La carcoma en la oración de petición
07-Enero-2007 Juan Luis Herrero del Pozo- Acabadas las fiestas, un plato fuerte de filosofía de la religión y de teología universal. El sentido o sinsentido de “pedir a Dios mercedes”. El autor del libro Religión sin magia presenta el tema a partir de la discusión de dos teólogos sobre el tema. Hemos esperado para publicarlo a poder ofrecer el texto completo del importante artículo de Torres Queiruga que dio origen a este debate que esperamos continúe aquí con libertad, seriedad y buenos modos.
Por ilustrarlo de forma concreta, la opinión creyente común es que Dios puede y, bajo ciertas condiciones, va a intervenir a nuestra petición. ¿No nos asegura el evangelio “pedid y se os dará”? La oración confiada puede “mover montañas” y, no menos, cambiar el corazón. Es decir, la oración puede interferir en las leyes de la naturaleza (haciendo llover, por ejemplo, pese a las isobaras) y en la conciencia libre de las personas (cambiando el corazón). Pues bien, mi opinión -¡heterodoxa opinión!- es que tal intervencionismo divino ha sido el fruto natural y coherente del pensamiento mágico. Y, dado que el pensamiento mágico es una forma infantil, primitiva y perversa de comprender la relación entre Dios y la criatura, tal relación y la consiguiente interactuación entre Dios y lo creado no es atribuible al Creador: Dios no sólo no va a intervenir a instancias de nuestra plegaria sino que no puede intervenir, so pena de negarse a sí mismo al desdecirse de la autonomía concedida al cosmos, a su evolución y a la autoconstrucción responsable de lo libertad. Éste es el abc del nuevo paradigma, siempre a mi modesto entender.
La justificación de lo dicho no es trabajo cómodo. Si, pese a Kant, hay lugar para alguna metafísica, aquí estamos en su núcleo sustancial ineludible. Y aquí es donde me dicta la experiencia que tropiezan y reculan bastantes autores, no todos, por fortuna, a la hora de encarar el nuevo paradigma tal como lo explico con detalle en “Religión sin magia. Testimonio y reflexiones de un cristiano libre” (ediciones El Almendro, Córdoba 2006).
El meollo de la dificultad estriba en superar la forma de entender antropomórficamente (¡a nuestra imagen!) el modo de ser y actuar de Dios: Dios como sujeto agente o causa eficiente en lugar de Dios como fundamento ontológico de todo ser y de su sentido último. Los filósofos y teólogos después de reconocer teóricamente esta singularísima relación trascendente luego la manejan como categorial y construyen todo el paradigma religioso dentro de una cosmovisión y espiritualidad mágicas. Como cuando –son ejemplos clarísimos- tratan de fundamentar la gratuidad de los dones divinos, de su respuesta a nuestra plegaria, de la providencia, de la “elección” de un pueblo o una persona, de la revelación sobrenatural, etc.
Dios sustenta la historia, no interfiere en ella. Sería pura magia. El mago se saca un conejo de la chistera, cosa que la chistera no puede ofrecer. Dios no es el mago que interviene, retoca, corrige, incrementa, añade…en una palabra, Dios no interfiere ni en las leyes de la naturaleza ni en la libertad, las hace SER. Creer en el Dios tradicional ha sido semillero de agnósticos y ateos. ¡No lo pongamos tan difícil, que harto lo es creer en Él! Y, sobre todo, afirmarlo en el amor fraterno.
Logroño 10 nov.2006 herrero.pozo@telefonica.net
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