Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Sobre el esfuerzo de actualizar la fe

27-Octubre-2008    Antonio Sanchis Pallarés
    Antonio SANCHIS escribió para ATRIO un artículo “Criticando la teología” que tenía mucho de testimonio personal. Le contestó José Luis SERVERA el 5 de Octubre. Desgraciadamente el debate a esta entrada, a pesar de ser uno de los diálogos más profundos de ATRIO sobre fe e increencia, se desvió por otros derroteros. Ello nos ha hecho retrasar la contrarréplica de SANCHIS, que hoy publicamos con el ruego de que la palabra “hombre” que él emplea sea entendida como “anthropos” y no como “andros”, es decir en la primera y no en la segunda acepción del DRAE. No se aceptarán aquí comentarios que vuelvan sobre esta discusión de lenguaje.

Contestando a José Luis Servera

Estimado José Luis: Voy a contestarte párrafo a párrafo

Te agradezco, como a todos, tu atención, y tu cordial propósito de ayudar a los creyentes, en una actitud auténticamente evangélica

Debo aclarar que aprecio el esfuerzo que se está haciendo para actualizar la fe en un nuevo contexto histórico–cultural, a cargo de la teología crítica moderna, que vuelve a las fuentes. Pero, por lo visto, no lo hago patente en mi escrito y aludo a cosas que posiblemente ya estén superadas en la teología moderna. Por tanto, no debería criticar a unos cristianos por aferrarse a unas determinadas creencias cuando en realidad ya han superado ese modo tradicional de entender la fe. eso ya lo han “superado”. Efectivamente, desde Strauss a John Meier y Piñero, pasando por Bultmann, hay muchos elementos que antes se consideraban intocables y que hoy en día los cristianos conscientes ya los han reelaborado. Desde aquí mi reconocimiento no sólo a los estudiosos sino a los cristianos conscientes que se atreven a pensar por su cuenta, entre los que creo que puedo incluir a todos los lectores-escritores de Atrio. Pido perdón por haber metido en el mismo saco varias ideas muy heterogéneas.

Como yo no pretendo saber qué es lo que preocupa a cada creyente, dime si me equivoco al enunciar este apresurado listado de cosas que ya se pueden considerar “superadas” o reelaboradas en profundidad, de acuerdo con la crítica literaria de los textos y con la nueva cosmovisión. Y no estaría mal que creyentes con más conocimientos que yo completaran este breve listado de cosas problemáticas

Yo creo que este listado, aunque en distintos grados, ya ha sido muy reinterpretado. Sin ni siquiera tocar el Viejo Testamento, me refiero a cuestiones neotestamentarias como la virginidad de María, la Inmaculada concepción, la Resurrección, la Ascensión o los milagros, el cielo, el demonio, el infierno y el purgatorio, el concepto de Reino de Dios, que se instaurará en esta generación (la de Jesús) y todo lo relativo a la distinción que puede establecerse en el Evangelio entre elementos históricos y elementos teológicos –podrían llamarse “ideológicos”- sobreañadidos al texto por los autores o por la tradición. ¿Todo eso está o no está superado? Desde luego, no en los sermones dominicales, aunque eso ya sé que lo tenéis en cuenta. Y, al margen del Evangelio, añadamos todo lo relativo al montaje vaticano, la infalibilidad pontificia, la casta sacerdotal, el “extra ecclesiam nulla salus”, la prohibición del condón, matrimonios homosexuales, divorcio, la sumisión a los poderes terrenales, las canonizaciones y sus criterios, etc.

Dejemos que la crítica literaria y el sentido común vayan poniendo cada una de estas cosas en su sitio. Creo que el camino ya se ha iniciado

Pero hay otro capítulo que no se refiere sólo a estos elementos que, al fin y al cabo, pueden resolverse con métodos humanos, contexto histórico, etc. Me refiero a toda una temática que tiene que ver con el origen más primigenio, con la filosofía o teología subyacente a todo esto, temas que afectan a la raíz, a la naturaleza de Jesús y del mismo Dios,

Aquí la pregunta es: ¿se considera sobrepasado el Credo de Nicea? De acuerdo en que Jesús nació, murió y fue sepultado. ¿Pero hay algún otro punto de Nicea en el que podamos creer? ¿El creacionismo? ¿La omnipotencia de Dios? ¿Su bondad? ¿Cómo se compatibiliza con el mal del mundo? ¿Nuestra salvación? ¿Cómo y de qué? ¿El pecado? ¿El perdón? ¿El bautismo para perdonar pecados? ¿El juicio final? ¿La transmisión de la gracia por medio de los sacramentos? ¿La Santísima Trinidad? ¿La inmortalidad del alma? ¿La Providencia? ¿El poder de la oración: pedid y se os dará?

No estoy seguro de que todo esto haya sido superado. Si así fuera, a la Iglesia y a la misma fe les faltaría más de un punto de apoyo decisivo y entonces sí que habría que replantearse todo desde el principio.

Aunque si todo eso se cuestiona, con lo que tiene de magia y mito, todavía queda algo a lo que aferrarse: la persona de Jesús y la búsqueda del último sentido de la vida. Me parece que eso tú y todos los afectos a Atrio lo consideráis irrenunciable, como veremos por todo lo que dices a continuación, y que me voy a atrever a apostillar en algún punto.

Hay una afirmación tuya que casi casi yo podría firmar, y que resumo. Dices: “Si pensamos que la Revelación se da en muchos hombres de carácter profético, que se puede dar en todas las religiones y en todos los que, sensibilizados en lo religioso, profundizan en la realidad de este mundo y descubren unos nuevos sentidos de las cosas; si pensamos que el hombre, si busca, puede encontrar a Dios, entonces la Biblia es palabra de hombre que descubre lejanamente algo de Dios. Esto no se puede aplicar a cualquier afirmación humana, sino que requiere estadios de madurez de la humanidad”.

Suscribiría todo este párrafo, aunque eliminaría una palabra, que es decisiva: Revelación. Lo siento, pero no creo que eso sea “revelado”. Si así fuera, ya no sería el hombre el que descubre lejanamente algo de Dios, sino Dios el que se revela al hombre, y precisamente eso es lo que yo niego.

Tu próximo párrafo es muy significativo, y sobre él o sobre las interpretaciones que haces de mi escrito voy a permitirme hacer dos matizaciones fundamentales. Efectivamente, dije, y tú recoges, que muchos consideran la fe “como el último refugio de la ignorancia”. Y, efectivamente, esa afirmación incluso puede parecer ofensiva. No iban por ahí los tiros, y necesito explicarme. No me refiero a que los que tienen fe sean unos ignorantes. Ni muchísimo menos. Desde luego, en este contexto no hablo de iletrados o indoctos. Reconocerás que yo no me considero más, sino menos, que todos vosotros, y especialmente menos que tú y por tanto esa clase de soberbia es impropia de mí. No me refiero, y sigo, a la ignorancia particular o individual de un cristiano, de un creyente, sino que me refiero a la ignorancia de la humanidad. Me refiero a que la humanidad en su conjunto no ha podido explicar el problema de Dios, que la humanidad en su conjunto no se ha explicado todavía cómo hace cuatro mil millones de años apareció una primera bacteria que con el tiempo y una caña ha dado origen a esto que somos ahora. Y la Humanidad ignora todo lo relativo al destino último del hombre. La Humanidad no sabe nada sobre nuestro principio ni sobre nuestro fin. En ese sentido afirmo que la humanidad es ignorante, y una buena porción de esa humanidad lanza una hipótesis, que para algunos es una certeza y se convierte en carne y sangre: en el principio y en el fin está Dios. Para mí es muy atrevido que de una cosa, sobre la que se acumulan tantas dudas, se saquen conclusiones tan explícitas y tan determinantes y se monte una conceptualización tan grande como la historia de las religiones. Reconocerás que el catafalco ha sido espectacular. Y no quiero hablar de Cruzadas, Inquisición, herejes, expulsiones, judíos, etc. Francamente, no dejo de preguntarme: ¿cómo de una cosa que no se sabe pueden hacerse tan grandes teorizaciones? Y me sigo preguntando: ¿por qué tenemos que buscar fuera de la vida algo que no sabemos si está fuera de la vida? ¿No sería más lógico buscar en la vida, en la humanidad, en la inmanencia, algo que dé sentido a esa propia inmanencia? ¿Por qué no buscar en la vida el sentido de la vida? ¿Por qué buscamos en algo que no conocemos el sentido de algo que conocemos?

En fin, a eso me refiero al decir que la fe es el último refugio de la ignorancia: ignoramos qué es Dios y sin embargo con la fe creemos en él. ¿Cómo se cree en algo que se ignora? Y ¿por qué?

Preocupado por esto, añades una pregunta muy bonita: ¿Para Jesús su fe fue fruto de una obligación, de un necesario esfuerzo y para tapar su ignorancia?

Es fácil contestar: no. Para Jesús su fe fue una necesidad, creo. Es decir, Jesús no tenía más necesidad que creer. Jesús era hijo de Israel, un auténtico israelita que, como tal, estaba imbuido de una religiosidad connatural. Para Jesús, la fe y la respiración eran la misma cosa. Era hijo del Dios de Abraham, de Moisés y de Jacob, del Dios de sus padres. Una actitud excelente ante la vida, que además supo distinguir el trigo de la paja, criticando todo lo que había de inhumano y de atrabiliario en esa tradición. Todo eso es cierto y es lo mejor que un hombre podía hacer en esas circunstancias. Ahora bien, eso no significa necesariamente que su fe fuera fruto de una revelación de Dios sino que fue el fruto de una tradición, de un ambiente especialmente propicio a la espiritualidad, con toda su validez y también con todas sus limitaciones, tal como puede entenderse de todo lo que he intentado exponer hasta ahora.

Poco que decir en cuanto a tu opinión sobre la retahíla de cosas que yo considero desfasadas, y que no se han montado con ánimo de engañarnos, aunque también esto debería matizarse. Y es cierto que muchos hombres y mujeres han dejado su vida en el camino por defenderlas consecuente y heroicamente. (Remito a la enumeración de cosas que creo desfasadas, que hago en mi primer párrafo de este escrito de respuesta).

Comprenderás que, con estas premisas, me cueste aceptar que no hay contradicción entre razón y fe. Y no sé por qué te extrañas, cuando ése es el tema explícito de mi escrito. No me olvido de que tú te consideres en la obligación de reinterpretarla y actualizarla constantemente. Ése es tu problema y el de los creyentes, no el mío. Y tampoco me olvido de aquello de “Fides quaerens intellectum” sino que simplemente lo rechazo. Y no creo que la fe desborde la inteligencia. Me parece demasiado pretencioso para la fe. Eso a pesar de que Werner Heisenberg crea que “La verdad habita en las profundidades” y de que él, junto con Niels Bohr y Wolfgang Pauli, crean que sin la fe que busca esa verdad corramos el riesgo de quedarnos sin brújula, y por tanto en peligro de perdernos. Francamente, no veo ese peligro por ningún lado. Y aplico aquí la idea de un párrafo anterior: si hay peligro de perdernos, la brújula hemos de encontrarla en esta vida. Creí que estaba claro.

No niego que el hombre se pregunte por el fin último de las cosas: de dónde venimos, a dónde vamos, qué hacemos en este mundo, qué sentido tiene la vida. ¿Pero necesitaré repetir que la vida nos ofrece suficientes elementos de juicio para responder a esas preguntas? Es fácil advertir y extractar de toda la historia de la humanidad que un hombre ha de ser “humano”. ¿No es eso suficiente? ¿No es base suficiente para elaborar unas normas de convivencia? ¿No hacen en realidad eso las leyes humanas, que, si se ven entorpecidas por algo es precisamente por la naturaleza humana, -el modo de ser de las criaturas- que, a pesar de ser creadas por Dios, tantos obstáculos ponen al desarrollo apacible de la humanidad? Ahora bien, si alguien, con Kant, cree “que es posible pensar en otras realidades no sometidas al espacio y tiempo” que siga pensando en ellas. Yo no lo veo necesario.

Nunca consideraré, como tú pareces sospechar y yo creo que he aclarado unos párrafos antes, que “la fe no se acoge como una escapatoria o cobardía ante la realidad”. No, de eso no te acusaré nunca. Y ni se me pasa por la cabeza pensar que yo estoy en posesión de la verdad. Cualquiera que me conozca sabe que eso es imposible que yo lo piense. Y no descarto que la fe, y sobre todo los creyentes, tengan algo que decir en la vida. ¿Y cómo decir y repetir que admiro tu temblorosa apuesta por Jesús de Nazaret, descubridor de eso que tú llamas camino hacia el Padre? Es tu opción, como la de muchos cristianos, y quizá sea más válida y valiente que la mía. Desde esta perspectiva subrayo alguna expresión tuya, llena de sentimiento y de convicción: “Jesús puede que solamente fuera un hombre pero fue el hombre que por su intimidad con el Padre podemos deducir que más se acercó a Dios”.

Creo que de momento hemos expuesto con respeto y convicción nuestro pensamiento, aunque en este escrito se formulen varias preguntas que, si alguno está dispuesto, puede contestar y al que yo seguiría respondiendo con auténtico talante fraternal.

Antonio Sanchis
6 octubre 2008

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