Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

EL VIEJO PARADIGMA ARRASTRADO POR LA MAGIA (II)

30-Septiembre-2009    Héctor Rodríguez Fariña

La magia en términos muy generales y con significados muy distintos nos ha venido acompañando en los últimos posts. Nos prometimos seguir buscando para tratar de delimitar el verdadero sentido del vocablo. Se trataba sobre todo de captar lo que Juan Luis Herrero del Pozo quería decirnos cuando utilizaba este término. En buena lógica parece que se imponía una definición clara, unívoca y definitiva, común a todos.

Ahora bien, a lo largo de posts anteriores hemos ido descubriendo que las definiciones definitivas no se encuentran tan fácilmente por ahí como la fruta madura de un árbol, según ha venido insistiendo Joxema Sarrionandia y varios otros y otras. La definición perfecta no puede estar ahí ya en esta realidad contingente en que existimos. Una definición como cualquier otra verdad se va haciendo. Sólo encontramos aproximaciones, imágenes, ejemplos, comparaciones, para poco a poco ir haciéndonos “camino al andar”.

Hemos llegado hasta aquí con contribuciones muy valiosas de todos y se va perfilando el concepto de que la magia es más una relación que una realidad en sí misma (Mª Luisa). Encontramos que se da una semejanza entre lo que se sustituye y lo sustituido. Unidad a distancia que se intenta unificar a través del pensamiento mágico. El Viejo Paradigma se podría considerar como una serie de sustituciones que tratan de explicar la realidad. Algunas pueden ser aproximaciones acertadas pero otras son totalmente mágicas, y todas ellas han podido ser introducidas con muy buena voluntad e inadvertidamente. En este post vamos a intentar explicar cómo se llevan a cabo esas sustituciones. (Las citas al libro de Juan Luis irán simplemente entre paréntesis que remiten a la página).

Tratemos primero de comprender qué es el ‘viejo paradigma’. Luego veremos cómo el pensamiento mágico arrastra ese paradigma en su caída (137)

  • El nuevo paradigma: La mejor parte.
  • En contraposición ¿qué se entiende por nuevo paradigma?

    En el capítulo VIII (119) Herrero del Pozo se centra en lo que debe ser el misterio único, radical y básico de toda religión: la confesión de la entera y absoluta dependencia del hombre con respecto a lo divino. En otras palabras, se trata de recuperar en su grandiosa sencillez el misterio “único, radical y básico de la articulación entre Dios y el Cosmos’ (118). Este es el nuevo paradigma, saber escoger la mejor parte como María, en lugar de pasarnos la vida trajinando de un lado para otro como Marta (Lucas 10 42). Se trata de aprender a vivir y disfrutar de ese misterio en todas sus dimensiones, en nosotros mismos, en la sociedad, en los pobres y oprimidos y en la lucha por su liberación.

    Planteado así parece como si se tratara más de espiritualidad que de religión. ¡Cuidado! Cuando Pepe Blanco introdujo este punto dijo espiritualidad y no espiritualismo. Todos entendimos que no se trataba de una espiritualidad desencarnada, sino de una espiritualidad somática, desde la que tratábamos de entender a Dios como presencia desde nuestro ser personal (Josefa Roy). Desaparecería el dualismo: espiritualidad

    - religión, como desaparece el dualismo alma y cuerpo. Pensemos que Dios no nos habla, sino que nosotros entendemos cuando penosamente le buscamos: “En dónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?”. Religión… Mística… espiritualidad.

    En este sentido ¿qué quedaría de la religión si le quitamos la espiritualidad? Deshagamos el dualismo y todo quedaría más claro.

    Esta es nuestra mayor responsabilidad como individuos, como ciudadanos y como seres sociales: vivir con gozo nuestra relación con Dios y compartirla en medio de este mundo caótico y desorientado que busca un norte que no acaba de encontrar. Pensemos en nuestros hijos, en nuestra juventud, en el futuro que les estamos entregando como ha dicho Mª Pilar García (27 sept). Soñemos por unos segundos ¡qué distinto sería el mundo de la crisis económica actual si de repente la gente dejara de correr inútilmente tras quimeras irrealizables y se pusiera a buscar como María la mejor parte! Despertemos ya… a lo nuestro. Pero fijémonos: he aquí que no se trata de inventar nada nuevo para ellos. Esa nueva religión sin magia ya fue inventada hace dos mil años: “buscad primero el Reino de Dios y su Justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mateo 6: 24-34).

    ¿Qué hemos hecho? Lo que ha pasado es que aquí se ha venido dando una sustitución y la versión actual no encaja con el original, con el mensaje. Hay que ‘recuperar’ nuestra articulación con Dios y con el cosmos, tal como la vivió Jesús de Nazaret. A esa manera distinta de vivir, Jesús le da un nombre: el Reino de Dios y su Justicia.

  • El Reino de Dios que aparece y desaparece
  • ¿Pero qué importancia tuvo ese Reino para Jesús? Él fue el profeta del Reino (Pagola, Jesús IV 83). La pasión por el Reino le comía por dentro (ibid 88) en medio de un pueblo en ardiente espera. Adaptó su vida y su mensaje a la predicación del Reino. Por eso vinieron los innumerables encontronazos con las autoridades religiosas y con los guardianes del templo. Querían acabar con él a toda costa. Él pudo evadirse fácilmente de sus enemigos y escaparse a Galilea a donde la sombra del templo no llegaba. Sus discípulos se lo pedían insistentemente. Decidió quedarse en Jerusalén y dejar claro a lo que estaba jugando para llegar a convertirse en el primer mártir del Reino. Su crucifixión y muerte nos dieron la pauta más clara del valor de su mensaje, la relación vivida y experimentada entre el Padre y él, ya que con él “somos todos una misma cosa”. ¡Gloriosa Creación! En ella todo es santo, todo es sagrado porque todo se apoya necesariamente ónticamente en Dios.

    La primera pregunta que nos hacemos es ésta: ¿por qué en casi dos mil años no hemos llegado a vivir en plenitud y con todas sus consecuencias esa experiencia maravillosa de Jesús? ¿No habrá llegado el momento? Como indicó Joxema Sarrionandia hace poco, “la radical contingencia de la vida lleva a la humanidad a navegar en un mar de incertidumbres” y en el proceso las religiones se atribuyen el poder de encaminar a los demás por vericuetos que ellos piensan son los más seguros, quizás con buena intención, por lo menos en algún momento, pero a la larga manteniéndonos alejados de la verdad clara y diáfana del mensaje.

    No cabe duda que a lo largo de estos dos mil años en el seno de la iglesia han surgido iniciativas maravillosas y muy valiosas. De ella han salido un sinnúmero de personas generosas, sacrificadas, verdaderos héroes, en hospitales, en los territorios de misión, en todas partes. De ahí han surgido los santos reconocidos y los desconocidos. Es imposible valorar debidamente aquí todo ese mundo de buena voluntad, esfuerzo, trabajo y dedicación. Si no podemos valorarlo lo importante es reconocerlo.

    Juan Luis en su libro se manifiesta atento a esa realidad y comenta “adviértase que, propiamente, no acuso de desviación, infidelidad o simple infantilismo a ningún creyente”. No negamos esa realidad pero confirmamos que el respeto a las personas y el afecto que nos une a los hermanos no se opone a la percepción incontestable de que la iglesia atraviesa hoy por una crisis total que nos afecta a todos. Esta afirmación un tanto genérica y tremendista necesitaría ser justificada con datos evidentes que no creo sean necesarios aquí: La descripción de Juan Luis en la página 46 y siguientes es suficientemente precisa al efecto. Digamos simplemente por ahora que ‘se han llevado el mensaje del Reino y no sabemos donde lo han puesto’.

  • Sustitución del Mensaje del Reino por un esquema teológico extraño.
  • No, la desaparición del mensaje no se debe a que nos lo hayan robado. Se halla oculto bajo una serie de sustituciones que han venido sucediéndose desde el mismo momento en que expiró Jesús. Poco a poco empieza a aparecer un sistema de controles con propia autonomía estructural y jerárquica, algo en lo que Jesús no pudo soñar. Como todo colectivo humano la iglesia tuvo que asegurar su permanencia quizás a costa de sacrificar valores y verdades esenciales. Se desataron la necesidad de controlar, la ambición de poder, y el ejercicio inadecuado de la autoridad para llegar a un momento en el que se hace imposible dar marcha atrás.

    Pero el colectivo esta formado por todos nosotros, por millones de creyentes que desde que aparecimos en este mundo nos encontramos con lo que hay: la familia, el pueblo en el que vivimos, la escuela, la sociedad que vamos descubriendo. Allí estaba también la religión, el cura, el Obispo, cuando aparece por la parroquia…, los sacramentos. Se impone la habitualidad porque la vida es habitualidad y no hay más. No obstante ayudar a cada uno a vivir su fe plenamente, eso no cuenta en el programa ¿?. “Dios da la fe a quien él quiere y no a todos nos llama a ser santos” decimos rápidamente.

    A lo largo del tiempo se ha llegado a suplantar a Dios sustituyéndole por imágenes suyas a veces hasta irreverentes, crasos antropomorfismos. La iglesia es un grupo humano que se enfrenta con el misterio y que trata de comprenderlo. Hablamos de la ausencia de Dios inmanente pero oculto. Es un Dios que a veces se disfraza tras apariencias de indiferencia, de olvido, y hasta como padre cruel que abandona a sus hijos. Y entonces el hombre del siglo XXI se pregunta como Jesús “¿por qué me has abandonado?”. Todo esto se experimenta con más agudeza en situaciones límite cuando la presencia de un Dios bueno debería hacerse más necesaria. Jesús que navega dormido en una barca durante una tormenta es un bello exponente de esa ausencia demoledora. La respuesta de Jesús es dura: “hombres de poca fe”. No les dice: a ver si inventáis algo que sustituya al Dios que no encontráis. Las sustituciones las repartimos cada día a nuestro alrededor como válidas: “no te preocupes, Dios lo puede todo y te echará una mano”. Pero el hombre de hoy se da media vuelta y se marcha. Pero siempre había una respuesta adecuada para él.

    Visto a dos mil años de distancia ante el panorama desgarrador de los primeros siglos después de la muerte de Jesús ¿nos extrañaría que para aliviar el sufrimiento y la confusión de los primeros discípulos, los mártires del Coliseo y los nuevos adeptos, alguien tratara de buscar soluciones fáciles y que funcionaran? De forma un tanto cándida se iban introduciendo nuevos elementos que sirvieran para mantener la ‘fe’. Se van creando nuevas estructuras, y se va echando mano de elementos ya existentes en otras religiones. Lo peor es que esta situación vivida por los primeros cristianos tan crudamente, ya se había venido dando en otros términos y con muchos elementos comunes desde la aparición de los primeros homínidos, hacía muchos cientos de miles de años. Allí la sustitución se había convertido en un hábito, un hábito que se socializa y se iba transmitiendo a futuras generaciones.

    En las aportaciones que se han hecho al tema desde Atrio aparece aún con más claridad lo que estoy diciendo. Ya no es tanto la ‘religión’ cuanto la relación vivida entre nosotros y Dios lo que queda dañado. Como dijo Pepe Blanco (25-09): “En suma, la salvación es un movimiento de dentro a fuera del ser humano”.

    Por esto la sustitución de lo que es por lo que no es, a la luz de aquel mensaje fue una verdadera traición de la única verdad que puede salvar a la humanidad de todos los tiempos. Juan Luis apuesta por descubrir por dónde se ha introducido esa anomalía que prácticamente invalida el mensaje de Jesús. Piensa que los filósofos de la ilustración captaron muy bien cómo todo el sistema se había vuelto irracional y hasta ofensivo a la inteligencia humana (V, 5, 67) afirmando con lógica contundente que la ilustración fue también revelación.

    La razón, que ellos descubrieron como pieza fundamental para remediar los males de la humanidad en épocas anteriores, había sido totalmente desvirtuada. Había que revalorizar la razón, que se hallaba ya implícita en la materia y la energía como la “interioridad de las cosas” usando la expresión de Teilhard de Chardin y que va emergiendo de acuerdo con las leyes cualitativas del crecimiento. O sea, que la razón nos llega a través de la creación antes que las sustituciones que llamamos ‘fe’ y que son representaciones mentales de la realidad.

    Hace falta desmontar los obstáculos creados por los mecanismos que han hecho cambiar los planteamientos correctos. Esta es la magia que nos ocupa aquí. (Nota 47. p.93). Es la carcoma que parasita el mensaje de Jesús para convertirlo en un paradigma inadecuado desde los primeros años del cristianismo. Para entender nuestra relación fundamental con Dios y el cosmos recurrimos al relato mítico del Génesis, sacamos a Dios de la eternidad y lo plantamos en medio del espacio y del tiempo.

  • Cómo Amar a Dios a Quien no Vemos.
  • Lo dijo San Juan en su primera carta: “Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. (I Juan IV, 20). Fue una sabia advertencia a los hermanos de Asia Menor que atravesaban ya por una grave crisis. El problema era doble: el amor a los hermanos es siempre costoso, y en ocasiones casi imposible, celos sospechas, injusticias, traiciones, ofensas. Hay que superar esa dificultad primera. Por otra parte a Dios no le vemos: peor lo pone, porque para poder ver a Dios hay que ver primero al hermano. Aparecen las soluciones fáciles: huir del hermano, buscar excusas para no encontrase con él. Lo peor es ahora encontrarse con Dios a quien no vemos.

    Encontrase a Dios a quien no vemos. El libro del (Éxodo32:5-6) nos ofrece una solución. “Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón y dijo: Mañana será fiesta para Javeh. Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber”. Moisés había desaparecido en lo alto del monte Sinaí y nadie sabía si iba a volver. Mientras tanto dónde estaba Javeh? Como no lo ven deciden fundir sus joyas y hacer un becerro de oro que eso si lo ven. No se trata de una falta de ‘fe’: “Mañana será fiesta para Javeh”, el becerro es Javeh. Los hebreos quieren tocar a Javeh, postrarse ante él, adorarle, traerles ofrendas para asegurar su asistencia. Es por esto por lo que Juan Luis dice reiteradamente que la magia cuando sustituye a la fe se convierte en verdadera idolatría.

    El libro de Juan Luis está lleno de ilustraciones que nos ayudan a descubrir dónde esta el verdadero problema. No os perdáis la comparación del titiritero que permanece ‘oculto’ detrás de las marionetas. Es el teatrillo “mágico”. La marioneta hace su papel perfectamente dependiendo de lo bien atados que están los hilos y de las estructuras de sus miembros. Digamos que es perfectamente autónoma, plenamente ‘libre’. El titiritero en su ‘providencia’ maneja los hilos desde fuera. Nadie le ve pero ahí está. Una imagen, una representación bien lograda, de cómo funciona la relación de Dios trascendente y el hombre libre. Él nos sostiene y nosotros actuamos libremente.

    ¿Y cómo es que hasta ahora a nadie se le había ocurrido introducir este tema como explicación obvia en el desarrollo de toda una Teología que falla en su misma base? Pues en parte porque a nadie se le ocurre robar en su propia casa y ningún soldado pega tiros a los demás de su misma trinchera. Cada cardenal, obispo, un buen número de párrocos, los profesores de seminarios son todos licenciados en teología por lo menos. Ellos no van a desmontar su propio sistema, y ante todo porque lo han socializado totalmente. Es verdad que ha habido meritorias intervenciones desde dentro: En 1962, en el Concilio Vaticano II, el Papa Juan XXIII proclamó que la Iglesia había perdido contacto con el mundo fuera de sus propias puertas y que tenía que reexaminar su misión para no perder también su relevancia. Esta y otras muchas voces se fueron ahogando. Había que salir fuera.

    Desde muy lejos, a donde no llegaba la sombra del templo, en América Latina, surgió la Teología de la Liberación, una nueva manera de hacer Teología desde fuera. Gutiérrez escribe que su reflexión teológica viene desde una perspectiva latinoamericana, “subcontinente de opresión y despojo”. El autor examina el significado de ser cristiano latinoamericano a la luz del diálogo planteado por la nueva teología de la liberación, un tema debatido en la Conferencia Episcopal de Medellín. Esta maravillosa experiencia fue muy pronto acorralada por los ‘cuidadores del templo’. Con esta afirmación no quiero sonar irreverente, pero prefiero que ahí Juan Luis Segundo desde Uruguay piensa que se impone una Liberación de la Teología como camino para empezar una crítica cruda y sincera de todo el sistema. Quiere hacer teología en el sentido de liberar la fe de todo lo que oprime al hombre porque eso es el mensaje: cristianizar significa humanizar.

    También desde fuera, desde la experiencia vivida en la angustiosa realidad del subdesarrollo de los países africanos, desde la lucha política durante la transición democrática de los años 70s en España y desde las huelgas de hambre de La Castellana, Juan Luis Herrero de Pozo va madurando penosamente cómo abrirse camino después del trabajo que habían comenzado los pensadores de la ilustración.

    Y cuando digo ‘desde fuera’ que no se vean connotaciones de distancia sino sólo de independencia y libertad con relación a la mentalización y socialización de que venimos hablando.

  • CONCLUSIÓN
  • Una inmensidad de preguntas, muchas de ellas formuladas continuamente desde Atrio y otros foros similares, surgen al enfrentarse con una situación de proporciones tan alarmantes. ¿Es todo el sistema, según estamos viendo, una idolatría? ¿Se trata de una inmensa falsificación de lo que debió haber sido el mensaje de Jesús?. ¿Bastaría con volver a las fuentes y reconstruir todo desde allí para luego presentarlo a la aprobación de la Santa Madre Iglesia? ¿Exigir al Papa por todos los medios la convocatoria de un nuevo Concilio que se hiciera cargo de la reforma? ¿Dejarlo estar como siguen diciendo los reformistas cuando piensan que todo se irá arreglando?. Las preguntas están ahí. Una cosa está clara: no podemos negar lo que hemos visto juntos y aprendido juntos y sabemos que no podemos seguir discutiendo, diciendo cosas sumamente interesantes y continuar con los brazos cruzados.

    Quiero citar aquí a Josefa Roy cuando nos indicó en la primera parte de este post que el planteamiento hay que hacerlo y vivirlo desde la fe, desde nuestra auténtica búsqueda del Reino de Dios y su Justicia, desde la certeza de que aún cuando nos parezca que nos ha abandonado, el Padre nos tiene en sus manos, ónticamente, sin magia, ¡que no es nada! Este planteamiento podría poner a prueba todo lo que hemos venido comentando, creyendo y viviendo juntos. Ahí me quedo yo.

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