Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Budismo y cristianismo en diálogo

27-Abril-2009    Juan José Tamayo
    El día 14 de Marzo pasado se celebró en Madrid el VI Encuentro entre Religiones, este año sobre “Budismo y Cristianismo en Diálogo”. De él había dicho Juan Masiá, según Jesús Basatante: “Si este encuentro, en lugar de celebrarse en Madrid, se diera en Tokio, sería impensable que no estuvieran aquí el cardenal o el Nuncio. En Madrid, evidentemente, las cosas se complican”. Ahora Juan Tamayo nos presenta una síntesis del Encuentro para los que no pudimos asistir.

El Sutra del Loto

El siglo XXI se inició bajo el signo (o mejor, bajo el asedio) de la teoría del choque de civilizaciones y de la guerra de religiones, diseñada por Samuel P. Huntington y puesta en práctica en toda su radicalidad por George Bush y sus aliados-nuevos cruzados cristianos del siglo XXI-, que a punto estuvieron de convertir el mundo en un coloso en llamas. Desde que se diseñara esta estrategia belicista han sido muchas las iniciativas orientadas a neutralizarla a través de plataformas de diálogo entre culturas y de encuentros entre religiones, que, esperamos, desemboquen, en la construcción de un mundo intercultural, interreligioso e interétnico, donde las diferencias culturales y religiosas, lejos de ser causa de enfrentamientos entre los ciudadanos y los pueblos, reflejen la pluralidad de la vida, la riqueza de la convivencia y la policromía de lo humano.

Entre esas iniciativas hay que contar el VI Encuentro de Religiones sobre Budismo y cristianismo en diálogo celebrado en Madrid el pasado 14 de marzo y convocado por la Asociación para el Diálogo Interreligioso en Madrid, lugar de encuentro de diferentes religiones, movimientos espirituales y organizaciones laicas interesadas por la significación liberadora de la religión en la sociedad, la Asociación budista laica Rissho Kosei-kai, de Japón, comprometida con la paz y el diálogo interreligioso, y la Cátedra de Teología y Ciencias de las religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III de Madrid, cuyo objetivo el estudio científico de las religiones desde una perspectiva interdisciplinar y en clave liberadora. Es el primer encuentro a nivel internacional celebrado en España entre ambas religiones, tan afines en sus propuestas y, al mismo tiempo, con relaciones tan poco tan fluidas.

El motivo del Encuentro era la publicación al castellano del Sutra del Loto (Sígueme, Salamanca, 2009), una de las obras más importantes y emblemáticas de la tradición Mahayana del budismo escrita cuatrocientos años después de Buda en una época de frecuentes contactos entre Oriente y Occidente, con vocación de interrelación y síntesis y con espíritu de integración. Este Sutra, “soberano de las escrituras sagradas” y entraña de la enseñanza budista, es comparado con la flor de loto blanca, que florece de manera inesperada desde el barro.

El Encuentro contó con la presencia de más de 200 personas y con la participación de dirigentes religiosos, teólogos, editores y expertos de ambas religiones, tanto de España como de Japón. El peso del diálogo recayó sobre dos personalidades relevantes en el terreno del diálogo interreligioso: el teólogo católico español Juan Masiá, que vive en Japón desde hace más de 30 años, es profesor de Bioética en la Universidad Católica de Santo Tomás de Osaka (Japón) y ha traducido al castellano el Sutra del Loto; y el teólogo budista Kotaró Suzuki, director de la sección de Difusión Internacional de Rissho Kosei-kai. El diálogo entre ambos teólogos se inició hace 10 años. El que tuvo lugar el 14 de marzo era una continuación. Todo comenzó con una sencilla charla que fue avanzando hasta convertirse en un delicioso dúo entre dos espiritualidades, la budista y la cristiana, que fue provocando una gradual transformación vital entre los dos interlocutores.

Los dos han orado juntos muchas veces en templos budistas, cristianos y sintoístas. Los dos han conversado juntos, han actuado juntos y han trabajado juntos por la paz y el diálogo interreligioso. Los dos han bebido juntos el vino de la alegría y de la amistad; vino que es agua de sabiduría para los budistas y bebida divina para los sintoístas. Y la bebida común les ha llevado a hablar con total espontaneidad.

El presupuesto del diálogo quedó fijado desde el principio: ni el teólogo cristiano pretendía convertir al budista en seguidor de Jesús de Nazaret, ni el budista tenía la intención de convencer al cristiano para que abrazara la religión del Buda. Aclarado esto había que buscar el punto de partida para la conversación, que no fue difícil encontrar: el Espíritu, central en el cristianismo, y el Dharma, clave en el budismo. Masiá habló del Espíritu de Jesús, presente y actuante por doquier: “en él vivimos, nos movemos y existimos” recordó citando el libro neo-testamentario de Hechos de los Apóstoles. “Respirar en el Espíritu” fue la síntesis del teólogo católico. Suzuki habló del Dharma, palabra polisémica que significa: enseñanza, ley, verdad, lo indecible, lo inexplicable, la vida plena, la vida que lo invade todo, la vida dentro de la vida, la vida sin forma, más allá de todo espacio y tiempo. “Respirar en el Espíritu” se corresponde con “respirar en el Dharma“, que consiste en sentirse envuelto, arropado y sostenido por la fuente de vida, sentir la presencia del Misterio de la vida. Presencia escondida, ciertamente, pero presencia, en último término, como expresara en el siglo XII el poeta Sagyo: “Palpo aquí una presencia latente./ No sé lo que es./ Pero me brotan lágrimas de agradecimiento”.

En el diálogo entre budismo y cristianismo celebrado durante el VI Encuentro de Religiones, el 14 de marzo de 2009 en Madrid aparecieron espontáneamente las convergencias entre el Evangelio y el Sutra del Loto. Dice el libro budista: “Doquiera vayáis, allí estaré siempre a vuestro lado predicando el Dharma hasta el fin de los tiempos. En el Evangelio de Mateo Jesús se despide de sus discípulos y discípulas, antes de la ascensión (antes de pasar al Nirvana, en versión budista) con un mensaje similar: “Estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los tiempos”. Un mensaje muy en sintonía con Confucio, que habla de “escuchar la voz del cielo” y con Sócrates y su “escuchar el Daimon de su conciencia”.

Budismo y cristianismo: religiones de la compasión

Hegel compara la historia humana con el banco del carnicero donde tantas vidas inocentes se han sacrificado en vano. Es verdad. Pues bien, el objetivo del budismo es precisamente practicar el ideal de la compasión. ¿Cómo? Ayudando a liberar a todas las personas que sufren en la cotidianidad y viendo la presencia del Buda en los sufrientes de la historia. La ética budista de la compasión, afirmó en el Encuentro el monje Dokhuso Villalba, está en las antípodas de la ética del poder. Aquélla reconoce la fragilidad humana, la impermanencia, la insustancialidad del todo. Surge de la toma de conciencia de la propia vulnerabilidad y de la pérdida del miedo. La ética de la compasión insta a abrirnos, a reconocer el propio dolor y a compartir el dolor de los otros. Las prácticas de meditación budista no son experiencia de evasión, sino de inmersión en la propia realidad. La ética del poder, sin embargo, parte siempre del miedo, que es global y cerval y cuya manifestación extrema es la muerte. Miedo que lleva a protegernos, armarnos, defendernos.

La ética de la compasión está también en el centro del cristianismo y constituye su ideal. No se trata de aguantar estoicamente el dolor y, menos aún, de buscar un sentido redentor y reparador al sufrimiento. Ésa ha sido la doctrina más extendida, la canónica, el mensaje central del cristianismo transmitido desde Pablo de Tarso a nuestros días. Ejemplo: el sentido redentor de la muerte de Cristo, que fue querida por Dios para reparar la ofensa infinita de la humanidad a Dios. Nada más lejos de la vida histórica de Jesús de Nazaret y de la imagen misericordiosa que ofrece de Dios, cuyo objetivo es liberar a la humanidad del sufrimiento, dar vida, asumir la causa de las víctimas, Los sacrificios no son necesarios para reconciliar a la humanidad con Dios y a los seres humanos entre sí. “Misericordia quiero, no sacrificios”, dice Jesús citando al profeta Oseas. Cristianismo es la religión de la com-pasión, de la sim-patía, de la solidaridad con las víctimas, con los sufrientes de la historia. Una compasión que lleva a ponerse en el lugar del otro para compartir sus sufrimientos, pero también para ayudar a superarlos, o al menos a aliviarlos.

Con el budismo y el cristianismo, con Buda y Jesús coinciden el epicureísmo y su fundador, Epicuro, quien consideraba vana y carente de sentido la palabra del filósofo que no fuera capaz de contribuir a aliviar, siquiera mínimamente, el sufrimiento de los seres humano.

En el diálogo Masiá-Suki apareció la idea central del budismo: la budeidad, que Suzuki resumía así: el ser humano está dentro de lo divino; lo divino está dentro del ser humano. Todas las realidades, todos los seres humanos poseen la budeidad. Lo divino me envuelve, ratificaba Masiá. Lo divino me envuelve, porque antes estoy envuelto por lo divino. ¿Existe en el cristianismo algo comparable con la budeidad? Sí, respondió Masiá. Lo expresa bellamente Juan de la Cruz: “Alma, buscarte has en mí.,/ buscarme has en ti”. “Me gustan mucho esos versos -le dijo Suzuki-. Escríbamelos para que los conserve en japonés”.

Los tesoros del budismo

Tres son los tesoros del budismo: el Buda que se abrió a la Iluminación y el Buda eterno, la enseñanza en torno a la liberación del sufrimiento, y la comunidad, formada por el conjunto de los creyentes presentes, pasados y futuros. Cuatro son las cuatro características del la verdad última del budismo: todo es interdependiente de todo, que se expresa mediante la “cadena de las doce causas y condiciones”; todo es efímero; nada tiene individualidad independiente; el nirvana es la paz absoluta. La primera predicación del Buda histórico se resume en las cuatro nobles verdades: la realidad universal del sufrimiento; la causa del sufrimiento centrada en el deseo desorientado; la eliminación del sufrimiento, que lleva al nirvana; el camino de los ocho carriles y las seis virtudes para dicha eliminación. Ocho son los carriles de ese camino, que se agrupan en tres bloques, sabiduría, acción y contemplación: ver y pensar adecuadamente, sin exagerar; hablar actuar y vivir equilibradamente, sin exagerar; perseverar, atender y concentrarse unificadamente, sin exagerar. Seis son las virtudes a practicar: magnanimidad, observancia, paciencia, diligencia y energía, meditación y sabiduría.

Una pregunta: ¿el encuentro quedó en una conversación sin consecuencias? ¿Fue un hablar por hablar? ¿Se produjo algún cambio entre los interlocutores? Después del diálogo, reconocía Masiá, los dos nos convertimos a X, al Misterio que nos desborda, al Misterio del origen amoroso de la Vida. A lo que con sentido del humor comentó Suzuki: Me temo que me estoy convirtiendo al cristianismo, para enseguida seguir afirmando su pertenencia a la tradición budista.

Matar al Buda, matar a Dios?

“Hay que atreverse a matar al Buda. ¿Se atreve Usted a matar a Dios o le parece muy fuerte la frase?”, le espetó sin previo aviso Suzuki a Masiá. A Masiá le impacta la pregunta, que le recuerda la muerte de Dios de Nietzsche. A mí la pregunta me sobrecoge. Matar al Buda, ¿no resulta algo irreverente? Que lo hagan los no budistas, vale, pero ¿los budistas? Suzuki lo aclara con una historia. Un principiante del budismo hacía esfuerzos por meditar y el maestro iba destruyendo sus falsos caminos. Un día salió gozoso de su contemplación creyendo presentir la presencia del Buda al volver la esquina y preguntándose por lo que le diría si lo encontrara de repente. Y fue a consultarle al maestro, quien le dijo: “Si por el camino te tropiezas con el mismo Buda, no dudes en matarlo”. ¿Matarlo? Sí, porque si se le aparecía el Buda de esa forma, seguro que era su propia ilusión quien se le habría presentado, y no el Buda.

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