Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Regular el tráfico en el cruce del aborto

12-Mayo-2009    Juan Masiá

Cuando se recomienda debatir con serenidad sobre la interrupcion del embarazo, surgen dos reacciones opuestas: quienes toman esta propuesta como representativa de posturas pro-abortistas a ultranza y quienes la descartan como si fuese una forma disimulada de antifeminismo. Quisiera evitar ambos extremos, sin caer en la trampa del dilema entre pro-life y pro-choice.

Hay bastantes personas (incluyendo representantes con responsabilidades parlamentarias de diversa pertenencia, confesional o aconfesional, así como de diversa afiliación partidista dentro del espectro político), preocupadas seriamente por por proteger la vida, la dignidad y los derechos, que coinciden en buscar la via media para debatir serenamente. Pensando en colaborar con esas personas, he redactado este decálogo. No es un manifiesto para recoger firmas, sino una simple confección de diez carpetas de propuestas para el citado debate. Más que apelar a suscribirlas, quisiera invitar a considerarlas, para que cada cuál reformule y mejore el contenido de las diez perspectivas siguientes.

  • 1. Buscar convergencia pro-persona en posturas divergentes ante el aborto.

  • Rechazar las etiquetas “pro-vida” y “pro-decisión” (pro-life, pro-choice), para coincidir básicamente en la actitud “pro-persona”. Ni la postura pro-vida es incompatible con despenalizaciones, ni la postura pro-despenalizaciones ha de ser anti-vida. Pro-abortistas y anti-abortistas pueden coincidir afirmando que el aborto no es deseable, ni aconsejable; que hay que unir fuerzas para desarraigar sus causas; que nadie debe sufrir coacción para abortar contra su voluntad; que debe mejorarse la educación sexual para prevenir el aborto etc.

  • 2. No confundir delito, mal y pecado

  • Rechazar desde la propia conciencia el mal moral del aborto puede ser compatible con admitir la posibilidad de que, en determinadas circunstancias, las leyes no lo penalicen como delito. Al mismo tiempo que se defiende la vida y se está en contra de fomentar los abortos, se puede estar a favor de determinadas despenalizaciones y de acabar con la situación lamentable del aborto clandestino y la estigmatización de la mujer. El apoyo a esas despenalizaciones no tiene que identificarse necesariamente con favorecer el aborto a la ligera, ni considerarlo deseable para la mujer.

    No confundir los planos jurídico, ético y religioso. El fiscal imputa el delito penal y solicita sentencia y penalización apropiada. La conciencia moral acusa en el foro interno y provoca el remordimiento por el mal moral causado, aunque no constituya delito. La conciencia religiosa interpela para reconocer ante la mirada divina el pecado cometido, llamar a la conversión e invitar a creer en el perdón. Pero hay creyentes con una idea de pecado como mero delito; y hay instancias eclesiásticas que distorsionan la moral religiosa llamando pecado al delito, o perturban la recta autonomía de las legislaturas, intentando imponer a la sociedad una idea de delito como pecado.

  • 3. No ideologizar el debate, ni política ni religiosamente.

  • Manteniendo la libertad de expresión de posturas diversas, deberíamos oponernos a toda manifestación de agresividad y violencia contra cualquiera de las partes y no hacer bandera ideológica de esta polémica por razones políticas o por razones religiosas. Reconocer el mal moral del aborto es independiente de las valoraciones jurídicas o religiosas. Ni deja de ser un mal moral cuando la ley no lo penaliza, ni la razón de considerarlo mal moral depende de una determinación religiosa. Deberíamos encontrar formas de hacer compatibles las medidas legislativas con la objeción de conciencia individual, pero con las debidas condiciones, para evitar abusos.

  • 4. Dejar margen para excepciones inéditas en situaciones confictivas.

  • En situaciones límite, el aborto conlleva serios conflictos morales. Pero no deberían formularse como colisión de derechos entre madre y feto, sino como conflicto de deberes en el interior de la conciencia de quienes quieren (incluída la madre) proteger las vidas de madre y feto. En los casos trágicos no hay soluciones prefabricadas. Se requiere flexibilidad para no condenar ninguna de las diversas posturas adoptadas en esas situaciones por diversas personas. Las campañas de mal gusto -por ambos extremos, pro-abortistas y anti-abortistas- no ayudan al debate.

  • 5. Acompañar personas antes de juzgar casos

  • Ni las religiones deberían enarbolar banderas de excomunión, ni las presuntas posturas defensoras de la mujer deberían jugar demagógicamente con la apelación a derechos ilimitados de ésta para decidir sobre su cuerpo en supuesta colisión con la exigencia de respeto por parte del feto. El aconsejamiento moral o religioso debe acompañar a las personas en sus tomas de decisión, pero sin decidir en su lugar ni condenarlas

  • 6. Comprender la vida naciente como proceso

  • La vida naciente en sus primeras fases no está plenamente constituída como para exigir el tratamiento correspondiente al estatuto personal, pero eso no significa que pueda considerarse el feto como mera parte del cuerpo materno, ni como realidad parásita alojada en él. La interacción embrio-materna es decisiva para la constitución de la nueva vida naciente y merece el máximo respeto y cuidado: a medida que se aproxima el tercer mes de embarazo aumenta progresivamente la exigencia de ayudar a que éste se lleve a término. Cuando y si hay circunstancias que pidan excepciones, éstas deberán ser sopesadas seriamente; tendrán menos peso cuanto más se aproxime el umbral de la novena a la duodécima semana de gestación. Para evitar confusiones al hablar de protección de la vida, téngase presente la distinción entre materia viva de la especie humana (p.e., el blastocisto antes de la anidación) y una vida humana individual (p.e., el feto, más allá de la octava semana).

  • 7. Confrontar las causas sociales de los abortos no deseados

  • No se pueden ignorar las situaciones dramáticas de gestaciones de adolescentes, sobre todo cuando son consecuencia de abusos. Sin generalizar, ni aplicar indiscriminadamente el mismo criterio para otros casos, hay que reconocer lo trágico de estas situaciones: en vez de preguntar si se permite abortar en tales casos, habría más bien que cuestionar si no es irresponsable dejar de interrumpir el proceso constitutivo de una nueva vida antes de que sea demasiado tarde.

    Hay que debatir ampliamente sobre cómo abordar el problema social del aborto, cómo reprimir sus causas y cómo ayudar a su disminución.

  • 8. Afrontar los problemas psicológicos de los abortos traumaticos

  • Es importante prestar asistencia psicológica y social a aquellas personas a las que su toma de decisión dejó cicatrices que necesitan sanación. No hay que confundir la contracepción de emergencia con el aborto. Pero sería deseable que la administración de recursos de emergencia como la llamada píldora del día siguiente pudiese ir acompañada del oportuno aconsejamiento médico-psicológico, para el que los sistemas sanitarios deberían proporcionar los recursos requeridos.

  • 9. Cuestionar el cambio de mentalidad cultural en torno al aborto

  • Repensar el cambio que supone el ambiente favorable a la permisividad del aborto y el daño que eso hace a nuestras culturas y sociedades

  • 10. Tomar en serio la contracepcion, aun reconociento sus límitaciones.

  • Fomentar educación sexual con buena pedagogía, enseñar el uso eficaz de recursos anticonceptivos y la responsabilidad del varón, sin que la carga del control recaiga solo en la mujer. Sin tomar en serio la anticoncepción, no hay credibilidad para oponerse al aborto. Aunque no sea suficiente la educación sexual para hacer desaparecer el problema del aborto, sí es importante y necesario, para disminuirlo, fomentar la educación sexual integral, que abarque desde higiene y psicología hasta implicaciones sociales, e incluya suficiente conocimiento de recursos contraceptivos, interceptivos y contragestativos.

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