Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La Purísima Gratuidad. 2 : Alégrate, gratuitamente agraciada

26-Noviembre-2008    Juan Masiá

Como expresé en el artículo inicial de esta serie, María, como símbolo de la humanidad que acoge el don de Jesús, símbolo y rostro de Dios, invita a reflexionar sobre la cuádruple capacidad de la especie humana: 1) capaces de ser agraciados, 2) capaces de agradecer, 3) capaces de arriesgarse a agraciar gratuitamente y 4) capaces de reconciliar y dejarse reconciliar gratuitamente.

La especie humana es un animal particularmente vulnerable y en lo más hondo de nuestra interioridad, en la “sima de la conciencia” (como dice el budismo Yogacara) percibimos las raíces de esa vulnerabilidad. Tradiciones mitopoéticas de la India lo llamaron karma; el budismo lo captó intuitivamente como la ceguera originaria (en japonés, mu-myô, ausencia de claridad o tinieblas radicales); y la teología cristiana lo pseudo-conceptualizó ambiguamente con el símbolo especulativo de “pecado original”. Pero no es eso lo más profundo de la “sima”. Más al fondo, originariamente, está la “gracia original”.

La tradición oriental de la “matriz de budeidad” lo captó como la presencia de la naturaleza búdica en nuestro interior; la teología cristiana lo puede comprender como la gracia original. Uno de los errores que arrastra la catequesis cristiana es haber hablado demasiado de pecado original y poco de gracia originaria. Lo peor fue que el malentendido se formuló a nivel popular en catecismos y a nivel artístico en los errorres del Juicio final de la Capilla Sixtina o el Dies irae de las misas de difuntos (Lo que se salva de este último son aquellos versos que dicen: qui salvandos salvas gratis…).

María, símbolo de la humanidad, que acoge receptiva el don de la gracia original, merece el saludo del ángel, que es personificación imaginaria de la voz creadora de la Fuente de la Vida: Ave, gratia plena, dice insuficientemente el latín. Alégrate (llénate de “charis” o alegría), tú la agraciada (la receptora de “charis” o gracia”). Pero si María es símbolo de la Humanidad (para creyentes del Primer Testamento, “hija de Sión”, “esperanza del pueblo”…), a la humanidad entera se dirige la voz impersonada en Gabriel: “Alégrate Humanidad, tú la agraciada, porque el Señor está contigo, mora en tí y tú respiras y vives en Él, estás llamada a crear con Él desde la fuente de su creatividad. Bendita tú eres, humanidad inserta, relacionada y vinculada con todas las criaturas, llamada a recrearlo todo. Y bendita cada vez que dé fruto el seno de tu creatividad”.

La teología escolástica definía al ser humano como capaz de gracia, capax gratiae decían en latín. Pero luego se pasaban el tiempo debatiendo sobre la gacia como mera ayuda para prevenir, acompañar o reparar y… reducían la teología de la gratuidad a un taller de reparaciones de automóviles y el misterio de Jesús a un auxilio de urgencias en mitad del viaje de la vida. Cuando a Duns Scoto se le ocurre decir que, aun sin pecado original, tiene sentido el misterio de Dios habitando entre nosotros, se le echan encima como herético… Y, desde Anselmo a Juan Pablo, reducen la Creación Salvadora a Redención punitivo-expiativa.

María agraciada es símbolo de la humanidad capaz de ser agraciada. No es ella sola la dichosa, sino quienes caen en la cuenta, al escuchar la palabra de gracia, de haber sido objeto de gracia, y responden con una praxis de agradecer a Dios y agraciar gratuitamente a hermanos y hermanas (cf. Lc 11,27-28: “Dichoso el vientre que te llevó”).

En Lucas, compositor de la maravillosa narración poética y simbólica de la Anunciación, destacan los términos referentes a la gratuidad: “gracia” (charis, ocho veces en el Evangelio y 17 en los Hechos.) y “agraciar” (charizesthai, tres veces en el Evangelio y cuatro en los Hechos). La fórmula que estamos habituados a recitar como “el Señor está contigo” (en otras traducciones, “el Señor te ha concedido su favor” o “has hallado gracia ante Dios”) es una expresión semítica que aparece 40 veces en el Primer Testamento, de las cuales 13 veces se dice acerca de Dios (por ejemplo, Gen 6, 8; 18, 3 etc.). Lucas la vuelve a usar en Hechos 7, 46 para decir que David “alcanzó el favor de Dios”. Está acentuando que no se trata de méritos personales que hagan a la persona acreedora a una gracia, sino de una libre disposición gratuita de Dios

María es símbolo de la humanidad que acoge en Jesús el don de Dios, de “quienes acogieron la luz que emanaba de la Vida” (cf. Jn 1,9-12) y así, capaces de acoger ser agraciados y agraciadas, fueron “hechos capaces de hacerse hijos de Dios” (id. 12).

Comprendemos a María, no como una excepción “entre todas las mujeres”, sino como la Mujer-símbolo de la humanidad entera que acoge el ser agraciada. Claro que esta manera de hablar no será compartible por aquella parte del pueblo creyente que mantenga la cosmovisión antigua, en cuyo marco se formularon expresiones dogmáticas que, dado ese paradigma de pensamiento, se creían inseparables de un determinado conjunto imaginario, desde concepciones y nacimientos virginales, hasta asunciones celestes prodigiosas, pasando por bautizos descontaminantes de pecados originales. Pero cambiar de paradigma no es renunciar a la fe, sino cantarla en otra clave.

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