Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Conexión de lo divino y con lo humano

19-Abril-2009    Gonzalo Haya Prats

El libro de Lenaers “Otro cristianismo es posible” y los artículos de Juan Luis Herrero –ambos publicados en ATRIO- rechazan con razón el paradigma del intervencionismo divino (heteronomía). Como creyentes, no pueden prescindir de la acción de Dios, y se esfuerzan por explicarla sin deteriorar la autonomía del hombre, base de la cultura que podríamos llamar occidental.

No todos los pensadores reconocen dos realidades, una material y otra fundante o espiritual. Algunos niegan el ámbito espiritual. Otros muchos prescinden de él –al menos en cuanto científicos– porque no es comprobable, o rechazan cualquier interferencia -actual o en origen- de esas dos realidades.

Muchos otros reconocemos en cambio esas dos realidades y la necesaria conexión entre ambas: las religiones primitivas o las más elaboradas; los místicos ilustrados o populares; filósofos antiguos y actuales, orientales y occidentales; los santos y los héroes; el pueblo sencillo; y también muchos científicos al afrontar de una manera integral, como persona humana, las grandes preguntas existenciales.

A los que reconocemos la existencia de dos realidades y que están relacionadas, nos resulta muy difícil explicar esa relación sin caer en la absorción de una por la otra: el dominio absoluto de lo divino o la independencia absoluta del hombre.

La teología cristiana se ha enredado en dilemas como la fe y las obras, la gracia y el mérito humano, la predestinación y la libertad.

  • No encuentro una explicación teórica
  • No todos necesitarán una explicación teórica; yo necesito intentarlo aunque no lo consigo. El que no quiera enredarse en estas especulaciones puede saltar al próximo epígrafe para ver las soluciones prácticas.

    Podríamos decir que Dios, al crearla, puso en la naturaleza las leyes –las constantes– de su proceder y desarrollo; pero para Dios siempre es presente, la creación no sucedió hace millones de años; la creación –el fundamento– es continua.

    Podríamos decir con san Agustín que Dios se encuentra en lo más profundo de nuestra propia intimidad y que por tanto todas nuestras acciones proceden de nosotros mismos. Sin embargo continúa la pregunta: mi acción sale de mi interior pero ¿quién actúa? ¿quién impulsa? ¿quién cualifica la acción cuando es buena o cuando es mala

    No sé si, con nuestros conceptos y razones, se puede llegar a explicar la conexión entre lo divino y lo material, entre lo absoluto y lo contingente. Nuestros conceptos están tomados de las realidades materiales y se distorsionan cuando los aplicamos a la realidad espiritual. Sólo podemos aproximarnos a ella mediante símbolos.

    Por vía intuitiva o experimental descubrimos en nuestra conciencia –en la conciencia progresiva de la humanidad– unas cualidades positivas, cuyo fundamento atribuimos a esa otra realidad superior, que estoy llamando espiritual para evitar las connotaciones negativas que para muchos tiene el término Dios.

    Por vía conceptual, de Dios -de esa realidad espiritual- sólo podemos saber que existe y que es bueno; y eso porque lo postulamos como fundamento de nuestra realidad y de la ética.

    Apenas conocemos nuestra realidad física. Conocemos ciertas propiedades pero no el “noumenon”. Menos aún conocemos la realidad fundante o espiritual:

    Concebimos esa realidad espiritual como más importante, sublime… pero al final la concebimos semejante a la nuestra. Y ahí está el origen de innumerables errores. La acción de Dios y la acción humana son de distinta naturaleza.

    Si no conocemos bien ninguna de las dos realidades ¿cómo vamos a explicar su interconexión?

    Prefiero acudir al conocimiento intuitivo que valora datos subconscientes imperceptibles para la razón conceptual. Prefiero acudir al conocimiento intuitivo que ha acumulado la humanidad en su larga historia, y que ha expresado en el lenguaje de los símbolos. “Es con el corazón como vemos con claridad. Lo esencial resulta invisible para los ojos” (Saint Exupery).

    La música potencia la letra sin interferir en ella. Dios potencia la acción humana.
    ..

  • Tenemos soluciones prácticas.
  • El pueblo cristiano acuñó el refrán “A Dios rogando y con el mazo dando”. Maestros como Ignacio de Loyola no fueron mucho más allá al recomendar: “Trabajar como si todo dependiera de ti y confiar como si todo dependiera de Dios”.

    Jesús mismo mantuvo dos consejos sin explicar cómo se coordinan: “Pedid y se os dará”; “Cuando oréis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso. No seáis como ellos, que vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis”.

    El pastor y teólogo Bonhöffer, consciente de la autonomía que reclama la cultura actual, propuso actuar ante Dios “etsi Deus non daretur”,”como si Dios no existiera”, que es otra manera de no entrar en explicaciones.

    El hombre debe buscar las soluciones científicas, filosóficas, y éticas, como si Dios no existiese.

    Ni creyentes ni científicos deberíamos considerar como definitivas, excluyentes, o absolutas, las explicaciones que elaboramos ante lo que solamente vislumbramos.

    Las religiones son la letra humana que nosotros le ponemos a la música espiritual que escuchamos en nuestro interior.

    Todas las culturas son válidas y respetables en su tiempo y en su espacio; pero las culturas están abiertas y evolucionan. Es necesario disolver conceptos esclerosados, incomprensibles o inaceptables para sus nuevas experiencias. Es necesario procurar la coherencia para no caer en la esquizofrenia o en el fariseísmo.

    Superado el obstáculo de las incoherencias, necesitamos incorporar la visión de los místicos, de los poetas y de los héroes, que perciben el ethos de nuestro tiempo y tratan de expresar lo indecible.

    Quizás el ethos de nuestro tiempo sea el impulso a romper los muros de la injusticia social. Quizás hoy el nombre más comprensible de Dios sea Solidaridad.

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