Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

¿Por qué nos odian tanto?

12-Julio-2006    Josep Castelló

Ésa es la pregunta que debiera hacerse la Iglesia Católica ante la gran reacción laica que ha despertado la escandalosa visita papal a Valencia. Pero no, esa iglesia, depositaria de la Verdad revelada por Dios no se cuestiona nada de cuanto hace, y al igual que los afectos al imperialismo USA, consideran que ellos son el bien y los otros el mal.

Encerrados mental y materialmente en su burbuja, mirando el mundo a través de su propio catalejo polarizado que impide el paso de cualquier luz que no sea la que alumbra el Vaticano, miles y aun millones de católicos ignoran el rechazo que provocan en la sociedad laica pensante y honesta. Y cuando por un azar llega hasta ellos el eco de alguna contestación a alguno de sus muchos abusos, lo consideran una falta de respeto cuando no un agresión.

Quienes de niños fuimos educados católicamente aprendimos aquello del «examen de conciencia» como condición necesaria para una buena confesión. Y cuando ya de mayores, lejos de esa Iglesia que nos escandaliza, hemos querido seguir progresando por el camino de la perfección humana, hemos seguido utilizando el mismo procedimiento para nuestras reflexiones, convencidos como estamos de que el reconocimiento de los propios errores es condición necesaria para superarlos. No buscamos ya el perdón de Dios, pero sí el de nuestra propia conciencia y a veces el de nuestros semejantes.

Por eso, quienes vemos desde fuera cómo actúa la cabeza visible de esa Iglesia que dice ser cristiana, no podemos por menos que pensar que, ni de lejos ella y una buena parte de quienes la siguen, hacen lo que predican.

Mucho escriben de un tiempo acá los especialistas en la materia sobre el cambió de época y sobre cómo las nuevas formas de vida invalidan antiguos mitos y tradiciones religiosas. Y seguro que aciertan en lo que dicen. Pero en mi opinión, por más que para la mayoría de la población occidental no es aceptable la idea de un dios providente ni los postulados que conlleva, sí lo son los valores humanos que los antiguos mitos y las viejas tradiciones religiosas han cultivado en el alma de pueblos y personas a lo largo de los siglos. Y pienso que para esa población, la tradición cristiana, libre del yugo institucional que ahora la constriñe, podría seguir siendo una fuente aceptable de formación humana. Pero la imagen que transmite esa Iglesia Católica que este pasado fin de semana se nos ha manifestado en Valencia impide totalmente que nadie de fuera de ella, con un mínimo de conciencia y capacidad de reflexión, sienta el menor deseo de pertenecer a ese colectivo humano que dice estar en posesión de la Verdad. Porque como decía mi abuela: «si la verdad es eso, que venga Dios y lo vea».

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