Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Salvable, Jesús y poco más…

10-Septiembre-2008    Luis Troyano
    No hace falta recordar que ATRIO nunca se ha presentado como un sitio confesionalmente cristiano y menos aún católico. Sino como un lugar de encuentro donde cristianos y católicos, junto a otros creyentes y no creyentes, todos en búsqueda, puedan contrastar su fe o sus convicciones para situarlas en una dimensión espiritual más abarcante. Eso es lo que proponen escritos como el anterior de Juan Luis y el presente de Luis Troyano.

Ayer, tarde de domingo, estuve haciendo zazen (la posición del loto del Buda), 40 minutos más otros 40, con intermedio para fumarme una pipa de tabaco. Me he fabricado una de caño largo, similar a la de los nativos sioux norteamericanos. Está secándosele el barniz expuesta al sol, estoy impaciente por usarla, la he probado y va “como una locomotora”. Me “siento alguien”, sentado en mi sillón, fumando con mi larga pipa. ¡Ah! El tabaco es malo, no fuméis. Yo estoy ya, a mis 60 años, intoxicado. Pero se que acortará mi vida.

Esta mañana he estado arrancando la mala hierba… pero en el patio de mi casa…, mañana tengo trabajo duro y esta tarde he decidido hacer lo que realmente quiero, leer, y en concreto releer a Wilber.

Como digo, releyendo “Sexo, Ecología, Espiritualidad” de Ken Wilber (Gaia ediciones) me “topo” con unas paginas que -para mí- contienen más verdad que otros libros similares enteros. Obviamente están sacadas de su contexto, que es el libro entero o, más bien, la obra entera de Wilber. Pero aún así se puede casi entender todo lo que nos dice. Si esto que aparece abajo, lo leyese Benedictus XVI las encontraría obra del diablo…

¿Qué te parecerá a ti…?. Lee, si quieres… Lo he transcrito para ti tecleando letra a letra, interiorizando cada palabra, pues no tengo escáner…

* * * *

La Tierra en la balanza

Se dice a menudo que Platón era el filósofo del otro mundo y que Aristóteles era el de éste. Como demostró Lovejoy, una vez más esto está justamente al revés.

Es verdad que Aristóteles pasó una gran parte de su tiempo analizando y pensando sobre este mundo, pero su Dios, al contrario que el de Platón, es un Dios puramente ascendente. El Dios de Aristóteles era la cumbre y la meta más elevada de toda la creación (omega), pero no era la fuente y origen de la creación (alfa). De hecho, el Dios de Aristóteles no estaba en la manifestación en absoluto, excepto como causa final de todos los seres, es decir, como meta a la que siempre lucharán por llegar y nunca llegarán. Las cosas no vinieron del Dios de Aristóteles, sólo van hacia Él. En otras palabras, Aristóteles entendió muy bien y con mucha precisión el Uno Perfecto como lo Bueno, pero no las manifestaciones del uno como Bondad o Plenitud creativa. Para Lovejoy:

    “El proceso inverso (el del Flujo creativo, descrito por Platón y extendido por Plotino) no encuentra lugar en el sistema de Aristóteles. Su Dios no genera nada. A excepción de algunos lapsos en su discurso habitual, Aristóteles se adhiere a la noción de autosuficiencia como atributo esencial de la Deidad (causal); y ésta impide cualquier cosa (la relación con los seres finitos que estaría implicada en el hecho de crearlos). Es verdad que esta Perfección Inmóvil es para Aristóteles la causa de todo movimiento y actividad de los seres imperfectos, pero únicamente es su causa final. La bienaventuranza de la que disfruta continuamente Dios en su eterna autocontemplación es lo bueno que todas las cosas añoran y hacia lo que, en distinta forma y medida, se esfuerzan.

    Pero el Motor Inmóvil no es la base del mundo; su naturaleza y existencia no explican por qué existen las cosas, por qué hay tantas, por qué los grados y tipos de diferenciación de la divina perfección son tan variados. Por tanto, no puede proveer de una base al principio de Plenitud.”

Aristóteles, por tanto, aparte de sus extraordinarias contribuciones a la comprensión de “este mundo”, está en la raíz del ascendente occidental arquetípico. En consecuencia es la primera gran nota fragmentada a Platón. Éste, como hemos visto, defendió tanto el Ascenso como el descenso, la Cumbre y el Origen. Estas dos corrientes (el Dios de Platón, tanto en el mundo como más allá de él, y el de Aristóteles, sólo más allá de él) entrarían en las corrientes de la civilización occidental con dos programas totalmente diferentes: ofrecer su amistad al mundo o escatimarla.

Platón fragmentado podía ser llamado para apoyar cualquiera de las dos visiones; Aristóteles podía ser llamado a apoyar únicamente la segunda. El peso de la opinión, por tanto, ya estaba un poco inclinado hacia el lado de los ascendentes. Si no se evocaba a la totalidad de Platón, era muy poco lo que quedaba para mantenerse en la tierra.

Y precisamente sobre esta plataforma (que ahora se tambaleaba entre este mundo y el otro) se iba a construir la cultura occidental.

La trinidad sobrenatural

Plotino mantuvo admirablemente unidos los caminos de Ascenso y de Descenso, expresando y puliendo la no-dualidad original de Platón. La escuela no-dual de Platón/Plotino hubiera, casi con seguridad, marcado la pauta (tal como lo harían los sistemas no-duales de Shankara y Nagarjuna en el hinduismo y budismo, respectivamente) si no hubiera sido por un factor determinante y decisivo: la entrada en escena del cristianismo mítico-literal.

Con el Dios mítico disociado y antológicamente divorciado de la naturaleza y de la humanidad (lo que Tillich llamó “el dualismo estricto de la esfera divina en el cielo y la humana en la Tierra”) era imposible asentar a Dios en este mundo. Y por tanto no había forma de que el destino de un ser humano se realizara finalmente en esta vida, en este cuerpo, en esta tierra. Así, los ascendentes al “otro mundo”, totalmente fragmentados, e impulsados por Fobos (miedo a la tierra, al cuerpo, a la naturaleza, a la mujer, al sexo y a los sentidos), podían dominar, y dominaron (aunque nunca de forma exclusiva), la escena occidental durante un milenio.

Pero en punto irónico es que el Dios míticamente ascendido no era ni siquiera un Dios verdaderamente ascendente o trascendente; ni siquiera era un Dios gnóstico o el Uno causal (excepto para los pocos que lo realizaban). Era, totalmente, una producción mítica: un dios volcán local, geocéntrico, egocéntrico y antropocéntrico, de nombre Yahvé, cuyos auténticos colores estructurales se muestran en el hecho de que interviene en la historia humana, interfiriendo en ella, con el único fin de “premiar” o “castigar” a Su pueblo “elegido” o, aún más frecuentemente, para machacar milagrosamente a los enemigos de éste.

Simplemente no cabe ninguna duda acerca de la estructura de conciencia autora de tales producciones, la cual ha merecido algunos juicios muy duros por parte de algunos de los pensadores más profundos de la tradición cristiana (y judía), comenzando por Clemente y Orígenes (y Filo), quienes coinciden con Paul Tillich:

    “Cosas tales como intervenciones mágicas de Dios, inspiraciones y revelaciones especiales, están por debajo del nivel de la experiencia religiosa real.

    La religión misma es inmediatez (refiriéndose precisamente a la inmediatez de la Vigilia básica o pura Presencia, que es el Espíritu en nosotros, como Tillich mismo deja claro). La herencia supernaturalista en cuanto a la suspensión de las leyes naturales en el nombre de los milagros se derrumba por completo”.

Pero como he intentado dejar claro, lo problemático no era la existencia misma del imperio mítico cristiano-romano. Esta estructura mítico-racional actuó como principio básico de significado cultural e integración social durante todo el primer milenio; fue apropiado para esa fase especifica, trayendo consigo todos los avances (y todos los desastres) que comentamos en la sección mítico-racional del capitulo 5, en particular las nuevas formas de moralidad sociocéntrica y la creencia (posconvencional) en el estatus de igualdad para todos los ciudadanos bajo la ley (romana) y ante los ojos de Dios; por otra parte, estaba repleta de intentos imperialistas y militaristas “globalizadotes” inherentes a la estructura mítico-racional.

Cuando comentamos los sistemas de Platón o Plotino (o Nagarjuna o Shankara), estamos hablando de lo más avanzado dentro del desarrollo de la conciencia en ese periodo; no espero que esa fuera o pudiera ser la forma de conciencia habitual en aquel momento temporal ni juzgo el tipo de conciencia media de aquel tiempo según las estructuras actuales. El problema concreto no fue la llegada del imperio mítico-militar cristiano-romano, sino lo que la visión del mundo media y habitual de la época hizo a la visión del mundo pionera y avanzada: la declaró anatema y la condenó total y rigurosamente, incluso a veces violentamente (particularmente en la Contrarreforma), de forma que (con muy pocas excepciones) no han ocurrido, a la misma escala, en ninguna otra ocasión de la historia mundial.

* * * *

(Me gustaría seguir, pero creo que ya dice algo… lo trancrito de Wilber.)

Por esto que has leído y por más motivos. Creo: que el cristiano realmente progresista, no tiene más que un camino. Imitar la contribución que Gorbachov hizo a la libertad… Propiciar un Nuevo Orden y colaborar en la liquidación del viejo cristianismo mítico-literal…

Un Nuevo Orden que, en lo espiritual, tire de nosotros hacia arriba, desde la racionalidad a la transracionalidad.

El cristianismo en un 90 % tira de nosotros hacia abajo, de lo racional, con lo que ha costado establecerlo, nos quieren retrotraer a lo mítico. “Se les paró el reloj” en el año mil. Las tres religiones del Libro, tiene ese mal.

Siento ser tan crudo pero, si no, no seria yo.

“Cosas tales como intervenciones mágicas de Dios, inspiraciones y revelaciones especiales, están por debajo del nivel de la experiencia religiosa real”.

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