Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La concordia no es olvido

12-Septiembre-2009    Atrio
    La Ciudad de Berlín, en el 20º Aniversario de la caída del muro, ha sido galardonada con el “Premio a la Concordia 2009″ por la Fundación Príncipe de Asturias. Nos alegramos sobre todo porque, al menos este año, no se ha hecho el “pastiche” de nombrar a Marcos Ana. Sobre ello ya había escrito Pepe Sala. Pero, en tiempos en que los añorantes del franquismo llevan como imputado al juez Garzón hasta el Supremo y en momentos de rebrotes tan manifiestos de la derecha pura y dura (a la saga de Berlusconi), no sería malo leer, meditar y comentar este duro artículo.

Manifiesto contra de la candidatura de Marcos Ana para el “Premio a la Concordia 2009″ de la Fundacion Príncipe de Asturias

Por Floren Dimas, Investigador histórico.
Publicado en Equipo Nitzor, el 1 de Julio de 2009.
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Existe un doble debate sobre la candidatura del ex preso, escritor y poeta Marcos Ana para la concesión del “Premio a la Concordia 2009″ y sobre la aceptación del mismo por parte del nominado. A través de estas reflexiones analizaremos las razones éticas que aconsejan retirar esta candidatura. Nadie ha puesto en duda la biografía carcelaria y literaria de Marcos Ana (en adelante MA). El hecho de que MA reúna en su persona ser el preso superviviente que más tiempo pasó en las prisiones franquistas, unido a su condición de renombrado hombre de letras, lo hace especialmente candidato a merecer un plus de atención mediática, con el apoyo interesado de los medios de comunicación, pero este no es el quid del debate, si no el porqué se le propone y porqué se recibe complacientemente por determinados sectores, la propuesta que se va a elevar a la Fundación Príncipe de Asturias (en adelante FPA), para nada menos que concederle el premio a una supuesta concordia tan directamente relacionada con la represión franquista

MA se constituye, en virtud de su propia trayectoria literario-carcelaria, en un icono del preso republicano idealizado, encarnando la imagen de la propia República apresada, humillada y torturada por los vencedores, y con ella, todo su bagaje de ideas progresistas y culturales, molida a golpe de castigo por los vencedores. Pero no es por ninguna de estas dos cualidades por las que se propone, y por lo que la FPA estará encantada ¿alguien lo duda?, de concederle el glamoroso premio.

Los que hemos tenido la oportunidad de escuchar a MA en más de una ocasión, hemos reconocido que, además de la altura de su bella oratoria, y el plácido discurrir de sus relatos viajeros en compañía de ilustres políticos, poetas, pintores, cineastas y otros hombres del mundo de las artes y de la cultura, de los que tanta gala hace, hemos visto la forma en que MA utiliza su propia memoria existencial, es decir, su propia memoria histórica (la que se proyecta sobre la sociedad) para hacer apostolado de sus convicciones religiosas, haciendo pública y estentórea exhibición de su místico perdón a los franquistas y al régimen que lo martirizó, un perdón que -como él mismo reconoce-, hunde sus raíces en sus profundos valores cristianos.

MA, exhorta a una reconciliación, de la que él mismo se postula como ejemplo al publicitarlo, con el hábil tacto de quien sabe deslizar los mensajes sin proclamarlos. Un perdón, sin Verdad, sin Justicia y sin Reparación. Una especie de absolución general para Franco, su régimen y los cientos de miles de agentes de la dictadura que fueron elementos activos y necesarios para la máquina asesina del franquismo. Un perdón inspirado en la mística católica, a cambio -se supone- de merecer el Cielo en la otra vida.

MA representa el espíritu redivivo de la Transición, la Reconciliación de las víctimas y verdugos a toque de corneta protagonizada por Carrillo, Martín Villa, Felipe González, Adolfo Suárez …sin olvidarnos del general Pedrosa Latas con su Acorazada Brunete acuartelada como garante del apaño, hasta llegar al referéndum-trampa de 1978 en que se chantajeo al pueblo español con un franquismo sin Franco como alternativa única a una democracia con rey. “O yo o el caos” que se decía por Zarzuela aquellos días. Fue así de sencillo el remate de aquella operación tan larga y tan compleja. Nadie eligió al Rey; la mayoría de los españoles no queríamos que el franquismo prosiguiese disfrazado de otro modo, por lo que ¿qué otra alternativa se le ofreció a los españoles?. Monarquía e impunidad, dos conceptos que se constituye en el eje argumental del debate Marcos Ana-Premio Príncipe de Asturias.

La ley de amnistía fue el paso decisivo para tirar al mar la llave del recuerdo y de las responsabilidades de los crímenes cometidos durante cuarenta años. Impunidad y Monarquía juanfranquista, son los dos iconos del período de la Transición, dos iconos que Marcos Ana bendeciría al someterse a la humillación de que el nieto político del dictador le hiciese entrega a MA de un premio para reconciliar a unos verdugos, orgullosos y nunca arrepentidos de sus crímenes, con unas víctimas huérfanas de toda petición de perdón y de verse reparadas.

Los que promueven su candidatura al citado “premio” deberían saber que lo que se está proponiendo en realidad, es que la FPA se dé un premio a sí misma, una fundación creada ad hoc para servir de botafumeiro al hijo del rey impuesto por Franco y por la Transición, tan necesitado del acreditado aval democrático que recibiría, de ser aceptado el premio por una víctima tan destacada del régimen que designó a su padre como su sucesor. A Marcos Ana, no le hace falta ningún aval.

Acudamos a una ucronía para escenificar la incoherencia de la invitación que se nos hace para esta nominación: imaginamos que el gran almirante Karl Doenitz, designado sucesor por el propio Hitler, hubiese permanecido como canciller con la anuencia de los americanos, tras la guerra y hasta nuestros días. Imaginemos que en el 2009 la Fundación Klaus Doenitz, el hijo mayor del canciller, concediera el premio a la concordia al más longevo de los supervivientes de Auswichz, mientras su padre seguía siendo el Führer del nuevo Reich alemán y hubiese dicho públicamente -como lo ha hecho Juan Carlos respecto a Franco- que “el nunca hablará mal de Hitler”. ¿Cómo se supone deberíamos acoger la la nominación y la concesión de este “premio a la concordia”? ¿De qué concordia estaríamos hablando en el caso de Marcos Ana? ¿la rendición a la impunidad criminal del franquismo marcada por la ley de amnistía de 1977?

Estamos ante una campaña publicitaria que explota la bonhomía y lo mejor de la sensibilidad de la sociedad española, ante el sufrimiento y la trayectoria personal de un personaje tan relevante como Marcos Ana. Los argumentos “políticamente correctos” utilizados para su nominación, instrumentalizan el deseo natural de los demócratas de ver reconocido institucionalmente a un icono de las injusticias cometidas por el franquismo. Si el Premio lo concediese, por ejemplo, el Parlamento Español, la Academia Española de Ciencias Morales y Políticas o Jueces para la Democracia, es un decir, no habría debate cuestionando la candidatura. En el caso que nos ocupa, la Fundación Príncipe de Asturias, no estaría premiando a un republicano, sería un republicano el que premiaría al régimen monárquico que instauró el mismo general que nombró rey de España a su padre y que sentenció a muerte a más de ciento setenta mil republiocanos.

Ni Marcos Ana ni las víctimas del franquismo se merecen esta humillación.

Lorca, 1 de julio de 2009
Floren Dimas
Investigador histórico

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