Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Schillebeeckx murió ayer a los 95 años

24-Diciembre-2009    Antonio Duato

Me acabo de enterar de que ayer, miércoles, falleció a los 95 años el padre Schillebeeck, dominico, uno de los grandes teólogos del Concilio y del postconcilio. Fue asesor del episcopado holandés en aquella época e impulsor de una gran renovación teológica y eclesial. Lo mismo que el Catecismo Holandés, que fue inspirado por él, fue sospechoso de herejía para la Congregación sucesora del Santo Oficio, que le abrió un expediente en 1979 y dejó de contar desde entonces para Roma.

Yo quisiera invitar a todos los que lo conocieron o le leyeron, que hagan el duelo comunicándonos algo personal sobre lo que Schillebeeckx representó para ellos.

Quiero empezar con estas notas personales.

Leí casi todos los libros suyos que tradujo y publicó la editorial Sigueme en los años 60 y 70. Pero he recordado siempre su postura respecto a la relatividad esencial, y sin embargo utilidad, de cada dogma: los dogmas “apuntan a” hacia pero no “definen” nunca la verdad absoluta. Es esclerotizante encerrarse en ellos y arriesgado prescindir totalmente de ellos. Recuerdo estos dos títulos especialmente: Revelación y teología e Interpretación de la fe.

Fue una gozada, que nunca olvidaré, leer su cristología Jesús, la historia de un Viviente (Cristiandad 198a y ahora Trotta 2002). Se une en él de una manera única la construcción de una cristología desde abajo, desde el dato bíblico sometido a crítica, y la fe de un creyente. Para mí me proporcionó sustancialmente lo que han aportado después otros libros exitosos.

Su defensa de que es la comunidad cristiana la que debe disponer los oficios y ministerios, revolucionó toda la teología sacramental, sobre todo del orden sagrado y la eucaristía. Lo expuso con claridad en el libro El ministerio eclesial: responsables en la comunidad cristiana (Cristiandad, 1983). He leído que detrás de esa propuesta reciente de los dominicos holandeses de aceptar la designación hecha por la comunidad para que personas casada y mujeres puedan presidir la eucaristía, estaba el viejo Edward, siempre lúcido hasta el final.

No conozco otros títulos que veo han aparecido más recientemente: “Soy un teólogo feliz” (1994). Pero sobre la última etapa de este gran teólogo que, como Rahner, vio con toda lucidez el “invierno” de la Iglesia, me quedo con la frase con la que terminaba recientemente una entrevista para la NCR, la mejor revista progresista estadounidense: “¡Sigo siendo optimistas! Creo en Dios y en Jesucristo. ¿Qué más me puede faltar?”

Estaba a punto de salir en holandés una recopilación de sus homilías a las que había puesto este significativo título: ¿No ardían nuestros corazones en el interior?: Teología como proclamación.

Ya se ha ido para estar con el Viviente. Pero Schillebeeckx continuará dando luz y calor en el corazón de quienes se vieron iluminados y animados por sus escritos. Y vivirá en la Iglesia para siempre, aunque esta haya desconfiado de él. Es ya Navidad eterna para él. Ya ES en plenitud,

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