio Evangelii, aquella en la que habrán de confluir todas al final de los tiempos, aquella que representa la forma humana suprema de religiosidad y. la expresión máxima de racionalidad religiosa, aquella religión fuera de la cual los humanos están en «situación salvífica gravemente deficitaria»…

Es una revolución teológica, en efecto. No un cambio lateral, parcial, o sectorial… sino transversal, total. Una reconversión. ¿Un nuevo cristianismo? ¿Un post-cristianismo? ¿Mantienen la misma identidad el cristianismo inclusivista y el pluralista? Es otro tema que aún está por debatir, en otro número de CONCILIUM.

No es lo único que está en juego

Con ser muy importante lo que está ocurriendo en el avance del nuevo paradigma pluralista, no es lo único que está en juego en la transformación actual del cristianismo, hay muchas otras problemáticas que emergen a la luz y reclaman otros tantos cambios pendientes. Por ejemplo[9]: el haber pasado de ser «movimiento de Jesús» a religión institucional y religión de Estado del Imperio romano, el haber metamorfoseado su esencia hasta convertirla casi exclusivamente en una doctrina y una institución, el haber olvidado enteramente la dimensión mistagógica y no transmitir experiencia religiosa, sino catequesis doctrinal, el seguir preocupada obsesivamente por la cantidad y el poder social en vez de por la calidad aun en la minoridad, el no conseguir aceptar la pérdida del poder social del que gozó como heredera del imperio y como religión única y oficial de la cristiandad…

Ni es el último cambio de paradigma

Es claro que el pluralista no es el último cambio de paradigma al que nos enfrentamos, sino que otro ya está entrando en escena. Nos referimos al paradigma post-religional. La espantosa crisis religiosa de Europa necesita una reflexión teológica, ahora que las ciencias antropológico-culturales ya nos posibilitan un enfoque distinto de la interpretación catastrofista oficial. Lo que está en juego es una revolución social semejante en sus dimensiones a la revolución agraria, a los inicios del neolítico, que fue uno de los momentos más traumáticos y más fecundos de la historia de la Humanidad. Allí se formó la nueva conciencia religiosa de la Humanidad, y de allí parten las grandes religiones tal como todavía hoy las conocemos.

La nueva interpretación de las ciencias antropológico-culturales[10] conjetura que en la raíz de la situación actual está la crisis de lo que ha sido el modelo de las sociedades agrarias. Las «religiones» (neolíticas) fueron la forma en que cristalizó la espiritualidad de siempre del ser humano al configurarse la sociedad agrícola. Europa es hoy la primera sociedad del planeta en el que están desapareciéndolos últimos resquicios de la sociedad agraria, y es por eso por lo que las religiones hacen crisis allá.

Esta nueva interpretación exigiría entonces reconceptualizar la religión misma, que ya no aparecería como identificada y equivalente con la espiritualidad del ser humano, sino solamente como una de sus formas, la que correspondió a una forma de convivencia humana, la sociedad agraria, hoy en trance de superación. Si es posible que desaparezcan las religiones (neolíticas), hay que comenzar a elaborar el cambio que la espiritualidad humana necesita dar para pasar a ser «post-religional». Es otro «paradigma que viene», que ya está en curso en partes no pequeñas del planeta, y que la Comisión Teológica Internacional de la EATWOT invita a CONCILIUM a abordar en algún próximo número.

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[1] Morcelliana, Brescia 1963.

[2] The Significance of the History of Religions for the Systematic Theologian, en Geschichte der Religiosen Ideen, (hrsg. von J.C. Brauer), New York 1966

[3] Es lo que he llamado el «síndrome del hijo único», en J.M.VIGIL, Teología del pluralismo religioso. Curso sistemático de Teología popular, El Almendro, Córdoba 2005, y Abya Yala, Quito, pág. 100.

[4] Encontramos un exponente cualificado de la misma en la obra de Andrés TORRES QUEIRUGA: La revelación de Dios en la realización del hombre, Cristiandad, Madrid 1987.

[5] Joaquín GOMIS (org.), Vaticano III . Cómo lo imaginan 17 cristianos y cristianas, capítulo «El diálogo de las religiones en el mundo actual», Desclée, Bilbao 2001, pág. 70ss.

[6] En la Declaración Dominus Iesus (nºs 3 y 14) el entonces cardenal Ratzinger cursaba a los teólogos la invitación a abordar «algunos problemas fundamentales que quedan abiertos a ulteriores profundizaciones».

[7] Véase la serie «Por los muchos caminos de Dios», dentro de la colección «Tiempo axial», Abya Yala, Quito, latinoamericana.org/tiempoaxial.

[8] Cf. la obra de Paul KNITTER, The Myth of Religious Superiority, Orbis Books, New York, 2005

[9] PALÁCIO, Carlos, El cristianismo en América Latina. Discernir el presente para preparar el futuro, en RELaT, Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, servicioskoinonia.org/relat/372.htm Original: O cristianismo na América Latina, en «Perspectiva Teológica», 99 (2004) 173-197, Belo Horizonte. Resumen en castellano en «Selecciones de teología» 179, Barcelona.

[10] Marià CORBÍ, Análisis epistemológico de las configuraciones axiológicas humanas, Universidad de Salamanca 1983. Religión sin religión, PPC, Madrid 1996 y en la biblioteca de Koinonía (servicioskoinonia.org/biblioteca).

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