Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El cosmos en continuo hacerse

07-Septiembre-2009    Juan Luis Herrero del Pozo
    Muchos añoramos en ATRIO los agudos escritos y comentarios de Juan Luis Herrero. Su problema con la vista le está dejando casi ciego y necesitará un tiempo para acomodarse a los procedimientos del ordenados con voz y sonido. Que a Juan Luis ni la jerarquía ni la privación de la vista le van a hacer callar y tiene que dar aún mucha guerra. Entretanto hemos pensado que será útil ofrecer de vez en cuando algunos fragmentos de su libro “Religión sin Magia“. Hoy y mañana dos apartados del capítulo octavo que nos prepararan para la reanudación del Curso sobre Mancuso el próximo martes 15 de Setiembre.

VIII. 5. El cosmos, un ‘fieri continuum’ (continuo hacerse)

Es otro de los hallazgos derivados de la Ilustración que no ha encontrado aún carta de ciudadanía en el pensamiento popular de la cultura occidental. Durante siglos, ésta ha sido configurada por una visión estática del mundo. En el comienzo de los tiempos, mediante el acto creador sale de las manos de Dios un universo completo, terminado y perfecto, con la primera pareja varón-mujer habitando el paraíso. A partir de ahí, puesto que Dios es el fundamento de todo, todas las realidades que se mantienen en la existencia lo hacen gracias a una acción de ‘creación continua’. No sólo eso. En el caso de la aparición de alguna novedad real, algún salto de nivel especialmente cualitativo, como sería el tránsito de lo inorgánico a lo orgánico, de lo inanimado a lo animado, de esto a lo espiritual, de una pareja a un nuevo ser humano, de la inmovilidad del astro a su movimiento, del producto de las virtualidades de la mente a lo sólo conocido por Dios, de la libertad en reposo a su acto, de las posibilidades naturales de la libertad a lo gratuito sobrenatural…, en todas estas ‘novedades’ de ser ha recurrido la teología a otras tantas intervenciones especiales de la divinidad. El don creador se prodigaría puntualmente y con cuentagotas. Dios no es sólo cercano, sino actuante, providente, continuamente interviniente. Aún hay más. Llegada la plenitud de los tiempos (¡), el Verbo de Dios se introduce en la historia del universo. El Espíritu de Dios lo hace igualmente en los corazones que él libremente elige. Por eso la historia intramundana que llamamos profana es además sagrada, porque es el mismo Dios quien interviene directamente en ella. Así es el imaginario religioso cristiano. La concepción estática de la realidad no permitía algo diferente.

Darwin dio un manotazo a esta cosmovisión con el descubrimiento de la evolución. Superado el ser estático, se fue abriendo paso el concepto de ser-en-devenir. La esencia de todo ser es, incluso, ir haciéndose (‘fieri’) en un permanente devenir. El embrión humano es un momento de la persona, no LA persona: ésta es tal por y en el conjunto de su historia, es un construirse a sí misma que sólo alcanza su plenitud en algún punto conclusivo. Si el ser fuera esencialmente estático, el cosmos y su evolución constituirían una yuxtaposición o sucesión de fragmentos ónticos, de saltos, no la unidad de un ‘continuum’, una realidad que se despliega en el tiempo.

Según explican, el big-bang o gran explosión de hace quince mil millones de años (ya fuese la primera o alguna de una serie indefinida) consistió en el estallido de un núcleo pequeño de energía sumamente denso, preñado nada menos que de toda la realidad posterior en expansión. Un punto Alfa en el que se contenía el Omega final. No cabe duda que esta teoría, aunque no fuese cierta, constituiría la mejor metáfora del devenir cósmico. Todo está dado en la ingente concentración inicial a la que no cabe advenir algún añadido propiamente óntico, sino tan sólo un despliegue existencial[1]

El sustento fundante del ser en devenir no varía para el creyente, es Dios, pero sí el modo de concebirlo. Entendemos por creación simplemente la relación de dependencia óntica fontal de lo contingente o fundado respecto del Fundamento; mas, dado que lo contingente es una realidad fluyente, en construcción, entendemos la creación como permanente Acto sustentador divino de todo el devenir. El acto creador es un ‘continuum’ permanente (sin duración temporal), como una Presencia que actúa (crea), no a la manera en que una causa intramundana interfiere en el ámbito autónomo de otra, sino como Presencia y Don permanentes que hacen ser el cosmos y lo habitan desde su entraña en un dinamismo evolutivo de miles de siglos.

Así pues, el devenir no es simplemente un ‘punctum’ inicial que se prolonga idéntico a sí mismo e indiferenciado, sino una semilla que contiene todo su futuro sin serlo todavía. La estrella, el guijarro, la ameba, Buda o Jesús… no son añadidos ónticos al núcleo inicial que los contiene seminalmente sin haber llegado todavía a ser ellos en su concreto existencial. Afirmar que lo óntico inicial se despliega en el devenir existencial es una formulación modesta de la dialéctica del misterio del ser-en-devenir que es ya desde el comienzo pero todavía no en su plenitud concreta. Con la misma pauta dialéctica pensamos la acción creadora por la que el Creador se entrega totalmente desde el comienzo, pero es recibido parcialmente conforme a la naturaleza evolutiva del receptor.


[1] El acto de libertad presenta una dificultad especial. Con cada acto libre ¿hay más ser del que había antes de él? Si no lo hay, sino que, como el resto del universo, se encuentra implicado en lo anterior - no sólo condicionado- esto quiere decir que de estar ‘implicado’ pasa a estar ‘desplegado’ : ¿cómo se salva la novedad propia del acto libre? ¿no se destruye de ese modo la libertad? El acto libre reviste características de un ‘punctum’ histórico de alguna manera verdaderamente creador de sí mismo. Si se hallase plenamente incluido, anegado en su pasado, como quiera se entienda, dejaría de ser libre y con ello la construcción histórica sería una ilusión fatal, un ‘fatum’ carente de responsabilidad endosable a alguien.

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