Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Por la desmoralización a la dictadura

13-Marzo-2009    Eloy Isorna
    Haciendo un paréntesis en nuestras elucubraciones teológicas y en nuestras preocupaciones eclesiales, Eloy nos invita a mirar a nuestro alrededor y ver cómo se impone el modelo Fabra-Aguirre-Camps: tapar toda ilegalidad con arrogante desfachatez, sabiendo que a la postre los votantes van a tragar las prácticas delictivas y a volverles a respaldar con los votos. ¿No es ésta una marcha hacia la inmoralidad y la dictadura?

Uno se va afianzando, a golpe de acontecimiento, en la impresión de vivir en una sociedad formalmente (y casi sólo formalmente) democrática; “ocupada” por multitud de personas, cargos públicos, con notorias actitudes y comportamientos no democráticos y eso, aparte de doloroso y lacerante, es un obstáculo de primer orden para alcanzar en España unas cotas mínimas de convivencia democrática y de educación cívica.

Algunas personas que ocupan cargos públicos parecen actuar en función únicamente de sus intereses personales (legítimos o no) o de partido (sin exclusión de medios) y sin conciencia alguna de la repercusión social de “su mal ejemplo”.

Tal parece ser el caso de lo que esta sucediendo en Madrid, y en otros lugares de España con determinados alcaldes o concejales de diverso signo político.

Resulta también descorazonador lo que esta sucediendo en la Comunidad de Madrid con la Comisión de Investigación de los llamados “espías”. Que una Comisión parlamentaria establecida formalmente, interrumpa sus trabajos dejando de recabar la opinión y el testimonio de quienes estaban ya comprometidos como comparecientes y “clausurándose” a sí misma en fecha anterior a la prevista para su trabajo (31-03-2009) no parece ser admisible.

¡Véanse todas las pruebas, déjese hablar a todos los comparecientes previstos, cúmplanse las formalidades previamente establecidas y acordadas con el voto de la mayoría ante la oposición y la ciudadanía, y luego decídase!. ¡No se hurte la aportación pedagógica de civismo y ejercicio democrático que la ciudadanía tiene derecho a recibir y los dirigentes políticos el deber de impartir! Sería lo democráticamente correcto y lo que podrá servir de elemento educador en democracia.

Ignoro cuál será el escándalo mediático de tal comportamiento. Tampoco me importa mucho. Lo preocupante de todo esto es constatar el desinterés y el descrédito que puede cundir en la ciudadanía respecto a la democracia y sus valores intrínsecos y respecto a la política y a los políticos en general.

La única justificación del poder que el voto democrático asigna a los representantes elegidos es la veracidad y lealtad de esa representación y la persecución del interés común (no el personal ni el del partido). Por ello ha resultado también muy poco ejemplar la pretensión de inducir determinados comportamientos a personas nombradas en función de determinadas cuotas en los Consejos de Administración de entidades como las Cajas de Ahorro.

Es verdad que también resultó asombroso el aplauso que sus conciudadanos dieron al un alcalde en la fecha y momento en que iba conducido a prisión por sus actuaciones presuntamente “corruptas” y de enriquecimiento (con millones bajo la cama). Pero un comportamiento similar fue el protagonizado por poderosas cúpulas de poderosos partidos políticos en una asombrosa solidaridad de “prietas las filas”.

No se puede seguir discutiendo “sobre el sexo de los ángeles”, sin un serio toque de atención sobre el comportamiento desleal con el voto ciudadano, de no servicio total a la comunidad, de “corrupción”, en su caso, y la actuación de tantos “trepadores” que parece pueblan nuestro panorama público y sobre todo sobre la sensación no ya de impunidad sino de “normalidad” con que se percibe su comportamiento, porque la opinión pública parece haberse acostumbrado a todo.

La líder birmana Aung San Suu Kyi acertó muy bien cuando puso de manifiesto la corrupción como legado de la dictadura, en su libro “Cartas desde Birmania” y en los términos que su situación bajo una dictadura cruel le permitía hacerlo. Pero la lección para nosotros, es que también puede darse en situaciones de democracia “formal” si no estamos atentos a exigir, sin descanso, la ética mínima y la lealtad al voto ciudadano recibido o al encargo de servicio público otorgado a todas las personas con capacidad de actuación en ámbito público y, en su caso, a los partidos que las sustenten.

No todo vale en democracia. No todo vale en defensa de los intereses propios y de partido. El respeto riguroso de las normas y los procedimientos debe ser preservado. La mayoría en votos no da la razón ni puede ahogar las razones de los que están en minoría. El beneficio económico y la “eficacia ejecutiva” no deben justificarlo todo.

Estos días estoy desempolvando papeles y acumulando recuerdos de los años 1961-1966 que culminaron con la disolución del S.E.U. (Sindicato Español Universitario), sindicato único y obligatorio para los estudiantes universitarios en aquella época de España bajo el Régimen de Franco (unicidad y obligatoriedad impuestas por el Decreto del franquismo de 23 de septiembre de 1939), y disuelto, “formalmente”, por Decreto de 5 de abril de 1965, pero ya abandonado y denostado previamente, (saltándose la “normativa legal vigente”) por todos los representantes electos de los estudiantes, bajo exigencia de democratización a todos sus niveles. ¡Dios! ¡Qué sensibilidad democrática la de aquellos jóvenes, qué seriedad en la actuación pacifica y “revolucionaria” a la vez! ¡Qué respeto a las formas y al fondo! Y todo ello “arriesgándose” a las respuestas represivas de las autoridades, poniendo en peligro sus “currículos” académicos y gastando sus escasos medios disponibles en esta pacifica lucha por la democracia.

Hagamos una pequeña pausa en nuestra elucubraciones filosóficas y fijemos por un instante en lo que sucede a nuestro alrededor, no para desanimarnos, sino para tomar fuerzas y reafirmarnos en nuestro compromiso de comportamiento democrático personal y, desde esta legitimidad, exigir comportamientos democráticos a los representantes electos y a los partidos de referencia.

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