Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Los belenes en la Escuela

05-Enero-2007    Ovidio Fuentes
    Sigamos hablando un poco más -pronto se acaban las fiestas, no os preocupéis- de signos, tradiciones, creencias y laicidad. En un periódico de Valencia, un catedrático expuso su opinión sobre el tema de los belenes en la escuela pública. Ovidio, un viejo amigo de la Asociación ¡AU!, que está muy unida a la historia de ATRIO, escribió un artículo de réplica que no le publicó el periódico. Lo hacemos nosotros aquí, invitando a la reflexión y el debate.

Disiento de la opinión del profesor García Ferrando e intentaré razonar mi postura.

El Estado español es aconfesional según afirma la Constitución. No dice anticonfesional. La laicidad es un valor profundamente democrático, y consiste en el respeto sumamente delicado a las creencias religiosas ajenas. Aunque sean una minoría quienes las mantienen. Y se basa ese respeto en el que merece cualquier persona por el hecho de serlo, sin distinción de razas, sexo, creencias, etc. Si el Estado español fuera anticonfesional ya no sería democrático.

Por los mismos motivos se reconoce el derecho a las personas a expresar sus ideas, sentimientos, creencias, etc, con el único límite del daño que se pueda hacer a los demás. Vivir y expresarse de acuerdo con las propias convicciones es un derecho inalienable. Y, naturalmente, la expresión de estas vivencias puede acontecer en público, y no por eso dejan de ser privadas. Es un derecho reconocido en la Constitución que las personas tienen el derecho a asociarse. Un partido de fútbol, por ejemplo, puede que sea multitudinario, y no por eso deja de ser privado, aunque se celebre en público. Porque no es un acontecimiento estatal o municipal, es decir impulsado y presidido por la autoridad civil. No es más que una reunión de aficionados. La afición es algo privado, como la creencia, la fe. Nadie está obligado a ser del Levante o del Valencia, como tampoco de la iglesia católica o de la fe musulmana. Quitarle a una persona el derecho a expresarse, también en público, es amputarla. Sería propio de un estado dictatorial.

La escuela es tan pública como la calle. (Prescindo, naturalmente, de la escuela privada, que se debe a un ideario.) Sería irrisorio que se le prohibiera a alguien ir por la calle con una crucecita colgada de una cadena al cuello, o con un velo en la cara, o vestir de uniforme, etc. Todos los aficionados a cualquier actividad tienen sus lugares de reunión y organizan sus exposiciones, reuniones, competiciones…..

Es sabido que en Francia se ha prohibido a las niñas musulmanas asistir a clase con velo, previsiblemente, con la sana intención de no coartar su libertad. Pero habría que decir que lo importante en ese orden de cosas no es el velo, sino la falta de libertad de esa niña para hacer gimnasia, ir a la universidad, casarse sin imposiciones, etc. Ese es el fondo de la cuestión.

En la calle, como en la escuela, todo el mundo tiene derecho a expresarse y todo el mundo tiene la obligación de respetar las convicciones ajenas. Eso se puede y debe empezar a aprender en la escuela. Cuando los niños creyentes de otras religiones vean un belén, perciben la novedad, toman nota de la diferencia, y ese es el momento para iniciarles en el respeto democrático y la convivencia en la diversidad. Sólo se respeta lo que se conoce. Lo ignorado o se teme o se desprecia.

Lo cual no justifica que en la escuela aconfesional se enseñe religión en plan proselitista. Sin embargo saber en qué creen los que creen, eso es cultura. El tema entra de lleno en los objetivos de la escuela: luchar contra la ignorancia.

Naturalmente, no es admisible que un crucifijo presida los lugares públicos, porque no es un símbolo de todos, como la bandera o el escudo

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