Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Auschwitz, El Rocío, Valencia

07-Junio-2006    Juan Luis Herrero del Pozo

¿A quién se le ocurre acercar tales realidades? La visita del Papa al abyecto campo nazi de exterminio y la simpática romería rociera, aparte su coincidencia en las fechas, no tienen nada en común. Salvo en un punto de capital importancia: los extremos del abanico de lo religioso, el Papa teólogo y las masas crédulas, coinciden en idéntico primitivismo de pensamiento mágico.

La riada de más de un millón de personas en camino hacia una verja que asaltar para atrapar las andas de la Blanca Paloma es tal vez un folclore respetable aunque sospecho en mi ignorancia que poco tiene que ver con la iglesia católica romana. Con toda mi deferencia por las emociones piadosas de los romeros, creyentes o no, el fenómeno ruidoso y multitudinario se explica, en clave antropológica, como una expresión paradigmática de superstición y magia. Valdría como manifestación de cultura popular de no ser por sus connotaciones de “sacramento” idólatra (no es el único en la iglesia). Y me detengo…porque quienes lo viven con pasión se van a enfadar. Aunque no teman, el Papa no les va a la zaga, en clave, sin duda, más académica y refinada. El Papa no se hace de Dios una idea más depurada y noble que la que de la Blanca Paloma manifiestan los peregrinos sureños. Un Dios que puede manipular los acontecimientos humanos como se manejan los hilos de las marionetas. Y cuando Dios no procede así, al menos en casos graves, el buen Papa –teólogo y todo- se espanta y echa mano de la fe en lo inescrutable de Dios para no perderla.

¿Por qué el clamoroso silencio de Dios ante el horrendo holocausto en Auschwitz-Birkenau (Polonia) en la guerra mundial? se exclama el Papa dentro del campo de exterminio. Y parece que no es una frase retórica circunstancial, dado que insiste en si Dios seguirá callando así en el futuro. O más bien ¿será que pensaba como Jesús, que no es el estilo de Dios el de enviar sus legiones de ángeles contra aquellos repugnantes torturadores nazis? No, parece no entenderlo así Ratzinger que insiste varias veces “por qué calló Dios” si pudo evitar el genocidio. Si no lo hizo, pues, no hay más que indagar, es su misterio. Tan misterio –salvas las distancias- como el de la Blanca Paloma que inescrutablemente no accedió a las angustiosas súplicas de docenas de devotos a favor de Rocío Jurado. Si en la teología del Papa, como en la de la mayoría de cristianos, cabe que Dios pueda intervenir al menos en casos graves no sé a qué esperamos a hincarnos todos de rodillas ante el sagrario orando incesantemente para que no mueran de hambre los 50 o 100 mil pobres que tocan cada día. Porque éste sí que es un genocidio, propiciado, por cierto, por el capitalismo salvaje (el único real) de la globalización.

Por fortuna, están las monjas contemplativas y gentes como Madre Teresa de Calcuta que bien hacen lo que pueden. Sin duda, ello supone que alguna responsabilidad nos incumbe a los humanos, ¿no? Mas ¿cómo se articulan la responsabilidad del hombre y la de Dios? No sea que, como decía mi abuela, “el uno por el otro, la casa sin barrer…” Quiero decir que creer con el pensamiento tradicional en el “intervencionismo” divino puede ser una excusa para la pereza política cristiana. En cualquier caso, todo esto de conjugar providencia divina y responsabilidad humana más que misterio parece un galimatías que nos hemos montado.

No me han gustado las patéticas palabras de Benedicto XVI en Auschwitz. No por aquello de su pertenencia de adolescente a las juventudes hitlerianas: sería un juicio de intención obsceno en un tema que pertenece al secreto de su corazón harto lacerado tal vez. Aparte la superación del talante mágico de su pensamiento religioso, hubiéramos agradecido alguna incertidumbre retrospectiva, algún cuestionamiento del pasado eclesial en cuanto al comportamiento de aquella iglesia alemana, obispos y Pío XII sobre todo. No es disculpa que el silencio de aquella jerarquía fuese un mal menor: Jesús avisó a sus amigos que serían perseguidos pero no se calló para evitárselo.

Y ya puestos a disentir de un Papa tan cuestionable sería oportuno que llegase a sus oídos el desasosiego que nos embarga a muchos cristianos ante la ambigüedad y escándalo previsibles en su próxima visita a Valencia. No por el hecho en sí sino por su contexto real: espaldarazo a los obispos y movimientos más integristas de la iglesia española virulentamente injustos con el gobierno, alarde de su categoría de hombre de estado y de su poder temporal, gasto faraónico en la plataforma sobre el Turia con microclima artificial, etc…

Todas estas cosas, el Rocío, palabras del Papa en Auschwitz, inminente visita a Valencia…son botones de muestra, entre otros, de incoherencia evangélica que, en opinión de muchos cristianos, sigue desluciendo la imagen de Jesús de Nazaret. Nuestra indignación se acrecienta.

Logroño 7 junio 06.

herrero.pozo@telefonica.net

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