Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La España maniquea

20-Enero-2007    Josep Castelló
    Pep Castelló es un viejo colaborador de ATRIO que ahora ha emigrado a “Kaos en la red”. Hoy volvemos a publicar un artículo suyo que puede iluminarnos en el kaos dialogal (o perplejidad al menos) en que muchos nos encontramos. Para mañana tenemos preparadas más reflexiones y nuevos temas…

La España maniquea
Los buenos somos nosotros, y los malos son los otros.

    (Para Kaos en la Red) [20.01.2007 14:49] - 83 lecturas - 1 comentarios

Que nadie se confunda: ni ateo ni católico son términos sinónimos de bueno y malo. Ni derecha o izquierda lo son tampoco. En la naturaleza humana cabe todo. La bondad y la maldad nacen con cada ser humano, y es la persona quien se ocupa luego de cultivar lo bueno y desechar lo malo de cuanto crece en el fondo de su alma.

No es la identificación con una ideología o unas creencias supuestamente buenas lo que da garantía de quien es quien en este caminar continuo que es la vida, sino los pasos que se dan por el camino que se transita, pues por más que por el mundo se vaya en compañía, se vive en solitario, ya que el camino de la vida es personal e interno.

Nadie vive por nadie. Cada cual es responsable de sus actos por más que los lleve a cabo en compañía. Y los actos son buenos o son malos según que hagan bien o que hagan daño. No es el discurso lo que da la razón sino los hechos. La razón la tiene quien la tiene, y no cabe enmascararla con juegos de palabras. Honorable es quien obra honestamente, y por el contrario, quien procura solamente su bienestar no es sino un egoísta y las más de las veces un miserable. Y eso es así tanto si es cristiano, como si es musulmán, como si es judío o pagano. O ateo, porque no es la etiqueta lo que cuenta sino lo que hace cada ser humano.

¿Qué ocurre pues con eso de “los buenos” y “los malos”? ¿Cómo puede alguien sentirse bueno tan sólo por andar entre “los buenos”? Y además, ¿quién dice que los suyos son “los buenos”?

El ser humano es gregario, no está hecho para andar por la vida en solitario. Necesita sentirse parte de un colectivo, sea cual sea, y se apunta al que le es más fácil o tiene más a mano. Luego hay que salvar el ego, y para ello hay que justificar como sea todo cuanto esa gente hace. Ética aparte, por supuesto, que aquí lo único que cuenta es estar entre “los buenos”.

Señoras y señores, dejémonos de bandos y bandidos y miremos los hechos. Pero no tan sólo los ajenos sino también los propios. Llamemos pan al pan y vino al vino y dejemos las monsergas. Tan asesino es quien mata como quien hace matar, y eso tanto si es por patriotismo como si es por obtener algún miserable beneficio. Y cuando digamos no a las armas digámoslo a todas, no tan sólo a las del contrario. Porque tan violento es quien empuña una pistola como quien usa el poder en vez de la palabra.

La Paz es el camino, y no hay otro, y a él no se llega por la violencia, sino a través del diálogo. Y no olvidemos que dialogar no es tan sólo hablar sino escuchar para entender al otro. Porque no es justo lo que nos conviene si al otro le hace daño. El mal sólo lo vemos malo cuando lo padecemos. Cuando lo sufre el otro, lo lamentamos y si podemos lo ignoramos. Y cuando lo hacemos, o no lo vemos, o no lo vemos grave, o en último extremo pensamos que es inevitable. ¡Pues NO! Hay que evitar el mal, y si no es evitable hay que repartirlo. El bien, si no es común, no es bien para nadie. Y el mal ajeno, más tarde o más temprano y de una forma u otra nos caerá encima. Y no es dogma de fe esto que digo, sino evidencia.

Hay que construir la Paz en el alma del pueblo. Hay que educar las mentes en y para la Paz. Hay que llenar las escuelas de Paz, en vez de llenarlas de doctrinas maniqueas y excluyentes, indiferentes a la injusticia y al sufrimiento ajeno. Hay que dedicar menos horas a los conocimientos académicos y técnicos, mal llamados útiles, y dedicar muchas más a configurar mentes solidarias. Y ésta no es tarea que deba dejarse al albur ni en manos de docentes y de escuelas, sino que debe ser una función prioritaria del Estado si queremos que nuestra descendencia sea capaz de construir un mundo donde reine la Paz.

No nos cansemos de repetirlo. Gritémoslo para que se enteren quienes gobiernan y quienes les sucedan:

¡OTRO MUNDO ES POSIBLE, OTRA EDUCACIÓN ES NECESARIA!

Pepcastelló

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