Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Preferimos no tener misa

03-Septiembre-2008    Mario Cervera

Escena 1. En una parroquia de un municipio “perdido” en un lugar del mundo celebran la eucaristía. Sensación general de los asistentes: caras de aburrimiento, de cumplimiento, “víctimas” de la rigidez litúrgica y de la rutina.

Escena 2. En la misma parroquia, en ocasiones en las que no hay sacerdote, tienen “celebraciones sin sacerdote”, autorizadas por el obispo… Leen las lecturas del día, comentan la palabra, reparten la comunión. Sensación general: mayor implicación de los presentes, mayor agilidad celebrativa, mayor ilusión. Sienten con fuerza la presencia del Señor en la celebración. Muchos incluso piensan que ha sido “una misa más flexible y ágil, sin tanta rúbrica y cumplimiento”. Reconocen un tono más festivo y positivo, más cristiano.

Creo que estas dos escenas hablan por sí mismas.

  • La eucaristía es el centro de la vida cristiana, pero hay mucha gente que prefiere (con razón) vivir “ese centro” de manera más espontánea y festiva, más ágil y dinámica, más humana y cercana. ¡Prefieren “misa sin misa”, “misa sin sacerdote”! En otras palabras: ¡prefieren no tener misa, tal como hoy se celebra!
  • Algunos saben que la segunda celebración no es técnicamente una misa, pero creen que “sin ser lo mismo, ha sido mejor”. Muchos, en cambio, ni siquiera saben que no fue misa. (Te damos gracias, padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes -los que saben que no fue oficialmente misa- y se las has revelado a la gente sencilla).

Ante estas escenas, me vienen las siguientes preguntas:

¿Es tan importante lo que “técnicamente” es cada celebración, desde el sentido oficial que le da la jerarquía en un momento concreto de la historia? ¿Ha faltado algo al segundo tipo de celebración? ¿Le ha faltado algo a la primera? ¿Cuál se parece más a las celebraciones eucarísticas que realizó Jesús, con un tono ambiental más parecido? ¿Cuándo nos fijaremos más en la “familiaridad con una celebración nazarena” que en el hecho de encajar en los moldes doctrinales o litúrgicos vaticanos, tan discutibles?

Creo que si a alguno de los dos tipos de celebración le han podido faltar algo, ha sido al primer tipo, a la “misa oficial”: le ha faltado agilidad, sentido de la realidad, flexibilidad, sentido de la fiesta, normalidad. Y le ha sobrado ritualismo, rigidez, clericalismo. Lo dice la gente, no la doctrina. Lo dice el sentido común, no el misal romano.

En la segunda celebración, en cambio, no falta la comunidad, no falta la unidad con la Iglesia: han escuchado las lecturas del día, se ha realizado incluso con la autorización del obispo (para que muchos se queden tranquilos), se ha vivido la presencia de Cristo entre ellos, la comensalidad que recuerda la última cena, el comer todos del mismo pan… Ha habido más horizontalidad, en el que el celebrante no ha tenido un papel tan protagonista, y menos aún el misal. Y todo desde un ambiente que recuerda más a una celebración gozosa, alegre, inclusiva, desde la realidad de las personas, más parecida a las comidas, encuentros, celebraciones de Jesús.

¿No es acaso triste que los asistentes prefieran que no haya sacerdote? (No por la persona, sino por el tipo de celebración) ¿No es triste que cuando está el sacerdote tenga él mismo que “sepultarse” con la rigidez y el ritualismo celebrativo que le marcan “desde arriba”? ¿No es una pena que cuando la celebración es “técnicamente misa” sea “prácticamente aburrimiento”?

Me dan pena los sacerdotes, porque:

- si cumplen las normas litúrgicas, aburren a mucha gente (es la rigidez rutinaria la que aburre, no ellos).

- si no las cumplen, los tachan de “romper la unidad, de desobediencia, de autoreferencia, de crear Iglesia paralela”.

Callejón de difícil salida, mientras la Iglesia no sea más flexible con los sacerdotes que adaptan las celebraciones, mientras no se potencie que tengamos más en cuenta cada a comunidad, siendo ella la que celebra, prepara y sueña sus celebraciones. Encontraremos la salida cuando la obediencia a la gente sea más importante que la obediencia al manual de instrucciones, o a una jerarquía que tiene miedo a la diversidad celebrativa.

Creo que con las normas (y la vigilancia) actuales, al final conseguimos que para uno de las mejores tesoros de la vida cristiana (la eucaristía) se consigue lo peor. ¿No es eso evidente? ¿Tanto cuesta analizar el descontento de muchos presentes, el conformismo de otros (si conocieran otra cosa veríamos qué preferían…) y la ausencia de una gran mayoría que han dejado de venir?

¿Por qué no potenciar esas otras celebraciones, ojalá que con sacerdotes, pero que den más juego a cada comunidad? En ese sentido, si no cambia, yo prefiero que “no haya misa”, lo mismo que tantos jóvenes, adultos, cristianos de base… Pero es triste, porque podría “haber misa”, pero celebrada de otra manera.

No se trata de inventar cada día una cosa, como algunos creen que planteo (¡qué daño hace el miedo y la inseguridad a la vida cristiana!). Se trata más bien de simplificar, de no depender tanto del clericalismo, el ritualismo, el uniformismo . Tampoco hablo de suprimir el modelo oficial por decreto, sino de poder ir adaptando, seleccionando, vitalizando, según las distintas sensibilidades de las comunidades (pero para ello: ¡hay que escuchar al pueblo!, pero ¿es ese el problema de la Iglesia?).

Creo que en otras acciones de la vida no tenemos problema en adaptar y cambiar lo propuesto: pensemos en unidades didácticas en los colegios, en reuniones, conferencias, dinámicas, celebraciones civiles, gestos humanos, costumbres, rapidez en aceptar las variaciones del lenguaje… ¿Por qué con la eucaristía estamos bloqueados y bloqueando? ¿Por qué “lo sagrado” no es motor de cambio y de adaptación?

Al menos me alegra saber que hay gente valiente que no se ata a los miedos y a las fidelidades mal entendidas. Hay muchas comunidades libres, con sentido común, “exploradores”, iniciadores de “algo nuevo”, liberados y liberadores, que no caen en el “tsunami del uniformismo litúrgico y doctrinal”, pero que se sienten igualmente Iglesia. Sinceramente creo que el futuro les dará la razón, aunque a veces no se les comprenda hoy.

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