Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La calladas aguas

29-Agosto-2009    Carmen Hernández de Almendralejo
    Elegía para mi padre Diego, cuya repentina muerte comuniqué hace unos a los amigos de ATRIO en un comentario al último post de Juan Masiá. Gracias por vuestra compañía…

    Calle abajo corre despacio la tranquila
    agua del recuerdo,
    apenas un susurro, un lamento
    pueden ocultar el sonido
    que la hacen perceptible
    a mi oído y que sin evitarlas
    dejo que fluyan,
    son recuerdos, que a la niñez
    por unos instantes me hacen
    ser la niña que antaño yo fuera.

    Aquella, niña que desfilaba,
    con la tropelía de amigos
    y amigas de la infancia,
    de aquello tiempos lejanos
    y ataviados con risas y sin telarañas
    en las piernas,
    repletos de algarabía y
    juegos, correría infantiles,
    de escuchas embobada
    en “Palabras Mayores,
    de hombres y mujeres
    que, sentados a la sombra
    de las puertas, y a la luz de la
    luna nos detallaban sus vidas
    entre risas y lágrimas.

    ¡Calles pródigas en saberes,
    del pobre barrio del Pilar, del mi pobre y
    rico barrio, de mi Extremadura!

    Aún recuerdo, sus nombres
    Lorenzana, Ventiladores, Callejita
    de la Buena
    Moza, Ruiz Zorrilla, El Caño
    Valdequemao,
    San Antonio, Hornachos…
    Hernando de Soto
    ¡Mi Calle, mi Pueblo
    mi querida Tierra Extremeña.

    Barrio, prolifero en cantos,
    y travesuras, de juegos infantiles,
    coplas, y de cuentos a la luz
    de las estrellas,
    calles que Olían, a agua y a tierra,
    regadas con las manos perfumadas
    de aquellas nuestras madres y abuelas,
    sin darle tregua al sal,
    ni a la noche, ellas bien tempranos
    regaban sus puertas,
    ¡Calles, sin asfalto, y con
    acerados de negra piedra!

    ¡Ah! buena gente, la gente
    de mi barrio, pobre y trabajadora,
    pero ricas en sueños y confianza.

    Sin tregua sigo el hilo plateado,
    y ritmo de mis sueños
    dejo que naveguen por mi mente
    de niña aquellos
    primeros versos escritos,
    en los barquitos improvisados
    de papel que navegaban
    libres en las tarde
    calurosas y tormentosas
    de verano,
    haciendo de mi calle
    improvisados riachuelos,
    manantiales, y valentonadas
    acequias navegables, para él
    y mis ilusiones…

    Sueño con mi tierra roja,
    dorada de pasto y centeno,
    de alverjones bondadosos,
    “la boutique” de los primeros
    lápices de ojos…
    de aquellas amapolas que teñía
    de rojo a nuestras pálidas mejillas,
    aquellos primeros y coquetos
    coloretes…

    ¡Niñas felices! que jugaban a ser,
    bonitas, sin saber que eran
    del campo la perla escondida.

    ¿Cómo olvidar, aquel trigo verde,
    lecho de juegos infantiles y reprendas?

    Hoy, en mis retinas aún está
    aquel sol que preñaba de luz al grano
    con sus rayos día a día,
    quedado y escondido esperaba,
    a la anunciada molienda
    y con burla esquivaba
    a la dura y rasposa piedra,

    Como recuerdo, todo este entorno
    lugar donde mi padre, fue tan feliz…
    aún puedo escuchar, en mi sien
    y en mis latidos, el sonido
    de aquella traviesa de la puerta
    falsa mi casa al abrirse, la
    voz inconfundible de él llamando
    a mi madre, y correr…

    mis pies volaban para ver, aquello
    escondido debajo de los haces
    de hierba,

    ¿Higos, peras de S. Juan,
    o quizás, algunas de las ramas del moral
    del aquel recordado
    y visitado cortijo de María?

    Sigo viendo su camisa blanquecina,
    y la chaqueta de pana al hombro,
    su hocino cruzado entre pierna y pierna,
    y aquella trenzada soga amarrando
    en un abrazo amoroso a la recién
    cortada hierbas.

    Y como siempre, la voz de mi padre
    expresándonos
    ¡Ahí está la Torta, el pan nuestra
    comida!
    todo, él sudoroso…
    El esfuerzo de aquellas matutinas
    y primeras horas de trabajo
    estaban en el haz de fresca hierba
    recién cortada,
    vistiendo de de primavera
    a la rojiza tierra del portal
    de la cuadra.

    Como recuerdo, el agua cantarina
    llenando los pesebres,
    ¡Fresca! y recién
    sacada del pozo cuba a cuba,
    y al ganado de un lado para otro,
    inquieto bebiendo mientras
    mi padre les nombraba
    una a una sin equivocarse.

    Hoy mientras cierro, este hilo
    de recuerdos, dejo pasar la figura
    paterna tan presente en mi retina,
    Él, viene cansado y oliendo a espliego
    y a hierba recientemente
    de su mano escindida …

    Sigue cruzando, paso a paso su imagen
    en la montaña del verde lecho,
    del verde campo, al lomo del zaino
    caballo, cruzando viene
    desde “caño Valdequemao”
    para entra en el zaguán, de la espuerta
    falsa y con la cincha en la mano.

    Yo le busco su rostro, y él se me aproxima,
    oigo su voz diciéndole a mi madre,
    ¿Dónde está la niña, mi negrita?

    Como el ave Fénix, esta tarde, fluyes
    una vez más el agua por mi calle,
    y su figura, su rostro, su voz en mis mejillas…

    Susurrado en mis recuerdo de antaño,
    y en cada barquito de papel
    todo lo que esta ya
    sin tu presencia
    hoy escribo,
    cada una de las palabras
    que amorosamente mi amor
    Papá, te describen,
    y que el papel absorbe y humedece
    para que no se hunda
    en el fondo de la rutina.

    ¡Papa! perdóname si te hice daño,
    si no fui la buena hija,
    la niña, que como
    buen padre te mereces,

    ¡Si no supe decirte cuanto te quiero,

    Cuanto te quería!

    26-08-2008

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