Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Otra manera de ser iglesia también es posible

12-Mayo-2006    Pablo Richard

La elección de Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II nos ha revelado finalmente dónde está y cuál es la crisis que realmente vive la Iglesia Católica, pero al mismo tiempo nos ha clarificado cuál es nuestra propuesta positiva de construir una nueva manera de ser Iglesia.

Crisis irreversible en la Iglesia Católica,
pero otra manera de ser iglesia también es posible.

Introducción:

Existen en la actualidad dos modelos o dos maneras diferentes de ser Iglesia. “La Iglesia” es solo un concepto teológico que no existe en la realidad, lo que existe históricamente son modelos, tendencias o maneras diferentes de ser Iglesia. En forma sencilla y provisoria podríamos distinguir hoy una manera conservadora de ser Iglesia y otra manera diferente, alternativa, liberadora. No hablamos aquí de dos Iglesias, sino de dos tendencias o modelos existentes en el interior de la misma Iglesia Católica.

La interpretación crítica que aquí propongo es que la elección del Cardenal Ratzinger como Papa no fue diseñada para ser un Papa de transición, sino para ser un Papa que de continuidad a los 26 años del pontificado del Papa Juan Pablo II. El teólogo Ratzinger, brazo derecho de Juan Pablo II para cuestiones doctrinarias y Prefecto durante 23 años de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es elegido para darle continuidad teológica y dogmática al modelo de Iglesia construido por Juan Pablo II. Lo más importante en mi interpretación es que esta continuidad entre Juan Pablo II y Benedicto XVI confirma y hace evidente una crisis irreversible y final del actual modelo conservador de Iglesia.

Crisis “irreversible” significa una crisis que ya no puede ser resuelta con reformas parciales o con cambios puramente teológicos o de lenguaje. Una crisis irreversible es una crisis final. No hay marcha atrás, su perfeccionamiento solo consigue acelerar su muerte. Toda tendencia conservadora o proceso de contra-reforma en la Iglesia genera a largo plazo una iglesia en estado permanente de crisis. No sabemos cuanto tiempo durará la crisis. No es importante, pues en el interior de la misma Iglesia pueden darse las dos tendencias o maneras diferentes de ser Iglesia, una conservadora en proceso permanente de crisis y otro modelo alternativo y liberador de Iglesia que crece con su fuerza espiritual y profética que le es propia. Los dos modelos no son paralelos, sino que se entrecruzan. La crisis irreversible de un modelo determinado de Iglesia, no impide que surja otra manera de ser Iglesia. Habrá tensiones, pero no necesariamente divisiones. Cuando más conciencia tomamos de que la crisis de la Iglesia actual es ya irreversible, tanto más evidente se hace la necesidad de construir una nueva manera de ser Iglesia y discernir cuál es la fuerza que tenemos para construirla.

Creo que la elección (designación) de Ratzinger como Papa ha sido una decisión motivada por la necesidad de dar continuidad al proyecto eclesial ya existente y motivada también por el miedo al “relativismo”. Como dijo el mismo cardenal Ratzinger en su homilía al inicio del cónclave, existe el peligro que la iglesia vaya a la deriva, zarandeada por cualquier viento de doctrina. Es ya una señal de crisis que la elección de un Papa haya sido por una necesidad de continuidad y por miedo a la auténtica diversidad y pluralidad.

Mi propuesta positiva y constructiva, en este momento de crisis irreversible de la Iglesia católica, es la posibilidad real de construir otra manera de ser iglesia, otro modelo de Iglesia, alternativo y liberador, en el interior de la Iglesia actualmente existente. Tenemos la fuerza teológica y espiritual suficiente para construir esa nueva manera de ser iglesia. No creo que la solución sea salirse de la Iglesia, sino crear una nueva manera de ser Iglesia en el interior de ella misma. La motivación para seguir luchando dentro de la Iglesia, no es el miedo o la necesidad, sino la responsabilidad pastoral de caminar con el pueblo pobre y excluido, para quienes muchas veces la Iglesia es su única esperanza. Sería muy fácil abandonar ahora la Iglesia, cuando el Pueblo de Dios más que nunca necesita de Teólogos de la liberación y Pastores comprometidos. El mismo Pueblo de Dios tiene esta intuición: cuando estábamos celebrando el dos de abril el 25 aniversario de Mons. Romero, alguien dijo: “murió un Papa, pero resucitó un Profeta en el pueblo salvadoreño”.

Mi interpretación negativa de la elección de Ratzinger como Papa, puede ser tildada de radical. Mi propuesta positiva de construir una nueva manera de ser iglesia en el interior de la Iglesia actual, puede ser tildada de utópica. No importa, pues muchas veces la radicalidad y la utopía van juntas.

Juan Pablo II y Benedicto XVI:
Crisis irreversible en la Iglesia Católica

Es una constante en la historia del Cristianismo la confrontación entre movimientos de reforma y contra-reforma en el interior de la Iglesia. El Concilio Vaticano II (1962-1965), interpretado por nosotros desde las Conferencias Generales del Episcopado latinoamericano en Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), constituye un auténtico movimiento de reforma en la Iglesia Católica. Con Juan Pablo II (1978-2005) y ahora con mayor razón con Joseph Ratzinger, llamado Benedicto XVI, se está consolidando una clara tendencia de contra-reforma en la Iglesia. En forma semejante, en el pasado, se dio una contradicción entre la reforma protestante (Lutero 1483-1546) y el Concilio de Trento (1545-1563), un concilio de contra-reforma, perfeccionado posteriormente por el Concilio Vaticano I (1869-1870). El Papa Juan XIII, con la convocación al Concilio Vaticano II, rompió estos 400 años de contra-reforma y propuso un nuevo programa de reforma de la Iglesia.

Lo que decimos de la Iglesia, lo podemos también decir de la así llamada civilización occidental y cristiana, confrontada en la actualidad con el oriente no-cristiano. Esta situación se agudizó con la guerra preventiva del occidente “cristiano” contra el Irak islámico y su amenaza constante contra todos los pueblos orientales no cristianos. Esta crisis de civilización se enmarca a su vez en la realidad aun mayor de un Imperio, cuyo centro está en los Estados Unidos. El Imperio más poderosos del mundo se identifica explícitamente a sí mismo como un Imperio Cristiano. Su presidente fue elegido por una mayoría cristiana, tanto evangélica como católica. La historia, sin embargo, nos enseña que el triunfo de un Imperio Cristiano ha significado siempre el fracaso del Cristianismo.

Lo que provoca la crisis del modelo conservador de la Iglesia en la situación actual, es en primer lugar su eurocentrismo. Para Juan Pablo II Europa “se convirtió en el gran centro de la evangelización del mundo y, a pesar de todas las crisis, no ha dejado de serlo hasta hoy” (“Memoria e Identidad”. Juan Pablo II, p.132). El Papa insiste en el carácter cristiano de Europa, contra el hecho evidente de su acelerada descristianización. Es desconcertante la noticia que el Cardenal Ratzinger se opone a la entrada de Turquía a la Unión Europea. La razón es sencilla: ni quiere que los musulmanes invadan la Europa “cristiana”. Es muy difícil para nosotros aceptar que Europa sea, según Juan Pablo II, el centro de la evangelización del mundo, no sólo en el pasado, sino incluso hasta el tiempo presente. No podemos olvidar que el cristianismo llegó a América latina y El Caribe con la expansión del colonialismo europeo. No negamos los méritos de la Evangelización, sus misioneros y sus profetas, pero tampoco podemos olvidar que el colonialismo europeo saqueó nuestros recursos naturales, destruyó cruelmente nuestros pueblos indígenas y en la actualidad nos condena a muerte por el cobro injusto de la deuda externa y el neo-colonialismo de las compañías transnacionales.

Otro hecho evidente es que la Iglesia conservadora tiene todavía como horizonte el conflicto Este-Oeste y no el conflicto Norte-Sur. El sur no existe. Siempre se dice en forma triunfalista que la mayoría de los católicos están en América Latina, pero se ignora la situación trágica de pobreza y exclusión que se vive en nuestro continente “católico”. Es evidente que la Iglesia en Europa, especialmente en Polonia, quedó marcada por la experiencia cruel del nazismo y del comunismo. El Papa las califica como “las ideologías del mal”, como la “fuerza del mal”, como el “furor bestial” que amenazó de muerte a toda Europa. Esto es cierto, pero no se califican como “ideologías del mal” a la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, que inspiró a todas las dictaduras militares “católicas” en América Latina, igualmente la ideología “neo-liberal” actual, que oculta y justifica la pobreza y la exclusión de un 60% de nuestra población. No se toma conciencia y no se denuncia proféticamente que el actual sistema de libre mercado también es una “fuerza brutal” que destruye nuestro continente “católico”.

Juan Pablo II y Joseph Ratzinger nunca entendieron la Teología de la Liberación. Para los dos, y para toda la curia vaticana, nuestra teología respondía a la expansión del marxismo en América Latina. Por eso se declaró pública y oficialmente la muerte del comunismo, del marxismo y de la Teología de la Liberación. Con esta actitud la jerarquía romana buscó liberarse de la Teología de la Liberación. La Iglesia le tenía miedo, porque sabía que la Teología de la Liberación decía la verdad y tenía razón. Nunca el Vaticano canonizó a los miles de mártires que murieron en la lucha por la vida y la justicia en América latina. El Papa nunca los canonizó por miedo a legitimar una concepción nueva de evangelización y de Iglesia y una nueva manera de hacer teología. Que no se haya canonizado a Mons. Romero es un escándalo para los cristianos de América latina, pero también es un signo de debilidad de la curia romana.

Joseph Ratzinger ha denunciado reiteradamente lo que él llama la dictadura del relativismo y la necesidad de tener “una fe clara según el Credo de la Iglesia”. El problema central, sin embargo, es lo contrario: la dictadura del Dogma, de la Ley y del Poder central de la Iglesia, que impide todo dialogo ecuménico e inter-religioso. Un claro ejemplo de esto es el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe titulado “Dominus Iesus”, cuyo autor principal es Joseph Ratzinger. Se olvida también que la “fe clara según el Credo de la Iglesia” está en las Sagradas Escrituras, especialmente en los 4 Evangelios, que son la Memoria, el Canon y el Credo de nuestra fe cristiana. El miedo al relativismo es en el fondo el miedo a la pluralidad religiosa y cultural, el miedo a la diversidad de opciones, el miedo a las teologías de género que critican el patriarcado, el miedo al resurgimiento de las religiones del Tercer Mundo.

En su homilía al iniciar el Cónclave el Cardenal Ratzinger habla del relativismo de los diversos modos de pensar: liberalismo, individualismo, vago misticismo religioso, agnosticismo, sincretismo y otros. Pero esta relativismo es más bien algo propio de la crisis de la modernidad, de la desintegración del occidente “cristiano “y de la decadencia espiritual y ética del mundo desarrollado. Más importante es el “relativismo” de valores éticos que permite la mercantilización de la vida humana y cósmica. El nuevo Papa está más preocupado de las “corrientes ideológicas y modos de pensar”, que del genocidio de los pobres del mundo, donde la vida no vale nada.

Los viajes del Papa Juan Pablo II por América latina y El Caribe fueron una manifestación impresionante del poder religioso de la Iglesia. No niego muchos aspectos positivos de estos viajes, pero su efecto a mediano y a largo plazo no fue ni evangelizador ni liberador. La evangelización en América latina no pasa por el ejercicio del poder, sino por la defensa de la vida y por la construcción de una sociedad donde quepan todos y todas, en armonía con la naturaleza. Los verdaderos evangelizadores en América Latina son esos miles y miles de sacerdotes, religiosas y laicos anónimos que trabajan en el mundo de los pobres.

La Iglesia conservadora es autocrática y opresora, lo que provoca dentro de ella un espíritu de miedo generalizado: los laicos y laicas practicantes tienen miedo a los curas, los curas tienen miedo a los obispos, los obispos tiene miedo a la curia vaticana y ésta tiene miedo a la Teología de la Liberación. En lo moral, la Iglesia conservadora está más preocupada por el aborto y el matrimonio de los homosexuales, que por los millones de seres humanos que mueren de hambre en el Tercer Mundo. A la Iglesia le preocupa la vida antes de nacer o la vida eterna después de la muerte, pero no la vida presente de la humanidad. La Iglesia no abre un espacio donde se discutan abiertamente los problemas éticos de la vida humana, como el aborto, las opciones sexuales, los métodos anticonceptivos y todos los problemas de la bioética. Muchos de estos temas no están resueltos, y no se resolverán nunca si la iglesia impone de modo autoritario una opinión única que no puede ser discutida.

¿Por qué el pueblo quiere tanto a Juan Pablo II?
¿Por qué Benedicto XVI necesita mejorar su imagen?

Se podría deslegitimar nuestro pensamiento crítico como el pensamiento típico de los pequeños grupos intelectuales, aislados del sentir y pensar del pueblo sencillo. Esta es una manera muy tradicional para descalificar todo análisis crítico y ocultar la utilización que se hace de la exaltación de hechos religiosos para intereses institucionales de la iglesia.

Es un hecho evidente que los medios de comunicación dieron una cobertura inusual a todos lo hechos relativos a la enfermedad, muerte y entierro de Juan Pablo II y a la exhibición majestuosa de los cardenales que en el cónclave eligieron a Joseph Ratzinger como Papa. Fue una verdadera apoteosis mediática. Esto necesariamente tuvo un influjo directo y eficaz en la opinión popular.

Los medios de comunicación que exaltaron todos los hechos “pontificios” de este período fueron en su mayoría los medios más poderosos e influyentes en el poderoso sistema económico actual. ¿Por qué esta exaltación de los hechos? Mi hipótesis es que era necesario responder a la carencia en el sistema actual de globalización de un líder espiritual fuerte y reconocido universalmente. Los grandes líderes políticos del mundo actual son profundamente corruptos, ambiciosos, violentos, sin valores éticos y sin ninguna preocupación por la mayoría pobre y excluida en el sistema actual de libre mercado. Nadie niega la santidad personal y el carisma de Juan Pablo II, sus valores éticos y sus intervenciones proféticas en momentos difíciles de la historia moderna. Un ejemplo fue su oposición a la guerra de Irak, su visita solidaria a Cuba y su preocupación por la paz en el medio oriente, donde ha buscado destruir muros y construir puentes. Pero otra cosa es la manipulación que hacen los medios globales de comunicación de la figura de Juan Pablo II como el líder que derrotó el comunismo y el defensor de los valores éticos que necesita la humanidad actual. Con esta manipulación buscan construir el líder espiritual que el sistema actual de globalización necesita para funcionar. Esta manipulación está en contra de las intenciones y el ser espiritual de Juan Pablo II. También es escandaloso como las Iglesias locales aprovechan esta apoteosis manipuladora de los medios de comunicación para sus propios intereses institucionales. Muchas Iglesias se sienten ahora importantes al ser incluidas en las necesidades “espirituales” de la globalización y de la construcción de un “Imperio cristiano”.

El impacto de los medios de comunicación en la Iglesia como Pueblo de Dios se debe también a la falta de conducción espiritual. La generación de obispos profetas, llamada la generación del Concilio Vaticano II y de las conferencias episcopales de Medellín y Puebla, que algunos también llaman “los Padres de la Iglesia latino-americana”, es una generación que está desapareciendo simplemente por edad. Esos obispos han sido programáticamente sustituidos por obispos contrarios a la tradición profética y renovadora de la iglesia de Medellín y Puebla. Otro factor que ha influido en la carencia de conducción espiritual en la Iglesia ha sido el silenciamiento de más de 140 teólogos y teólogas de la Liberación, realizado por la Congregación de la Doctrina de la Fe que condujo por 23 años el Papa actual Joseph Ratzinger. También ha sido negativo el regreso a la estructura tridentina de poder en la Iglesia: el Papa en Roma, el Obispo en su diócesis y el Cura en su parroquia. Los laicos marginados a tareas cada vez menos importantes y las laicas casi no existen. Benedicto XVI tendrá que hacer un esfuerzo importante para cambiar su imagen negativa de “guardián de la ortodoxia” para ganar la simpatía del Pueblo de Dios. Nunca un inquisidor ha sido popular.

Por último, el atractivo de Juan Pablo II, especialmente en las masas católicas, responde a la necesidad del pueblo de tener una referencia de poder espiritual y global que los represente y con la cual se sientan identificados. Juan Pablo II, por su carisma personal, por sus viajes y gestos muy significativos, se ganó un reconocimiento universal. Todo pueblo necesita tener un Papa, un Rey, un símbolo de poder. Es paradigmático el hecho bíblico en el primer libro de Samuel cap. 8, donde el pueblo pide a Samuel un rey. Después de 200 años que el pueblo ha vivido feliz sin rey, sin templo, sin ejército permanente, ahora quiere tener un rey como los demás pueblos. Samuel les replica todo lo negativo que es tener un rey, pero el pueblo insiste en tener un rey. Nace así la monarquía en Israel, que durará mas de 400 años y que será, salvo algunas pocas excepciones, una experiencia negativa y fuertemente criticada por los profetas.

Presupuestos para la construcción
de una nueva manera de ser Iglesia

Ya hemos dicho que la crisis irreversible de la Iglesia Católica y la contra-reforma en contra la reforma realizada por el Concilio Vaticano II y por los eventos de Medellín, Puebla y Santo Domingo, no niega la posibilidad de construir una nueva manera de ser Iglesia, un nuevo modelo de Iglesia o una nueva tendencia dentro de la Iglesia. Ahora veremos los presupuestos para esta reconstrucción y la fuerza que lo hace posible.

    Primero: será muy importante la ruptura con el euro centrismo de la Iglesia y con el mito de una Europa cristiana evangelizadora. Esto no significa romper nuestra comunión con el obispo de Roma, como centro de unidad de toda la Iglesia católica.

    Segundo: el nuevo modelo de Iglesia tendrá como espacio fundamental el Tercer Mundo, definido por la contradicción Norte – Sur. Para nosotros el sur existe y la relación sur-sur afirma nuestra identidad. El horizonte de la nueva manera de ser Iglesia será América latina, Caribe, África, Asia y Oceanía.

    Tercero: el nuevo modelo será radicalmente ecuménico. Solo con una profunda solidaridad ecuménica podremos resistir la crisis del modelo conservador de Iglesia, generado por el proceso de contra-reforma en la Iglesia católica. Solidaridad con las Iglesias protestantes, evangélicas, pentecostales y otras iglesias cristianas del oriente y con todas aquellaa que tienen una dimensión ecuménica. El ecumenismo es un espacio de libertad y diálogo, donde se respeta la pluralidad de tradiciones y confesiones. El ecumenismo recupera la pluralidad de las Iglesias que los Apóstoles nos dejaron.

    Cuarto: el diálogo inter-religioso, especialmente con el Judaísmo y el Islam, las tres religiones así llamadas abrahámicas. Diálogo también con otras religiones importantes del Asia, África y religiones autóctonas de América latina. El diálogo inter-religioso mas que “diálogo”, será una profunda comunión espiritual y solidaria. Los temas del diálogo inter-religioso no serán temas dogmáticos, sino temas éticos, de vida o muerte, como la paz, la guerra, el hambre y otros. El objetivo principal de la “misión” ya no será la ”conversión” del otro, sino el sumar fuerzas en la construcción de la paz. “Sincretismo” no significa relativismo o confusión, sino literalmente significa “sumar fuerzas” en función de la paz. Por eso el diálogo inter-religioso practica el sincretismo, la oración en común, el testimonio, la solidaridad y el respeto mutuo.

    Quinto: fidelidad irrestricta al Concilio Ecuménico Vaticano II (1962 -1965)
    Recordemos aquí algunos temas teológicos mínimos, para no olvidarlos o para darlos a conocer a muchos, a los que nunca se los dieron a conocer. Estos temas son:
    la Iglesia es el Pueblo de Dios, no solo su estructura jerárquica. Su razón de ser no está en ella misma, sino en el Reino de Dios. La Iglesia subsiste en la Iglesia católica. Sacerdocio común de los fieles, dotados éstos de múltiples carismas. Colegialidad episcopal (Lumen Gentium).
    La Sagrada Escritura es el fundamento de la Iglesia y el alma de la teología. El Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino totalmente a su servicio. La Iglesia, más que poseer la verdad, camina hacia la plenitud de la verdad (Dei Verbum).
    La Iglesia tiene su lugar propio en el mundo, abierta a la modernidad y al humanismo contemporáneo. Autonomía de lo temporal frente a la Iglesia (Gaudium et Spes).
    Otros temas importantes en el Concilio son: la reforma litúrgica, el ecumenismo, la libertad religiosa, los medios de comunicación y los Derechos Humanos.

    Sexto: fidelidad a la Segunda Conferencia del Episcopado latinoamericano en Medellín (1968)
    Recordemos algunos textos: “Los principales culpables de la dependencia de nuestros países son aquellas fuerzas que, inspiradas en el lucro sin freno, conducen a la dictadura económica y al ‘imperialismo internacional del dinero”; “situación de injusticia que puede llamarse de ‘violencia institucionalizada”; “educación liberadora: la que convierte al educando en sujeto de su propio desarrollo”; “un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte” ; “En nuestra misión pastoral confiaremos ante todo en la fuerza de la Palabra de Dios”; “La comunidad cristiana de base es el primero y fundamental núcleo eclesial…célula inicial de estructuración eclesial, y foco de la evangelización, y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo” .

    Séptimo: fidelidad a la Tercera Conferencia del Episcopado latinoamericano en Puebla (1979) Pro memoria algunos textos: “La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela”; “está subiendo hasta el cielo un clamor cada vez más tumultuoso e impresionante. Es el grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia…”; La Iglesia asume “una clara y profética opción por los pobres”; “afirmamos la necesidad de conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por los pobres, con miras a su liberación integral”; “El compromiso con los pobres y los oprimidos y el surgimiento de las Comunidades de Base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres”; “Exigencia evangélica de la pobreza como solidaridad con el pobre y como rechazo de la situación en que vive la mayoría del continente”.

El Concilio Vaticano II y las Conferencias de Medellín, Puebla y Santo Domingo fue un momento de gracia y una oportunidad única que Dios nos dio (un kairós) para una auténtica reforma de la iglesia católica. Esta reforma la iniciaron los mismos obispos y ellos tienen la responsabilidad de mantener viva y de desarrollar esta tradición en la iglesia. Solo nuestra fidelidad a la Reforma de la Iglesia la hará posible.

Dónde está nuestra fuerza
para construir un nuevo modelo de Iglesia

Nuestra práctica fundamental para construir un nuevo modelo de Iglesia o una nueva manera de ser Iglesia, no será la confrontación con el modelo conservador, actualmente dominante y en crisis irreversible en la Iglesia, sino una práctica positiva de crecimiento, en el interior de la Iglesia, justamente ahí donde está realmente nuestra fuerza.

¿Dónde está nuestra fuerza? Sólo enumeramos:

    Primero: en la opción por los pobres, por los excluidos y en la opción por la vida de la tierra y del agua. En la opción por una sociedad donde quepan todos y todas en armonía con la naturaleza. En la crítica radical al actual modelo de mercado global de inspiración neo-liberal. En la esperanza de que otro mundo es posible y que es posible construir el sujeto capaz de hacerlo posible.

    Segundo: en una espiritualidad liberadora y en una ética de la vida: “la Gloria de Dios es el ser humano vivo; la gloria del ser humano es la Visión de Dios” (Gloria Dei vivens homo, gloriam autem hominis visio Dei). San Irineo.

    Tercero: en la Lectura Popular de la Biblia, llamada también lectura pastoral o comunitaria de la Biblia Todo movimiento de reforma de la iglesia ha comenzado cuando se devuelve al Pueblo de Dios la Biblia, cuando ponemos la Biblia en las manos, el corazón y la mente del Pueblo.

    Quarto: en la Teología de la Liberación. La Teología es una fuerza, sobre todo cuando constatamos que el modelo conservador de Iglesia, justamente está en crisis por tener mucho poder y poca teología. La Teología de la Liberación construida ahora por los nuevos sujetos: mujeres, afro-americanos, indígenas, campesinos, jóvenes, niños, indigentes, los de una opción sexual diferente, etc..Nuevos sujetos todos unidos en una crítica radical al sistema actual de dominación.

    Quinto: en la construcción de Comunidades Eclesiales de Base y organizaciones similares. En la renovación de la vida religiosa. En los movimientos apostólicos con un claro sentido de participación y liberación en la Iglesia.

    Sexto: En la formación de agentes de pastoral dentro de la iglesia y líderes cristianos militantes en los Movimientos Sociales y políticos. Participación prioritaria de la mujer en todos los espacios, niveles y liderazgos, en la Iglesia y en la sociedad.

    Séptimo: en la Iglesia concebida fundamentalmente como Pueblo de Dios, con una fuerte participación de hombres y mujeres en todos los niveles eclesiales y pastorales. Multiplicación de los carismas y ministerios laicales dentro de la iglesia. Celibato como carisma voluntario y universal, no integrado necesariamente al ministerio presbiteral o episcopal.

    Octavo: en los profetas, tanto dentro de la iglesia como fuera de ella. Con el desaparecimiento progresivo de la generación de los obispos profetas de Medellín y Puebla, surgen ahora también profetas laicos fuera de la iglesia, en el ámbito de la economía, la política y la cultura.

    Terminamos repitiendo lo que dijimos al comenzar: la elección de Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II nos ha revelado finalmente cuál es la crisis que realmente vive la Iglesia Católica, pero al mismo tiempo nos ha clarificado cual es nuestra propuesta positiva de construir una nueva manera de ser Iglesia. Con lo dicho queda claro que ese otro modelo de ser Iglesia es posible y que tenemos la fuerza para construirlo. La crisis del modelo conservador de Iglesia, que ahora ha llegado a ser una crisis irreversible, inserta en el contexto mayor de crisis de la civilización occidental y cristiana y de crisis de un Imperio que se define como Cristiano, es una crisis que nos llena de perplejidad, temor, angustia y desesperanza Pero la posibilidad histórica y real de construir un nuevo modelo o manera de ser de la Iglesia nos llena de esperanza y alegría.

Pablo Richard, Doctor en Biblia y en Sociología de la Religión,
actualmente director del DEI, San José, Costa Rica.
e-mail: ssee@correo.co.cr

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