Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

¿Cómo parar esta locura colectiva?

07-Agosto-2006    Armand Veilleux
    Este artículo del Abad de la Abadía cisterciense de Scourmont (Bélgica), que continúa el que publicamos en ATRIO pasado 28 de julio sobre La inmoralidad de la comunidad internacional, escrito cuando todavía no había comenzado la invasión de Líbano, ha sido publicado en la página web de la abadía el 4 de Agosto de 2006.

Tony Blair se va de vacaciones. George Bush continúa jugando al golf. Para ellos es demasiado pronto pedir un alto el fuego en Líbano. Es necesario, según ellos, dar primero a Israel tiempo para eliminar a Hizbollah, incluso si está claro para todo el mundo que no se puede eliminar a Hizbollah sin destruir totalmente al Líbano.

El mundo entero contempla por televisión esta destrucción del Líbano, el bombardeo de zonas residenciales y el envío de misiles sobre ambulancias y hospitales, de forma parecida a como se veía, hace algunas semanas, el mundial de fútbol, y luego cada cual a lo suyo.

Los representantes de los Estados europeos no han podido llegar la semana pasada a una declaración conjunta pidiendo un cese de las hostilidades, sino absteniéndose cuidadosamente de condenar al agresor, apresurándose, por otra parte a afirmar el derecho de Israel a “defenderse”. ¿Y el derecho del Líbano a hacerlo? ¿Y el de los palestinos a hacer lo mismo?

Entre los políticos, únicamente Kofi Annan ha tenido el coraje de solicitar el domingo pasado, una condena por el asesinato de varias decenas de civiles por Israel en Caná. Pero, ¿cuál es su poder? Entre los jefes religiosos, solo el patriarca Sabbah ha tenido el valor de condenar en estos días la agresión de Israel contra los palestinos y contra el Líbano. Poco más o menos el resto de jefes religiosos invitan cándidamente a las dos partes al cese de las hostilidades. Palos de ciego.

Y sin embargo, todos los observadores imparciales, que no tienen que preocuparse de reelecciones, son unánimes en constatar que todos los días se cometen crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad desde hace cuatro semanas. ¿Por qué no se tiene el coraje de condenarlos?

Sí, hay que condenar las descargas de misiles Katiousha enviados por Hizbollah sobre ciudades y pueblos del norte de Israel. “Aterrorizan”, ponen en peligro y a veces afectan a civiles, incluso si su precisión es casi nula, y sus efectos fuertemente reducidos. Pero hay que condenar al menos con tanta fuerza los crímenes mucho más graves de Israel: bombardeos masivos de zonas residenciales, destrucción masiva de infraestructuras civiles. Cuando Israel ordena a los habitantes de un pueblo, dejar sus casas, para ametrallarles cuando inician el camino (como ocurrió en Bint Jbeil el 24 de julio), ¿se trata de legítima defensa? Cuando Israel bombardea de manera repetida convoyes de civiles que dejan las ciudades atacadas por sus aviones, o convoyes humanitarios que transportan ayuda, ¿es legítima defensa? Cuando se ataca ambulancias en Caná, los proyectiles horadando el techo en el corazón mismo de la cruz roja que los identifica, ¿es legítima defensa? Cuando se ataca y destruye parcialmente un hospital en el valle de la Beca, con el pretexto de que miembros de Hizbollah pueden encontrarse entre los pacientes, ¿es legítima defensa? Y cuando se ataca un grupo no armado de Naciones Unidas, cuyo puesto está claramente identificado y a quienes se informa quince veces por teléfono, que se les protege ¿es legítima defensa? Y cuando se mata, como se ha hecho hoy a una treintena de trabajadores agrícolas cargando frutas y legumbres en un camión, ¿también es legítima defensa? Los hechos son tan elocuentes que cuando los portavoces de Israel afirman que la armada israelita no ataca nunca a civiles, mienten de una manera cínica y descarada, o bien son víctimas de una ceguera increíble. Por otra parte, en un informe publicado ayer, Human Rights Watch acusaba a Israel de no cuidar totalmente hacer distinción entre objetivos militares y objetivos civiles.

Se ha escrito -creo que es Toynbee- que no ha existido jamás ninguna historia verdaderamente objetiva de ninguna guerra, pues la historia la escriben siempre los vencedores. Si un día la guerra actual “por el control mundial del petróleo” llevada a cabo por el equipo de Bush, quien la ha rebautizado –para el consumo popular– con el nombre de “guerra contra el terrorismo” fuera ganada por aquellos que actualmente son las víctimas, sin duda dentro de unos años se constituiría un tribunal internacional, que bien podríamos llamar Nuremberg nº 2, y en el que comparecerían en el banquillo de los acusados George Bush, Tony Blair, Ronald Romsfeld, Ehud Olmert, etcétera. (En cuanto a la pequeña Condoleezza, sería suficiente reenviarla a su piano, lo que le va más que declamar los discursos guerreros de George y Ronald.)

Tomemos perspectiva sobre los hechos. ¿Quién ha comenzado? -se dice- ¡Excelente pregunta! Pero ¿hasta dónde hay que remontarse? ¿Quién ha expulsado a los palestinos de sus ciudades y de sus casas para crear el Estado de Israel? ¿Quién ha ocupado desde 1967 una gran parte de los territorios transformados con anterioridad en campos de refugiados palestinos? ¿Quién ha invadido el Líbano en 1982 y lo ha ocupado militarmente hasta el año 2000 cuando fue expulsado por Hizbollah?

Hizbollah puede tener buenos apoyos extranjeros, pero es una realidad libanesa, nacida en el Líbano para liberar al Líbano de la ocupación militar ilegal de Israel –lo que ningún ejército libanés convencional habría podido realizar, teniendo en cuenta la superioridad militar de Israel financiado por los EE.UU. Hizbollah ha rehusado invadir Israel, y se ha establecido una zona tapón, supervisada por las Naciones Unidas; pero Israel continúa ocupando una parte del Líbano, las granjas de Cheeba (que algunos consideran que pertenecen a Siria, pero que ciertamente, no pertenecen a Israel). Desde entonces, Hizbollah lanza periódicamente en esta dirección misiles Katioucha que sólo raramente producen perjuicios. Se trata siempre de una operación militar contra una operación militar. El conjunto actual de misiles enviados por Hizbollah sobre las poblaciones civiles del Norte de Israel ha comenzado después del comienzo de los bombardeos masivos del Líbano por Israel y como una respuesta a éstos.

La aplicación de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad pidiendo al Líbano desarmar a Hizbollah es reclamada por Israel y sus jefes como una exigencia antes que se pare la destrucción de todas las infraestructuras civiles del país, incluso si todo el mundo sabe bien que, en la práctica, esto no es posible, y si se intentara, ello conduciría a una nueva guerra civil. Pero Israel ¿ha olvidado que ha rechazado aplicar más de cuarenta resoluciones del mismo Consejo de Seguridad o de otros organismos de las Naciones Unidas, comenzando por aquella que le pedía abandonar los territorios palestinos que ocupa desde 1967? ¿Y qué decir de cuarenta y tres otras resoluciones que condenan a Israel por diversos crímenes de guerra u otras infracciones a las leyes internacionales, pero que no fueron votadas a causa del veto sistemático del los EEUU?

Año tras año, Israel se ha otorgado el derecho de realizar incursiones en territorios palestinos, en el Líbano y en otros lugares, para asesinar allí y hacer prisioneros. Existen alrededor de diez mil (entre ellos numerosos niños), en las prisiones de Israel. La captura de un militar judío por los Palestinos y de dos militares judíos por Hizbollah es una operación exactamente de la misma naturaleza que aquellas que Israel se permite de forma casi cotidiana. Como escribía hace unos días el patriarca Sabbah, los diez mil prisioneros árabes en los sheoles israelitas ¿no tienen padres y madres, hermanos y hermanas, esposos o esposas, igual que los tres militares judíos recientemente capturados? El problema de la captura de esos tres militares, ¿no podía haber sido regulada de forma menos bárbara y conforme a las leyes internacionales y al más elemental sentido común?

Los miembros de Hamas que capturaron a un militar judío, podían evidentemente esperarse una réplica de Israel. No esperaban la crueldad y la barbarie de esta réplica que penaliza a toda una población civil, privándola, desde hace varias semanas de electricidad, agua potable, medicamentos, alimentos y sobre todo de toda dignidad humana, sin contar más de 175 Palestinos muertos

Los miembros de Hizbollah que capturaron dos militares judíos, sin duda esperaban reacciones de Israel y probablemente esperaban comenzar las negociaciones, como en el pasado, en espera de un intercambio de prisioneros. Lo que Hizbollah no sabía es que había caído en una trampa. Cometió un acto hasta cierto punto “banal” en el contexto de Oriente Medio, pero que era esperado del otro lado como un pretexto para lanzar una guerra programada sin duda desde hace tiempo por los estrategas maquiavélicos de Washington y de Tel Aviv, con miras a reconfigurar Oriente Medio, para hacer de él una gloriosa y apacible democracia, lo mismo que han conseguido realizar en Afganistán y en Irak.

Según los reportajes de los últimos días parece que la población de Israel está mayoritariamente de acuerdo con la forma con que su gobierno dirige esta campaña de erradicación en el Líbano y en los territorios palestinos. De igual modo la población de los EEUU, muy mayoritariamente, era favorable a la invasión de Afganistán (que objetivamente nada justificaba) y someter Irak a sangre y fuego. Son fenómenos de masas bien estudiados por los sociólogos. Un apoyo semejante de las masas alemanas permitió al régimen nazi realizar las atrocidades que todos sabemos. Y luego tuvo lugar Nuremberg nº 1.

Armand VEILLEUX.
4 agosto 2006-08-07

www.scourmont.be

Entrecomillados y cursivas del autor [NdeT].
Traducción de C. Merí

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