Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Navidad transformante

15-Diciembre-2009    Jaume Patuel
    El autor, que es psicoanalista, pedapsicogogo -es decir, psicólogo para el tratamiento individual y de pareja ante los problemas emocionales- y teólogo, ya estuvo presente en ATRIO el 17 de diciembre de 2007, hablando también de la navidad como nacimiento. Y un poco antes nos había presentado un libro del que es coautor: “La espiritualidad después de las religiones”. La portada dellibro, que reprodujimos allí, es como una expresión gráfica de esa búsqueda del núcleo humano interior común a todas las religiones y culturas. En esa búsqueda andamos por aquí.

Navidad hace resurgir todos los tópicos que se repiten cada año. Pero no creo que los deba repetir. Son muy conocidos por todos.

Por mi parte, quisiera no caer en otro tópico que se quede en la superficialidad, es decir, en la superficie o en la ligereza. Navidad es realmente importante. Es la celebración de un evento de la Naturaleza que implica la profundidad o la interioridad de todo ser humano de cualquier cultura, etnia y clase social.

El solsticio de inverno con la noche más larga y el día más corto hace que la luz vuelva a aparecer poco a poco. Constante, sin prisa. Pero que genera fe y confianza en el futuro. La Luz del sol vuelve. Es un hecho de la naturaleza. Constatado por muchas generaciones. De aquí han brotado muchos mitos, muchos símbolos como cuentos y leyendas.

El ser humano tiene en la realidad que lo envuelve un doble acceso para conectar con ella. Noche y día. Oscuro y claro. Necesidades y Gratuidad. Y ese doble acceso es el que se celebra por Navidad o en el solsticio de invierno.

Un acceso a la realidad de la oscuridad, para satisfacer las necesidades básicas, de autoconservación en beneficio de la especie. Por tanto, un valor de relación social. De aquí los regalos, el buen comer, la fiesta, el folclore, los ágapes familiares. Como el gozo y la alegría de los que están, como la tristeza y la nostalgia de los que no están. Todo muy natural y necesario para la vida del día a día.

Pero, por desgracia, también el ser humano como depredador, abusa, no pone límites. No hace caso de la Naturaleza corporal. La corporalidad tiene sus límites, sus leyes y sus normas. Saltárselas, como tantas veces se hace, lleva sin duda a consecuencias nefastas de muerte o inaptitud corporal. Sólo es preciso ver el mapa mundial de enfermedades físicas producidas por el ser humano: obesidades, ataques de corazón, cefaleas y otras en el terreno psicosomático.

Como también en estos accesos a la realidad, de la oscuridad, tendría que poder satisfacer las necesidades emocionales, de sentimientos. Y los estados de ánimo también tienen sus leyes, sus normas. El ser humano necesita ser amado y amar. Si no, no vive ni deja vivir. La libertad del amor lleva al respeto, a la delicadeza, al compromiso. Dicho de otra forma, al actuar sin límites emocionales, con prepotencia, como “dios” sin serlo, es él mismo quien se castiga. Le precisa el calor del hogar, la ternura del afecto y la palabra amorosa.

Pero también la palabra destruye, como la del odio, de la envidia, del rencor. La depredación emocional genera el mal trato, la falta de respeto a la subjetividad del otro. Sólo hay que contemplar la prensa y la pantalla pequeña: agresividad y violencia verbales. Y, por desgracia, en lugares o instituciones, sean de la clase que sean, donde no tendría que estar, pero está. Una mirada desde la psicología de lo profundo también clarifica estos aspectos oscuros de la persona como de las instituciones.

Y así, en nombre de la Luz, se han cometido y se cometen muchas muertes tanto físicas como psíquicas. ¡No se puede dejar de contemplar tanta depravación o cinismo! Es el yo o el ego quien lo realiza y programa desde la oscuridad. Está centrado en sí mismo: egocentrado. Egoísmo puro, sistema donde el ego es el centro. La psicología profunda puede ayudar a detectar las raíces y limpiar de zarzales este egoísmo o egocentrismo.

Así y todo, el ser humano sabe que tiene, aunque a veces inconcientemente, otro acceso a la Realidad. Un acceso gracias a la Palabra. El símbolo es un indicador como el de de Colón indica donde está América, pero el dedo no es América. Una realidad que esta en el fondo de todo corazón humano, de la vida. Una Realidad que envuelve, que es totalmente necesaria, pero no es pragmática. No satisface necesidades primarias. No resuelve problemas ni presenta soluciones. Pero es Luz y es Claridad. Es Comprensión. Es Amor. Es Compasión. Es calidad de vida. Es Palabra.

Pero cada una de estas palabras dichas son símbolos, indican o apuntan a esta Realidad que se vive, pero que no se puede pronunciar, aunque tengamos que hacerlo para darla a conocer. Pero al decirla, ya no es ella, la Realidad. De aquí el peligro de defender sólo la palabra como si fuera la Realidad Gratuita.

Esto se encuentra y anida en el fondo de todo corazón humano. No está afuera. Como la oscuridad no está fuera de la luz ni la luz está fuera de la oscuridad. Es una sola realidad. En la oscuridad se busca satisfacer las necesidades para no verlas bajo la Luz y mantener la depredación. La Luz proporciona otros caminos, otros valores, otras axiologías o escalas de valor. Es la Razón fundante del Ser humano que tiene que crear, buscar, resolver las respuestas a los problemas, a los conflictos. La Razón envuelta no sólo de oscuridad sino básicamente de Luz. El día es luminoso y oscuro.

Toda persona tiene esa Luz, pero es preciso abrir el interruptor. Es preciso explicitarla. Conviene ser consciente. Por eso, Navidad es transformante de forma dinámica y continua. No por sólo un día o momento, La Luz ilumina siempre. Como la oscuridad obscurece siempre.

Navidad o el nacimiento de cada ser humano es ahora-y-aquí, pero siempre. Como en el solsticio que, aunque sea el día más corto, no por eso deja de haber luz. Siempre está hasta el otro solsticio de verano donde habrá más luz que oscuridad o noche.
Luz y oscuridad están siempre. Pero, la oscuridad o la depredación pueden ensombrecer la luz que es siempre la creación, el respecto al otro.
Pero, sin olvida nunca que la Luz está en todos. Nadie tiene el dominio o el poder o la exclusiva o el control. Si no, habría fanatismos, ideologías, integrismos, exclusiones en lugar de amor, comunidad, crecimiento para todos.

Y esta Luz se ve, se contempla en personas que lo han manifestado y manifiestan. Son los grandes Maestros de cada cultura, Y Occidente tiene el suyo, su nombre es Jesús, el de Nazaret. Una persona que vivió esta dimensión gratuita en plenitud para comunicárnosla o anunciarnos que también nosotros la podemos vivir. Y no dudó en exclamar, por su consciencia plena de esta dimensión de gratuidad: Soy la Luz.

Por eso Navidad o el nacimiento de cada uno en el día a día, en el aquí-y-ahora, es transformante. Generador de Vida.
Pero para nacer es preciso pasar por el dolor del parto. Por el dolor del desprendimiento. Por el dolor del sufrimiento. Por el dolor de la limitación. Dejar de estar centrados en nuestro “ego”, para centrarnos en esta Realidad Gratuita, que no hace perder las funciones o responsabilidades del ego sino, todo lo contrario, las potencia, las fortalece. Las hace más maduras, por tanto, más humanas, más trabajadas.

El gran valor profundo de esta dimensión específica y únicamente humana es la calidad que hace que cada ser humano sea completamente humano. No depredador incontrolado y al mismo tiempo lleno de la Totalidad. Un ego-descentrado donde él no es el centro de si mismo o ego-centrado, sino que las funciones del ego en relación con los demás sin olvidarse sanamente de sí, ya que la Luz le hace ver y vivir la realidad con otros ojos, le lleva a la Confianza y Fe de la vida en la Vida.

¡¡ Feliz Navidad transformante!!

    [Artículo publicado originalmente en DIARI DIGITAL DE MATARO. Para comunicar directamente con el autor: jpatuel@copc.es ]

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