Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Zanganadas con corona y zanganadas sin crédito

09-Agosto-2006    Fej Delvahe

Aquél se dedica a comprar viviendas a precio de quince millones y a revenderlas a treinta; se siente «motor de la economía» y vive contento de sus zanganadas.

Aquel otro se pasa la vida entre números y signos de apuestas financieras; todo un empleo de zanganería exitosa y de postín.

Ese de ahí es de los que salen en televisión, le pagan una gran suma por chismorrear y predicar gazmoñas; por tales zanganadas la gente lo ha elevado a la fama y él se siente alegremente célebre.

Ese de acá es un obrero de una fábrica donde se engarzan piezas de artefactos destinados a matar a más inocentes que a culpables; gracias a dicha zanganería él y su familia llevan una vida acomodada y feliz.

Este que se mesa las pelusas de la chaqueta, anda en pasarelas de modelos luciendo prendas de vestir; sin duda su forma zángana de estar en el mundo le proporciona gran relevancia y júbilo.

Este que ves junto a la columna hace publicidad de turismo; toda una zanganada que le aporta seguridad y dicha.

El que pasa ahora mismo frente a nosotros es un zanganazo de categoría deportiva, las mejores fuerzas de sus años son para jugar con una pelotita; la muchedumbre lo adora y él se deleita firmando autógrafos.

El que va hacia la tribuna es profesional de los rituales en templos o en privado; sobrevive divinamente en base a su zanganería y obtiene con ella un gran prestigio y veneración.

Mira al que entra ahora mismo: es todo un potentado que empezó produciendo un brebaje alcohólico que envenena la sangre y deteriora los hígados; con su zanganada ha hecho un gigantesco negocio por el cual hoy le otorgan condecoraciones de hombre trabajador e hijo predilecto de la región.

Por supuesto, fíjate también en los dos que se ríen con fruición, ambos son artistas, uno pinta cuadros y otro canta; ídolos para el populacho, y ellos ya ves, se complacen y duermen en los laureles de su zanganería.

En cuanto al guapo que está desahogándose la corbata del cuello, es investigador perteneciente a uno de los laboratorios farmacéuticos de mayor notoriedad, se dedica a elaborar fármacos cuyos efectos ni curen ni enfermen pero enriquezcan abusadoramente a sus jefes; su zángano quehacer le permite habitar en la mejor casa y barrio protegido de la ciudad y relucir como todo un ejemplo a imitar de buen ciudadano.

¿Qué a dónde quiero ir a parar? Pues a que cada cual se cubre la vida con la vaina o pasatiempo que puede; sólo que a unos sus frivolidades o zanganerías les convierten en ganadores y en cambio a otros sus trivialidades o zanganadas no les sacan de pobres y parece que deban ir pidiendo excusas por ello; como por ejemplo yo, que me dedico por propia elección a la labor de escribir microrrelatos, de los cuales no obtengo cuartos ni reconocimiento y aún menos prosperidad.

En definitiva: pido perdón a los zánganos exitosos y a sus aplaudidores, porque mis zanganadas todavía no han llegado al nivel consagrado de las suyas. ¡Mas, nunca se sabe!

Fej Delvahe, 2006,®©.

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