Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Guía para la Semana Santa

06-Abril-2009    Atrio
    La Semana Santa en España se identifica con procesiones y folklore. Sobre todo en Andalucía. Pero precisamente de un barrio periférico de Málaga recibimos esta guía de celebración parroquial que puede ser útil para quien quiera, individual o colectivamente, vivir una auténtica semana santa cristiana.

SEMANA SANTA

PARROQUIA DE

GRANJA DE SUÁREZ

A propósito de la celebración cristiana

de la Semana Santa.

La Semana Santa que estos días anuncian los carteles es una jornada de representaciones, es decir, algo que pertenece al género teatral, y se da en medio de una celebración popular. «Representar» la Pasión de Jesús ha sido y sigue siendo objeto de manifestaciones artísticas, como son: la pintura, la escultura, la poesía, el teatro o el cine; pero a una representación, lo único que puede exigírsele es que posea calidad y dignidad. La calidad le convierte en obra de arte; la dignidad hace que los sentimientos de los creyentes no se sientan dañados, derecho fundamental que puede exigir cualquier ciudadano.

Aunque una representación tenga un tema religioso, como en este caso, nunca es un acto de culto. Incluso puede estar, y lo está con frecuencia, en contradicción con los verdaderos sentimientos religiosos. Vamos a concretar haciéndonos unas cuantas reflexiones: se anuncian la Semana Santa de Málaga, de Sevilla, de Murcia… como algo que mueve a mucha gente a viajar competitivamente a tales sitios.

Ante este hecho, nos hacemos una pregunta inevitable: ¿Quiénes la anuncian? Sobre todo las entidades promotoras del turismo, los ayuntamientos, las entidades bancarias, las firmas comerciales. Incluso con más interés que las mismas cofradías, que ya es decir.

¿Son éstos grupos tan cristianos que tienen un verdadero interés por lo que la Pasión de Cristo significa? Tenemos que responder que no, claro esta. ¿De dónde les viene entonces el interés? Todos lo sabemos: del negocio que para todos estos grupos significa.

¿Y quién da colorido a las procesiones de muchas ciudades? Unos factores totalmente ajenos al espíritu de Jesús: los grupos militares en desfile, la riqueza de los tronos, la presencia de autoridades, los artistas que se lucirán con una buena saeta… Es decir, el poder, la fuerza y el dinero, la fama, la manifestación, por tanto de todo lo que esta en otra onda que el Evangelio, encarnación muchas veces de cuanto condenó a Jesús.

Sin embargo, no es menos cierrto que muchos van a convertir estas representaciones en actos de culto. Y de nuevo nos preguntamos: Si tenemos que saber distinguir entre representación y acto de culto, ¿cuánto más si esas representaciones, por los aditamentos que hemos mencionado, son carnavalescas?

Un sentimiento religioso vago y unas emociones van ligadas a estos actos callejeros; pero las emociones y sentimientos que con las procesiones se provocan son muy parecidos a los que se desatan bajo el efecto de muchos de esos dramas sentimentales que abundan en las novelas por entregas de la televisión y de no pocas películas.

Los sentimientos provocados en los espectadores son muy variados, desde las emociones irracionales que provocan las procesiones de los dioses en el paganismo hasta la simple curiosidad del turista, pasando por esas convocatorias a la congoja o el llanto, propias de los melodramas; el fervor que incita a rezar o a hacer promesas para lograr salir de una desgracia familiar; la satisfacción de ver que la propia cofradía está a la altura que debe y la necesidad de defenderla con el mismo fanatismo que un equipo de fútbol. Un exponente de lo que estamos comentando: en muchos bares y peluquerías de caballeros es frecuente esta decoración: Unas fotos del Cristo y la Virgen de su cofradía, otra del Real Madrid o del Barcelona y otra u otras de chicas desnudas o en topless.

Nadie es más bueno por llorar ante los melodramas de la televisión. Los buenos sentimientos se demuestran en la vida. Incluso hay otro tipo de emociones provocadas por las procesiones que andan muy cerca del fanatismo y la idolatría.

Estaríamos en un error si afirmásemos que este culto tiene algo que ver con el que Jesús proclama como culto auténtico a Dios. Los cristianos damos culto a Dios en todo cuanto hacemos en la vida, porque nuestra fe nos enfoca a hacer una sociedad más humana y fraterna, sin opresores ni oprimidos. Y lo que constituye el por qué de nuestras vidas lo celebramos cada domingo en nuestras sencillas reuniones, en la Eucaristía. Concretamente, en la Semana Santa, consideramos qué significan para nuestra vida presente los misterios de Cristo que ponemos ante nuestros ojos.

Ciertamente, una buena representación puede llegar a ser una buena catequesis. Pero en nuestras semanas santas se ha llegado a unos extremos difícilmente aceptables desde un cristiano con un mínimo de coherencia y sensibilidad, y esto por las siguientes razones:

+ Se exalta, por un lado, el heroísmo que se demuestra con el dolor y, por otro, los sentimientos de lástima y de culpa.

+ Se fomenta la competitividad en el lujo y riqueza de tronos, mantos, baldaquinos, candelabros, joyas, etc.

+ Se establece una especie de comercio de lástimas: intercambio mi lástima hacia Jesús o María sufrientes por la lástima de ellos hacia mis problemas personales o familiares.

+ Se hace consistir la manifestación de la fe, no en incidir en la sociedad para hacer un mundo más humano, sino en tomar la vía pública para pasear un folklore de primavera.

+ Se aíslan estos sentimientos del resto de la vida. Una vez que han pasado, no han transformado a la persona en alguien que dio un paso más hacia la construcción del hombre nuevo.

+ Multitud de imágenes procesionales están colocadas por toda la iglesia, con lo que, no sólo se convierte el recinto en un signo de sentimientos lúgubres para el que la visita, sino que la Semana Santa procesionera queda indisolublemente maridada con la Iglesia oficial.

+ Se escandaliza, tanto a no creyentes de fina sensibilidad, cerrándoles el camino a lo cristiano, como a los niños, que crecen viéndolo como una importante manifestación cristiana, ya que, por los signos externos, piensan que consiste en esto.

+ Sirve para que algunos miembros del clero llegue a creerse que es un camino válido para evangelizar y ofrece «retiros espirituales» y la oportunidad de que dediquen un dinero a «obras de caridad» a personas que con esto van a pretender justificar todo lo demás. No olvidemos que las cofradías delpaganismo romano tenían obras benéficas entre sus cometidos, y no por eso buscaban una sociedad más justa.

Por éstos y por otros motivos (no nombramos los más espurios, como los desfiles militares), la Semana Santa callejera no es cristiana, y debía divorciarse de la Iglesia, llevándose sus imágenes a lugares más adecuados. Esto se está realizando ya en parte, pero, no sabemos si a causa del clero, de los cofrades o de ambos a la vez, muchos de esos espacios propiedad de la cofradía son o contienen una capilla, donde incluso se celebra misa; es más, algunos tienen hasta sagrario… cuando, en realidad, lo más que se podría pedir es que fuese un poco más respetuosa con lo que representa por las calles.

Hoy existen otras procesiones en las que se pide el cambio del hombre: son las manifestaciones por la paz, por la defensa de la naturaleza, por el respeto y la acogida a los emigrantes, por el cese de los abusos contra la mujer, etc. Como la calle es de todos, creyentes o no, no se acude en ellas a Dios, aunque Dios acude a ellas. En ellas se mezcla a veces la lucha de ideologías políticas, pero los creyentes que nos sentimos a gusto en esas procesiones sabemos que, si esperamos una actuación absolutamente limpia, nunca haremos nada.

Tenemos ante nuestros ojos las imágenes terribles de nuevas guerras, que han sido apellidadas preventivas. Alguien ha definido acertadísimamente la guerra preventiva de esta manera: hacer la guerra para posibilitar la paz es como violar para posibilitar la virginidad. A medida que ha ido subiendo el clima de las guerras hemos visto utilizar armas más peligrosas (y de las prohibidas) a los atacantes que a los atacados. Los países más peligrosos tienen el poder de la decisión. Es como poner al lobo guardando ovejitas. Un cristiano se tendría que sentir más extraño que nadie y más apátrida que nunca, en países que se alinean entre los señores de la guerra.

No es extraño que los sentimientos de muchos sean éstos: es una pena que revienten las pobres bombas que tanto dinero costaron; pero, sin han de reventar, es una pena que lo hagan tan lejos de sus hogares, que es donde le gusta morir a todo el mundo. Todos estos sentimientos sin odio, con deseo de cambio, no de venganza, son hambre y sed de justicia. No coinciden con los de los poderosos, como tampoco coincidieron los de Jesús, que recibió su sentencia de muerte por su hambre y sed de justicia.

El Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el Viernes Santo y la noche de Pascua pueden ser días magníficos para profundizar en nuestra fe como entrega y celebrarla. Durante estos días, recordamos los últimos acontecimientos de la vida de Jesús: la manifestación que se organizó al entrar en Jerusalén, que concluyó con una terrible provocación a las autoridades religiosas, la destrucción simbólica del tinglado del templo; la última cena, donde Jesús tomó el pan y el vino como signos de su entrega personal y así instituyó la Eucaristía, que nos mandó seguir celebrando en su memoria; su arresto, tortura y condena a muerte de cruz, y su victoria de la muerte con el poder de Dios.

Los evangelios explican suficientemente lo que aconteció para que tuviesen lugar los sucesos del viernes santo, pero son muy discretos en contar esos sucesos, no como la película de Mel Gibson, esa especie pornografía del dolor, en la que no se explica bien por qué sucedió todo, pero se recrea con abundante morbo en las escenas más sangrientas.

Cada una de las escenas de la tortura que sufrió Jesús se sólo debe ponerse ante nuestros ojos para recordarnos cómo ha de ser nuestra actitud ante la vida, no para quedarnos paralizados, mirando qué le pasó a él. San Pablo nos dice que completemos en nosotros mismos lo que faltaba a la Pasión del Señor, porque el Mesías, no es un individuo solo, sino un Cuerpo, del que Jesús es la cabeza y todos nosotros, los miembros.

Vamos a intentar celebrar estos días sin bombo y platillo, sin trompe­tas y tambores, sino comunitariamente, es decir, familiarmente, en nuestra pequeña comunidad. Estamos demasiado lejos de un mundo humano. Es verdad que nosotros y los que nos rodean vivimos con más dinero y, por tanto, con más cosas que antes; pero estamos en el primer mundo, aunque se trate de la cola del primer mundo y tendríamos que preguntarnos si nuestra abundancia y nuestro desarrollo serían posibles sin desvalijar al tercer mundo de una manera vergonzosa y brutal. Siguen sufriendo, por tanto, los inocentes, que son la mayor parte de la Humanidad, a causa de la explotación de los más despabilados. No, no estamos en un mundo mejor.

Un tiempo atrás se soñó con un mundo más justo; pero se cometió la injusticia de pretender imponer violentamente la justicia. Todo eso ha fracasado y ha sido tan malo el ejemplo que las palabras socialismo o comunismo han quedado soberanamente desprestigiadas. La sociedad está como cansada y sin ideales, y el mal que hacemos entre todos cuando no nos oponemos firmemente al sistema que lo produce revienta en nuestra misma sociedad: ahí están el paro, la delincuencia, la droga, la represión, la guerra, el botellón, la cárcel, el racismo, el mundo de los marginados, la prostitución, el terrorismo de las bombas, el terrorismo del dinero…

Jesús no ha venido a dar la receta de cómo se arreglan estas cosas, sino a crear un ámbito que no viva de estas realidades de pecado, que se oponga a ellas, que sea una provocación contra este mundo injusto y una invitación a construir una casa familiar para todos, ya que somos hijos del mismo Padre Dios. Jesús se tomó tan en serio esta tarea que por esta causa tuvo que sufrir tortura y una muerte vergonzosa. Sin embargo, ésta era la causa de Dios, como lo es la de cuantos le sigan. Por eso la Resurrección. ¿Cómo va a abandonar Dios a la muerte de un modo definitivo a lo único noble y justo que crece entre nosotros? Y esto es lo que celebramos en la Semana Santa.

Precisamente porque no intentó imponer nada de esto, sino mostrarlo con su vida, su proclamación se hace visible de un modo especial en su ajusticiamiento en la cruz; es decir, todo él fue proclamación con todas las consecuencias del hombre nuevo. Expresiones como: «Pagó con su muerte nuestro rescate», «canceló nuestra deuda con su sangre», «Con sus heridas él nos ha salvado»… son perfectamente válidas, pero son metáforas, es decir, imágenes poéticas que se emplean a falta de un lenguaje más preciso. Todas ellas hacen hincapié en la generosidad de Jesús y en el amor que Dios nos tiene; sin embargo, tomarlas al pie de la letra anulan la parte que cada uno tenemos en la salvación y, en rigor, nos harían ver un dios sádico, que de ninguna manera existe.

Jesús es el primer hombre de la nueva humanidad. Todo los que nos proponemos seguirle, que eso es creer en él, hemos de completar en nosotros su obra. Como dice Pablo: «Somos el cuerpo de Cristo. Hemos de completar en nuestros miembros lo que falta a su pasión.» Con una entrega tan completa, que no se paró ni ante la muerte, rompió el cerco del hombre viejo, el que pone su racionalidad al servicio de sus instintos animales, abandonados a sí mismos. Algo que debemos hacer cada uno, movidos por el espíritu que él nos comunica.

La cruz con la tablilla de su «delito» colocada en lugar visible, nos sirve todavía de cartel anunciador de un nuevo modo de mesianismo: el mesianismo comunitario de la misericordia y la fidelidad de Dios. Todos los que formamos el Cuerpo del Mesías, cuya cabeza es Jesús de Nazaret, estamos destinados a completar en nosotros lo que faltaba a la pasión de Jesucristo. Y Jesucristo completa en nosotros lo que falta a nuestra vida: la vida eterna que nos infunde su Espíritu, vida que ya tenemos y que atraviesa la muerte.

Ya que la pasión de Jesucristo es el coronamiento de la entrega de toda su vida, lo que nosotros podemos aportar es nuestra entrega, porque la persecución y el sufrimiento y muerte le vinieron a Jesús por sus propios pies, no por buscados.

Nos cuenta el evangelio de Juan que los capitostes de los dos partidos dominantes del pueblo judío hicieron un complot para quitarlo de en medio Decían:

-Este hombre hace muchos milagros; si dejamos que siga adelante, todos van a creer en é1 y vendrán los romanos, y acabarán con nosotros.

Comprendemos que, si los milagros a que aquí se refiere fueran simples curaciones de ciegos, cojos o leprosos, no es lógico que por esa razón el imperio romano viniera a desbaratar la nación judía. ¿Que les podía interesar tener una colonia de sanos o de enfermos? Tendrían entonces que perseguir también a los médicos…

No. Jesús abría los ojos a la realidad, devolvía la dignidad a un pueblo leproso, invitaba a que no se quedasen quietos como un pueblo de paralíticos, estaba dando vida a los que estaban muertos, es decir: los pobres estaban recibiendo la mejor noticia de su vida. Y esto no lo quieren nunca los dictadores, de cualquier tipo: políticos, religiosos…

Y no es que Jesús predicase o practicase la violencia. Todo lo contrario: Jesús enseñó siempre a devolver el bien por el mal, a amar a los enemigos, a pedir por los que nos hacen daño; pero a obedecer a Dios antes que a los hombres y a no tener a nadie por Señor, más que a Dios. Esto era algo que tenía muy claro su pueblo en teoría: es el primer mandamiento; pero en la práctica las autoridades se creían los representantes auténticos de Dios, los que hacían el papel de Dios en la tierra no aguantaban que nadie pusiera en duda sus decisiones, a las que les otorgaban un rango divino. Esto es lo que llevó a Jesús a ser perseguido, a tener que vivir en la clandestinidad, como sigue contando Juan a renglón seguido: por eso Jesús ya no andaba en público por Judea; se retiró a Efraín, en la región cercana al Desierto, y se quedó allí con sus discípulos. Eso no significa que se retirara de su compromiso con el pueblo; simplemente, no pretendía a dar a sus enemigos el gustazo de que le detuvieran por las buenas. El siguió siendo coherente, y, cuando pudieron echarle mano, no opuso resistencia ante lo inevitable. Bien sabía que tenía que llegar esa hora.

JUEVES SANTO

Tomad y comed. Tomad y bebed.

En medio de su cena de despedida, Jesús bendice, parte y distribuye el pan: -Tomad y comed. Esto es mi carne. Y sus palabras suenan más o menos así: «Ésta es mi condición mortal: pan que se reparte. Tomad y comed todos.» La carne significa la condición débil y mortal del hombre. Así soy yo: este modesto pan que se parte para que llegue a todos. No dijo Jesús: Mirad y admirad, ni: Maravillaos y adorad, Sino: Tomad y comed.

Después de cenar, tomó la copa de vino y la pasó a los suyos diciéndoles: -Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por todos. Bebed todos de aquí. Y queda en pie el encargo del Señor: -Haced esto en memoria mía.

La memoria del Señor la actualizamos con el signo del pan y del vino; pero sólo se le da vida cuando realizamos nuestra propia entrega, a imagen de la suya. Esto es lo que significa el lavatorio de los pies y el mandato nuevo. Cuando entramos en comunión con él, entramos en comunión con su vida entregada por todos, conforme a lo que nos dijo: -Os he dado ejemplo, para que hagáis con los demás lo que yo he hecho con vosotros. Amaos unos a otros como yo os he amado. Y así cada uno de nosotros debe decir de sí mismo, en memoria de Jesús: -Tomad y comed. Toda mi carne está puesta en el asador.

y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los «pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

VIERNES SANTO

El misterio de la Cruz

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo para salvarlo. La crucifixión no fue un acto aislado, sino la culminación de una vida comprometida. Así es como el Buen Pastor da la vida por sus ovejas. No agrada al Padre la Cruz por lo que tiene de sufrimiento, sino porque supone una vida que se entrega hasta ese extremo.

Dice el catecismo más elemental: La señal del cristiano es la santa cruz. Y prosigue indicando su porqué: porque en ella murió Jesucristo, nuestro Salvador.

La cruz no es un adorno, ni un objeto de culto, ni un amuleto. Es un signo. Y, como todo signo, señala algo: nos indica hasta dónde puede llegar la brutalidad humana, cuando por encima del hombre se colocan los intereses, las ideas políticas o religiosas, las leyes, sean humanas o divinas. Y señala algo más: hasta dónde llega el amor y la generosidad de Jesús, que no dudó en su entrega; hasta dónde llega el amor del Padre, que en él nos brindó un regalo de tal categoría.

Por eso, el que piensa ante la cruz que tenemos que ofrecer actos dolorosos a Dios como Jesús se los ofreció, no sabe leer la cruz. El que piensa que llevar la cruz de cada día es aguantarse con la injusticia, no sabe leer la cruz. El que convierte la cruz en una condecoración para premiar un acto de violencia arriesgado o en una joya que puede regalarse a la persona amada, no sabe leer la cruz. El que coloca la cruz en la empuñadura de la espada, en el remate de la corona o a la cabecera de un estandarte de guerra, no sabe leer la cruz.

Sabemos leer este signo, cuando escuchamos a Jesús, que nos dice: Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Pero el que se coloca ante la cruz para sentir lástima de lo que en ella sufrió el Salvador, tampoco sabe leer la cruz. Llorar por lo que ya sucedió, no arregla nada. Yo no puedo quitar a Jesús ninguna espina de su corona, ni un azote de su espalda, ni una humillación o un dolor de su tortura. Lo que yo puedo hoy es tomar postura al lado de los excluidos, humillados y desgraciados de mi mundo, como él hizo; compartir con ellos el porqué de la existencia.

El mismo Jesús que murió en la cruz es el resucitado. No se trata de darle ningún pésame, sino nuestra más cordial enhorabuena. Y a todos nosotros, por tan fausta noticia. Igual que el Viernes Santo (lo que vivió) coincide con el Jueves Santo (lo que celebró), también la Vigilia Pascual (la nueva vida) coincide con el Viernes Santo (la muerte). Es decir, el misterio de Cristo es que, muriendo, destruyó la muerte y resucitando restauró la vida, y nos hace participar de su suerte en la Eucaristía, donde, al hacerse presente, vuelve a decirnos una y otra vez: Haced esto en memoria míaHaced lo mismo unos con otros…

Si así lo entendemos, nuestra celebración de la eucaristía se hallará a muy corta distancia de nuestra generosidad de comportamiento, y a muy corta distancia de la cruz, que con mucha probabilidad no tardarán en prepararnos los que organizan el desorden establecido de este mundo, que cuenta con la marginación, el paro, el tercer mundo, la explotación, los contratos-basura, el racismo, la intransigencia, el negocio de la guerra y de la droga y otras realidades de la misma calaña.

Es, por tanto, la Semana Santa, una jornada de alegría y de acción, no de duelo paralizante, porque es una vivencia más fuerte y reflexionada de lo que cada domingo del año celebramos: No temáis, yo he vencido a la muerte. Pero el que inició, él solo, la Liberación del hombre, no la terminará él solo. Completad en vosotros lo que falta a la pasión de Cristo. De él somos miembros. En la Resurrección del Señor se nos ha desvelado un misterio, porque hemos de tener en cuenta que los misterios cristianos no son algo que ocultan, sino algo que descubren y desvelan. El misterio de la cruz nos desvela que toda la entrega generosa que la intransigencia machaca con la muerte, no acaba en muerte, sino en vida, y en vida que no se termina. Y es que podemos hacer dos clases de via crucis: Uno, fijándonos en Jesús, y haremos bien, porque nos acercamos al origen del Evangelio, aunque no podemos quedarnos ahí, mirando atrás. Otro, fijándonos en las brutalidades, violencias, sufrimientos de nuestro alrededor para pensar qué generosidad personal se nos exige. Y entonces es cuando empezamos a entender el Evangelio.

Entremos juntos, como comunidad, en este misterio de salvación. sin miedo. ¡Cristo ya resucitó! Él es la primicia de una gran cosecha de la nueva vida que se nos brinda.

y él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

¡resucitó!

VIGILIA PASCUAL

Resucitado de entre los muertos

A los tres días, resucitó de entre los muertos. Estos tres días no tienen un valor numérico. Significan una acción de Dios rápida y eficaz. Dios no dejó a su Siervo conocer la corrupción. Jesús está vivo. No hay que buscarle en ningún sepulcro. Su fracaso no podía ser definitivo. Cuando estaba en la cruz, se burlaban de él diciendo: ¿No confiaba en Dios? Pues que Dios le salve ahora. Y Dios no le bajó de la cruz, pero le levantó de la muerte, y así puso de manifiesto que la vida del hombre nuevo no conoce la muerte definitiva. Jesús resucitado es la primicia de la resurrección. Si hemos muerto a este mundo injusto, llevemos una vida nueva con la seguridad de que está garantizada por Dios para toda la eternidad.

La Vigilia Pascual ha de ser una velada sin prisas, para reflexionar, orar y celebrar festivamente el centro de nuestra fe cristiana. Cada una de las partes de la celebración está presidida por un símbolo, en el que debemos entrar: así nos sentiremos invadidos por su significado. ¡Venid y veréis!

PREGÓN PASCUAL

    Amigos, alegraos,

    la pequeña luminaria que llevamos en nuestras manos,

    sacada de un único cirio, que representa a Cristo,

    basta para iluminar este ámbito en el que nos reunimos.

    Significa nuestra modesta aportación a la luz.

    Abramos de par en par los ojos de la fe

    y veamos a Cristo Resucitado.

    Todo su ser, transfigurado y radiante

    nos está revelando

    el verdadero rostro de su fracaso y de su cruz.

    Yo soy la Luz del Mundo.

    El que me sigue no anda en tinieblas.

    ¡Es la victoria del servicio!

    ¡La luz brilla en las tinieblas

    y las Tinieblas no pudieron detenerla!

    ¡Todo lo que sea luz, enciéndase esta noche.

    Brillen sin timidez nuestra esperanza del Reino de Dios

    y nuestras obras,

    porque tenemos que ser Luz del Mundo,

    hombres nuevos que construyan la paz ladrillo a ladrillo!

    No nos dejemos encandilar por brillos falsos de dinero,

    poder, intransigencia, fuerza bruta.

    Alcemos la verdad que nos hace libres,

    sea esta libertad nuestra única arma

    frente a los poderes engañosos

    y con el corazón en la buena noticia

    que pone Dios en nuestra boca

    para darla a los ciegos, a los mudos,

    a los tullidos, a los mancos,

    a los leprosos, a los muertos,

    a los pobres y explotados de este mundo,

    encendamos todo nuestro ánimo para bendecir al Padre.

    El Señor esté con vosotros.

    Y con tu espíritu.

    Levantemos el corazón.

    Lo tenemos levantado hacia el Señor.

    Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

    Es justo y necesario.

    Es justo y necesario bendecirte siempre, Padre Santo,

    pero esta noche más que nunca,

    porque es la noche de la liberación.

    Sacaste a nuestro padre Abraham

    de la noche del paganismo a la claridad de tu conocimiento;

    al Pueblo esclavo en Egipto de las tinieblas de la esclavitud

    a la libertad de la tierra prometida;

    levantaste del campo de huesos calcinados

    al pueblo que moraba en el destierro;

    iluminaste con la palabra de los profetas

    los oídos apagados por eslóganes de todas las tendencias;

    llenaste el vientre de la estéril

    para que fuera madre feliz de muchos hijos;

    alzaste de la basura al pobre

    para sentarle entre los principales;

    miraste la humillación de María, tu esclava,

    y es proclamada dichosa sobre todas las mujeres de la tierra;

    al pueblo que habitaba en oscuridades y sombras de muerte

    le encendiste una gran luminaria,

    y a tu Hijo Único, Jesucristo, lo sacaste del sepulcro,

    para que tu santo no conociese la corrupción.

    En esta noche nos convocas

    a todo cuanto significa liberación humana.

    Jesucristo da sentido a cuanto pretende ocultar

    este régimen de terror.

    ¿Merecería la pena la vida del hombre, si, siendo inteligente,

    no superase el estadio de su animalidad?

    ¡Necesario fue caer tan bajo

    para probar la grandeza de tu misericordia!

    ¡Feliz culpa por la que manifestaste tal Salvador!

    Haz, Padre, que nuestras vidas sean luz

    en medio de toda esta tiniebla institucionalizada,

    para que así, el mundo cobre sentido

    y recobre la alegría primordial

    y podamos salir, alegres, con nuestras lámparas encendidas,

    a la venida del Esposo, que, vencedor de la muerte,

    vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.

LETANÍA

Los aquí reunidos no somos un grupo religioso sin historia ni raíces. Hay un largo camino de la Humanidad hasta Jesús y de Jesús hasta nosotros. Por eso invocamos a todos los que han ido jalonando este camino con su búsqueda, movidos por el Espíritu de Dios.

  • Los hombres religiosos de todo credo y raza entraron en contacto con Dios y ayudaron a los demás a vivir con humanidad. Zoroastro, Buda y Mahoma.

Os recordamos con agradecimiento

  • Los Patriarcas, Profetas y Sabios, el Resto de Israel esperanzado, tuvieron una experiencia religiosa única y fueron elegidos para dar a todo el mundo la riqueza de su Revelación. Abraham, Moisés, Elías, Juan Bautista, José,

Os recordamos con agradecimiento

María, que representas al Israel fiel que nos dio a luz a Jesús, nuestro Maestro, Señor y Salvador.

Te recordamos con agradecimiento

  • Jesús, cabeza de la humanidad nueva por la Divina Inspiración del Padre, Hijo de Dios en el que todos somos hijos de Dios,

SEÑOR, TEN PIEDAD

CRISTO, TEN PIEDAD

SEÑOR, TEN PIEDAD

  • Los primeros seguidores de Jesús, como testigos, recibieron la misión de transmitir la buena noticia a todos los pueblos. María Magdalena, Pedro con los 12, Pablo, evangelistas que, movidos por el Espíritu, nos regalasteis los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Nuestra es vuestra fe

  • Los 3 primeros siglos conocieron la gesta de multitud de mártires, testigos con su sangre del Evangelio que proclamaban. Denunciados, torturados y ejecutados de todas las edades, objetores de conciencia y voluntarios que presentaban su condición de cristianos como protesta a aquella injusticia. Esteban, primer mártir, Ignacio, Lorenzo, Sebastián, Inés, Perpetua y Eulalia.

Nuestra es vuestra fe

  • Las primeras generaciones tuvieron que esforzarse por hacerse comprender en medio de una cultura diversa y con valores tan distintos. Muchos de ellos sufrieron por la integridad de su fe, traducida a la cultura de su época, persecución, destierro y hasta muerte, bajo emperadores que se llamaban cristianos. Justino, Catalina de Alejandría, Basilio, Hilario de Poitiers, Juan Crisóstomo, Atanasio y Agustín.

Nuestra es vuestra fe

  • Cuando ser cristiano comenzó a ser una costumbre bien vista por los poderosos, se perdió el primer fervor y muchos buenos cristianos se retiraron a la soledad del desierto, según la costumbre de otras religiones orientales. Allí llevaban con frecuencia una vida excéntrica. Algunos dedicaron su vida a reunir a los monjes para que no se privaran de algo importante en la vida cristiana, la comunidad. Antonio y Benito.

Nuestra es vuestra fe

  • La riqueza, la vanidad y la violencia se sentaban en los sillones de la Jerarquía eclesiástica y el Espíritu suscitó movimientos pacifistas, de pobreza y de vida común, valdenses, begüinos y frailes. Juan Tauler, Pedro Valdo, Savonarola, Clara y Francisco de Asís,

Nuestra es vuestra fe

  • En un momento en que se multiplican las confesiones cristianas separadas, no faltaron santos que, alejados de polémicas, dedicaron su vida al servicio de los más desgraciados, a la educación de los más pobres, a la evangelización de los pueblos que se iban descubriendo y a la vida mística. Juan de Dios, Felipe Neri, Teresa de Jesús y cuantos derramasteis vuestra sangre en las misiones,

Nuestra es vuestra fe

  • Cuando nuestros países subyugaban a los indios americanos y se enriquecían con sus bienes, se levantó la voz de los profetas que defendieron los derechos de los nativos. Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas, Toribio de Castroviejo y cuantos hicísteis de vuestra voz la voz de los que no la tienen,

Nuestra es vuestra fe.

  • Una Jerarquía inmovilista y aferrada al poder ahuyentó a muchos hombres de buena voluntad. Pero algunos, aun sufriendo en sus carnes la persecución eclesiástica, vivieron la fe en las nuevas situaciones y la expresaron en nuevos moldes. Luis Bautain, Mauricio Blondel, P. Lagrange, Odón Casel, Juan Newmann, Manuel Mounier, Bonhoefer, Romano Guardini, Carlos de Foucould, Carlos Rahner, Juan XXIII,

Nuestra es vuestra fe

  • También en nuestro tiempo se ha alzado la voz de muchos cristianos para hacer volver la predicación del Evangelio a sus verdaderos destinatarios, los pobres, y a un gran número de catequistas, padres y madres de familia, cuyos nombres nunca conoceremos, les ha costado la vida esta actitud. Óscar Romero, Ignacio Ellacuría y compañeros mártires,

Nuestra es vuestra fe.

RENUNCIAS BAUTISMALES

Ante las aguas bautismales dejamos muerta una humanidad vieja, la de una vida sin religión bajo el dominio del Pecado. Por eso, hagamos nuestra renuncia a esa vieja humanidad.

¿Renunciáis a contribuir al pecado del mundo:

  • con el egoísmo, que nos lleva a prescindir de los demás,
  • con la violencia y la venganza, contrarias al amor,
  • con la hipocresía y la mentira,
  • que impiden la verdad que nos libera,

  • con la injusticia, hecha, encubierta o consentida?

Sí, renuncio.

¿Rechazáis la seducción del mal,

lo que por deseo o por temor

impide que estemos abiertos a la llamada de Dios:

  • la pereza, la inconstancia,

- la tristeza, la desconfianza

  • la indiferencia, la apatía,

- el miedo, la cobardía

  • la comodidad y la frivolidad?

Sí, las rechazo.

¿Aborrecéis las consecuencias del mal:

  • la injusta distribución de los bienes, el hambre
  • la marginación, la explotación, la ignorancia,
  • la guerra, el terrorismo y cualquier violencia?

Sí, las aborrezco.

LA PROFESIÓN DE FE

Ante el agua de nuestro bautismo haremos nuestra profesión de fe. El Dios a quien creemos es el Dios Padre, que se ha revelado en Jesús, el Hijo por antonomasia y que por él nos ha comunicado su Espíritu.

Creer a Dios Padre es fiarse de su amor inabarcable. En el Dios de la vida que no creó al hombre para morir, sino para hacerle participar de su felicidad. En Dios que creó un mundo no terminado, una naturaleza que debemos respetar, cuidar y a la que debemos dar sentido; que no ha dividido a los hombres en pobres y ricos, especialistas e ignorantes, amos y esclavos; que ha escuchado el grito de los pobres y se ha inclinado a los desgraciados, enviándonos a su Hijo Jesucristo.

¿Creéis en Dios Padre?

Sí, creo.

Creer a Dios Hijo es fiarse de Jesucristo, que vivió la situación de este mundo y tomó postura ante ella. Es creer en su Palabra y en la fuerza que nos da para seguir el camino. Creer que Él es la revelación de Dios, la salvación de los hombres, la manifestación del sentido de la gracia y el pecado. Él nos enseña a valorar lo cotidiano y lo sencillo, pues en ello va la vida. Enviado como hermano y pobre entre los pobres de su pueblo, pasó haciendo el bien, y, crucificado por los poderosos de su tiempo, ofreció la vida por nosotros. Pero Dios le dio la razón y lo resucitó de entre los muertos, haciéndole Señor del Universo y de la Historia. Con su resurrección nos ofreció la victoria de Dios sobre la muerte y el mal y nos enseñó que Dios está de parte del oprimido y lo levanta.

¿Creéis en Jesucristo, el Hijo de Dios?

Sí, creo.

Creer a Dios Espíritu Santo fiarse de Aquél que nos configura con los rasgos del hombre nuevo; que dio su palabra y su valor a los profetas y que ungió a Jesús para que anunciara la buena noticia a los pobres; el que nos conduce a la Casa del Padre y comunica el amor y la valentía de Jesús a los hombres y mujeres que dan el testimonio hasta derramar su sangre; el que nos congrega en la Iglesia que debe ser salvación para todos, voz de los que no la tienen y semilla para la germinación del reino de Dios, un mundo de hermanos, en paz, sin miseria, hambre ni violencia, hasta Dios haga venir su Reinado en toda su plenitud.

¿Creéis en el Espíritu Santo?

Sí, creo.

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