Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

¿Sólo los vencidos cometen crímenes contra la humanidad?

27-Diciembre-2008    Juan Carrero
    En la entrada sobre Resucitar a Falla y a Lorca ha vuelto la polémica sobre la memoria histórica. Pero nuestra guerra y posguerra civil es hoy crónica en Ruanda y el Congo. Y el tribunal internacional condena sólo los crímenes de una parte, la de los vencidos, mientras simula no ver los más horrendos de los vencedores en el poder. Lo denuncia, haciendo referencia a nuestro caso español, un laico mallorquín, seguidor de Gandhi y Lanza del Vasto, comprometido hasta el fondo con los sufrimientos de África. Él mismo nos envía este artículo, haciendo referencia a su publicación en Plural. Ver una entrevista al autor en Iglesia Viva.

Los españoles sabemos bien que los anarquistas de la FAI no fueron los únicos que cometieron actos de genocidio. Por nuestro reciente pasado, estamos especialmente capacitados para entender el actual conflicto del África de los Grandes. Un conflicto que está lleno de analogías con todo lo sucedido antes, durante y después de nuestra guerra civil. Un conflicto que se inició en 1990 y cuya historia oficial la han impuesto hasta ahora los vencedores y sus poderosos padrinos internacionales.

La reciente condena del coronel Bagosora
La lucha contra la impunidad es el requisito imprescindible para una paz y una reconciliación ya inaplazables en esa región. Es en principio importante que el TPIR (Tribunal Penal Internacional para Ruanda) condene a quienes considere culpables de estos crímenes. Pero ante la reciente condena del coronel Bagosora junto a otros dos altos mandos militares y la absolución de un cuarto, es necesario preguntarse: ¿Sólo los vencidos, sólo los extremistas interahamwe hutus y las FAR (las Fuerzas gubernamentales) cometieron actos de genocidio y otros crímenes contra la humanidad? ¿Qué autoridad moral tiene un Tribunal creado para juzgar sólo a una de las partes, mientras los golpistas-vencedores que lideran el actual gobierno de Ruanda, los verdaderos planificadores y ejecutores de un gran proyecto que abrió las puertas a un caos indecible, continúan provocando muerte y desolación? La anterior fiscal del TPIR, Carla del Ponte, fue retirada de su cargo, por las fuertes presiones de los Estados Unidos y algunos otros países que lo secundan, a partir del momento en que intentó juzgar también a esa otra parte, a los asesinos del FPR, sobre los que hoy sí pesa ya una orden de arresto de la Audiencia Nacional Española. Pero dadas las enérgicas presiones y manipulaciones que continúa ejerciendo los Estados Unidos, nadie se atreve a aplicarles -¡hasta la fecha, pero todo llegará!- las órdenes internacionales de arresto que pesan sobre ellos.

Cruzadas de “liberación”
Tras el alzamiento franquista y el posicionamiento de la jerarquía eclesiástica junto a los sublevados, los anarquistas de la FAI asesinaron brutalmente a miles de sacerdotes y religiosos, entre decenas de miles de otros españoles. Tales crímenes, a diferencia de los cometidos por ambos bandos antes del alzamiento, fueron sistemáticos. Son injustificables y miente quien quiera negarlos. Pero es mayor aún la mentira y la infamia de quienes pretendan presentar esta parte de la pasada tragedia civil española como si fuese el todo. Mienten también o están confundidos quienes crean que esos crímenes son la principal clave de cuanto sucedió entonces, minimizando la grave agresión inicial a un gobierno legítimo para derrocarlo y suplantarlo, los masivos crímenes que los golpistas cometieron durante la contienda y la terrible represión franquista posterior. Y miente asimismo quien opte por una vía más “moderada” de intoxicación: La de una simple enumeración indiscriminada de violaciones de derechos humanos por ambas partes sin ningún tipo de análisis político, enumeración que eluda el hecho de la planificación y ejecución de un golpe de Estado.

Analogías sorprendentes
Con un extraordinario parecido, todo eso es lo que viene sucediendo durante estos últimos años en Ruanda y el Congo. Las analogías llegan incluso a ser sorprendentes. Un 18 de julio de 1936 se inicia en España un golpe que en algo menos de tres años provocaría un millón de muertos. También el 18 de julio de 1994, cae el gobierno de Ruanda tras la invasión ugandesa-tutsi ruandesa de octubre de 1990, que en algo más de tres años había provocado así mismo un millón de muertos. Pero en este conflicto africano hay unos importantes agravantes: Su actualidad y su magnitud. Los agresores iniciales, que son también los vencedores y actuales gobernantes ruandeses, siguen provocando ahora mismo masivos crímenes contra la humanidad tanto en Ruanda como en el Congo. Todas estas circunstancias, más el hecho de que una decena de españoles excepcionales hayan dado su vida por esta causa, colocan al actual gobierno socialista en la obligación moral de liderar internacionalmente enérgicas acciones frente a los asesinos que mantienen a estos pueblos bajo el yugo de una dictadura incomparablemente más feroz que la franquista. Una reciente resolución unánime de la Comisión de exteriores del Congreso de los diputados, promovida por nuestro Forum, lo insta a ello.

El Congo asolado y abandonado por todos
Desde octubre de 1996 hasta el día de hoy, el Zaire, ahora República Democrática del Congo, viene sufriendo unas bárbaras agresiones militares cuyos autores iniciales y principales son los regímenes himas-tutsis de Uganda y Ruanda, liderados respectivamente por Yoweri Museveni y Paul Kagame. Durante el trascurso de tales agresiones, estos criminales han negado sistemáticamente cualquier responsabilidad de su parte. Más tarde, con el control del territorio ya conseguido y la atención del mundo puesta ya en otras latitudes, no sólo han reconocido siempre tal responsabilidad sino que, con su característico cinismo, incluso se han vanagloriado de su protagonismo en ellas. El conflicto por ellos provocado ha asolado el territorio congolés y diezmado a su población. Ha causado hasta ahora casi 6 millones de víctimas, considerando sólo las mortales. Desde aquella fecha inicial, este inmensamente rico pero a la vez desdichado país, está siendo expoliado sistemáticamente de sus excepcionales recursos naturales por parte de estos indeseables vecinos. Un conjunto de gobiernos, liderados por los Estados Unidos, apadrinan toda esta “remodelación” regional que se inició con el acoso y derribo del gobierno ruandés de Habyarimana.

Una coartada impresentable
Los agresores han invocado siempre el genocidio ruandés para justificar su actuación. Con argumentaciones diversas, pero siempre girando en torno a él y utilizándolo de modo victimista y falsario sin ningún tipo de pudor, han proclamado su derecho a todo tipo de intromisiones criminales y expoliadoras en un país soberano. Legitiman sus bárbaras incursiones en el supuesto peligro que podrían suponer los aún supuestamente activos y potencialmente peligrosos genocidas hutus (la redundancia es intencionada para resaltar la ideología y la práctica de la “agresión preventiva”), que sobreviven en el Kivu, la región del éste limítrofe con Ruanda. Sorprendentemente estas incursiones han sobrepasado esa región y han penetrado dos mil kilómetros más allá de la frontera, teniendo como único objetivo el control de importantes yacimientos minerales. En los más cercanos territorios, los del Kivu, mediante masivas o selectivas masacres, han practicado y continúan practicando una limpieza étnica de la población civil congolesa que les permitirá en el futuro un control más estable o incluso una apropiación definitiva de esa región.

La ceguera de nuestro mundo
Toda esta agresión y pillaje es tan descarada que nuestro mundo deberían haber abierto ya hace tiempo los ojos frente a la burda coartada del genocidio. Baste recordar la condición de Laurent Nkunda, el “rebelde” títere de Paul Kagame, para cesar en sus ataques actuales: que el Congo rescinda sus contratos mineros con China. Pero la mayoría de los recientes editoriales y análisis con motivo de la condena del coronel Bagosora por el TPIR muestran que nuestros creadores de opinión, y por supuesto nuestra gran masa social, aún están bien confundidos. Las agresiones al Congo deberían ser definitivamente clarificadoras frente a esa gran farsa de la doctrina oficial, para la que el genocidio ruandés es el único acontecimiento relevante. Pero el peso de esa tendenciosa interpretación del genocidio y de su contexto histórico, la impronta que una poderosa propaganda internacional ha dejado en las mentes, es tal, que los acontecimientos del Congo, que deberían dejar en evidencia tal doctrina, sólo llegan a producir duda y confusión. Estos vencedores y sus poderosos padrinos internacionales disponen de tal capacidad de propaganda para ocupar todas las primeras páginas del mundo e interpretar a su antojo este conflicto, y en particular el genocidio, que los NODOs franquistas dan risa.

La chispa en medio de una crispación incontenible
Analistas de primera fila y de reconocida profesionalidad continúan aún hoy sosteniendo que el meollo de este extenso y prologado conflicto reside en el genocidio sufrido por los tutsis. Sin hablar de muchos otros profesionales que, en el análisis de esa sentencia del TPIR, han incurrido en múltiples y chirriantes errores de bulto. Todos ellos desconocen, o no valoran en su justa medida u ocultan, los elementos verdaderamente decisivos. El principal de éstos es que el asesinato del presidente Habyarimana, el 6 de abril de 1994, fue no sólo un terrible magnicidio sino también la señal de ataque dada a sus tropas por el “liberador” Paul Kagame. Tras el inicio, aquella misma noche, de ese ataque total largamente planificado, el mando de las decapitadas y absolutamente desconcertadas Fuerzas Armadas Ruandesas recayó legítimamente sobre el coronel Bagosora. Pero en ese momento la crispación era ya inimaginable. El magnicidio fue sólo la chispa que provocó el incendio. Es una gran infamia silenciar todo lo que venía sucediendo desde que el ejército de Uganda y el FPR iniciaron el 1 de octubre de 1990 una tremenda agresión militar hasta aquel 7 de abril de 1994 en que comienzan las masacres de las que se le acusa a Bagosora: Habían sido asesinados ya tres presidentes hutus, decenas de otros importantes líderes hutus y decenas de miles de civiles hutus indefensos. Un millón de desplazados hutus aterrorizados malvivían en la periferia de la capital, Kigali, y miles de tutsis del interior facilitaban el avance de los invasores, uniéndose incluso a ellos.

Planificaciones ficticias, planificaciones reales
Es en este contexto que hay que entender las injustificables masacres realizadas por los extremistas hutu. En todo caso, los crímenes que Bagosora pueda haber ordenado o tolerado no fueron plantificados, al contrario que los de Kagame. La reciente sentencia absuelve a Bagosora de cualquier conspiración para el genocidio. Esta absolución es un gran contratiempo para los promotores de la versión oficial y, en particular, para el nuevo fiscal del TPIR, Bubacar Jallow, un hombre al servicio de los Estados Unidos empeñado en imponer la tesis de la planificación del genocidio y amonestado también oficialmente hace unas semanas por la misma presidencia del Tribunal por ocultar deliberadamente pruebas relevantes para la defensa de los acusados. Ningún experto debe sentirse humillado ni cuestionado por haber caído en la trampa. Somos muchos los que inicialmente fuimos incapaces de reconocer y aceptar tanto cinismoy manipulación. Lo importante, por el bien de las víctimas, es rectificar cuanto antes el análisis. Algunos ilustres personajes como el coronel Luc Marchal, máximo responsable en Kigali de la MINUAR en el momento del atentado presidencial, o el lúcido periodista Helmut Strizek, incluso se han referido públicamente a su propio proceso de descubrimiento de la gran farsa que es esa doctrina oficial.

Rectificar nuestros análisis
El genocidio de 600 o 700 mil tutsis, por terriblemente doloroso que haya sido, no es el meollo de esta tragedia. Se debe inscribir en el marco más amplio de un gran proyecto internacional de remodelación de la región. En él, las masacres realizadas por los “liberadores” tutsis del FPR antes, durante y después del genocidio, son numéricamente mucho mayores que las realizadas por los extremistas hutu. Seguramente los extremistas hutus pretendían la eliminación de todos los miembros de la etnia minoritaria, el 15% de una población de unos 8 millones. Pero a su vez los extremistas tutsis pretenden que el mundo olvide que la eliminación de una parte de un grupo étnico, religioso o político (y no necesariamente de la totalidad), es también genocidio. La verdadera clave de este maquiavélico proyecto de control y expolio, es el rol de gran “liberardor” del genocidio que ostenta Kagame, a pesar de ser él mismo precisamente el que lo provocó de modo premeditado. En estos últimos días nuestro Forum acaba de dar un nuevo e importante golpe a esa gran farsa, al aportar a la Audiencia Nacional un nuevo testigo conocedor directo de que Kagame es también el responsable último del asesinato del presidente congolés, Laurent Kabila, en enero de 2001, para cortar de raíz sus incipientes relaciones comerciales con China, Venezuela y otros países “indeseables”.

Juan Carrero Saralegui es Presidente del Forum Internacional para la Verdad y la Justicia en el África de los Grandes Lagos

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