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Más sobre “Religión sin magia”

22-Diciembre-2006    Pope Godoy
    Pope Godoy, de Antequera, había escrito este artículo sobre el reciente libro de nuestro colaborador Juan Luis Herrero del Pozo. Aunque lo había enviado como comentario a nuestro post del 8 de Noviembre, lo destacamos en nueva entrada, indicando a la vez la página del editor, dónde pueden comprar el libro si no lo encuentran en librerías: www.elalmendro.org

Religión sin magia

Así titula Juan Luis Herrero del Pozo su libro recién publicado (Ediciones El Almendro). Comida recia la de este libro. Para digerirla hacen falta estómagos fuertes, tanto en lo religioso como en lo socio-político. El autor tuvo una ponencia en la XIII Semana Andaluza de Teología, celebrada el pasado mes de noviembre, y habló de “vivir la fe cristiana en una sociedad laica”. Allí tuve ocasión de conocerlo. Es un riojano menudo, alegre, chispeante, bondadoso, optimista, certero… Fue religioso de los Padres Blancos y ha pasado buenos años en Argel y en Túnez. Se doctoró en teología en Roma y en 1972 abandonó el estado clerical. El hecho de tener que ganarse la vida en otras actividades le apartó de sus estudios y de su docencia teológica. En su libro se lamenta de este enorme bache de 25 años, hasta su jubilación.

Juan Luis escribe como habla. Las ideas se le agolpan a borbotones y van saliendo como las cerezas, enganchadas y casi inseparables. De ahí sus numerosos paréntesis y sus digresiones. Pero el hilo conductor sigue firme recorriendo la carretera de la historia. De forma implacable, desmonta la mentalidad mágica. Es decir, esa concepción religiosa arcaica que defiende un dios intervencionista, celoso controlador del cosmos y de cada ser humano hasta en sus menores detalles.

Esta concepción mágica ha formado parte de todas las culturas humanas durante milenios. El propio Jesús de Nazaret y otros muchos líderes religiosos participaban de esta mentalidad, como no podía ser de otro modo y como reconoce el autor. Aún así, Jesús de Nazaret se desmarca sorpresivamente de los parámetros religiosos tradicionales porque el lugar específico para encontrar a Dios no es el culto ni el templo, ni los ritos sino cada ser humano y, como criterio definitivo, quien necesita nuestra ayuda.

El autor analiza con especial atención “el seísmo religioso de la Ilustración”, ese proceso imparable hacia la adultez humana en todos los ámbitos de la vida personal y social. La mentalidad crítica fue fermentando, como la levadura en la masa, hasta conseguir la transformación de todo el cuerpo social. Ahora vemos con toda normalidad que los seres humanos somos capaces de organizarnos en todos los ámbitos de la vida “como si Dios no existiera”.

Las iglesias no fueron capaces de digerir esta evolución abismal desde la mentalidad mágica a la racionalidad crítica. Juan Luis Herrero lamenta una y otra vez la dramática ceguera de las iglesias: tuvieron miedo a perder su situación de privilegio y de control sobre las conciencias. El abismo entre las iglesias y la sociedad no hace más que agrandarse ante cada nueva conquista de la autonomía humana. Uno de sus indicadores silenciosos es el abandono de las prácticas religiosas y otro, mucho más sintomático, el alejamiento de la juventud.

El autor se siente obligado a adentrarse en ciertas disquisiciones teóricas para asentar unas conclusiones que son, sin duda, demoledoras respecto a las estructuras dogmáticas y organizativas de las religiones. Aunque se refiere más expresamente a la Iglesia Católica, sus planteamientos son también válidos para el Islám, por ejemplo, al que alude en varias ocasiones. Como contrapartida y tras el desescombre, aparece “la roca sólida de siempre, Jesús de Nazaret” y la construcción del Reino, “algo ineludiblemente socio-político”.

La dedicatoria del libro ya es significativa: “A mis amigos agnósticos y cristianos sin iglesia”. El autor no se recata en afirmar sus opciones: pretende “privilegiar a las víctimas de las iglesias: cristianos críticos, desengañados, ‘desertores’, agnósticos, incluso monjas contemplativas…”. Entiende que es cuestión de “justicia reparadora” hacerse eco de tantas personas y colectivos disconformes con las iglesias que han sido tratados “con inaudita crueldad”.

Mi impresión final, tras cerrar la última página del libro es ésta: quienes estén tranquilos y seguros en sus creencias religiosas, en su agnosticismo o en su ateísmo, no necesitan leer este libro. Y hasta casi es mejor que no lo lean. Sacude con violencia las posiciones pacíficamente adquiridas y produce desasosiego. En cambio, quienes se hacen preguntas, quienes no se atreven a formular sus propias dudas, sus posibles intuiciones o disparates, en una palabra, las personas que se sienten insatisfechas y buscan caminos nuevos, van a encontrar en este libro una ventana abierta a horizontes muy novedosos, interpelantes y fascinantes. El ser humano tiene capacidades insospechadas y unas ansias de utopía que busca por caminos muy diversos. El libro de Juan Luis Herrero ofrece muchas pistas y muchas claves para esa búsqueda.

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