Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Hacia un pluralismo religioso interactivo

01-Septiembre-2008    Juan Masiá

Con motivo de la publicación, en colaboración con el Dr. Kotaró Suzuki de unas conversaciones cristiano-budistas (El Dharma y el Espíritu, PPC, Madrid, 2007), he recibido varias preguntas, entre las que me interesa destacar los comentarios de quienes ven con recelo la admisión del pluralismo religioso, por miedo a lo que llaman “excesos de comparativismo” y “condescendencia al relativismo”.

Sin duda, cuando nos embarcamos en diálogos y encuentros interreligiosos es fácil sentirse atraído por el atractivo de las comparaciones superficiales que acercan posturas al precio de difuminar diferencias. Pero quienes se impliquen en el diálogo interreligioso reconocerán la necesidad de ir hoy día más allá de los comparativismos. En cuanto al temor al relativismo, hay que hacer dos observaciones. En primer lugar, no se puede equiparar pluralismo y relativismo. En segundo lugar, no es lo mismo un pluralismo de yuxtaposición que un pluralismo de interacción. En las ventas de saldo de las librerías de viejo se colocan unos junto a otros diversos libros, todos al mismo precio (por ejemplo, el típico “tres por el precio de dos” o “todos a tres euros”); ante esa oferta el cliente elige según su propio gusto, capricho o conveniencia. Quien interprete el pluralismo religioso como en esta imagen del saldo de librería, no podrá superar el comparativismo facilitón y, peor aún, tenderá a equiparar pluralismo y relativismo.

No es ese el sentido en que entendemos el pluralismo quienes proponemos un pluralismo religioso interactivo. Este pluralismo (repito y preciso: no de yuxtaposición, sino de interrelación mutuamente transformadora) es la tarea y meta hacia la que nos orientamos quienes estamos convencidos de que las posturas exclusivistas e inclusivistas están superadas y no basta tampoco apostar por un pluralismo superficial que percibiese las religiones diciendo simplemente: ”todas son iguales y eliges la que mejor te va”.

Cuando en las conversaciones con el Dr. Suzuki en Tokyo compartimimos mutuamente nuestras respectivas creencias y el modo de expresarlas, nos preocupaba a ambos ir más allá de la mera multiculturalidad o yuxtaposición de culturas. Aspirábamos a la interculturalidad o transformación mutua de las culturas dialogantes.

Un propósito semejante animó, en el verano del 2007, los debates del curso de verano de la Universidad de Coimbra, en la que tuve el privilegio de compartir con el Profesor Anselmo Borges un ciclo de conferencias, en el que reflexionamos en común ante un alumnado internacional sobre la identidad cultural y el paso del pluralismo multicultural al pluralismo interactivo.

Este pluralismo interactivo es precisamente la característica de las conversaciones mantenidas con el Doctor Suzuki sobre budismo y cristianismo. En la situación actual de los encuentros interreligiosos, superada en la mayoría de los casos la postura extrema del exclusivismo (el rechazo de otras religiones y la pretensión del monopolio de la verdad para la propia religión), se tiende también a superar la postura indecisa del llamado inclusivismo (que, bajo la apariencia tolerante, acaba por absorber a las otras religiones como “miembros anónimos” de la propia). Ha pasado a primer plano en los últimos años, con razón, el énfasis en el pluralismo religioso. Pero el pluralismo puede entenderse de diversas maneras. Una de ellas, insuficiente, sería el pluralismo “multi-religioso”, que se limitase a yuxtaponer las religiones, como en la citada comparación de la venta de saldo, para dejar a gusto del consumidor el decidirse por unas u otras. Otra manera de entender el pluralismo, a la que podemos llamar de interacción o interrelación, es la que insiste en el prefijo “inter” y no meramente en el prefijo “multi”; es decir, que los encuentros inter-religiosos conduzcan a una transformación mutua de las identidades participantes.

Esta manera de entender y practicar los encuentros interreligiosos en un marco de pluralismo interactivo presupone una filosofía de la cultura que ponga las identidades en la meta, no en el punto de partida, de un camino de intercambios, en el que pasamos del “multi” al “inter”, sin que ninguna de las partes tenga el monopolio del punto de llegada. La meta es un misterio, pero sus nombres son variados. El punto de llegada es una convergencia de caminos, pero se llega por muchas peregrinaciones. La realidad última es una, pero las apariencias son varias. De una luz única brotan reflejos múltiples. De una vida única hay diversas epifanías. Pero no entendamos este tránsito de lo múltiple a lo uno como un comparativismo fácil, ni como un pluralismo de yuxtaposición, sino como una tarea incesante de transformación mutua.

Cuando desde la fe cristiana nos dejamos impactar por la “escucha budista de la voz del Dharma” o Verdad última, redescubrimos y enriquecemos lo que significa para la conciencia cristiana “respirar en el Espíritu”. La fe budista, por su parte, experimenta una transformación semejante. Ambas partes, al pasar por la interacción, nos redescubrimos a la vez que nos autocriticamos y podemos decir: soy, en un sentido, más creyente que antes y, en otro sentido, menos creyente que antes con relación a mi propia religión. Conozco mejor mi propia lengua, a la vez que la relativizo, cuando estudio una lengua extranjera. Algo semejante ocurre en el intercambio del pluralismo religioso interactivo. Esta es una asignatura pendiente para las iglesias y teologías en las próximas décadas. Otra cosa es que las iglesias y teologías, sobre todo en ciertas latitudes mediterráneas y en ciertas cúpulas dirigentes, no parezcan preparadas para conseguir el aprobado…

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