Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE. 06

02-Diciembre-2008    Equipo ATRIO

06. Perro guardián en la santa casa de la tradición. La Jerarquía (En este vínculo el texto del capítulo de Lenaers)

Si en el pensamiento cristiano existe un elemento ajeno al Evangelio es la doctrina católica oficial sobre la Jerarquía. Y más aún que la doctrina la realidad jerárquica, que a lo largo de la historia encarna las pulsiones peores de la naturaleza humana como son el hambre de poder, el orgullo del prestigio y, con frecuencia, el apego al dinero. Vea el propio lector si no es esto lo que, con delicadeza pero sin pelos en la lengua, nos expone R. LENAERS en el presente capítulo.

La clave de todo es ésta “¿Sobre qué bases justifica la jerarquía su derecho a limitar nuestra libertad?”. La propia doctrina tradicional responde “En un mandato que viene de un Dios-en-las-alturas”, no en alguna delegación de sus miembros (p.66). Caso estridente de heteronomía: el propio Dios ‘inventa’ la Iglesia y la gobierna a través de la jerarquía.

  • 1. Estridencias pasadas y actuales.

    • En el pasado prevalecieron en la iglesia “las relaciones feudales”.
    • Hoy en día la imagen del báculo y el pastor pertenecen a una cultura pasada hoy sin significado que evocarían como mucho al señor de un cortijo (”dueño de fundo”, dice la traducción) en el que el amo “no conoce a sus ovejas”; aparte de que la gente no acepta ser tratada como rebaño (ps 66-67).
    • “ningún argumento histórico” avala que los obispos sean sucesores de los apóstoles sino más bien “lo contrario” (p.67).
    • el Papa más que papá (según el italiano y el español) es un “señor autocrático”, con pretensiones de “poder absoluto”… y constituye el mayor “obstáculo en el camino ecuménico” según parece que reconoció Pablo VI. Otros falsos títulos: Sumo Pontífice (herencia del paganismo), “sucesor de Pedro” (sin base histórica), “Representante de Cristo”, “Representante de Dios” (aberraciones doctrinales). Lo que sí parece últimamente un Papa es un ‘showman’ que gracias a la psicología de masas busca el “culto a la personalidad” (p.67). A propósito de Papas, Curia romana, Cardenales, Obispos, Lenaers habla de títulos “imposibles de limpiar”, de “penetrante olor a poder, importancia y superioridad”.
    • La misma palabra ‘jerarquía’ o estructura de poder sagrado, encierra un contrasentido total: “aparato administrativo autocrático”, de poder “absoluto” y directo sobre cada cristiano por provenir “de Cristo mismo”; poder que es participado por el resto de la pirámide dirigente… “Lámpara de cristal (esta jerarquía) prendida a un gancho del cielo raso que (por efecto de la modernidad) se cae y se rompe en mil pedazos” (p 69).
    • En lugar de este modelo de jerarquía se impone un modelo de dirección semejante al de cualquier otro colectivo humano que “crea las formas de autoridad y de dirección, igual que lo hace cualquier otro organismo…vivo” Vitalidad que la tradición, en su mentalidad heterónoma, interpretó como obra del Espíritu.

  • 2. Nuevos rumbos.
    • Lenaers sugiere algo que de hecho ya está en marcha en varios sectores del mundo cristiano: cada comunidad busca en su mismo seno animadores aptos, no los recibe impuestos desde fuera y desde arriba. Obviamente el sentido democrático induce a generar el pertinente consejo asesor. Cada comunidad, a su vez, se siente en relación vital con todas las otras comunidades configurando una unidad superior, la diócesis, conforme a una plantilla parecida en cada nivel del conjunto de la organización… Y así hasta conformar la ‘cathólica’ o universal.
    • A medida que una autoridad es ‘superior’ o más alejada de la base (desde el animador comunitario hasta el papa) pierde en importancia y en capacidad de intervención, en virtud del ‘principio de subsidiaridad’, elemento democrático de sentido común según el cual no incumbe a las instancias superiores lo que se puede solventar en las inferiores. Este principio da lugar a que exista, además del servicio inmediato a un grupo, el de coordinación entre comunidades y entre diferentes niveles. Todo tan de sentido común que no tiene porqué intervenir ninguna comunicación o revelación divina para dar cuerpo a esa institución organizada en la que se encuadran las comunidades de seguidores de Jesús. Sentido común y olfato evangélico que, en definitiva, es lo que más ha faltado.
  • 3. El Magisterio
    • En el cristianismo nos encontramos hoy con un cuerpo de docentes meticulosamente estructurado hasta el mínimo detalle en su composición, cometido, funciones, jerarquías y condiciones de ejercicio. Este Magisterio concentrado en Papa y obispos es un montaje tardío que se estableció como hybris de poder contra la rebelión protestante. Como en tantos ámbitos, con ello se consumaba otra vergonzosa traición al espíritu evangélico tan claro en 1 Jn 2, 27: “la unción con que él os ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros maestros…”
    • ¿No cabría otro Magisterio más acorde con lo racional? En modo alguno. La magia heteronómica establece que la “consagración” pertrecha al obispo con la capacitación necesaria para enseñar la verdad aunque su inteligencia y preparación sean escasa. Incluso cuanto más mediocres más dóciles a la curia vaticana.
    • La dictadura magisterial se ha ejercido de modo implacable, incluso en los tiempos modernos. Estúdiese, por ejemplo, el caso de La Sapinière, auténtico ‘servicio secreto de inteligencia’, red mafiosa a sueldo de san (¡) Pío X para descubrir y perseguir a modernistas. Con guante de terciopelo parecida represión prosigue hoy día. El pretendido sensus fidelium tenía tan interiorizado este abusivo magisterio delegado por Dios que eminentes teólogos como Theilhard de Chardin, de Lubac, Congar y cientos más creyeron deber de conciencia someterse a sus vejaciones. Por fortuna la mentalidad está cambiando.
  • 4. Infalibilidad
  • La obra “¿Infalible? Una pregunta” (1970) de H. Küng abrió de pronto como un potente rompehielos un boquete en el mar helado del integrismo cristiano imperante desde el Vaticano I. No le fue fácil a este Concilio contradecir a los de Constanza (”Haec sancta”) y Basilea: los obispos franceses y alemanes, el bloque mejor preparado, abandonaran Roma ante el bloqueo del 35% de obispos italianos poco cultos, antes que fuese definida la infalibilidad del Papa. “Que el magisterio sea infalible es algo que sólo se concibe en una perspectiva heterónoma. La teonomía dice que cualquier palabra sobre Dios es palabra humana (…) y dentro de la Iglesia nadie tiene la propiedad exclusiva de la verdad…” (p 73). El Vaticano puede tener unas preferencias “pero no tiene derecho a imponerlas a todos”. En cualquier caso la Iglesia establece su infalibilidad asentándola en esa misma infalibilidad en un claro círculo vicioso ¡Hasta tal extremo la pérdida de los Estados Pontificios perturbó el buen sentido en Pio IX y en los escasamente preparados obispos italianos! La pérdida de poder material se intentó compensar con prepotencia espiritual y el avasallamiento de las conciencias de fieles y teólogos.

    5. Más sobre los dogmas.

    Los dogmas, explica Lenaers no son inamovibles fines de etapa en el camino sino señales para continuar. “Son obra humana”, insiste Lenaers.

    En cambio “¿qué ocurre cuando una doctrina se declara como dogma?”

    Primero que es considerada como “infaliblemente verdadera (…) y que no admite ningún cambio ni mejora (…) En segundo lugar, que en adelante todos los creyentes deben confesar esa doctrina (…) Toda esta estructura [heterónoma] se desmorona como castillo de naipes, sin duda, al primer ventarrón de una manera teónoma de pensar” (p. 75).

    De todos modos ¿cómo se pretendía fundamentar la infalibilidad de los dogmas definidos? Evidentemente, como siempre, mediante la “asistencia especial” del Espíritu Santo que, obviamente, favorecía a la mayoría conciliar. ¿Habrá que creer, reflexiona el autor, que inspirara el Espíritu Santo a la mayoría de los participantes en el Concilio de Florencia (1442) “cuando declararon que todos los que están fuera de la Iglesia católica, tanto paganos como judíos como herejes y cismáticos, no van a tener parte en la vida eterna, sino que van a irse al fuego eterno, aunque den su vida por Cristo?” ¿No se dio igualmente la asistencia del Espíritu Santo cuando el Vaticano II “declaró justamente lo contrario”? Los dogmas “son obra humana y están sujetos a la caducidad. Como los billetes, con el tiempo, pierden su validez” (p.77). Parece claro que disentirán de esta tesis de Lenaers los defensores de la doctrina clásica de la evolución ‘homogénea’ del dogma, como, por ejemplo, es el caso del derroche de erudición escolástica que se despliega, en esa línea, por alguien entre los comentarios al post de Juan Masiá de 12 nov. “Purísima Gratuidad”.

    (1 dic. 08)

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