Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Discurso navideño del Papa a la Curia

24-Diciembre-2006    Atrio
    Me hubiera gustado comentar más el hecho de la Navidad en sus múltiples vertientes. Os sugiero, frente a tanto rasgarse las vestiuras por la “paganización” de estas fiestas, leer lo que dice Religión Digital sobre los Orígenes paganos de la Navidad. Y frente a quien cree que el culpable es el “laicismo radical de Zapatero”, aconsejo leer el informe que hace Tincq en Le Monde sobre la pérdida de referencias cristianas en todo el mundo. Pero me ha absorbido el tiempo disponible la lectura detenida de la Felicitación del Papa a la Curia, que comento a continuación y someto a debate.

Todos los años, al acercarse la Navidad, el Papa recibe los cardenales y obispos de la Curia Romana –el pleno de la administración central de la Iglesia– y les dirige un discurso que contiene, junto a la felicitación, el resumen del año, una especia de discurso “sobre el estado de la Iglesia”.

El año pasado el Papa recordó a su antecesor, habló de los sentimientos que le produjo su nombramiento y dedicó la mayor parte del discurso a exponer cómo entendía él que debía interpretarse el Vaticano II, no como ruptura y nuevo inicio de la Iglesia sino como reforma en continuidad. Algo obvio que nadie discute pero que dejaba sin resolver el verdadero alcance histórico que significó aquel concilio, como le contestaba el teólogo Ruggieri en Iglesia Viva, donde se pueden leer también las palabras del Papa.

Este año el discurso del papa a la Curia pronunciado el día 22 no ha sido tan menos significativo de las líneas fundamentales del pontificado. Aún no está la versión completo en español, pero puede consultarse la italiana en la página oficial del Vaticano. El texto aprovecha el recuerdo de los cuatro viajes realizados en el año para destacar el tema de su visita, las impresiones recibidas, el mensaje central de sus discursos y hacer alguna reflexión a posteriori.

El primer viaje a Polonia, recordando a Juan Pablo II, significó para Benedicto XVI “la fiesta de la catolicidad”: “viniendo de muchos pueblos, formamos un solo pueblo de Dios”. El papa alemán en Polonia vio que para los polacos él era, tanto como Wojtyla, la piedra sobre la que Cristo fundó su Iglesia. “Cristo es nuestra paz que reune a los sparados: Él, más allá delas diversidades de las época históricas y de las culturas, es la reconciliación”. Y aludíó después a la emoción por coincidir en su visita a Auschwitz con la visión (física) de un amplio arcos iris.

El segundo a Valencia, centrado en el tema de la familia. Al ver tantas familias con hijos, felices a pesar de los sufrimientos, al Papa le penetró en el alma “el problema de Europa que aparentemente no quiere tener hijos”. El papa se muestra muy pesimista respecto de Europa: “Por extraño que parezca, esta Europa parece estar cansada, parece incluso que quiere despedirse de la historia. ¿Por qué pasa eso? Esta es la gran pregunta. Las respuestas son seguramente muy complejas”. Pero, bendito papa, ¿quién te transmite esa visión tan pesimista? Ya sé, y haces referencia a ello, que crees que sin el reconocimiento público de Dios no puede haber amor capaz de entregar su tiempo a la educación de los hijos. Yo veo a mi rededor todo lo contrario. Y tampoco veo que porque en algún país, que no cita por su nombre, se hayan reconocido los matrimonios homosexuales, se produce la destrucción misma del hombre ya que el hombre, al no reconocer como exclusiva la unión del hombre y la mujer, “desprecia su corporeidad”. Y acaba el papa su comentario del viaje a Valencia diciendo: “el viaje a Valencia fue para mí un viaje a la búsqueda de lo que significa ser hombre”. ¡Bravo! El papa en búsqueda. “El hombre en búsqueda de su humanidad”: así tituló el espiritual laico Marcel Légaut su primer libro cuando tenía 68 años. Esa búsqueda la hace Légaut profundizando en las tres experiencias fundantes de la persona humana: el amor conyugal, la paternidad y la muerte. ¡Ojalá que la búsqueda del hombre que hace el papa no sea sólo a través de abstracciones y elucubraciones sino profundizando en el hombre concreto, el que emplea sus manos y su cuerpo para trabajar y amar!.

El tercer viaje le llevó a Alemania y Austria, su patria, a la búsqueda de Dios esta vez. Un Dios que, incluso en Baviera, con toda su barroca religiosidad, parece ser ya “cosa del pasado”. Dice el papa que este Dios es el que está en el “reino de Dios” que domina la predicación de Jesús. Pero es curioso. Habla de Dios y del “Reino de Dios” que Jesús predica pero sin pronunciar la palabra “pobre” –“El Reino de Dios para los pobres de Dios” es el título de un excelente librito del teólogo Aloisius Piris (Ed. Mensajero)–, ni hablar de justicia, de caridad o de amor (sólo emplea esta palabra cuando se refiere que al sacerdote, el “hombre de Dios” en el mundo de hoy, que debe ser célibe pero no porque se priva de “amor”).

Porque del celibato sí que habla, conectándolo con el tema de Dios y con la tribu de Leví, los levitas del antiguo Testamento, ya que en el reparto de tierras ellos no entraban pues se quedaban con los beneficios del servicio al Templo. Claro que ese poder decir el levita “Dominus pars hereditatis meae et calicis mei” no les privaba del casarse. Si hay que relacionar a los sacerdotes con los levitas (¡vaya relación tan contraria al Nuevo Testamento!) se les relaciona, pero relacionarlos para sacar consecuencias ajenas a los levitas… Pero el papa necesita tocar el tema para cortar falsas expectativa de cambio y sigue argumentando ¡Extraña argumentación la que propone el papa en un tema que, por lo visto, está siendo debatido en la Curia, tras la incorporación de Hummes y el cisma de Milingo! Empieza excluyendo el argumento de mayor disposición para el reino (argumento funcional que esgrimió San Pablo ya) para utilizar el de hacer a Dios real porque el célibe (¿exclusivamente? pues si no, no vale el argumento) se apoya en Dios. “Apoyar la vida en Él, renunciando al matrimonio y a la familia, significa que yo acojo y experimento a Dios como realidad y por eso puedo llevarlo a los hombres”.

Pero también de Alemania el Papa sacó la necesidad del diálogo. Diálogo con la cultura y la razón. Cita su diálogo con Habermas (sin citar las tremendas palabras con que el filósofo alemán ha definido, tras ese diálogo y la elección papal, la cerrazón intelectual de Ratzinger) y cita a Kant en su “sapere aude”. Es verdad que el papa va en busca de una razón que le de la razón (en definitiva una nueva “ancilla theologiae” con control de calidad dispensado por Roma) y demoniza la razón que “prescinde” de Dios pues está condenada a perder todo sentido y a volverse trágicamente contra el hombre y la creación entera. “El poder del hombre, que le ha crecido en las manos gracias a la ciencia, se convierte en un peligro que amenaza al mismo hombre y al mundo. La razón orientada totalmente a dominar el mundo ya no acepta límites. Llega a tratar al mismo hombre como simple materia de su producir y de su poder. Nuestro conocimiento aumenta, pero al mismo tiempo se registra un progresivo oscurecimiento de la razón sobre sus propios fundamentos, sobre los criterios que le dan orientación y sentido”. Que este peligro exista en algunas ocasiones y circunstancias, no cabe duda. Pero la reacción ética más eficaz para limitar el uso de tecnologías destructivas, conservar el equilibrio de la naturaleza y la dignidad de la vida humana, poner límites éticos a la manipulación genética sin privar lo que beneficia al hombre, etcétera, está surgiendo de la comunidad científica misma, que por lo visto, aun prescindiendo de Dios no está tan ciega. La más peligrosa ceguera en todos estos casos no está en no ver a Dios en todos los problemas, sino en no ver el sufrimiento de los pobres y alienados del mundo que comporta un progreso guiado exclusivamente por intereses capitalistas, aunque los líderes de ese devastador capitalismo crean “ver a Dios” en todas partes.

Finalmente, en su discurso navideño, el papa ha hecho referencia a su viaje a Turquía. No comento con detalle lo que sobre él dice que a veces representa como una búsqueda de la cuadratura del círculo. Reconocer las ventajas que para los cristianos ha tenido acoger la ilustración y aceptar la libertad religiosa (la laicidad del Estado por tanto). Esta es una experiencia que poco a poco irá teniendo el Islam. Pero, entretanto, todas las religiones deben aliarse para la lucha contra el apartamiento de Dios de la esfera pública (en definitiva luchar contra la laicidad “no sana” ¿Y quién lo diagnostica?). Y deben hacerlo sin crear conflictos religiosos y de civilización, como los que están menazando el mundo. Dejo analizar esta parte más a fondo cuando los servicios de traducción del Vaticano ofrezcan todo el discurso en castellano.

Pero quiero acabar con una frase que pronunció el Papa en ese viaje a Turquía, no sé si en un discurso o un comentario informal: “en pocos días he aprendido mucho”. Se refería tal vez a lo poco significantes que son los católicos en ese enorme país, a la complejidad de las relaciones entre ortodoxos de Rusia y de Costantinopla, independientemente del Islam y a la sabiduría laica del padre de la Turquía moderna, Ataturk, que hizo de Santa Sofía un museo. Pero tal vez el papa debió pensar en lo mucho que tuvo que aprender su predecesor Juan XXIII, que vivió diez años de “vida oculta” allí, tras otros diez años en Bulgaria. Seguramente todo eso le llevó a aprender mucho sobre los cuatro interrogantes en los que el papa ha resumido su experiencia de este año:

    -¿qué es la catolicidad (Polonia)?
    -¿qué es el hombre (Valencia)?
    -¿cómo hacer a Dios real (Alemania)?
    -¿cómo convivir religiones diferentes (Turquía)?

Y lo que más claro tenía FRoncalli cuando le hicieron papa es que era él quien tenía que responder a todo. Era la iglesia toda la que tenía que buscar en Concilio libre abierto la manera de adaptarse a los signos de los tiempos. Este es el tipo de sabiduría que pido en estas navidades para el Papa de mi Iglesia y el mayor líder religioso y moral de todo el mundo.

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