Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El ecumenismo ecuménico de Raimon Panikkar

02-Noviembre-2008    Victorino Pérez Prieto

Raimon Panikkar celebra este domingo 2 de noviembre su 90 cumpleaños. Este pensador catalán universal, filósofo y teólogo, es la mayor referencia actual del pensamiento interreligioso. Su larga e intensa vida y su amplísima obra (sesenta libros y cerca de 2000 artículos) son la búsqueda no de una pretendida e imposible religión universal, sino de la armonía invisible de todas las religiones, cuya riqueza está en ser partes de un todo armónico.

Solamente desde esa armonía se puede llegar a la verdad total, que no posee ninguna de las religiones particulares; tampoco la religión cristiana (Cf. la introducción a su vida y su obra con la referencia completa de esta en mi libro Más allá de la fragmentación de la teología, el saber y la vida. Raimon Panikkar, Tirant lo Blanch, Valencia 2008).

1. Una teología nacida en la búsqueda de un todo armónico, relacionado.

“Colligite quae superaverunt fragmenta, ne pereant” (Jn 6,12). Esta frase de Jesús de Nazaret que pone fin al relato de la multiplicación, muy querida por Raimon Panikkar, resume algo fundamental en su teología y su pensamiento: la necesidad de la integración del conjunto de toda la realidad en todas sus dimensiones; recoger los fragmentos esparcidos, hasta los más pequeños, para reconstruir el todo armónico: “Nada se desprecia, nada se deja de lado. Todo está integrado, asumido, transfigurado… Pensar todos los fragmentos de nuestro mundo actual para reunirlos en un conjunto armónico” (La intuición cosmoteándrica). La teología de Panikkar tiene como principal característica esta obsesión por el todo; por una armonía entre las diversas realidades y las distintas concepciones. “No es cuestión de parte alguna. No es cuestión de parcialidades… Es cuestión del todo” (Prólogo de El silencio del Buddha).

De ahí que otra clave de su pensamiento es la insistencia en la relatividad de todas esas partes, frente al absolutismo predominante de una de ellas. Pero, como repite constantemente, relatividad no es lo mismo que relativismo, cada parte del todo tiene su valor particular: “El dilema no es relativismo o absolutismo, sino el reconocimiento de la relatividad radical de toda la Realidad” (La Trinidad. Una experiencia humana primordial). Este concepto de relatividad radical, que tiene un equivalente en el hinduísta prat’tyasamutp’da, debe aplicarse a nuestra relación humana, a nuestra relación con el mundo, a la relación de Dios con ese mundo, e incluso a la misma realidad divina. “Todo está relacionado con todo”, afirma. Incluso, también Dios es pura relación, “Relación genitiva constitutiva de la realidad”. Este es el fundamento de su concepción trinitaria, que llama Trinidad radical.

2. Una teologia que parte de un diálogo intra-religioso

La teología de Panikkar, aunque se enraiza fundamentalmente en los arquetipos cristianos, no olvida otras dimensiones religiosas, místicas y teológicas; fundamentalmente del pensamiento hindú y buddhista. Ello da a su teología un cariz absolutamente ecuménico; una teología que nace de un diálogo intra-religioso, más allá del inter-religioso y un estrecho ecumenismo cristiano. Panikkar no sólo no teme acercarse a otras tradiciones, convencido de que pueden enriquecer la experiencia religiosa cristiana de la que parte, sino que considera esta relación como indispensable para el quehacer teológico y filosófico.

    “Quisiera ser fiel a la intuición buddhista, no apartarme de la experiencia cristiana y no desconectarme del mundo cultural contemporáneo… Soy cristiano e hindú, aunque me doy cuenta de que aquí no acaba mi peregrinación… ¿Por qué levantar murallas y mantener celosamente las separaciones? El hecho de ensalzar una tradición humana y religiosa no significa menospreciar las demás” (Prólogo de El silencio del Buddha).

Nuestro autor ha reiterado de qué manera se siente vinculado a una cuádruple identidad profundamente incrustada en su vida y fecundadora de ésta: la tradición cristiana, la hinduista, la buddhista y el pensamiento secular del siglo XX. Esta cuádruple tradición se hace presente en su teología, hasta el punto de que no podemos comprenderla sin conocer lo que supone en profundo diálogo interior.

    “Un diálogo interno dentro del propio yo, un encuentro en lo profundo de la religiosidad propia y personal del yo, cuando este tropieza con otra experiencia religiosa en ese nivel íntimo… Un diálogo intra-religioso que tengo que empezar yo mismo, preguntándome sobre mi mismo, sobre la relatividad de mis creencias y aceptando el desafío de un cambio” (“El diálogo interno: la insuficiencia de la llamada ‘epoché’ fenomenológica en el encuentro religioso).

Se ha acusado a Panikkar de sincretista. Nada más lejos de la realidad; él sabe muy bien que el sincretismo significa la muerte de la riqueza que supone la variedad de experiencias religiosas. Por otra parte, a pesar de su apertura al polifónico universo religioso, reconoce que él no se identifica en su interior con cualquiera tradición religiosa, aunque la respete y estudie. En un encuentro con el pensador judío Pinchas Lapide, hablando de su experiencia de diálogo y de “búsqueda intra-religiosa” entre cristianismo, hinduísmo y buddhismo, cuenta su estrecha relación con el Judaísmo, el Islam, Sikhs, Parsi, Jaina y otras religiones. Pero manifiesta una diferencia en su relación con las primeras y las segundas:

    “Mientras que el cristianismo, el hinduísmo y el buddhismo forman parte de mi tradición personal, las otras religiones eran objeto de estudio, de mis contactos y mis conversaciones. Mientras que yo puedo decir que soy un cristiano, un hindú y un buddhista... no puedo decir que soy un musulmán o un parsi. Tengo simpatía por otras religiones y por su tradiciones; sólo en este caso puedo hablar de otras” (Meinen wir denselben Gott? Ein Streit-gespräch).

“Las religiones están moribundas, pero la religiosidad, o mejor, la espiritualidad, no desaparecerá nunca”, gusta repetir. El cristianismo debe tomar nota y saber adaptarse al tiempo presente, dejándose esclarecer por la luz de otras creencias, dejándose enriquecer con su herencia y admitiendo que su universalidad se debe más a su esencia y a sus misterios que a sus instituciones y símbolos.

La realidad no es monolítica, no se puede reducir a un sistema único de creencias, a una visión única de la realidad, que sería necesariamente unilateral: “La farola de occidente no es la única farola que tenemos… La verdad puede ser más amplia, más profunda o incluso otra distinta de la que yo, incluso nosotros, vemos con claridad y distinción” (Sobre el diálogo intercultural). Consecuentemente, es necesario que se produzca una interpenetración, una fecundidad recíproca de todas las culturas y religiones. La tarea es realmente difícil; la clave para lograrlo está para Panikkar en ir abriendo paulatinamente ese tercer ojo contemplativo, místico, que nos lleva más allá de la ciencia y la razón.

3. La armonía invisible de la religiones, el efecto pars pro toto

El intento del pensamiento de Panikkar es lo opuesto a elaborar una teoría universal de la religión a base del esfuerzo por alcanzar una comprensión intelectual y global de todas las religiones (un ecumenismo igualador, una religión comparativa, un “esperanto ecuménico”). Para él se trata, más bien, de descubrir lo que llama la “armonía invisible” de todas las religiones y culturas, de toda la realidad. La búsqueda de una “teoría universal” fomenta el diálogo, pero también corre el peligro de imponer su propio lenguaje; imponer “la supremacía del logos frente a pneuma”, la razón, la fuerza de la palabra, frente al espíritu (“The Invisible Harmony: A Universal Theory of Religion or a Cosmic Confidence in Reality?”, en Sobre el diálogo intercultural).

Por la contra, debemos abrirnos a los demás y creer, confiar, en la experiencia humana en su conjunto, en la armonía de los seres humanos y del cosmos. Particularmente, en lo religioso, pues si en la religión se han manifestado las más bajas pasiones y ha llevado a las mayores catástrofes, también en ella “han tenido lugar las experiencias humanas más excelsas”; e incluso, ésta manifiesta como ninguna “una cierta totalidad”: “la religión es la sinfonía, no el simple músico… Cualquier diálogo religioso auténtico disipa las malas interpretaciones por ambos lados, y propicia las rectificaciones y las nuevas interpretaciones” (Sobre el diálogo intercultural).

Es lo que llama Raimon Panikkar el “efecto pars pro toto”. La visión que yo tengo del todo de la realidad (totum), la realizo, necesariamente a través de mi particular ventana cultural y religiosa (pars). Esto significa que cada uno de nosotros puede ser consciente del todo, pero bajo su perspectiva. “No hay universalidad ni objetiva ni subjetiva. Vemos cuanto podemos ver, pero sólo todo lo que nosotros podemos ver, nuestro totum”. “Conocemos el totum sólo in parte y per partem. Vemos todo a través de nuestra ventana”. El todo es siempre apetecible para nosotros, y aún “saludable”, pues “algo es completo cuando tiene una armonía interna”; el todo sugiere conocimiento, pero también belleza y bondad (Sobre el diálogo intercultural).

“El verdadero ecumenismo no es la reducción a un denominador común. La auténtica tolerancia no requiere destruir los puntos de vista inaceptables. No hace falta diluir las propias convicciones religiosas para poder aceptar las de otros. Cada tradición reclama el todo (totum) y lo busca de manera incondicional… pero ve el totum in parte et per partem, en sus propias categorias y desde su perspectiva” (Invitación a la sabiduría).

4. Un ecumenismo-ecuménico consecuente

La teología de Raimon Panikkar intenta un auténtico encuentro religioso según una de sus premisas fundamentales: el ecumenismo ecuménico, como encuentro genuino y sincero de las distintas religiones y tradiciones religiosas.

    “El ecumenismo ecuménico no comporta uniformidad de opiniones, sino que significa armonía de corazones despiertos… El objetivo es una mejor comprensión, un criticismo correctivo y, si acaso, una mejor fecundación entre las tradiciones religiosas del mundo sin diluir sus respectivas herencias o prejuzgar su posible armonía o sus eventuales diferencias irreductibles” (“Ecumenismo ecuménico”, en La nueva inocencia).

En la obra fundamental en la que expresa sus ideas al respecto, manifiesta Panikkar su visión de una relación inclusiva de las religiones, en la que la interdependencia no supone perder la propia identidad: “Si nos damos cuenta de que la religiosidad de nuestro vecino no representa un desafío, sino que puede enriquecer la nuestra, podemos comenzar a aceptar la idea de que la otra religión puede sernos complementaria”. La relación inclusiva entre las distintas religiones debe ser a imagen de la perichôrêsis trinitaria divina, porque “las religiones no existen más que en relación la una con la otra… La relación entre las religiones deriva de una perichôrêsis sui generis, de una interpenetración recíproca que no pone en cuestión la particularidad propia de cada religión” (Il dialogo intrareligioso).

El ecumenismo-ecuménico es un camino de encuentro y enriquecimiento religioso y teológico; una “interrelación serena y una interpenetración dialogal de todos los caminos que la gente cree han de llevarle a la plenitud o destino final de su vida”. Con un término hindú, Panikkar lo llama dharma-samanvaya: “armonización (convergencia, reunión) de todos los dharmas o religiones… Samanvaya no quiere decir necesariamente igualdad, pero comporta la esperanza de que la cacofonía actual pueda ser convertida en una sinfonía futura” (“Ecumenismo crítico”, en La nueva inocencia). Se trata de una búsqueda común de la Verdad desde una auténtica actitud dialógica (no dialéctica), consciente de que la verdad es siempre relacional, lo que hace relativas todas las verdades parciales.

El verdadero diálogo religioso tiene el fundamento en que “comprender” al otro sólo se puede hacer “si uno se abaja ante su hechizo”; por eso, el inglés usa para comprender la palabra under-standing (“estar debajo”). Este ecumenismo-ecuménico supone:

  • 1. Que los humanos somos seres inacabados, en proceso. Es necesario tener la humildad como particular virtud intelectual y estar siempre en una actitud contemplativa ante el misterio que nos sobrepasa siempre.
  • 2. Reconocer que cada religión es un proyecto de salvación-liberación, y por eso ofrece un particular camino basado en una ortodoxia y una ortopraxis.
  • 3. Que ninguna religión, ideología o tradición puede pretender agotar el campo de la experiencia humana o de la manifestación total de lo sagrado. Lo que supone la aceptación necesaria de un pluralismo que va más allá de la mera coexistencia de una pluralidad.
  • 4. Que cualquier empresa humana de esta clase está comprometida en la lucha por la plenitud humana, aunque ésta se entienda de maneras muy diferentes.
  • 5. Este diálogo ecuménico no se da en el vacío y nunca es totalmente neutral, incluso cuando se pretende. Por eso, es preciso no olvidar la amarga lección de las cruzadas y todas las guerras santas, el colonialismo, el imperialismo y todo tipo de dominaciones.
  • 6. El ecumenismo ecuménico no es tampoco un “irenismo disimulado”; su diálogo no ahorra la lucha ni el desacuerdo, la controversia pacífica.
  • 7. Ningún diálogo ecuménico puede tener lugar en una sola lengua. Pretender pensar mediante una sola lengua es “el último residuo del imperialismo intelectual”.
  • 8. El diálogo religioso debe estar libre toda apologética. Debe evitar el peligro de una cruzada o liga religiosa para defender los “derechos sagrados de la religión”.
  • 9. El diálogo religioso es un encuentro religioso en la fe, la esperanza y el amor. Es un acto creador en el que se manifiesta la vitalidad misma de la religión.

Aunque el camino ecuménico iniciado por Panikkar ha creado en algunos serias reservas -para unos es un concordista, para otros ecléctico o sincretista-, se trata mayormente de un juicio abstracto que desconoce la experiencia profunda, pacífica y honesta del autor; o un juicio condicionado por prejuicios y visiones estáticas, incapaces de abrirse hondamente a lo diferente. Con todo, realmente el intento de Raimon Panikkar parece, en ocasiones, irrealizable; y él es consciente de ello. Pero, al mismo tiempo, en su búsqueda procura superar la fragmentación de la realidad y la confrontación excluyente de distintos caminos, religiosos y no religiosos:

    “La única cosa que de veras vale la pena intentar es lo imposible. Las cosas que pertenecen al orden de lo posible, las máquinas ya las hacen mejor que nosotros. El hombre es el arte de lo imposible... Hay que avanzar sin miedo y vencerlo si se presenta. No hay que tener miedo de uno mismo ni de los demás” (“Una espiritualidad para nuestro tiempo”, en La nueva inocencia).

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