Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La Purísima Gratuidad: María, símbolo de Humanidad

12-Noviembre-2008    Juan Masiá
    Aunque Juan tiene su blog personal con el título Vivir y pensar en la Frontera sabemos que se siente muy a gusto en ATRIO. Por eso nos ha enviado desde Japón este artículo en el que promete otros cuatro. Los iremos publicando todos aquí. Él es más que nadie un buscador de nuevas palabras para expresar un nuevo cristianismo posible.

La señora Minamoto lleva a sus dos preciosas niñas gemelas a la guardería de las religiosas concepcionistas. Está encantada con las maestras y la educación. Le gusta que en el mes de Mayo y en el 8 de diciembre canten con flores ante María. Dice que, aunque no sean cristianas, la religiosidad es muy buena para la educación afectiva. Solamente hay un detalle que no entiende: ¿Por qué es tan raro y difícil el nombre de Purísima Concepción?

Claro, en japonés, “concepción” es una palabra que suena a término técnico de medicina o biología. Se entiende, pero es muy abstracto. “Además, preguntaba esta madre apurada, ¿es que cuando yo concebí a mis dos gemelas quedé manchada?” En japonés lo contrario de “purísima” sería “kegareta“, es de decir “manchada”, que suena muy mal. Para empeorar las cosas, al ver que las religiosas tienen en japonés el nombre de “mu-genzai” (inmaculadas; al pie de la letra, “sin pecado original”), me pregunta sonriendo, no sé si ingenua o maliciosamente: “¿Y cómo se las arreglan en esa congregación para reclutar a tantas personas inmaculadas?”

Imagínense ustedes el lío. ¿Por dónde empezarían la explicación para desmontar malentendidos?

Le pregunté: “¿Hay en su familia alguna mujer con el nombre de Kiyomi?” “Sí, mi prima, ¡qué casualidad!” “Bien, pues ahí tiene una palabra con dos caracteres, el de pureza y el de fruto, la mejor traducción para la Purísima. En cuanto a lo de la concepción, mire, ni usted se manchó cuando concibió a sus hijas, ni ellas se mancharon al nacer. Ellas y usted, lo mismo que María, son, como don divino, desde el primer momento de su vida algo arigatai, que en japonés significa “lo que se agradece”. María es para nosotros el símbolo de la “Purísima Gratitud”.

Al oir esto, dice la señora Minamoto: “¡Qué bien suena en japonés!”. Le pregunto de nuevo: “¿Conoce el canto, en inglés, Amazing grace?”. “Sí, lo cantamos junto con las profesoras el día de las familias, es muy bonito, tanto la música como la letra”. Así es, les gusta en Japón este canto. En cuanto a la pureza, es una noción del lenguaje cotidiano y, a la vez, del lenguaje poético ancestral desde los días de los poemas del Manyôshu. Y la gratitud es el núcleo central de la experiencia religiosa en muchas espiritualidades orientales. De manera, que, en ese contexto, me animo a llamar a María “La Purísima Gratitud” (Kiyoki arigatasa)..

Este año, en continuidad con lo que escribí en los blogs el año pasado sobre “Eva y Ave”, repienso, de cara al ocho de diciembre, para reinterpretar y redescubrir la riqueza de la simbología mariana en el imaginario cristiano, a la luz del tema de la “Purísima gratitud”..

El animal humano es una especie particularmente ambigua y vulnerable. Somos, como dice Lorite, el “animal paradójico”: capaces de sublimidades, pero capaces también de destruirnos mutuamente y de justificar racionalmente la destructividad más irracional. Pero felizmente somos también el animal reconciliable, capaz de reconciliar, reconciliarse y dejarse reconciliar. Somos, dice la teología, el animal “capax gratiae”, capaz de gracia.

Destacan cuatro manifestaciones de esta capacidad:

  • 1. La capacidad de ser agraciado
  • 2. La capacidad de agradecer
  • 3. La capacidad de prometer gratuitamente
  • 4. La capacidad de perdonar lo imperdonable

Estas cuatro capacidades llevadas al límite ideal se expresan en la riqueza del símbolo mariano “gratia plena”. En matemáticas el “cero” y el “infinito”, a diferencia de los demás números, apuntan a un límite ideal. En teología, las dos grandes metáforas marianas -que eso son Inmaculada Concepción y Asunta al Cielo, dos super-metáforas fecundísimas- significan mucho más que una mera “característica de excepción”, expresan el ideal de gratuidad agradecida y esperanza gratificante que, dicho antropomórficamente, Dios desea para toda la humanidad, de la que es símbolo María, nuestra hermana, la madre de Jesús, símbolo de Dios. (Como escribe María Clara L. Bingemer, “María es la síntesis personificada de la antigua Sión-Jerusalén…es el prototipo de aquello que el pueblo es llamado a ser”. Cf. J.J. Tamayo, ed., Nuevo Diccionario de Teología, p.568).

Estos cuatro grandes temas piden tiempo y calma para rumiarlos, nos podría ocupar todo el Adviento su meditación. Pero sería baldía y fútil, si no surgiera de la cuádruple praxis de gratuidad: praxis de sentirse receptores de gracia; praxis de agradecer; praxis liberadora de comprometerse a dar esperanza; y praxis compasiva de perdonar lo imperdonable

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