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Al hilo del 68: ¿qué me va a mí del 68 si yo no estaba allí?

07-Septiembre-2008    Eloy Isorna
    En comentarios, muy de agradecer, que se han producido en ATRIO en los hilos relativos a la conmemoración de los 40 años del febrero compostelano y del mayo francés del 68 (ver éste por ejemplo), se han puesto de manifiesto, entre otras interesantes cuestiones, dos que no querría dejar de comentar. La primera es objeto de este artículo. La segunda cuestión, sobre si es útil o no el idealismo en un mundo dominado por la técnica, la trataré en otro próximo artículo.

I. ¿Qué me va a mí del 68 si yo no estaba allí?

Uno puede pensar que los acontecimientos y el espíritu del 68 no le afectan, ni le interesa saber “de que iba”, porque no estaba allí o porqué aún estando allí, no se enteró en su momento. Estaba a otra cosa. Los que así se manifiestan tienen, lógicamente sus razones.

Pero en general decir “yo no estaba allí, no me interesa” sería, en algún modo, tanto como decir (mutatis mutandis y salvadas las distancias en todos los sentidos entre unos y otros acontecimientos) que no nos afecta ni nos interesa, porque no estábamos allí, la Revolución Francesa de 1789 o, mas recientemente, la llamada “Gran Revolución Proletaria de Mao Zedong en China (1966-1969, con efectos hasta la muerte de Mao en 1976), o la Guerra de Vietnam (1958-1975), o tantos y tantos acontecimientos pequeños y grandes, que, como el aleteo de la mariposa, no dejan de mover, a la larga o a la corta, aspectos significativos del mundo y la sociedad, o nos pueden ser útiles para su mejor comprensión.

Ahora bien, conviene destacar que la llamada “revolución” del 68, no fueron, según lo entiendo, sólo, ni principalmente, unos determinados acontecimientos de revueltas obreras y estudiantiles. Estas son, a mi modesto entender, mera consecuencia particular (con características geográficas propias) de la eclosión de un pensamiento de acción que se venía gestando en los años previos con manifestaciones ideológicas que se fueron plasmando, también, en acontecimientos tan significativos como el Concilio Vaticano II (1962-1965), el movimiento de igualdad, desobediencia social y pacifismo liderado por Luther Khing (nacido en 1929 y asesinado el 4 de abril de 1968 a los 39 años de edad), la revolución Cubana (1959), la “guerra de los misiles” (1962) y la muerte en la selva boliviana del Ché Guevara (9-10-1967), la pervivencia del “muro de Berlín” (construido en 1961), el legado, que apuntaba finalmente hacia el “eurocomunismo”, dejado por Palmiro Togliatti etc.

No podemos olvidar que también en el campo de la orbita del comunismo soviético se dan movimientos como la Primavera de Praga, una lucha por lo que se llamó “Socialismo con rostro humano”, bajo la dirección de Alexander Dubcek, Primer Secretario del Partido Comunista y al amparo del “Programa de Acción”, aprobado por el Comité Central del Partido Comunista. La eclosión de este movimiento se manifiesta públicamente a partir del 5 de enero de 1968 y dura hasta el 20 de agosto del mismo año en que es aplastado con la entrada en Checoslovaquia de mas 200.000 soldados y unos 5.000 tanques del “Pacto de Varsovia”, auspiciado por la U.R.S.S.

Quizá también es oportuno considerar, como telón de fondo del 68, que en diciembre de 2008 se cumplía el veinte aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, votada y aprobada en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 (estamos en ocasión de celebrar su sesenta aniversario). El dato no es baladí. El año 1968 había sido declarado por la Naciones Unidas “Año Internacional de los Derechos Humanos” y entre las actuaciones llevadas a cabo por el movimiento estudiantil en Santiago de Compostela en febrero de 1968, está precisamente la publicación por primera vez en gallego de dicha Declaración, que le servía de norte.

Veinte años es un breve lapso de tiempo histórico, pero quizá suficiente para que el contenido de la Declaración hubiese penetrado en determinadas élites o movimientos intelectuales, estudiantiles y obreros, dando lugar a una remodelación de las conciencias en función de los principios que establece. Y eso tanto a un lado como al otro del entonces llamado “telón de acero”. En la discusión y elaboración de la Declaración habian participado representantes de todos los países miembros de las Naciones Unidas, desde Afganistán hasta Yugoslavia, si los ordenamos por orden alfabético. (Ver “Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Nacimiento y significación” de Albert Verdooot. Editorial Mensajero. Bilbao 1969. Traducción de Javier Arzálluz sobre el original francés. páginas 71 y 72).

Así pues los llamados países del Este no fueron ajenos al gran acontecimiento que supuso esta Declaración de Naciones Unidas que pudo estar como guía, al menos en parte, en el origen de los citados movimientos en favor del “socialismo de rostro humano”.

Por otra parte, René Cassin, (prologuista del libro citado anteriormente y representante de Francia y Premio Nobel de la Paz de 1968) que participó en la génesis de la Declaración desde los comienzos de la segunda guerra mundial hasta la fecha de aprobación, escribe:

    “Quince años después de la adopción de la Declaración de los Derechos del Hombre, puede constatarse que algunos Estados que se abstuvieron en el momento de la votación , por considerar que la declaración estaba “pasada de moda” y superada por los acontecimientos (me refiero a los países afectos a las doctrinas materialistas marxistas), han revocado su postura, y no solamente invocan a cada momento la declaración, sino que invitan a los otros Estados a apoyarse en ella para formular Declaraciones o Convenciones más acentuadas todavía (…) La Iglesia Católica, tras haber observado durante largo tiempo cierta reserva, aunque favorable, se pronuncia categóricamente por boca de su Cabeza, no solamente a favor de la Declaración Universal, sino de la creación de organismos jurídico-políticos mundiales para resolver los problemas de carácter mundial entre los que figuran los relacionados con los derechos del hombre. La Encíclica Pacem in Terris, verdadero testamento de S.S. Juan XXXIII, constituyen sí misma una especie de Declaración de los Derechos del Hombre de carácter religioso, cuyas disposiciones se aproximan singularmente a las del instrumento surgido en 1948 de una Asamblea política y, en algunos puntos como la propiedad, la emigración y el derecho de residencia, llegan mas lejos que ella”. (Libro citado. Páginas 14 y15)

Por su parte Albert Verdoot dice:

    “No se debe a un optimismo o fe exagerados el predecir para la Declaración universal una considerable influencia sobre las concepciones y aun sobre las místicas que puedan cimentar humanamente las distintas partes de la tierra, que ha llegado a ser muy pequeña y muy poblada, colocadas frente a frente a las místicas de la violencia, de destrucción y de compartimento imposible del mundo (…) debemos , con todo, tener la esperanza de que pueda constituir una palanca de acción para un mundo mas humano (…)”

    “(…) El hacer al conjunto de los habitantes del globo mas sensibles a la injusticia cometida aun en lugares alejados, darles la voluntad de combatir esta injusticia y de prevenir o curar muchas otras: ¿no es junto con la organización de la paz, uno de los deberes más imperiosos de cada uno de nosotros? En el mismo orden de ideas, recordemos la famosa Encíclica Pacem in Terris. Juan XXXIII proclama en ella que la Declaración universal es uno de los actos mas importantes… para el establecimiento de una organización jurídico-política de la comunidad mundial (…)”. “(…) La Declaración puede, ciertamente, influenciar las costumbres y, por ellas, la ley. (…)”. (Libro citado, páginas 322 a 324).

¿Podría decirse esquematicamente que la eclosión del espíritu del 68 en España, dado el sustrato cultural e ideológico vigente, se produce vehiculada por una doble e interrelacionada canalización: por un lado el espíritu del Cocilio Vaticano II y la Pacem in Terris (movimientos JOC y JEC) y por otro lado por el desarrollo del pensamiento marxista uno de cuyos exponentes fue reconocidos fue Marcuse? Probablemente sí.

Estos son los sustratos conceptuales en expansión antes de 1968. Así pues los acontecimientos de 1968, las ideas profundas que los promovieron, las contradicciones que han puesto de manifiesto, no nos pueden ser ajenos, porque, sepámoslo o no, nuestro pensamiento, nuestras ideas y nuestro mundo y la experiencia histórica de la humanidad han sido, aunque fuese en mínima parte, conformados o impregnados por ellos.

Las ideas traspasan los siglos y el tiempo. Somos hijos del pensamiento griego y de la historia de Roma, como lo somos de tantos acontecimientos e ideas y conceptos filosóficos que la humanidad ha ido elaborando en siglos. También lo somos de acontecimientos tan recientes como los que comentamos, al margen del conocimiento que de ellos pudiéramos haber tenido en su momento.

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