Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La verdad no juega al fútbol

18-Septiembre-2008    Mario Cervera

La barra del bar una mañana de lunes. Todos hablan de fútbol. Visiones opuestas de las jugadas y decisiones arbitrales. ¿Buscan la verdad de los hechos? ¿Valoran objetivamente méritos de jugadores, técnicas o tácticas? No es eso lo que importa. Cada uno defiende apasionadamente “su equipo”. Eso y sólo eso es lo que anima la discusión de fútbol.

Este diálogo, de alguna manera, se da también en “cuestiones teológicas”. No el diálogo en sí (a veces más ridículo aún), sino los “planteamientos futbolísticos” de muchas posiciones.

Creo que muchas veces las personas defendemos “ideologías” y no “ideas”, posiciones y no contenidos, o peor aún: las “procedencias” de dichas posiciones. Lo de menos es defender la “verdad” de las cosas, sino quién las ha dicho. Supongo que eso lo hemos comprobado en varias ocasiones con gente que hemos encontrado en el camino de la vida. Son, por tanto, “planteamientos futbolísticos”, de defensa corporativa más que de búsqueda sincera de la verdad.

Con frecuencia las personas no somos conscientes de que hay que “defender” la verdad, venga de donde venga (del papa, de un ateo, de un musulmán, de Zapatero o de un hereje…).

Creo que muchos tratan de “defender el sentido de lo que han recibido” en lugar de ver “si lo que han recibido tiene sentido”. Y con mayor motivo si “lo recibido” es “por decreto” o “por arte de magia”.

La primera actitud será más “eclesial” y “fiel” para algunos (defender lo recibido). Para otros será simplemente infantil. La segunda actitud supongo que todos la verán lícita, mientras no sea rechazar lo recibido también “por decreto”, sin darle margen de verdad, que es la tendencia de los peleones periféricos, como hace con frecuencia un servidor.

En relación con esto, estoy convencido de que bastantes personas fanáticas que defienden siempre el discurso “oficial” de la Iglesia, defenderían incluso una “herejía” si les muestran un documento donde aparece la firma del papa. Me gustaría hacer la prueba: ¡seguro que muchos defienden la herejía! Tampoco estaría mal darle, a un fanático defensor de Rajoy, una declaración de un tema controvertido, firmada por el mismo Rajoy, que en realidad son palabras de Zapatero (o viceversa). ¡Seguro que más de uno dice que tiene más razón que un santo! (Por cierto, ¿de dónde viene esa frase tan poco acertada, que identifica la santidad con tener la razón?)

Creo que algunos usan el siguiente esquema interno:

    1) defender la postura (ponerse a la defensiva)

    2) encontrar argumentos para apoyar la defensa.

Eso es contrario a:

    1) Reflexionar sobre la postura, creando una opinión propia

    2) Encontrar argumentos a favor (o en contra) de mi opinión sobre dicha postura.

Desgraciadamente, el primer esquema se da mucho en personas conservadoras - de la politica, de la Iglesia- incluso la teología más tradicional que trata de justificar (con malabarismos teológicos, filosóficos) aquella postura recibida, que hay que “defender como sea”, sea creando “nuevos dogmas” o siendo ambiguos con el lenguaje para al final “no decir lo que el dogma dice, pero sin negarlo”. Repito, responden a un: tratar de “defender el sentido de lo que han recibido” en lugar de ver “si lo que han recibido tiene sentido”.

Y lo mismo ocurre con algunos más “progres” que podemos llegar a defender por defender “otros modelos, otras teologías”, o su contrario: en lugar de la postura “a la defensiva” caemos en la postura “al ataque” (desde un “de primeras no es cierto” ante lo recibido) movidos por el descontento, las ganas de cambio, la autocomprensión profética subconsciente… pero que puede convertirnos en ese “seguidor cenizo y cascarrabias” que sólo busca la crítica y está siempre pidiendo “la destitución del entrenador”. Ambas actitudes pueden tener buena voluntad (¡por defender la “verdad”!), pero ¿son constructivas?

En muchas discusiones que se plantean en Atrio, por ejemplo, he notado también esos “planteamientos futbolísiticos”, en el sentido de defender “lo mío” no por ser cierto, sino por ser lo mío (o lo nuestro, lo de la Iglesia, o lo de la “resistencia”, ¡¡¡lo de nuestro equipo!!!). Al final podemos caer en defender lo oficial por ser lo oficial, o lo periférico precisamente por no serlo. De esa manera leemos artículos, comentarios… con esas gafas que todos nos tenemos que limpiar. Porque ¡el que no esté ideologizado, que tire la primera piedra!

Sobre fútbol, una vez me dijeron: “en el fondo, la pasión por el fútbol es una cuestión de nacionalismos”. Creo que lo mismo ocurre con la defensa a ultranza de las propias ideas, sobre todo cuando no se relativiza el sentido de “pertenencia” al colectivo que tiene esa convicción, y lo importante acaba siendo la defensa de ese colectivo (con su contenido completo, sea el que sea) que la validez de su propuesta.

Y ya que hablamos de nacionalismos, de ideologías, aprovecho para compartir la una frase que me dijeron una vez: “el que ama la patria es un patriota, el que ama una idea, entonces, ¡es un IDIOTA!”.

Pero no tenemos que ser idiotas, amando a las ideas. ¡Lo que tenemos que amar es a Dios y al prójimo! No a las ideas, ni a supuestas “verdades”. O al menos no hacerlo de un modo fanático. Y más sabiendo que, “para que una cosa sea verdad, no necesita ser absoluta”, como nos recuerda José María Vigil en el libro del pluralismo religioso. O como he leído a J.I. González Faus recientemente: “un error no es más que una dosis equivocada de verdad”.Yo a más de un “vigilante de la ortodoxia y de las verdades absolutas” le diría, más bien: “un error es una dosis IMPERTINENTE de verdad”. Porque la verdad es siempre impertinente (y por eso tantas veces se considera errónea, porque molesta). La verdad es incómoda, mueve el corazón y pone en marcha, no para amar esa supuesta verdad, sino para Amar, simplemente amar, sobre todo a los más necesitados de amor.

La verdad no juega al fútbol. O igual sí. O “ni sí ni no, sino todo lo contrario”. Porque la verdad, quizás, es cuestión de tensión de contrarios.

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