Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

En la muerte de un amigo

24-Abril-2009    José Bada
    La generación de cristianos comprometidos en la reforma de la Iglesia tras el Vaticano II y en resistirse a la dictadura franquista –lo mismo que la de obispos, sacerdotes y seglares de las comunidades de base y la resistencia a las dictaduras en Latinomérica–, se está yendo poco a poco al Padre por ley de vida. Pero su recuerdo debe permanecer vivo. Uno de los motivos fundacionales más profundos de ATRIO ha sido recoger sus palabras de hoy y “pasar el testigo” a las nuevas generaciones del XXI. Ayer enterramos a un referente importantísimo de Valencia, Antonio Andrés. El nuevo arzobispo Carlos Osoro compartió duelo y esperanzaa con la iglesia de base. El mismo día que Antonio, murió Wirberto Delso, del que hacemos hoy memoria.

    Cuando Wirberto llegó a Fabara había terminado el Concilio y no había comenzado la transición a la democracia en España. Cuando llegó a mi pueblo, cuando lo conocí, y comenzamos a compartir deseos, ideas, actitudes y palabras, eran otros tiempos. Era primavera. Aún no había terminado mayo del 68 - fue el día 30 de este mes- cuando lo nombraron cura regente de Fabara. Soplaban vientos favorables para la esperanza. Éramos jóvenes, él más que yo. Y a los dos nos parecía que el régimen estaba acabado y que la Iglesia podía comenzar. Pensábamos entonces que había envejecido antes de tiempo, desde Constantino, pero creímos unos años, aquellos años de la “operación Moisés” [consistió en una campaña de recogida de firmas de sacerdotes, en todo el estado español, en un documento que hacia una denuncia a los obispos, por una parte, de intolerantes y por otra, de colaboradores de un régimen antidemocrático], que podía rejuvenecer fuera de tiempo y que el báculo de los obispos, de la mayoría, no todos y menos en España, podía florecer aún como la vara del patriarca San José. Vino después la sospecha y luego la frustración, y hoy sabemos que la vieja no estaba para esos trotes.

    Wirberto Delso, regente de la parroquia de Fabara, fue destituido por Cantero Cuadrado el 17 de junio de 1974 a causa de “diversos y autorizados informes” sobre “el malestar religioso y moral” que dominaba en el pueblo”debido a sus ideas, actitudes y léxico”, según se dice en el decreto de distitución. No obstante, al celebrarse la asamblea parroquial prevista para el día 22 del mismo mes y al conocerse la destitución fulminante del párroco, se cambió el orden del día a propuesta de la inmensa mayoría de los particiopantes y se aprobó un escrito pidiendo al Arzobispo que explicara los términos de la acusación contra Wirberto y dejara en suspenso la sentencia. Seguidamente , en una sola hora, se recogieron más de 500 firmas, avalando la resolución de la asamblea ,en un pueblo que por entonces tenía 1500 habitantes. El día 29 llegaron al pueblo 30 sacerdotes que concelebraron con Wirberto y se solidarizaaron con él. El grupo se amplió y 36 sacerdotes presentaron la dimisión.de sus cargos. Se acudió al nuncio, se apeló a Roma; los obispos de Huesca, Osés, y el de Tarazona manifestaron su disgusto conta la destitución de Wirberto, y otro grupo de sacerdotes de Zaragoza - más de setenta- intentaron una mediación que resultó fallida. Se extendió la noticia por todo el orbe, un escándalo que se cerró en falso. Fue la Cristiandad como régimen , como poder, contrra la virtud que hace cristianos y la humanidad que nos hace humanos. Y el abismo, que se cerró en falso, se hizo más grande pero invisible.

* * *

Wirberto Delso ha muerto, murió ayer rodeado de amigos. ¿Es la muerte la hora de la Verdad? Sobre la Verdad no tengo nada que decir, estoy a la escucha. El día 15 de marzo, domingo antes a San José, nos llevamos al huerto a Wirberto, lo trajo Conchi, su compañera, bajó con su ayuda del coche lentamente, pesadamente, y nos sentamos debajo de los cerezos en flor. Fue la última cena, teníamos pendiente la de Navidad que este año no celebramos. Y queríamos hacer algún viaje, ellos dos a Egipto -y quizás con nosotros, conmigo y mi pareja- y otros viajes de costumbre y cercanía, ordinarios, y por supuesto a Ejea y a Pinsoro a ver a nuestros amigos comunes del “caso Fabara”. Él se nos ha ido Dios sabe donde. Aquel domingo estuvimos con Wirberto y Conchi, José Guarc -el cura de Pinsoro, que es fontanero- y Pedro Carceller con Amparo y su nieta, dos años, y ellos dos históricos de la JARC y de la UAGA. Wirberto se ha ido y nos ha dejado. Él ha hecho ya todo lo que tenía que hacer, nosotros estamos aún aquí para comenzar todos los días.

“Somos mortales y sabemos que hemos de morir, pero no nacemos para morir sino para comenzar” (Hannah Arendt)

Comenzar no es repetir. No tiene sentido esperar a los muertos, los muertos no vuelven. Wirberto no volverá, lo de Wirberto no volverá a pasar. No tiene sustituto, hemos perdido a un amigo todo terreno, a un hombre sin papeles, independiente, libre, consecuente hasta la impertinencia: “Vamos, el cinturón. Su reloj, el cortaúñas, todo lo que lleve de metal…” Y Wirberto: “¿Quiere la dentadura?” (Hace menos de un año en el aeropuerto de Alicante).

Lo que nos queda aquí de cuerpo presente no es más que la presencia de su ausencia, la huella, la reliquia, lo que ha dejado atrás, el silencio que nos reúne y nos hace hablar. De él nos queda el recuerdo, muchos recuerdos… Y un testimonio sincero de amistad, de libertad, de solidaridad.

Nacemos para comenzar, no para seguir a nadie a no ser libremente y hace falta que sea Dios el que vaya delante para seguirle a fondo perdido. Y aún así solo podemos seguir si respondemos siempre, si contestamos muchas veces y no repetimos nunca.

Nadie tiene experiencia de la muerte, ni puede aprender de la muerte ajena. Acaso de la vida, pues hay vidas ejemplares aunque cada uno responsa de la suya y la tenga que vivir responsablemente. Pero la muerte, en realidad de verdad siempre es la de uno mismo, un caso aparte, un solo caso, y los demás no le vemos la cara sino la espalda en los que mueren. Por eso es un misterio.

Dice San Juan que Dios es Amor. Me parece más razonable creer que el Amor existe. Pero no tengo pruebas, nadie las tiene.. Si Dios existe, Wirberto ha caído en buenas manos.

Mientras tanto nosotros estamos aquí, esperando. Vivir sin esperanza no es vivir es durar o estar acabado. Es estar muerto, como los zombis. Y esperar es comenzar todos los días.

    (Para Conchi, recordando a Wirberto)

    No soy lo que he sido,
    ni lo que puedo ser.
    Soy el haber sido
    y un acontecer.

    Ya no soy el que acabo de ser.
    Soy demora y despedida
    de la vida,
    apenas
    nada.

    Sin pasado ni futuro,
    sin memoria ni esperanza
    -dentro de este paréntesis que el tiempo abarca-
    mi corazón está vacío en un presente insostenible.
    Pero si es posible
    el amor,
    vale
    la pena.

    Como una eternidad efímera, como una herida
    abierta que Dios acoge y cura
    -¡casi nada!-
    es la vida
    si hay
    amor.
    Y si no lo hay, nada de nada

José Bada
22. 4. 2009

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