Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

De Betania a Jerusalén, Jesús en bicicleta

04-Abril-2009    Juan Masiá
    Mañana es Domingo de Ramos. Juan nos invita a profundizar y actualizar el relato de los sinópticos desde un acercamiento a la siempre desestabilizadora figura de Jesús y un cierto sentido del humor. Este texto fue publicado en el blog de Juan en Religión Digital, pero nos ha autorizado a reproducirlo aquí. Mal lo habrán leído quienes sólo vean en él acritud crítica. Hasta hay ternura en sus referencias a un joven profesor que iba a sus clases de Tubinga en bicicleta y que ahora es sucesor de Pedro, a quien Jesús pronosticó (Juan, 21.18) “otros te pondrán el cinturón para llevarte a donde no quieres”.

La tecnología de Religión Digital ha puesto en marcha un receptor de ondas que capta las del pasado. El problema es que, a veces, se mezclan con otras de actualidad y sale un cóctel raro como en la grabación siguiente de Domingo de Ramos:

Pedro: Maestro, ¿Dónde te preparamos la Pascua, en el Hilton? (Mt 14,15).

Jesús: No, Perico, en la buhardilla de Pérez, que llaman con eufemismo “cenáculo” (Mt 26, 18).

Juan: Jesús, nos ofrecen desde las legiones estacionadas en Siria enviar una cuadriga especial, llamada “Cristomóvil” para tu entrada en la ciudad el Domingo.

Jesús: No digas eso, Juan, que me dan ganas de llorar cuando pienso en el estilo con que los dirigentes de la capital se cargan a los profetas (Lc 19, 41; 13,34). Anda, déjate de cuadrigas “Cristomóviles”, yo prefiero entrar en bicicleta, como vaticinó el profeta (Zac9,9); así es como se transportaba mi amigo Raztinger cuando daba clase en Tubinga. ¡Qué mal lo está pasando el pobre ahora, rodeado de curialistas y hablando el lenguaje de las siete colinas, que no hay dios que lo entienda!

Juan: Pero ¿no ves, Jesús, que en bicicleta no sales tan guapo en la foto? Si no te gusta el “Cristomóvil”, al menos deberías entrar a caballo y con el turbante bien ceñido para hacer sonreír a las hijas de Jerusalén.

Jesús: Las hijas de Jerusalén van a tener motivos para llorar (Lc 23,27). En cuanto a los caballos, se quedan para los ministros de la guardia imperial (Zac 9,10), para sus compadres saduceos de mangas amplias, o para los obispos acardenalados de capas largas de varios metros (Mt 23, 1-23). Yo prefiero, como dijo el profeta, llegar a la ciudad pedaleando (Zac 9,9; Mt 21,5).

Tomás: Maestro, un grupo de celotes, asistidos por el rabino Kaminares, especialista en hacer campañas por causas perdidas, se ofrecen para apoyarte si les apoyas en la campaña contra Pilatos, contra Herodoes y contra el emperador y en favor de la patria y de la vida.

Jesús: No, ya sabes, Tomás, que a mí no me van las campañas abanderadas, que no soy nacionalista ni patriotero. Al César lo que es del César (Mc 12,17). Además, las campañas cuestan dinero. La vida se defiende mejor caminando hombro a hombro, sin palabras y con hechos, con los vivientes más desfavorecidos (Mt 25. 31-40).

Santiago:
Maestro, el Sumo Sacerdote Trouko y el centurión de la legión PP (abreviatura de “portantes paleas”, es decir, “acarreando sacas de trigo”…) ofrecen una fundación de varios millones de talentos para edificar en la cornisa occidental del Templo doce dependencias apostólicas y un Aula Magna donde prediques tus Bienaventuranzas (con tal, eso sí, de que digas que el “Camino” de los pobres dichosos es el de quienes son pobres “solamente en espíritu”) (Lc 7,20)..

Jesús: No lo aceptes, Santiago. Me basta con predicar paseando por el atrio del templo (”Atrio” sería un buen titulo para mi club), gritar a pleno pulmón sin micrófonos que “la verdad os hará libres” (Jn 8,32) y así “brotarán aguas vivas” (Jn 7,38), y de paso le doy un puntapié a las mesas de cambistas y prestamistas, que ya es hora de que dejen de una puñetera vez de convertir la Casa de Abba en una cueva de ladrones (Jn 2,14). Además, no sería estético ni ecológico romper el paisaje de esa cornisa con rascacielos.

Judas: Maestro, la presidenta de la Comunidad del Jordán ofrece costear una alfombra de varios kilómetros para tu entrada triunfal. Dice que no hacen falta recibos, y además te regala una túnica gratis, hecha en las Hispanias orientales por su sastre de confianza.

Jesús: No, Judas, no hace falta alfombra. Basta con ramas de olivo y palmera (Mc 11, 8; Mt 21,8) cuando lleguemos a la altura de la muralla, eso es gratis; el coste de la alfombra que lo pasen a ayudas para el desempleo y la inmigración. En cuanto al sastre, más vale no sentar precedentes de donativos sospechosos. Además, mi túnica es de quita y pon, sin costuras (Jn 19, 23), me la lavo yo solito y a la mañana siguiente está ya seca, aunque se empeñen Marta y María en que se la pase para su lavadora; estas chicas tan majicas, a pesar de que van siendo abiertas, todavía no entran por el feminismo.

Señor, dice Zebedarzón, el alcalde de la capital, que ofrece autobuses gratis y la conexión con los “papal boy scouts”, para que se junten varios miles de jóvenes y jóvenas a tu entrada gritando “Jesús de Nazaré. no hay otro como Él. Jesús de mis latifundios, te quiere todo el mundo”.
Jesús: No, Tadeo, esos folklores se quedan para los Papas del futuro Vaticano, a mí me basta con unos cuantos chiquillos que griten Hosanna (Mc 11, 9), aunque sea sin guitarras, el jaleo de los críos me encanta por lo espóntaneo y auténtico, sin sombra de dolo… En cambio, las manifestaciones con “tongo” no me van… Prefiero un sencillo “portantes ramos olivarum”…

Andrés:
Señor, entre Nicodemo y el de Arimatea proponen reunir varios millones de talentos para una cena, invitando al Pretor Pilatos, al Nuncio y a tres peces gordos, como el cacique Jaroy, de la oposición, porque parece que quieren hacer méritos para las próximas elecciones.

Jesús: Recházalos, Andrés. Esa noche yo ceno con mi amigos (Jn 15, 15), parto, reparto y comparto simple pan y vino (Lc 22, 14-17; Mt 26, 26-27), y en eso pongo mi vida, ahí está mi cuerpo (Mc 14, 22), confiando en que cuantas veces lo repitan acordándose de mí (Lc 22,19) y lavándose los pies mutuamente (Jn 13, 1-11), yo estaré presente entre ellos con la presencia más real de todas las realidades (Jn 14, 20). Al día siguiente vendrá lo duro, porque a mí me arrancan de vosotros (¡ay, quien pudiera quedarse, al menos hasta cumplir los setenta, terminar tantas cosas como se me quedan por hacer, y morir después en la cama, en colchón y no en madero…!), por un poco creeréis que no me véis (Jn 16,16), pero enseguida os daréis cuenta de que estoy a vuestro lado cuando viváis entre la gente como yo viví (Mt 25), dándoles esperanza, que me adelanto a ir por delante de vosotros a vuestras Galileas y vuestras Entrevías (Mc 16, 7), que las tumbas vacías no son el lugar de buscarme (Mt 28, 6), que vivo para siempre a la derecha de Abba (Jn 20, 17), que se me encuentra en el viaje, en el hermano y la hermana, en la conversación, en el partir del pan (Lc 24, 13-35) y en el salir de sí (Jn 20, 29), que no ascendí allá arriba sobre las nubes, sino que lo lleno todo en todo (Ef 4, 10), y que vosotros estáis destinados también a entrar en esa vida verdadera y vivir de la vida que yo vivo (Jn 14, 19). Todo esto, dicho en una sola palabra, se llama “Pascua de Resurrección”, porque yo soy la Resurrección y la Vida (Jn 11, 25).

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