Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Amigos políticos, cuidadnos

05-Marzo-2009    José Arregi

Hola, amigos, amigas:
No es que me sienta especialmente interesado en la política de los partidos, pero no nos podemos desentender. Nadie podemos desentendernos, y menos en tiempos difíciles como éstos. Los políticos de oficio gestionan en buena parte los asuntos de nuestra vida, y a nadie nos es indiferente el modo como lo hacen. Ni somos indiferentes para el modo como lo hagan. Y es ésta una cuestión sagrada, porque está en juego la vida. Apelemos a lo mejor del corazón humano. Apelemos al sagrado deber de cuidarlo y hacerlo crecer.


Amigas, amigos políticos de todos los partidos en este querido, sufrido, hipertenso País Vasco, nuestra Euskal Herria común. Quiero dirigirme a vosotros con simpatía y humildad. No lo tenéis fácil. A veces no os lo ponemos fácil. A veces, no nos lo ponéis fácil. Somos solidarios en lo bueno y en lo malo. Estoy seguro de que compartís nuestros mejores anhelos, también nuestros ideales a menudo tan irreales y tan irrenunciables a la vez. Estad seguros de que comprendemos, e incluso compartimos, la perplejidad que sentís a la hora de la decisión concreta, en ese estado de suspensión entre las exigencias del ideal y los imperativos de la realidad. Vuestra responsabilidad es también la nuestra. De ningún modo nos creemos mejores que vosotros, aunque a veces os critiquemos con dureza. Perdonadnos. Tenemos el mismo destino y somos la misma carne, aunque a veces nos parece que vosotros sois de “otra pasta” (pero no es más que la pasta exterior, algo endurecida tal vez por la dura brega política). No somos mejores que vosotros, pero quisiéramos pediros que seáis mejores que nosotros, que merezcáis con creces el voto que os hemos dado, que seáis modelo de convivencia y respeto, que nos sirváis de ejemplo.

Ya pasó el 1 de Marzo, y el resultado es el que es, y casi me alegro de que sea tan complicado, pues os obliga a buscar soluciones imaginativas y nuevas, “otras soluciones” más complejas que los eslóganes de campaña. Hablando de la campaña: la vuestra ha sido esta vez de lo más civilizada y moderada, y os felicitamos (y os felicitaríamos aun más, si vuestra moderación se hubiese debido únicamente a convicciones de humanidad y no también en parte a cálculos electorales, pero la política es la política, aunque a veces nos gustaría que no lo fuera tanto). Cada vez que se acaba una campaña, solemos sentir un pequeño alivio, pero me temo que esta vez tengamos unas postelecciones más largas y duras que la misma campaña. Aliviad nuestros temores, arriesgad nuevos caminos, inventad soluciones.

El pueblo os ha elegido, y también por eso os felicitamos. Bien es verdad que no os ha elegido todo el pueblo: un 35 % se quedó en casa, más o menos como siempre, otro 9 % no pudo elegir por haber sido ilegalizado su partido (cosa que considero anómala en una democracia; más aun, la considero peligrosa para el futuro de esta sociedad; es más, la considero injusta: es mi humilde opinión, como todo lo demás que os digo). Os ha elegido, pues, el 56 % de los ciudadanos, pero supongo que de eso hay que partir para seguir adelante.

Os los suplicamos: haced todo lo posible para que sigamos adelante. Hay mucho que avanzar. Hasta que desaparezcan las pistolas, las bombas, el miedo. Hasta que desaparezcan las torturas y toda clase de violencias. Hasta que sanen todas las heridas y se resuelvan todos los duelos. Hasta que inventemos, para humanizarnos, algo mejor que las cárceles. Hasta que podamos tener una patria sin condenar la ajena, más aun, hasta que lleguemos a amar como nuestra la patria del otro. Hasta que logremos pactar un nuevo marco legal en el que podamos convivir con comodidad, con respeto, incluso con gusto. Hasta que los que no tienen trabajo lo encuentren. Hasta que los que no tienen papeles no los necesiten. Hay un largo camino.

Amigas, amigos políticos: no quisiéramos miraros a través de las siglas, aunque bien sabemos lo difícil que es. Procuradlo también vosotros: no nos miréis a través de las siglas a las que votamos. En vosotros se focalizan, y muy a menudo se agudizan, las tensiones y enfrentamientos de los ciudadanos. Pero es la hora de ensanchar el corazón y la mirada. Tened grandeza de ánimo. Procurad, no ocultar, pero sí rebajar, aliviar, humanizar nuestras tensiones. ¡No las agravéis, por favor, que bastante tenemos con lo que tenemos! Tened corazón y ojos abiertos.

Con cierto pudor (¿o con cierta candidez?), me atrevo a pediros que nos cuidéis, que cuidéis a todos. ¿Acaso tienen algo que ver la política y el cuidado? Quiero pensar que sí. En eso creyó Jesús y a eso nos llamó en todos los órdenes, con un poco de realismo de más o de menos. “Ama a tu hermano como a tu alma; cuídalo como la pupila de tus ojos“, nos dijo Jesús según el Evangelio de Tomás. Y creyó profundamente y expuso su vida para hacer visible que toda la realidad está acompañada por un Misterio de libertad, ternura y cuidado al que él llamaba abbá, que cuida también a los pájaros y a las flores. Somos muchos en esta sociedad los que creemos, queremos creer y queremos hacer palpable ese Misterio al que llamamos Dios, con muchos nombres o sin nombre alguno. Un Misterio que nos cuida y necesita también ser cuidado. “Su oficio es consolar, como un amigo consuela a otro amigo” (Ignacio de Loyola).

Amigas, amigos políticos: ¿será una ingenuidad, estará fuera de lugar, pediros que seáis sacramento público de ese Gran Cuidado? No habéis sido elegidos por todos, pero habéis sido elegidos para todos. Tenéis un pueblo que cuidar. Cuidadlo, cuidadnos, y animadnos a ejercer el cuidado mutuo, el cuidado de todos los seres.

¡Paz y bien!

José Arregi

    Para orar

    Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
    y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
    Si me das la fortuna, no me quites la razón.
    Si me das el éxito, no me quites la humildad.
    Si me das la humildad, no me quites la dignidad.
    Ayúdame siempre a ver la otra cara de la moneda,
    no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.

    Enséñame a querer a la gente como a mí mismo
    y a no juzgarme como a los demás.
    No me dejes caer en el orgullo del triunfo,
    ni en la desesperación si fracaso.
    Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
    Enséñame que perdonar es un signo de grandeza
    y que la venganza es una señal de bajeza.
    Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso,
    si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme
    y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
    ¡Señor…. si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mí!!!

    (Mahatma Gandhi)

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