La condena a muerte de Sadam Husein
30-Diciembre-2006 José Ignacio Calleja- Ya es preocupante que esta condena haya sido pronunciada el domingo precisamente para ayudar a Bush a evitar la derrota. Tanto es el prestigio que tiene la pana de muerte como signo de autoridad y buen gobierno entre los ciudadanos americanos. Y -lo dicen las estadísticas- sobre todo entre los americanos católicos, con más porcentaje de aprobación que la media. Eso hace especialmente oportuna esta breve y clara reflexión.
- [Texto y debate abierto el 7 de Noviembre que actualiamos tras conocer esta madrugada la ejecución de la sentencia. Atrio]
La condena a muerte de Sadam Husein, pendiente de apelación es cierto, merece el mismo rechazo que todas las penas de muerte en cualquier Estado digno de tal nombre. La condena a muerte, sea en la horca, en la silla eléctrica, o con los modos más sutiles de algunos Estados (pienso en algunos encargos a las mafias para eliminar a los adversarios), es una aberración moral de las Sociedades Democráticas y de los Estados en que ellas intervienen. Cuando el Estado de Derecho ha detenido al delincuente, cualquiera que éste sea, no hay razón moral para quitarle la vida, porque ni amenaza ya la nuestra, de manera que su muerte sea el último recurso que nos queda, ni es una pena que busque rehabilitar al asesino, ni repara el daño anteriormente cometido. Por el contrario, la pena de muerte contra Sadam Husein, (ahora debiera decir yo para exculparme, del dictador y genocida Sadam Huseim), y todas, rebaja el nivel moral de la sociedad iraquí, ¡y de las nuestras! , al plano de la venganza, quiebra nuestras convicciones sobre el valor de la vida humana, representa una injusticia colectiva, restablece el “ojo por ojo”, y, para los cristianos, una manera muy grave de ignorar que la vida es sagrada. Me parece necesario recordar todo esto, también en este caso.
José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete
Profesor de Moral Social Cristiana
Vitoria-Gasteiz
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