Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Criticando la teología

25-Septiembre-2008    Antonio Sanchis Pallarés
    Me ha sorprendido la recepción de este escrito que me envía un antiguo amigo a quien no veo desde hace más de veinte años, desde los tiempos de compromiso cívico en el barrio de la Malvarrosa. Es una reflexión que resume toda una vida de caminar hacia el corazón humanista del cristianismo.

Me conmueve ver el heroico esfuerzo que hacen multitud de cristianos para mantener, vivir y extender su fe.

Como impregnado de la influencia del cristianismo, no me resulta difícil meterme en la piel de estos militantes de la fe. Los comprendo y casi podríamos decir que los admiro y los acepto con alegría como compañeros de camino.

Efectivamente me conmueve su esfuerzo. Además de ser decisivo y positivo para su construcción personal repercute también en la construcción de una sociedad más justa y más humana. Hacen del compromiso su estilo de vida.

Pero reconociendo esto, y después de leer algún artículo de Atrio, yo voy a dar mi versión del cristianismo, que teóricamente no coincide con la suya. Me voy a conformar con el enunciado de unas ideas telegráficas que han ocupado mi cabeza los últimos años, y que creo que tienen algún calado.

1.- Y como presupuesto: si tener fe significa aceptarse heredero de la tradición bíblica y su idea de Dios, no tengo fe. Si tener fe significa creer que Jesús es “el ungido”, el que capta la esencia de Dios y la agota en sí, no tengo fe. Si tener fe significa creer que Jesús es Dios, no tengo fe. ¿Habrá que repetir que la Biblia no es más que una expresión muy imperfecta y arcaica de lo que podría ser Dios? ¿Habrá que repetir que la Biblia no tiene por qué ser palabra de Dios? (Tesis para revolver)

2.- Lo siento, pero no considero productivo sino algo esquizofrénico el esfuerzo de tantas personas modélicas que se “esfuerzan” en tener fe. Como si la fe fuera una obligación o como si fuera el último refugio de la ignorancia. (“No lo sé, no lo comprendo, pero tengo fe”).

3.- Si no lo sabes o no lo comprendes di solamente: no lo sé o no lo comprendo, pero no montes un catafalco tan grande (Trinidad, cielo, infierno, demonio, purgatorio, Credo, Reino de Dios, Juicio final, inmortalidad del alma, creacionismo, omnipotencia divina, Dios en relación con el mal, el “silencio de Dios”, Providencia, Virginidad e Inmaculada Concepción, milagros, resurrección, oraciones “ad petendam pluviam” concepto de salvación, perdón de los pecados, casta sacerdotal, Sacramentos, Misa y Comunión, canonizaciones, Vaticano, Infalibilidad…) Uf!

4.- Ya veo que la nueva teología abomina de la mayoría de estos conceptos. O algunos teólogos los “reinterpretan”. No puedo dejar de conceptuar estos intentos de reinterpretación como el intento de elaborar una fe humana, como el intento de no ser absorbido por la contradicción. Me resulta algo patético intentar la convivencia de dos conceptos contradictorios: fe y razón. Y la argumentación es muy pobre en el fondo: fe y razón no son compatibles. Ese entramado sirve todo lo más como un intento de justificar la fe. O más bien para excusarla. Como diciendo: si Dios no creó el mundo al menos “no se descarta” que estuviera presente en el diseño de la primera bacteria o que alentara el alma en el primer homo sapiens, constituyéndose así en el eslabón perdido, o…

5.- “Non sunt multiplicanda entia sine necessitate”. Puede ser un buen lema: ¿para qué buscar respuestas donde no las hay? ¿Para qué recurrir a Dios si en la tierra encontramos explicaciones a todo lo terreno y lo celestial no nos sirve? Y, si hay algo que no puede explicarse, la postura ha de ser muy clara y muy honrada: eso no lo sé.

6.- Lo que no puede admitirse en mi lógica es que uno ocupe con Dios el lugar de la ignorancia. Que ante la magnitud de las cosas todavía sin explicar tome la decisión de afirmar: todo eso que ignoramos es Dios. Simplemente, todo eso que ignoramos es ignorancia.

7.- Salvemos a Jesús. Frase que puede parecer grosera. No creo que Jesús necesite ser salvado. Sobre todo según la mentalidad de quienes se sienten salvados por Él. Quizá pudiéramos decir: Rescatemos a Jesús. En todo caso, yo lo digo en el sentido de que vista en su conjunto la historia de la Humanidad y más en concreto la historia de la Iglesia la figura de Jesús es de las intocables. Punto de referencia. Vale, dejémoslo claro. Pero quizá necesita ser salvado en el sentido de que ante la el gran catafalco y el desprestigio de las Iglesias su figura no creo que deba cuestionarse.

8.- No cuestionarse, pero sí relativizarse. Es natural que diga esto si atendemos al proceso lógico (¿?) de este escrito: se cuestiona la Biblia como palabra de Dios, se cuestionan los milagros, se cuestiona su idea de la salvación, sus predicciones sobre la venida del reino y su propia resurrección Francamente, desde lo hondo de mi corazón debo afirmar: Jesús sólo era un hombre.

9.- Si es así, ¿por qué debemos salvarlo o rescatarlo? Por su mirada, por su adscripción al bando de la ternura, la humildad, la sinceridad; por su sentido de la justicia; por ser tan consecuente; por amar hasta el extremo. Es decir, por su manera de mirar y acercarse a su padre Dios. Este apartado es fácil de rellenar por los lectores.

10.- Pero aquí se advierte una contradicción, que vamos a abordar: si he dicho que la Biblia no es palabra de Dios, que el concepto que la Biblia tiene de Dios es más bien erróneo, que Dios es el modo que muchos tienen de llamar a la ignorancia y que Dios puede ser más un deseo que una realidad, ¿en qué sentido puede decir una persona sin fe que Jesús se acercó a Dios?

11.- Prescindiendo de que Dios exista o no, hay algo que sí que existe: el bien y el mal. Eso se ve y es objeto de innumerables escritos y trágicas reflexiones cotidianas. Es lo que la Biblia tipifica como Dios y el Demonio. Y una cosa está clara: el bien ayuda y el mal entorpece. El bien nos hace felices y el mal nos hace desgraciados. Si deseamos la felicidad para nosotros y para la humanidad hemos de tender al bien, hemos de buscarlo, hemos de desearlo, hemos de luchar por él. Y no sólo nuestro bien y nuestra felicidad sino el de todos: cuanto más felices sean los demás más felices seremos nosotros.

12.- Eso es lo que buscaba Jesús: el bien. Aunque lo llamara Dios de acuerdo con su tradición judaica. No tenía otro punto de referencia. Pero le era suficiente. Y eso es algo a lo que sus seguidores no pueden renunciar. Los seguidores de Jesús pueden renunciar al dogma, al montaje teorizante y a la Iglesia tradicional. Pero no pueden abdicar en su búsqueda del Bien.

13.- Afortunadamente, y éstos son de verdad “signos de los tiempos”, todos los cristianos admiten que otros muchos personajes históricos también practicaban ese acercamiento a Dios. Hablamos sobre todo de budismo y de algunas filosofías orientales, pero este epígrafe puede rellenarse con facilidad.

14.- ¿Pueden ser prácticos los signos? Sí. ¿Pueden ser prácticos los símbolos? Siempre lo han sido. ¿Puede ser práctica la reunión de sus seguidores? Sí, imprescindible. Pero llamar a esto “Iglesia” en la actualidad es peligroso, por las adherencias vaticanistas que arrastra.

15.- Ya me imagino, para terminar, la dificultad de que este escrito lleve a algún sitio. No creo que cuente con muchos adeptos. Desde luego, pueden descartarse los “mandos”. Además, es difícil que estén de acuerdo con él los actuales cristianos, aunque pertenezcan a las comunidades de base. Creo que éstos no pueden concebir su adhesión a Jesús sin la fe. Es difícil que estén de acuerdo con él los teólogos porque aquí se considera que la teología ha de estar al servicio de la filosofía y no al revés. Y es difícil que estén de acuerdo con él los laicos comprometidos con los derechos humanos, porque a éstos no les añade nada el concepto de lo sobrenatural.

16.- Cualquier amigo bien intencionado puede reprocharme o preguntarme: “entonces, ¿por qué lo has escrito?” Y yo respondo lo que respondería cualquier escritor: 1) porque estoy convencido de lo que he dicho; 2) porque creo que hay más gente convencida de estas mismas ideas; 3) porque el desprestigio de la Iglesia es tan grande que tengo un gran miedo: que la Iglesia caiga y arrastre en su caída a su fundador.

17.- ¿Alguna salida? Sólo tres: 1) proseguir sin desmayo las actividades de las comunidades de base, que prácticamente son una iglesia paralela; 2) seguir profundizando en la teología y exprimir al máximo las investigaciones sobre el Jesús histórico; 3) aprovechar al máximo las enseñanzas de Jesús para la elaboración de una nueva ética y 4) no desligar la adhesión a Jesús del compromiso social.

    Antonio Sanchis Pallarés
    Valencia, septiembre 2008
    antonio.sanchis@terra.es

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