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Batasuna tiene prisa

13-Enero-2007    Pope Godoy
    Este artículo de nuestro colaborador Pope Godoy, Licenciado en Teología y profesor en Andújar, publicado en el Diario de Cádiz, nos puede ayudar a entender mejor por qué se incició y por qué fracasó el proceso de paz, sin quedarnos en las desagradables anécdotas de la crispación entre los partidos.

SEGUIMOS teniendo nuestra retina herida por las imágenes del atentado de ETA en el aeropuerto de Barajas. A la luz de esta barbarie, quiero recuperar una experiencia personal del verano pasado. En un recorrido por tierras vasco-navarras y a través de amigos comunes, tuvimos ocasión de hablar con miembros de la mesa nacional de la ilegal Batasuna.

Teníamos interés en conocer de primera mano los planteamientos de personas implicadas en aquello que se llamaba el proceso de paz .Confieso que soy optimista por naturaleza. Aunque ETA ha hecho de las suyas en demasiadas ocasiones, yo pensaba que el proceso estaba encarrilado y que era cuestión de tiempo ir encontrando fórmulas para consolidar el cese definitivo de la violencia. Esa misma sensación de alivio que iba ganando terreno en toda la sociedad, sobre todo en la vasca, significaba un aval y un empujón para superar las dificultades y para no ceder al desaliento.Al escuchar con suficiente tranquilidad los planteamientos de esa izquierda nacionalista, mi primera impresión fue su magnífica capacidad de formulación política.

Eso sí, ni una sola palabra sobre la violencia. Se hablaba del “conflicto” y se aportaban vías de solución al conflicto. Y aquí se desgranaba una larga historia de atropellos contra los derechos humanos y políticos realizados por parte del Gobierno español y de los aparatos represivos del Estado. No entro en ese tema. Les hicimos una pregunta obvia: ¿Por qué no renunciáis lisa, rotunda y definitivamente a la violencia? El tema iba vinculado a la legalización de Batasuna y a la posibilidad de llevar una actividad política normal.

Confieso que la respuesta me dejó desconcertado. Por una parte, alegaban que después de esa exigencia vendría otra… y otra y otra. Y que era el cuento de nunca acabar. Y también argumentaban que esa exigencia no se le imponía a ningún otro partido político. ¿Por qué a ellos sí? El planteamiento era claro: no iban a renunciar a la violencia… sin contrapartidas. Aquí seguía neta y diáfana la exposición de sus objetivos políticos, sus sueños, sus utopías y hasta sus quimeras. Aspiraciones perfectamente legítimas, sin duda, pero que eran inalcanzables por vías exclusivamente pacíficas.

A lo largo de la exposición y de las respuestas a preguntas de la gente, me fui formando mi propio juicio, con toda la carga que queramos darle de subjetividad. La izquierda radical nacionalista vasca se encuentra en un pavoroso callejón sin salida. Por una parte, piensa que sin violencia no puede conseguir sus objetivos políticos. Es muy consciente de que la mayoría de la población vasca no comparte su proyecto político. Por no hablar de Navarra ni de la región vasco-francesa. Por otra parte, va constatando cada día más que con la violencia tampoco logra esos objetivos.Eso sí, percibí que la ilegalizada Batasuna tenía prisa. Las elecciones municipales están muy cercanas y estaban resueltamente comprometidos a participar en ellas. Era muy visible una contenida irritación hacia Zapatero, al que hacían responsable del retraso en la legalización de Batasuna. Volví del viaje triste, perplejo, preocupado y desconcertado.

Decididamente, el fin de la violencia era un tema mucho más complejo y difícil de lo que yo imaginaba. Y quedaban en el aire muchas más interrogantes de las que podía sospechar la opinión pública en general. Los sucesivos y crecientes brotes de violencia han ido demostrando esa impaciencia latente, crispada, arrinconada. Por último, el atentado de Barajas ha dejado bien claro que el gobierno de Zapatero no ha hecho ni una sola concesión política.Nos invaden muchos sentimientos: rabia, indignación, dolor, impotencia… Hastío. Pero no quiero abandonarme al pesimismo, aunque existen sobradas razones para sucumbir. Por una parte, el tiempo juega en contra del terrorismo de ETA.

El rechazo social irá en aumento, sobre todo en el País Vasco. Crecerá también la frustración interna, ante la constatación implacable de que con la violencia no han conseguido ni van a conseguir ni una sola ventaja política. Pero también me queda un gran interrogante. Todos los fanatismos (políticos, religiosos, culturales, étnicos…) poseen un componente autista obsesivo y desalentador. Se manifiesta en esa incapacidad para aceptar la crítica, para dejarse interpelar, para asumir los propios errores y para reconocer los aciertos ajenos. Si la sociedad española en su conjunto y, de manera especial, las personas con responsabilidades políticas fueran capaces de sacudirse todas las formas de fanatismo, tendríamos mucho camino recorrido para acabar con la violencia terrorista.

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